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En un mundo fascinado por los superhéroes y supervillanos, un periodista humano dedica su carrera a narrar los acontecimientos. Superado por sus experiencias, lucha día a día por conseguir dos cosas: encontrar la verdad y encontrarse a sí mismo. Él es... Neal Conan.
 
Neal Conan

NEAL CONAN #9
Taxi / Cab
Guión: Jesús Alonso AKA Cifra2

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PORTADA: Max Sellers al volante de su taxi. El lado izquierdo de su cara está casi oculto por las sombras, de las que sólo sobresale la luminosidad de su ojo. En el asiento de atrás, Neal Conan sin darse cuenta de quién conduce.

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Llueve, llueve torrencialmente en el bajo Manhattan. Las gotas colapsan sobre los charcos que forman las ya atestadas alcantarillas frente a Wall Street. Una paloma descuidada chapotea inútilmente en uno de ellos, tras haber caído en él y haberse mojado las plumas. Cuando casi ha conseguido liberarse de su prisión acuática, su cuerpo explota literalmente al ser pisada por un neumático de un vehículo.

Es el taxi de Max Sellers. Un caso extraño en el gremio de taxistas neoyorquino. él es americano.

La molleja de la paloma se hace evidente al sobresalir de su cuerpo aplastado.una rata que deambulaba cercana, inadvertida para el bullicio de la zona más elitista de New York, huele el aguado festín que se pone a su disposición junto al taxi. No presta atención a la puerta trasera que se abre, ni al bróker que súbitamente entra en el automóvil.

Está comenzando a saborear su manjar cuando el taxi maniobra para volver a la circulación. La rueda trasera aplasta al roedor mientras éste se deleitaba.

- Calle 37, al número 357. y rápido.

- Sí, señor.

El tráfico tan lejano a la fluidez como de costumbre, requería toda la atención de los conductores. Aún así, Max miró subrepticiamente al pasajero por su retrovisor. un obeso cincuentón trajeado y encorbatado. tenía todo el aspecto de ser un uno de los últimos supervivientes de la generación de "yuppies" que asoló el mundo occidental en los ochenta.

- ¿Un duro día de trabajo?

- La verdad, no le pago por hablar. pero ya que lo pregunta, sí. Un día infernal.

- ¿Y eso?

- Pues la verdad, represento a una compañía petrolífera con fuentes inversiones en varios países productores. ¿Ha oído las noticias hoy?

- No, la verdad es que no. suelo tener conectado el radio-taxi, por si surge un servicio.

- Entonces, le pongo en situación. hoy se ha firmado el armisticio en Angola.

Max miró al pasajero mientras hablaba. por su expresión, era obvio que dudaba que Max supiera de la existencia de Angola, de su situación y hasta del significado de la palabra armisticio. Max se tragó el comentario que necesitaba decir. El pasajero miró la licencia que estaba colocada al lado de la guantera. Max Sellers. ya le parecía que era americano.

- Hombre, por fin.

La expresión del pasajero se tornó en una sorpresa relativa al ver que sus sospechas eran infundadas.

- Bueno, será muy bonito para el pueblo angoleño. pero a mi compañía la ha jodido bien.

- ¿Perdón?

- Verá, mi compañía conseguía petróleo en Angola a bajo precio, gracias a la acuciante necesidad del gobierno angoleño de dinero para comprar armas, que le obligaba a firmar todo tipo de contratos miserables. como el que tenía con nuestra compañía.

- No es muy justo.

- No, si ahora viene lo mejor. gracias a esos bajos precios de derechos de extracción, podíamos venderlo al precio que fija el mercado. por lo cual nuestros beneficios se disparan.

El pasajero comenzó a sudar. Notó que estaba diciendo cosas que no debía decir.

- Así que, bueno. pues ya se lo imagina usted.

Max volvió a mirar otra vez al cliente. Éste se aflojaba la corbata.

- No, no me lo imagino.

El pasajero tragó saliva. No quería decir nada...

... pero habló.

- La situación pone en peligro el incremento de los beneficios de éste año. La compañía hará algo.

Max miró más fijamente al pasajero. El tráfico había desaparecido a su alrededor. Nada existía en el mundo más que él y su pasajero. El mundo se circunscribía al interior del automóvil. Las bocinas de los coches, el ruido del bullicio habitual de las calles neoyorquinas había desaparecido. alguien que viera el taxi desde el interior, no notaría nada extraño, pero el pasajero del asiento de atrás se sentía en ese momento a las puertas del infierno.

- ¡Oh!, ¿y qué podría hacer su compañía?

La saliva fluyó rápida desde las glándulas a la boca. en torrente descendió hacia la garganta, donde se apelotonó molesta, angustiosamente.

No quería hablar. Pero advirtió que ya no controlaba lo que decía.

- Yo. nosotros. haremos lo que otras veces.

- ¿Sí?

Max Sellers advirtió el horror, el pánico de Joe Calahan, con la corbata desanudada colgando, la camisa empapada en sudor, las manos aferradas al respaldo, ahogándose ligeramente en su propia saliva.

- Sobornar a la oposición, a UNITA... comprarles mercenarios a cambio de diamantes... sufragar de nuevo la guerra.

- Eso no suena muy cívico, señor.

Joe miró la licencia. la foto era la misma, pero el nombre había cambiado. No podía ser. estaba SEGURO que el nombre antes era Max Sellers.

- No, no me hable de Max, señor Calahan.

Los ojos de Calahan protestaron. su voz no pudo. No tenía permiso para hablar.

- Me llamo Cady. Peter Cady.

Algo le liberó la garganta. ¿o era su voluntad la liberada?

- ¿Qué está pa... pasando?

Peter sonrió abiertamente. Le miró con unos ojos cómplices, brillantemente rojos.

- En el fondo, lo sabe.

- ¿Esto es... un juicio?

La sonrisa se convirtió en una carcajada instantánea... una carcajada que heló la sangre de Joe Calahan.

Pero había algo peor... el señor Calahan notó cómo su asiento se movía.

- Oh, Dios mío.

- Es un poco tarde para eso, ¿no, señor Calahan?

El cuero del asiento comenzó a levantarse en pequeños montículos, como burbujas. leves gritos parecían surgir de él.

Joe consiguió liberarse un segundo del control de Cady, Sellers o cómo se llamara... lanzó su mano para abrir la puerta del coche. Herméticamente cerrada. Comenzó a aporrear los cristales, gritando angustiado.

- Verá señor Calahan... digamos que soy alguien con su corazoncito... alguien a quien le importan los seres humanos.

- No lo haré.

- Vd. y yo sabemos que lo hará... y si no lo hace usted, lo hará el resto de la junta directiva. pero el caso no es sólo eso. Es que ya lo hizo, y repetidas veces.

Tentáculos surgían ya del asiento. tentáculos que agarraban delicadamente primero, fuertemente después, brazos, piernas y cuello del pasajero.

- Por favor... una oportunidad.

- ¿Para cambiar? Es tarde. El daño ya está hecho, y la verdad, veo que usted no se arrepiente salvo porque ve su muerte cercana.

Desde fuera del coche, nadie podría advertir nada extraño. el coche se dirigía con normalidad a calles despejadas de tráfico y transeúntes.

- Por fav...

Fue lo último que pudo decir Joe Calahan antes de ser absorbido por la tapicería. Joe Calahan no había dejado de existir. simplemente estaba atrapado para siempre junto a otros "pecadores" en el interior de aquel vehículo.

Peter Cady volvió a dejar paso a Max Sellers. Estaba un poco fatigado, y como siempre, Max no recordaba nada de lo que había pasado. miró extrañado su cartera, donde aparecieron los 120 dólares que había cobrado en su última carrera. a un cliente al que no recordaba haber cobrado ni haberlo visto bajar del coche.

Y otra vez, una parte muy interna de él le aconsejó olvidarse del tema y buscar un nuevo cliente.

Max, diligentemente, hizo lo que esa parte le ordenó.

- ¿Pero qué dices Manoli?

- Que tenía planes.

Neal se enfureció... contaba... NECESITABA a Manoli para este reportaje.

- ¿Qué planes?

- Una cena romántica...

- ¿Con María?

Eso encolerizó más a Neal, en el fondo. Desde el momento, hacía ya unos meses que Manoli les presentó, Neal, deshecho por la muerte de Alicia, sintió un rayo de luz al conocerla. Por supuesto, Manoli le había ocultado a Neal que María era mutante... sobre todo porque sabía de la obsesión de su ¿compañero? ¿jefe? por el poder.

- Sí, con ella.

Manoli no era tonta... había advertido desde el primer momento como Neal estaba "enganchado" a María. Neal estaba al borde de perder el control, así que Manoli decidió ceder un poco.

- Así que nos vamos a Amsterdam entonces...

- Sí, es un reportaje importante. Te necesito, Manoli.

- Mira Neal, vamos a llegar a un acuerdo... tú te vas hoy si quieres... yo voy mañana en el primer vuelo.

Neal tragó saliva. Una parte de él ODIABA ese acuerdo... el pobre Neal ni siquiera se daba cuenta de lo que los celos le estaban haciendo... pero, ¿de quién tenía celos? ¿de Manoli? Neal se había preguntado a sí mismo en esos meses si realmente le gustaba María o simplemente eran celos del hecho que Manoli estuviera enamorada y que el hubiera perdido a su novia...

Neal miró sus maletas, puestas a la entrada del despacho. Es verdad que no le había dado mucho tiempo a Manoli (dos días, para ser exactos), pero mayor verdad era que Manoli le había tratado como a un chiquillo, evitándole y dándole largas para luego ponerle pegas de último minuto.

Como buen hombre, ignoraba la realidad detrás del comportamiento femenino. Manoli le estaba echando un pulso, colocándole en su sitio al obligarle a tragar ese acuerdo.

Manoli no quería viajar con Neal en el avión. Porque quería llevar a María con ella.

- ¿Y si no hay billetes para mañana?

- Los hay. Ya me encargué de eso. Llego mañana a las 18:30, hora local.

- Mejor que sea así...

Manoli le sonrió cómplicemente...

- ... como si me fueras a despedir a estas alturas por ir 24 horas más tarde...

- No me tientes...

Neal la sonrió al comprenderlo todo.

- Lo que eres capaz de hacer por una noche romántica...

Manoli se acercó, tomó a Neal por las mejillas, suavemente, con la confianza que dan los años compartiéndolo casi todo...

- Aprovecha el día... búscate a alguna holandesa con la que pasar un buen día y una buena noche... Ya hablaremos pasado mañana en el hotel...

Neal la sonrió amargamente. La depresión todavía le duraba.

Se levantó, a la vez que Manoli... ésta salió primero, mientras Neal apagaba su ordenador, recogía su mochila y sus maletas y después éste la siguió.

Ambos bajaron en el ascensor a la calle.

Al salir, Manoli le preguntó:

- ¿Quieres que te lleve al aeropuerto?

- No, déjalo... Disfruta de esta noche.

Manoli le besó en la mejilla, dulcemente.

- Hasta pasadomañana, Neal... No quiero verte sin que al menos hayas echado un polvo.

Neal se habría sonrojado de oir esas palabras a cualquier otra mujer. Pero no de Manoli. Una última sonrisa, y entró en el taxi de Max Sellers.

- Al aeropuerto, por favor.

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LA SALA DE PRENSA (Correo / Editorial)

Tras meses y meses de aventura holandesa... ¡nos vamos a Holanda!

Bueno, eso si este Max Sellers / Peter Cady lo permite.

Veamos... han pasado unos meses desde que Manoli conoció a María, desde que Neal (esa misma noche) estuvo a punto de morir en la tienda del Sr. Song, y un poco menos de tiempo desde que Tic Tac apareción en la vida de Neal y Alicia desapareció de ella...

Espero que no se os haga ningún lío la continuidad, pero si os sirve de algo, a partir de ahora, la historia va a tomar un sentido más lineal...

¿Quién es este taxista? Pues originariamente, era un personaje que había creado para que tuviese su propia serie... pero echando un vistazo a la cantidad de trabajo que ya tenía (Mutantes y Neal Conan, más What If? y la posibilidad de colaboraciones puntuales), decidí aparcar o reconvertir los proyectos de Hulk y Taxi / Cab. Así que Max pasó a ser un ¿villano? de Neal Conan.

Ya me contareis que os parece, en la dirección de siempre (cifra2es@yahoo.es) especificando, por favor, La Sala de Prensa, correo de Neal Conan.

Así que ya sabeis, nos vemos en Amsterdam... o en la tapicería de un taxi de New York... ya veremos. ¡Hasta el próximo número!

 
 
   
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