NEAL CONAN #4
Alicia va a morir mañana I
Guión: DOB
PORTADA: En primer plano una foto en blanco y negro de la cara de una mujer sonriendo, que está tachada en color rojo. Detrás, en segundo plano, se ven las manecillas de un reloj. Todo esto rodeado por una completa oscuridad.
El tic tac del reloj se escuchaba en toda la habitación. Rítmico, muy
rítmico.
La cortina de la ventana estaba descorrida y enseñaba un anochecer. Seco,
apagado.
La oscuridad de la habitación denotaba la personalidad de su ocupante. Poco
detallista. Sobrio, muy sobrio.
Allí sentado se encontraba Tictac. Con la vista puesta en la televisión.
Devorando una y otra vez el vídeo de la muerte en directo de la Patrulla-X.
Tictac hablaba solo.
"¿Cuánto dura una vida?
¿Un minuto tal vez?
¿Una hora?
¿Un día?"
"No es fácil saberlo. Pregunta al bebé que muere al nacer. Pregunta al
drogadicto que tiene la chuta clavada en el brazo. A la familia que sonríe
al comer. Al obrero que sube una escalera. Al bombero que divisa el fuego. A
la canción que termina."
Tictac con su mando a distancia paró la cinta de video. Justo en una imagen
donde salía el rostro de Neal Conan
"¿Cuánto dura una vida? Dime"
"Observa algo en un día de nubes aterciopeladas, de cielo azul y brillante,
observa a las personas que viajan hacia sus trabajos. El hombre que levanta
la persiana de su negocio. El niño que comienza el curso un poco retrasado.
La puta que se viste después de su primer servicio."
"Obsérvalo y dímelo. ¿cuanto dura?"
"Que pasa con el niño que teme caer mal a sus nuevos compañeros. El hombre
que al levantar la persiana de su tienda comprueba que le han robado. La
puta que asaltan y matan al bajar la escalera. El cielo que se torna negro.
La lluvia que comienza a caer fría y punzante."
"¿Cuanto dura una vida Neal Conan?"
"Mañana lo veremos".
FALTA UN DÍA PARA QUE MUERA ALICIA
20:09 h
A veces nos encontramos en un mundo de colores vacíos. En el que todo es
gris y frío. Donde vemos caminar a la gente cansada y desganada. Que huyen
de la realidad a la que han sido condenados.
Hombres dimitidos que vagan sin rumbo por rutas perdidas. Buscando placeres
exóticos donde solo hay polvo y cartón. Gente que busca una salida digna a
su vida, que sueña con subir los peldaños de una gran escalera que va hacia
el cielo. para así sentirse a gusto. Para así morir en paz.
Miles de esas personas veía Paolo, un joven estudiante de Económicas que
creía que todo era incierto, que esos hombres habían dejado de luchar, que
nunca aspirarían a algo más que a una escalera circular que los llevaría al
mismo sitio.
Paolo hacía fotos a modelos por cuatro perras. Las cuales iban destinadas a
un fondo común, para el día de mañana comprarse piso y perro, casarse con
una chica guapa y tener dos hijos. Otro más de sus sueños, su verdadero
Sueño Americano.
Hay quien dice que no llegará a nada, que es mediocre con los estudios, que
morirá antes de los veinticinco.
Todo lo que dicen de él es cierto. Morirá antes de los veinticinco años y
nunca llegará a nada.
¿Por qué?
¿El destino, el libre albedrío?
No.
¿Estar en el sitio inadecuado en el momento inadecuado?
No.
Él es mutante. Esa es su sentencia.
Paolo tenía el don de poder usar su mente para algo mas que pensar. Podía
mover objetos, hasta podía a nivel molecular transformarlos. Física cuántica
pura.
Era divertido crear una chuleta y transfórmala en un anillo y cuando llegara
el momento del examen volverlo a su estado natural.
Se divertía, hacía cosas como modificar cuadros y que cambiaran aspectos de
ellos, como el color de los ojos de un retrato, el cielo de un paisaje, los
pechos de un desnudo. Lo dicho: Pura física cuántica.
¿Cómo lo hacía? Ni idea. Sabía algo del factor X (por las noticias). Era
mutante, espécimen perseguido. Pero bueno, él nunca se metía con nadie. ¿Qué
malo podía ocurrirle? ¿Ocultaba su secreto? Pues claro. El mago nunca debe
revelar el truco, sino se pierde la magia.
La pregunta del millón era: ¿Por qué tuvo que estar aquel día frente al bar
"La Golondrina"?
La misma pregunta que el destino o el libre albedrío se podía hacer sobre el
sino de Paolo, más concretamente llamado factor x, se la podría hacer Neal
Conan al verse rodeado dos manzanas más lejos de aquel bar, cuando era
asediado por dos yonquis que buscaban un futuro premio por el robo de su
cartera y de sus zapatos.
La pregunta formulada correctamente sería: ¿qué es lo que le había llevado a
ese lugar?
Una llamada de teléfono era la respuesta.
Una llamada que había recibido al móvil. De destinatario desconocido que
había hecho buen uso de la ocultación de la llamada.
El misterioso interlocutor le había comunicado que algo gordo iba a ocurrir
en un bar llamado "La Golondrina".
- Es algo relacionado con un mutante. Va a morir allí.
A Neal, aquel hombre le había tocado los huevos. Mutante era la palabra
mágica. ¡Por Dios! Cómo podía perder el culo por aquella distinción que se
le hacía al homo superior. Los adoraba, lo sabía. Quería ser como uno de
ellos.
A veces deseas el coche de tu amigo, aunque sea una mierda, tan solo porque
te ha parecido en algún aspecto mejor que el tuyo.
Aunque también está la frase de "Tienes que tener cuidado con lo que
deseas".
Cuando colgó, fue rápidamente al encuentro de aquella noticia, o quizás de
aquella broma.
La segunda pregunta era: ¿cómo podía saber que iba a morir un mutante?
Quizás era aquel un asesino de mutantes que quería ser parado, o quizás
quisiera más publicidad para sus actos.
Todos los días moría un mutante, pero esta vez estaba Neal Conan en medio.
Eso era lo que lo ataba a la situación. O hipotética situación, todo hay que
decirlo.
Tal vez hasta aquella emboscada de los dos yonquis, fuera fruto de aquella
llamada.
Uno de los yonquis sacó una navaja.
Neal sentía el peligro, para ello no le hacía falta un sentido arácnido ni
nada parecido. Era o él o ellos.
"Piensa en alto y dime una palabra que se te ocurra cuando están a punto de
matarte".
-Y una mierda - dijo Neal Conan.
Después de dos patadas en el cuelo, dos llaves de aikido y un brazo
dislocado, Neal Conan hizo una llamada a la policía y se dirigió al
encuentro de la noticia. Su noticia. Rápido como el viento.
Allí en la puerta del bar "La Golondrina" se hallaba Paolo, mirando a una
joven y guapa chica de ojos rasgados y labios carnosos, curvas prominentes y
pelo largo y sedoso.
Era su tipo de chica ideal. Su futura mujer.
Aquella pequeña realización del sueño, su sueño americano. Los hijos
vendrían, el perro, el piso. Todo, una cosa tras otra.
Me imagino que nadie puede pensar al despertar que va a morir ese día de una
forma brutal y sangrienta.
Como seguro que nadie puede pensar jamás que nunca vas a realizar el sueño
por el que has encaminado toda tu vida. Siempre hay esperanza.
Para Paolo no había esperanza alguna.
Es una pena que a veces ocurran esas cosas.
Cosas de las que se huye pero de las que a veces uno se encuentra.
La escena fue clara. La joven chica - no importa su nombre- mira a Paolo, y
Paolo mira a la chica. Se observan. Paolo siente como un tambor resucita en
su pecho. Golpes secos y rítmicos. Se siente enamorado.
De repente una estela de luz que tiñe su vista de un blanco fosforescente y
que después muestra un telón negro que apaga poco a poco su mirada y que por
lo tanto lo hace morir. Rápidamente.
Ese telón da paso a una masa uniforme en el suelo, frente al bar "La
Golondrina" y que no es más que el cuerpo -o lo que fue- del joven Paolo.
Después se escucha un grito. El grito proviene de la chica. Tras esto, todo
desaparece. Una negrura comienza a teñirlo todo completamente y un palpitar
de un corazón se apaga y se pierde con todo el demás sonido que reside en el
ambiente. En alguna zona del cerebro de Paolo, aun se escuchan los gritos de
la joven mujer de sus sueños, pero estos, de pronto, desaparecen. Después no
hay nada. Calma y paz. Y allí se pierde el conocimiento de saber quién o qué
eres, pues nada existe. Lo demás, ya se hace cuenta cada uno de ello.
Neal Conan llego tarde a la escena del crimen.
Tarde es relativo, según se mire. Por ejemplo, llegar tarde a la escena de
un crimen es no ver el momento del asesinato. Neal Conan en ese sentido
había llegado tarde. Frente a él - y que le producía nauseas - había ocho
trozos de lo que podía haber sido un hombre, varón, adulto. Pero no llegar
tarde es por ejemplo ver al asesino. Y Neal Conan lo vio. Por decirlo de
alguna manera, casi chocó con él.
Fue un leve toque. Un roce furtivo. Después una mirada a unos ojos
purpúreos. Sintió un escalofrió, un leve escalofrió. ¿Donde se había metido?
Él era un simple humano, ¿qué podía hacer contra "asuntos" sobrehumanos?
Neal, ¿por qué coño escuchaste la llamada, la puta y dichosa llamada?
Aquello era como ver al diablo frente a frente. Un diablo azul, luminoso,
lleno de energía. Aquel hombre - por llamarlo de alguna forma- que tenía
frente a él, era alto, muy alto, casi dos metros. Tenía un traje azul
oscuro, muy oscuro, casi negro, con una amplia capa que le llegaba hasta el
suelo. En su cara lucía una mascara negra.
Aquellos ojos púrpuras le observaban. Como un faraón pudo haber observado a
todo un pueblo tendido en el suelo. Como un pastor a sus ovejas. Como un
dios a sus frutos.
Aquella mirada altiva y poderosa le desgarraba el alma. ¡Dios! Quería
morirse, que la tierra lo tragara. Aparecer en otro mundo. Ser una mosca y
volar. Huir, flotar, cualquier cosa que lo alejara de aquella punzante
mirada.
Los ojos del hombre brillaron por un momento. Su cuerpo se llenó de energía.
Comenzó a levitar. El viento volteaba su capa como una bandera que le
señalaba a Neal como un muerto más ese día por sus manos.
Pero solo fue eso. Aquel dios, aquel sobrehumano que había matado a lo que
parecía un joven chico con toda una vida por vivir, giró su cabeza. Lo dejó
con vida.
Neal era un hormiga en la uña de un gigante. Neal no era nada. Lo supo.
Tras un destello, el cuerpo del sobrehumano desapareció. Y sólo se
escucharon los gritos desconsolados de una muchacha y las sirenas de la
policía.
Neal no podía desembarazarse del nudo que tenía en la garganta.
FALTAN 20 HORAS PARA QUE MUERA ALICIA
00: 16
Neal cerró la puerta de su casa, un lujoso apartamento en el centro de
Manhattan. Dentro ni hacia calor ni hacia frío. Se podía estar. Hogar dulce
hogar.
Entró a hurtadillas, no quería despertar a Alicia. De un leve reojo miró
hacia a su dormitorio. Ella dormía profundamente. Su respiración era
acompasada, tranquila, relajante.
Se sentó en su cómodo sofá, frente a su enorme televisión panorámica, a
pocos metros de su cadena musical último modelo. Apartó de su lado dos DVD,
Casablanca y el Halcón Maltes. Aun no las había visto. Contradictorio para
un fan inconfesable de Humprey Bogart. Inadecuado para un aprendiz de
detective. Por que eso más o menos era. ¿O no?
¿Qué eres, Neal? - se preguntaba. ¿A qué juegas, Neal?
Fue hacía el mueble bar, de allí sacó un Chivas. Se sirvió una copa. Se la
bebió de un trago. Agarró la botella de un puñado.
Sentado y con el segundo güisqui en la mano recorrió con una mirada su
amplio y lujoso salón.
¿Tienes todo lo que puedes desear?
Maldita sea, ¿por qué tuviste que escuchar la llamada, Neal? ¿Por qué?
Sin saber por qué, no tuvo ganas de ir a dormir junto a Alicia. Al segundo
güisqui le siguieron cuatro más. Durmió y soñó. Por supuesto, no con Alicia.
FALTAN 10 HORAS PARA QUE MUERA ALICIA
10:32
De un sobresalto despertó. El móvil sonaba y sonaba y parecía que nunca se
iba a callar. Su odiada melodía, por lo menos con la resaca que atesoraba,
"New years day", se repetía continuamente. ¿Cuántas veces llevaba sonando?
Neal, mareado y con una sensación parecida a la borrachera aunque con el
estómago vacío, intentó acercarse a él. En el intento, tiró lo poco que
quedaba de la botella de chivas. Lo bueno se acaba pronto.
Con miedo de hacerla trizas, intentó no pisarla, ardua tarea dado el poco
equilibrio que poseía. Mala mierda esto de beber.
Cuando contestó, la voz casi hizo que se cagara en los pantalones.
Era el mismo hombre que el día anterior le había anunciado la muerte de
aquel chico, que después de unas cuantas llamadas había sido confirmado como
especie X. O sea, Mutante.
La voz del misterioso confidente era clara:
- La próxima muerte será en el MacDonalds de la 103 este.
- ¿Por qué no se lo dice a algún supertipo? Yo sólo soy una persona. Normal
y corriente.
La contestación fue escueta:
- Usted ya está en el juego.
Colgó después de decir esto.
Neal miró hacía el dormitorio, deseando que estuviera Alicia. Quería
comentarlo con alguien. Un consejo, solo eso.
Pero Alicia no estaba. La cama hecha y las ventanas abiertas significaban
que se había ido a trabajar.
Meditó.
Al rato de mucho pensar y barajar todas las posibilidades, decidió algo, por
así decirlo, extraño. Incoherente mas bien. Hasta peligroso.
Sabia que aquello le venia muy grande, pero iba a hacerlo solo. ¿Por qué?
Quizás porque sólo pensar en aquello, en que podía estar por un momento al
nivel de uno de aquellos héroes que veneraba, le hacia sentirse completo.
Uno consigo mismo.
Lo haría solo, pero con cuidado, él sólo era un humano. Si las cosas se
ponían feas, tenía un teléfono al que llamar. Y su querida Patrulla-X se
prestaría rápidamente a ayudarle.
Marcó el numero del móvil de Alicia. En ese momento no supo porque lo hacía.
Pero sintió ganas de hacerlo. Como esa extraña nostalgia que a veces le
invade a uno. ¿Era amor? No lo sabía. Sus sentimientos eran muy
contradictorios. Lo había pasado mal con el divorcio y no quería verse atado
a nadie. Razón por la que cambiaba más de novia que de calzoncillos. "No
estés con alguien que no puedas dejar en menos de 3 segundos." Aquella frase
de "Heat" se le había grabado para siempre. Y más después de su gran
fracaso. Que así lo llamaba.
También pensó que lo hacía intentando redimir algún oculto pecado. No lo
sabía. Aquello salía del corazón, ¿por qué? Ni idea. Se sintió intranquilo
por esto.
La suave voz de Alicia entró como una brisa en su oído.
- Alicia....- Neal calló por un momento.
- ¿Te pasa algo, Neal? -dijo un poco asustada.
- Yo... - calló de nuevo.
- Neal, cariño, ¿estás bien?
- Alicia, tenemos que hablar - dijo por fin.
- Lo sé, Neal.
- Últimamente he estado un poco distante... yo... - dijo Neal.
Alicia lo interrumpió.
- Ya hablaremos en casa, Neal. Ahora no puedo.
- Alicia... - dijo Neal.
Neal escuchó un pequeño sollozo antes de que se colgase la llamada.
Neal cerró la tapadera de su star-tac, por supuesto, último modelo y
suspiró.
Se levantó y cogiendo una nueva botella de Chivas, llenó un vaso y se lo
bebió de un trago.
¡Mierda! - Cogió su chaqueta y cerró la puerta de un porrazo.
Se dirigió al MacDonalds de la calle 103.
FALTAN 8 HORAS PARA QUE MUERA ALICIA.
En su reloj eran las 11:45. Llevaba esperando cerca de la veintena de
minutos. Nada había ocurrido. Por lo menos extraño. Ya ni siquiera el pensar
en una muerte. La habría visto. Todo era monótono y aburrido desde el punto
de vista de lo que esperas en un MacDonalds. Niños pecosos que devoran un
Happy Meal, vistosas quinceañeras con minifalda, estudiantes con acné,
abuelos viviendo el final de sus vidas e intentando no morir de colesterol,
colores rojos por doquier y tapizados de madera. La esencia de la cadena de
comida rápida por excelencia.
Y allí no pasaba nada y Neal Conan se aburría.
No había pedido nada de comer. Sólo una cerveza. Creyó ver como alguien
desde la cocina lo llamaba borracho. ¡Señor! Sólo es una cerveza. Pero sí,
su aliento olía a alcohol. Quizás estaba bebiendo últimamente mucho. Gajes
del oficio, se excusaba.
Colores. Todo lleno de colores. Bonita forma de presentarte la comida.
Dos mesas mas a la izquierda una quinceañera de esas que Neal Conan
catalogaba de vistosa, comía un helado, de esos que visten de chocolate o
fresa y que no son mas que el clásico cucurucho de toda la vida.
La quinceañera era guapa. Atractiva para su edad. En eso acertaba con ella.
Aunque eso si, no era la típica quinceañera. Elisa era mutante, desde hacia
dos días. Su poder, si podía llamarse así, era trasformar su cuerpo en
liquido.
El mayor susto en su vida fue la primera vez que ocurrió. Se estaba
duchando. Había quedado con Nick para salir, su novio, un chico majo, por lo
demás poca cosa. Cual fue su sorpresa cuando se vio en el fondo de la
bañera, "ahogándose" o por lo menos así lo creía. Lo bueno dentro de lo malo
del susto es que había tapón en la bañera.
Si no, quizás allí hoy no estaría.
Nick, ahora, estaba frente a ella, con los ojos posados en sus pechos. "La
llamada de la selva" algunos lo llamarían.
Nick estaba un poco salido y hacía meses que quería acostarse con ella. Lo
malo es que es ella estaba cediendo a sus pretensiones. Y lo más malo es que
nunca podría hacerlo. Por lo menos así pensaba desde lo ocurrido dos días
atras. ¿Y si se convertía en agua haciendo aquello? Que se hagas pajas -
pensaba. Mentalidad de quinceañera.
Lo que era más malo que convertirse en agua mientras haces el amor, es lo
que no sabía que aquel día iba a ocurrir. Por lo menos, algo de cierto había
en lo que pensaba. Ella seguro que nunca haría el amor con Nick.. Ese día
moriría.
El primer grito hizo que Neal se tirara la segunda cerveza en lo pantalones.
Los siguientes los que le hicieron descubrir el mal que asustaba a todo el
mundo que comía en el MacDonalds. Era su "amigo", aquel con el que no había
cruzado palabra alguna pero que siempre tendría como enemigo.
La energía que le rodeaba era azul, un poco mas clara que su traje, capucha
y capa. Sus ojos púrpuras denotaban el mismo tono altivo de los dioses. El
saberse con un poder inconmensurable. Ser intratable.
Lo que vio Neal a continuación lo marcaría toda la vida.
Aquella era la muerte mas cruel que había visto nunca. Y eso que había visto muchas muertes.
Un niña, quince años, muy atractiva para su edad, se había quedado paralizada frente a aquel dios sobrehumano.
Y ocurrió rápido.
Un destello, algo que salía del interior del hombre. Algo negro y azul.
La mitad de la niña, y, lo supo, mutante, se convirtió en agua, de cintura para arriba, la restante parte, no dio tiempo, cayó al suelo hecho trizas. Y el agua, mientras caia, se convirtió en sangre.
Rápido y certero, pero muy sangriento.
Neal Conan vomitó. Mucha cerveza para esa escena.
-¿Por qué me llamas y después lo haces? - gritó Neal a aquel asesino de mutantes.
El hombre lo miró. En ese momento, en que posó los ojos en Neal, en su cara se notó un aire de sorpresa.
Neal se quedó inmovilizado. El miedo, maldito miedo.
El cuerpo del superhombre brilló con fuerza. Nick estaba al lado de los despojos de lo que había sido Elisa. Nick lloraba. Desconsolado.
El cuerpo del hombre se llenó de energía.
Neal tembló por un momento.
Los gritos de la gente desaparecieron, Neal Conan notó un destello de luz. Su vista se tiñó de negro.
Su corazón paró de latir.
Todo estaba oscuro.
No había nada.
La Sala de Prensa
Este mes, DOB se estrena como guionista de la serie. ¡Escribid a ver qué os parece!