MarvelTopia
Marvel
 
 
 
Estela Plateada. Señor del Fuego. Legado. Sota de Corazones. Bill Rayos Beta. El Hombre Imposible. Poseedores de poderes sobrehumanos que han jurado preservar el status quo del Universo.
 
Poderes Cosmicos

PODERES COSMICOS VOL. 2 #31
Exterminando alimañas
Guión: Bergil

-----

Portada: Dibujada por Ángel Medina y entintada por Terry Austin. Una vista cenital, pero no de plano picado. En el centro de la imagen aparece Nova con su uniforme de Célibe, blandiendo su bastón, mientras se enfrenta a una multitud que la rodea formada por los enemigos que se descubrirán en este número, y que no digo ahora para no destripar el asunto.

-----

Ganímedes llevaba varias horas oculta en las sombras del callejón, completamente inmóvil. Aunque todas las fibras de su ser le reclamaban lanzarse de cabeza a la acción, sabía que sería una locura arrojarse en medio de lo desconocido. No, era mucho más prudente esperar, y averiguar todo lo que pudiese acerca de su objetivo. Pero nada había ocurrido desde que vio introducir dentro del edificio aquellas cajas con el mismo signo que había encontrado en la nave estrellada1. Se disponía a retirarse cuando percibió un movimiento a su espalda. Moviéndose a velocidad cegadora, se giró al tiempo que adelantaba su bastón.

- Eh, eh, tranquila -dijo un desconocido, un humanoide un poco más bajo que ella, de piel cubierta de cicatrices y con un pie y una mano mecánicos-. No iba a hacerte nada malo.

- Eso dices tú -replicó Ganímedes, en absoluto convencida-. ¿Qué es lo que quieres?

- Simplemente advertirte. Te he estado observando durante un rato, y he llegado a la conclusión de que quieres introducirse en ese edificio. ¿Me equivoco?

- ¿Y qué, si es así?

- Pues que entrar por la puerta principal no es el modo más fácil de conseguirlo.

- Y tú sabes cómo entrar de un modo más sencilo, ¿me equivoco?

- Puede ser, puede ser... pero cosas como éstas es mejor hablarlas ante una jarra de klefs, ¿no?

Dando media vuelta, el desconocido guió a Ganímedes por entre los callejones, de vuelta a la zona de tabernas.

-----

A solas en su habitación, Genis por fin había decidido cómo sería su nuevo uniforme. Básicamente, tenía el mismo diseño que el que había vestido su difunto padre, aunque con los colores invertidos: esto es, básicamente de color azul oscuro, pero con las botas, los guantes, los calzones y los hombros de color rojo, con una estrella amarilla de muchas puntas en el pecho. Únicamente se diferenciaba en dos detalles: no tenía máscara, y las botas eran las de media caña que Genis estaba acostumbrado a llevar. Las que había usado su padre no acababan de convencerle del todo...

-----

- ...y como te he dicho -dijo el alienígena , de nombre Ñakf, mientras Ganímedes le escuchaba con atención-, te resultará mucho más fácil colarte en la base de la Hermandad de la Garra si aprovechas los túneles que conectan con el sistema de alcantarillado.

- Y siendo una entrada tan obvia, ¿cómo es que esos túneles no están vigilados? ¿No me estarás llevando a una trampa?

- ¿¡¿A una trampa?!? -dijo Ñakf, ofendido, mientras descargaba con su mano sana un puñetazo sobre la mesa que hizo temblar las jarras y que las cabezas de los que estaban en las mesas más cercanas se giraran hacia ellos; pero una gélida mirada de Ganímedes les disuadió de seguir haciéndolo, y volvieron a ocuparse de sus asuntos-. Para que lo sepas, maldita sea, es gracias a la Hermandad que tengo estas prótesis mecánicas. Sí, no te sorprendas -prosiguió, bajando la voz-, antes de vagar por los callejones de este mundo de mierda, yo tenía mi propio negocio. Transportaba mercancías de aquí para allá, sin meterme con nadie ni buscar problemas. Pero eso no pareció importarles a esos reptiles, que me atacaron sin aviso ni provocación. Escapé por los pelos, pero mi nave quedó inservible, y yo... yo, poco más o menos. Así que no vuelvas a insinuar -concluyó, agitando la mano ante la cara de Ganímedes mientras la señalaba con el índice- que yo puedo estar, de algún modo y por remoto que sea, trabajando para ellos. ¿Lo entiendes?

- Sí, lo entiendo -dijo Ganímedes cortésmente, pero sin mostrarse azorada o acobardada por la explosión de Ñakf.

- Bien. Como te decía, la entrada más sencilla está en los túneles del alcantarillado. Y es tan sencilla porque no está vigilada. Y antes de que me preguntes que por qué no está vigilada -añadió, al ver que Ganímedes hacía ademásn de preguntar precisamente eso-, te lo diré: están tan absolutamente convencidos de su superioridad, de que nadie va a ser tan idiota como para atacarlos, que se han vuelto confiados. Y la excesiva confianza vuelve descuidada a la gente.

- Gracias por lo de "idiota", Ñakf -dijo Ganímedes, con una sonrisa, para a continuación volver a ponerse seria-. Bueno, ¿cuándo entramos?

- Será mejos que lo hagamos por la noche. Con la bajada de las temperaturas, el metabolismo de esos bichos desciende mucho. Eso hará las cosas todavía más fáciles.

- De acuerdo. Hasta la noche, pues.

-----

En el panteón real troyano, en el que descansaban todos los monarcas ya fallecidos de aquel imperio, extraños movimientos se producían en torno a la última de las tumbas. En ella descansaba el último de los príncipes herederos troyanos, caído en combate mano a mano con el behemoth terrestre conocido como Hulk2. Como todos los demás cuerpos, estaba cubierto por una urna de material transparente, que evitaba su descomposición al tiempo que permitía que, si el monarca reinante (único autorizado a penetrar en aquel recinto, ya que el traslado y preparación para el eterno descanso de los cuerpos se llevaba a cabo por sirvientes robóticos) lo juzgaba conveniente, pudiera contemplar sin dificultades a sus antepasados.

Sin embargo, en aquel momento nadie habría podido contemplar el cadáver de Trauma. Una masa de circuitos ocultaba completamente la urna, mientras destellos luminosos tililaban aquí y allá. De repente, los circuitos comenzaron a retraerse, mientras la masa se introducía en la urna a través de un poro de diámetro molecular3, convertida en un hilo delgadísimo. Una vez en el interior de la urna, cubrió por completo el cadáver, para, a continuación, adoptar la apariencia externa del fallecido príncipe troyano.

Segundos después, sin un titubeo, Trauma abrió los ojos y se levantó... para golpearse la cabeza con la urna. Ésta había sido diseñada para evitar su acceso al interior de la misma, no para impedir la salida de aquello que contenía (circunstancia que, razonablemente, nunca iba a producirse), por lo que no opuso gran resistencia a las fuerzas combinadas del troyano y el ser que se habia fundido con el.

En ese instante, una alarma silenciosa comenzó a destellar en los aposentos privados de Armagedón.

-----

La noche había caído. Densas sombras dificultaban el distinguir nada a ojo desnudo. Por alguna afortunada conjunción de los acontecimientos, las dos lunas que orbitaban el planeta se encontraban en su fase de novilunio, por lo que la oscuridad era, si cabe, más densa. A pesar de ello, las dos figuras se movían sin titubeos, como si conocieran a la perfección el camino que estaban siguiendo.

En ese momento, la figura que iba delante se detuvo. La otra, un poco más pequeña, se detuvo también, evitando chocar con ella.

- Es aquí -susurró la primera figura, al tiempo que se oía un ruido metálico.

- Ve tú delante -musitó la segunda-, que yo te sigo.

Una vez hubieron descendido por la escalerilla que había quedado al descubierto y vuelto a correr la tapa metálica, el que guiaba sacó de entre sus ropajes una linterna, que al ser encendida permitió ver los montones de inmundicia aquí y allá, sobre los que se encontraban multitud de seres que se alimentaban de aquellos desechos.

- Bueno, y ahora -preguntó Ganímedes-, ¿por dónde?

- Espera un momento que me oriente... -dijo Ñakf-. Ya está -exclamó, pasados unos segundos-. Es por allí -dijo, empezando a caminar.

Avanzaron en silencio durante un rato.

- Todavía no lo entiendo, Ñakf. ¿Por qué vienes conmigo? Podías haberte limitado a indicarme el camino a seguir, y yo lo habría hecho sola.

- ¿Y perderme la acción? No, querida... podríamos decir que tengo un interés personal en participar en lo que va a pasar...

Finalmente, llegaron ante lo que parecía un muro sólido, hecho de algún material sintético pero completamente cubierto de porquería.

- ¿Y ahora? -preguntó Ganímedes.

- Paciencia, chica, paciencia... Ajá -dijo Ñakf, tanteando en la pared hasta que encontró lo que buscaba-. Ya sabía yo que estaba por aquí...

Pulsó un botón, y con un sisear neumático el muro se corrió, dejando al descubierto una abertura de dos por dos metros, tras la que no había nada más que oscuridad. A la luz de la linterna que llevaban, podía apreciarse que la abertura daba a una especie de almacén, puesto que aquí y allá se entreveían cajas y embalajes.

- Sígueme -dijo Ñakf, atravesando la abertura, que se cerró cuando Ganímedes la hubo traspasado. A la luz de la linterna, avanzaron por entre las pilas, hasta que llegaron a una nueva puerta, que se abrió cuando se aproximaron. Ñakf la atravesó sin decir palabra. Cuando Ganímedes le siguió y cruzó a su vez la abertura, potentes focos se encendieron en todo el techo, deslumbrándola por un instante.

Cuando recuperó la visión, Ñakf se había apartado de su lado, acercándose al grupo que rodeaba a Ganímedes. Estaba formado por unos seres de aspecto reptiliano y cráneo alargado, que a Ganímedes le resultaron totalmente desconocidos, aunque le provocaron una inmediata repulsión.

- Ganímedes, te presento a la Hermandad de la Garra -dijo Ñakf, con una mueca sardónica en su rostro.

-----

En Satriani, Kl'rt y Hammerhand esperaban, mientras el ordenador buscaba las coordenadas espaciales de Galador. Cuando las hubo encontrado, el skrull se las dio al galadoriano.

- Bueno, ya sabes dónde está tu planeta.

- Sí... -. Hammerhand estaba comprensiblemente avergonzado. A pesar de haber emprendido una vendetta personal contra seres indefensos, el defensor de esos mismos seres se había conportado honorablemente con él. No sabía qué decir.

- Ahora irás a Galador, supongo...

- No. Al menos, no inmediatamente.

- ¿Y eso? -preguntó Kl'rt, extrañado.

- Quiero volver a los planetas que ataqué, y colaborar de algún modo en la reparación de los daños que causé.

- Ese gesto te honra, galadoriano, pero no lo creo aconsejable. Entiéndeme, no es que dude de tus intenciones, pero ¿qué clase de reacción crees que se produciría cuando te vieran? No, créeme, es mejor que no vayas.

- ¿Estás seguro?

- Sí, ve a tu planeta. Llevas demasiado tiempo fuera de él, y ya es hora de que regreses.

- De acuerdo. Adiós, pues. Espero que la próxima vez que nos encontremos sea en mejores circunstancias.

- Yo también lo espero, Hammerhand -dijo Kl'rt, al tiempo que estrechaba con fuerza la mano que le tendía el galadoriano.

-----

Ganímedes no daba muestras de sentirse sorprendida en absoluto por el hecho de que su guía la hubiera entregado a unos seres a los que, según él, no debía más que penalidades y sinsabores, y así se lo hizo saber.

- Bueno, Ñakf -dijo-, suponiendo que ese sea tu nombre, claro... por fin te has quitado la careta.

- ¿No estás sorprendida? -exclamó aquel Judas, sorprendido a su vez por la frialdad de la célibe.

- En absoluto. Tu aparición fue demasiado oportuna. Y conocías demasiados detalles, demasiadas cosas, como para confiar en tí. A pesar de no creerme ni una sola palabra de tu historia, decidí seguirte la corriente, porque en una cosa sí que tenías razón: era el método más fácil de entrar aquí.

- Bueno, no todo lo que te conté era mentira. Sí fueron los Badoon los que atacaron mi nave y me dejaron como ves.

- ¿Entonces?

- Entonces, nunca he dejado que mis sentimientos se interpusieran en el camino de mis negocios. Y ahora es el momento de finalizar éste. Yo he cumplido mi parte, comandante. Déme lo que me he ganado y me marcharé.

- Oh, tenemos el corazón sensible, ¿eh? Está bien, mamífero, aquí tienes tu paga.

El badoon se llevó la mano al bolsillo y extrajo de él un desintegrador, con el que disparó a Ñakf en mitad del pecho. Antes de caer muerto, una mirada de extrañeza se extendió por su rostro.

- Pobre estúpido... si traicionaste por dinero, ¿qué te impedía volver a hacerlo de nuevo, en perjuicio nuestro?

Ganímedes no había alterado su expresión durante toda la conversación. De hecho, estaba concentrándose para lo que se avecinaba, vaciando su mente de todo lo que no fuera el inminente enfrentamiento.

- Badoon, badoon... ese nombre no me suena en absoluto...

- Puesto que vas a morir, mamífera, permitiré que te vayas al otro mundo lo suficientemente ilustrada. Los Badoon somos uno de los imperios más poderosos que existen en el Universo, dedicada a expandirse más y más sin reparar en medios o métodos. Pero algunos de nosotros nos cansamos de trabajar en beneficio de una raza que se iba a llevar todo el fruto de nuestros esfuerzos, y decidimos, digamos, establecernos por nuestra cuenta. Y ahora, hembra, disponte a morir.

- Llevo eones preparada, lagarto. Pero no será ni aquí ni ahora cuando eso ocurra.

Con un solo movimiento cegador, Ganímedes se arrancó el poncho que llevaba y empuñó su vara de energía, al tiempo que saltaba sobre las sorprendidas cabezas de sus oponentes. Cayó a espaldas de los mismos; antes de que puideran girarse para enfrentarla, los cadáveres de los primeros ya habían caído al suelo.

Lo que siguió fue la carnicería que los badoon habían previsto... sólo que ellos fueron las víctimas, y no los matarifes. Aunque eran una eficiente fuerza de combate, las habilidades marciales de los reptiles -embotadas, además, por el hecho de que los enemigos a los que se habían enfrentado desde la creación de la Hermandad eran civiles indefensos- no podían compararse con el feroz entrenamiento al que se había sometido Ganímedes a lo largo de todo su adiestramiento como célibe. Para alguien entrenado para enfrentarse a Tirano, aquellos reptiles eran un enemigo de lo más asequible.

Cuando todo terminó, los cadáveres humeantes de los badoon cubrían el suelo. No quedaba más ser vivo en todo el edificio que Ganímedes. Sin una mirada de lástima, se dirigió hacia una de las cajas, en la que había visto explosivos mientras el badoon peroraba. Programando un detonador con tiempo suficiente para escapar, lo arrojó de nuevo a la caja y salió por donde había entrado, poniéndose el poncho de nuevo. La puerta de acceso a las alcantarillas continuaba cerrada, así que atacó el muro, menos resistente, que cedió sin problemas. Ya había salido a la calle cuando las cargas hicieron explosión. Una serie de temblores sacudieron el edificio, que se derrumbó con estruendo. Ganímedes no miró atrás. Tan discretamente como había llegado al planeta, se marchó, mientras los curiosos comenzaban a agolparse en las inmediaciones del derruido edificio.

-----

(1) Se narró en el último número.

(2) Ver El increíble Hulk # 416, dentro de la saga Las Guerras Troyanas.

(3) Vale, ya sé que hay moléculas y moléculas, y que unas son muy grandes y otras muy pequeñas. Lo que quiero decir es que este agujero era realmente diminuto.

-----

En el próximo número:Para saber qué es lo que les ocurrirá a los personajes de la serie tendrás que leer la continuación en Poderes Cósmicos # 32.

-----

Alfredo manda una carta que, por lo expresivo y largo de la misma, no puedo resistirme a reproducir íntegra:

"Hola Bergil,me encanta tu serie de P.Cósmicos pero creo que deberías utilizar a un personaje que a mi me encanta: Dragón Lunar. Ahí queda eso. Adiós."

¿Qué puedo decir? 'Nuff said!!! Seguid esta serie, y quizá veais algo de la calva espacial más famosa, si excluimos la de los Vigilantes...

En cualquier caso, no dejéis de leernos, y escribid a Autopista hacia el espacio - Correo de los lectores (poderes_cosmicos@marveltopia.net) con cualquier duda o comentario que os surjan. Que no muerdo, caramba, y es muy agradable recibir e-milios (incluso aunque sean críticos).

 
 
   
www.marvel.com
(1) All characters and the distinctive likenesses thereof are Trademarks of Marvel Characters, Inc. and are used with permission.
(2) Copyright © 2003 Marvel Characters, Inc. All Rights Reserved.