LOS 4 FANTASTICOS #423
Aniversario II
Guión: Luis Capote
Portada: Wish
Portada: Parte superior de un inmenso sarcófago abierto y en el que reposa una especie de robot con forma de guerrero, sobre el que se cierne la sombra de un hombre.
La intensa luz iluminaba apenas una pequeña parte de la inmensa nave, allí
donde una docena de gigantescos sarcófagos habían sido esculpidos por una
raza muerta hacía mucho. Todos ellos habían sido abiertos, pero ahora sólo
se trabajaba en uno de ellos. Alzado sobre una suerte de camilla hidráulica,
la estatua de lo que parecía ser un guerrero era objeto de estudio por parte
de dos figuras que parecían minúsculas en comparación con su inerte
paciente. Con grandes esfuerzos habían separado la zona pectoral izquierda y
observaban algo del mecanismo del milenario robot.
- Sería increíble si no fuera cierto - rezongó el más viejo, un japonés
tuerto - Parece que después de todo, alguien tenía los conocimientos
necesarios para construir androides cuando nuestros antepasados empezaban a
jugar con los metales...
- Tal parece, Profesor Kabuto - respondió el más joven, un hombre con el
rostro vendado por completo, que contemplaba el pecho de la máquina, una
intrincada maraña de piezas de bronce, cobre y oro que anunciaba la
presencia de un sistema bastante complejo.
- Tan complicado y a la vez tan simple - seguía meditando en voz alta el
anciano nipón. Si lo que vemos aquí es muestra de la mecánica de nuestro
gigante mikénico, debió ser un espectáculo verlo en movimiento... al menos
para los propios habitantes de Mykene... Sus adversarios debían creer que
los titanes habían escapado del Tártaro...
- Pese a esa maestría, Profesor, todo indica que Mykene, con todo su
pretendido poder o conocimiento, no pudo evitar desaparecer, como todos los
imperios...
- ¿Desaparecido? Jejeje... eso todavía está por ver, amigo mío. Nadie sabe
realmente qué les pasó a los habitantes de Mykene...
- ¿Acaso necesita ver su tumba para comprobar que están muertos, Profesor? -
contestó el altivo Doom - Mykene, como el Ozymandias del poema de Shelley,
fue borrada de los anales de la historia...
- Cierto, mi buen Doctor, pero dejando aparte que esto se aproxima bastante
a un inmenso mausoleo, no apresuraría el canto de una elegía para el legado
de Mykene, pues créame que comparto su preocupación...
Doom no contestó y volvió de nuevo al trabajo de seguir desmontando la
placa
pectoral. El Profesor Kabuto despertaba en él los sentimientos encontrados
de respeto e irritación. Su actitud general hacia todo el mundo era el
desprecio, pero con aquel pequeño japonés era imposible, pues no importaba
en qué pensara: siempre podía adivinarlo y una vez más contra su voluntad,
hubo de admitir que el viejo había dado en el clavo: muy a su pesar estaba
preocupado, pues el descubrimiento de aquellos brutos mecánicos no había
arrojado luz sobre la cuestión que le atormentaba y era la relativa a las
intenciones del misterioso Doctor. Durante las últimas semanas, su presencia
había eclipsado los trabajos del director original, el peculiar Michael
Landon, al asumir el control de la expedición; tan emocionado como estaba
con el descubrimiento y sus implicaciones, Landon no había tenido ningún
problema en dejar su puesto a aquel enigmático anciano que sólo parecía
mostrar especial interés en el desarrollo de las investigaciones que
realizaban Kabuto y Doom. Sólo el simpático Port, el lingüista alemán y el
tranquilo McDonald trabajaban junto a ellos, intentando desentrañar los
secretos que aquella cámara ocultaba.
- Ronald, en serio te digo que el texto de esta pared dice exactamente eso.
- Por el amor de Dios, Sascha. Eso es imposible...
- Vamos a ver: se supone que el experto en lenguas muertas soy yo y tú el
que sabe de piedras...
- Es igual. Ahí no puede decir eso...
- ¿Qué sucede, caballeros? - terció Kabuto, ante la divertida escena -
Parece que no se ponen de acuerdo...
- Disculpe, Profesor Kabuto - respondió Port. Discutimos por el resultado de
mi traducción. Mi colega geólogo insiste en que me he equivocado y le
aseguro que no es así...
- ¿Por qué dice eso? - inquirió el viejo, como un profesor que dirime una
disputa entre dos alumnos.
- Bueno.. ejem... el caso es que ha sacado un galimatías sin sentido...
- Lo reconozco, pero dice exactamente eso...
- A ver, déjemelo, Port.
El alemán dejó al anciano una trascripción de su trabajo que
éste leyó
rápidamente para constatar que, efectivamente, no tenía ningún sentido:
frases inconexas anunciaban alternativamente la consecución de un gran
triunfo y el advenimiento de una terrible tragedia y perenne en cada uno de
los párrafos estaba siempre la misma expresión: "huestes demoníacas".
- Efectivamente, esto no tiene ningún sentido, Port... pero si no recuerdo
mal, tampoco lo tenía el final del manuscrito en árabe que nos dejaron como
información.
- Así es, Profesor. Parece que el cúmulo de disparates contenidos en ese
texto no se debe a una mala copia de un original anterior. Mal que bien,
quien transcribió todo esto fue extremadamente concienzudo.
- Pero ¿por qué? Hasta ahora los textos habían sido bastante claros...
- No estoy seguro, pero tengo diversas hipótesis. Esta parte final debió ser
escrita en el tiempo de los Ptolomeos: el lenguaje jeroglífico sigue
empleándose junto al demótico y el griego. Es una especie de piedra rosetta,
pero todo resulta particularmente inconexo y disparatado ¿por qué? No lo sé.
Quizá los últimos guardianes del legado de Mykene sintieron próximo el fin
del imperio y no quisieron que el secreto cayera en malas manos... o quizá
tampoco comprendieron exactamente qué era lo que había pasado...
- ¿El Egipto ptolemaico? Se suponía que Mykene desapareció muchísimo antes,
en plena edad del bronce...
- Así es, pero esta cámara fue elaborada en un tiempo posterior a su caída -
dijo McDonald - y sus inscripciones fueron realizadas a lo largo de
milenios. Landon no ha querido ni oír hablar del tema, pero hay una relación
bastante clara entre Egipto y Mykene...
- Sí - continuó Port esbozando una amplia sonrisa - y Weston no ha parado de
pincharle con ello, aunque claro, ni el propio Weston sabría explicar por
qué los egipcios pudieron construir semejantes máquinas - dijo señalando a
los sarcófagos. Un joven historiador tuvo la mala idea de nombrar a Dänicken
y casi se lo come - concluyó entre risas...
Kabuto miró hacia Doom que, afanado en su trabajo, daba constantes
muestras
de desagrado por tener que aguantar aquella conversación. Amagando un gesto
de tristeza, puso sus brazos sobre los animados investigadores y los llevó
hacia la salida de la cámara. Trabajos posteriores habían permitido
descubrir un sinuoso pasadizo que alcanzaba un pequeño saliente en otra cara
del monte, y hacía allí se dirigieron todos. Ninguno se despidió del ocupado
Víctor, que tampoco hubiera devuelto el saludo. Todos se habían acostumbrado
a su carácter, pero hechos igualmente a las rarezas habituales de cada uno
de los "genios" de la excavación, no le dieron mayor importancia. Agradecido
por haber recuperado la tranquilidad, Doom terminó de extraer con sumo
cuidado otra sección más de la placa. Ante sí vio otro complejo rompecabezas
de piezas metálicas. El mecanismo no parecía muy deteriorado, al menos no
para algo que había permanecido intacto durante al menos cinco milenios.
Ruedecillas y engranajes componían lo que vagamente parecía ser un sistema
de poleas unido por una fina cadena de cobre, que debía mover, aventuraba,
el brazo derecho, tres mil años antes de Arquímedes. Absorto como estaba
intentando desentrañar los pormenores de aquella obra de arte, dejó pasar
las horas con la mirada fija, hasta que, después de sopesar ventajas e
inconvenientes, se decidió a extraer una de las piezas del mecanismo con
sumo cuidado, pero las horas de tensión, así como el agotamiento le hicieron
cometer una torpeza. La pieza elegida saltó y la cadena de cobre empezó a
correr por el sistema levantando un chorro de polvo, óxido y virutas de
metal que roció el rostro de Doom. Éste sintió como los ojos le ardían y las
fosas nasales se le taponaban con aquel olor metálico y acre. La respiración
se le hizo dificultosa y llevándose las manos a la garganta, cayó desde su
puesto al suelo, donde pudo mantener a duras penas el equilibrio, sólo para
caer después de rodillas. Desesperadamente empezó a quitarse las vendas del
rostro, manchadas de óxido y sólo cuando lo hubo se relajó. Su pecho subió y
bajó relajadamente y los jadeos dejaron paso a una respiración más pausada,
pero su corazón brincó en el pecho cuando escuchó una voz a sus espaldas...
- ¡Vaya, Doctor! Veo que su herida ya está curada...
Doom no contestó. Ante sí veía al Profesor Kabuto, con una botella de
vino y
dos vasos. Por primera vez en mucho tiempo alguien contemplaba su rostro.
Consciente de esa situación volvió la cabeza y se tapó con las manos...
- ¡Váyase de aquí! ¡No quiero que me vea!
- ¿Por qué?
- ¡No quiero que nadie vea mi rostro!
- Por favor, Doctor. No eche por tierra el concepto que tenía de usted. Me
niego a creer que se esconda usted ante tamaña banalidad...
- ¡¿Banalidad?! - Doom se volvió miró a los ojos al viejo Kabuto - Míreme y
diga lo que ve, Profesor - pero se arrepintió al instante de haber lanzado
aquel desafío.
- ¿Qué veo, Doctor? - respondió el anciano mientras avanzaba hacia el caído
Víctor - lo mismo que usted y que todos ven al observar mi rostro desde que
un capitán del ejército chino me cruzó el rostro en el Puente de Marco Polo.
Por eso me niego a creer lo que veo ante mí, me niego a ver tanta cobardía.
- ¡¿Cobardía?! - el airado Doom se levantó y avanzó contra su interlocutor -
¡Nadie me llama cobarde! ¡¡Nadie!!
- ¡Pues lo es, maldita sea! ¡Y válgame el infierno que me da náuseas verle
arrastrar su brillantez por semejante fango!
- Usted... no... lo entiende - respondió conteniendo su furia.
- No, no lo entiendo, muchacho. Me niego a creer que esa cicatriz domine su
vida y suponga su condena, a menos que prefiera hacer honor al apellido
familiar1.
- La cicatriz es irrelevante, Profesor...
- ¿Entonces por qué se esconde como un niño asustado en la oscuridad? ¿por
qué lleva unas vendas que ya no necesita? ¿Qué marca esa cicatriz? No su
expulsión de la universidad, eso está claro... ¿Qué es?
- Un... un error.
- Somos humanos. Es parte de nuestra naturaleza cometer errores. Míreme,
Doctor. Yo combatí orgulloso bajo las banderas de nuestro imperialismo y
sirviendo a mi emperador ayudé a convertir al Japón en un país odiado por
todos nuestros vecinos y tengo como recuerdo un ojo menos, pero créame, no
es la más dolorosa de las cicatrices...
- ¡Yo no puedo permitirme el lujo de fallar!
- ¿Por qué, Doctor? Le he observado. Trata a todo el mundo como si estuviera
por debajo de usted. Debería evitar esa actitud de ser tan intransigente con
la falibilidad propia y ajena, que no le traerá más que desgracias... si es
que no lo ha hecho ya... Asuma que puede errar, Doctor, acepte que ya lo ha
hecho...
- ¡Ya lo sé, maldita sea! Yo fallé, sí ¡me equivoqué! Y eso me costó el
rostro...
- ¿Entonces? ¿Qué es lo que sucede? ¿qué le atormenta?
- ¡No!
- ¡Dígamelo! - Kabuto cogió a Doom por los brazos y zarandeándolo lo miró de
nuevo a los ojos - Quiero ayudarle, muchacho...
- ¡No necesito su ayuda! - respondió liberándose violentamente de aquella
prisión y, sobre todo, de aquella mirada sobrecogedora - Soy Víctor Von
Doom... y no necesito a nadie... ¡a nadie!
- Ahórrese el drama, Doctor - dijo el anciano mientras se incorporaba - ni
lo necesito, ni me lo creo. Si no va a seguir mi consejo, ahórreme este
espectáculo lamentable...
Víctor no dijo nada. Se agachó para recoger la venda del suelo y la miró
larga y
fijamente. Luego volvió la mirada hacia Kabuto, que recogía del suelo la
botella y los vasos como si nada hubiera pasado, y sintió una enorme
vergüenza, así como una profunda aflicción...
- Profesor. Disculpe mi comportamiento.
- No tiene importancia, Doctor.
- Para mí sí.
- Le da usted demasiado valor a cosas que no lo tienen en absoluto.
- Yo soy quien soy y no aspiraré a menos. No necesito ayuda, Profesor, así
que no puedo aceptarlo...
- Siento oír eso.
- ... pero mi honor exige que le conceda una disculpa, Profesor Kabuto. Sólo
por eso le diré porqué oculto mi rostro. Sí, efectivamente es la marca de un
error, de un fallo. Eso ya de por sí es doloroso e inaceptable, pero podía
haberlo evitado... podía de haber escuchado las advertencias de alguien...
- Reed Richards ¿no? Oh, por favor, Doctor, no se sorprenda. Mis colegas
estadounidenses me hablaron mucho de los dos brillantes alumnos que tenían
la dulce desgracia de tener en sus aulas...
- Sí - suspiró el latveriano - Era Richards. La cicatriz simboliza su éxito
y mi fracaso. Richards tenía razón y yo no... y eso es más de lo que puedo
soportar. Cubro mi rostro porque cada día se me recuerda esa terrible
verdad...
- ¡Vamos, hombre! ¿Qué va a hacer? ¿Taparse la cara eternamente? ¿hacer que
el fuego borre esa cicatriz junto con el resto de su faz?
Doom no respondió. Se limitó a mirar a los ojos al anciano, que tuvo su
turno de
estremecerse y quedóle claro que aquella conversación había tocado a su fin.
Mientras el latveriano lavaba sus vendas, él descorchó la botella de vino y
sirviendo dos vasos, le tendió uno.
- Tenga, Doctor. He recibido noticias de casa. ¡Mi hijo me ha hecho abuelo!
Mi primer nieto ha nacido en la madrugada de ayer. ¡Y un varón al que han
tenido a bien ponerle de nombre Koji!
- Le felicito, Profesor - respondió Doom, al tiempo que saboreaba el
contenido de su vaso.
- Espero que le guste el chianti. No es el mejor que puede encontrarse, pero
tampoco es garrafón - y apuró de un trago su propia bebida - Bueno, también
aproveché para hacer algunas indagaciones sobre el curso de nuestros
trabajos.
- Ya escuché que intentaba sonsacar a nuestros vecinos de cámara...
- No lo niego, pero me ha parecido interesante la disertación de Port, así
como las aportaciones de McDonald. Por lo que he podido deducir, la cámara
fue excavada en la roca hace unos seis mil años, más o menos cuando Landon
data la desaparición de Mykene. Después hay un pequeño lapso de varios
siglos hasta que comienzan las primeras transcripciones, que se prolongan
desde el Bajo Imperio hasta poco antes de la caída de Cleopatra VII.
- ¿Los egipcios se preocuparon por el destino de un mundo muerto?
- Tal parece ser, Doctor.
- ¿Por qué harían tal cosa?
- No sé sabe. Los últimos textos son un cúmulo de disparates sin sentido.
Port piensa que los últimos trabajadores de esta cámara consideraron que el
relato fiel de lo sucedido sólo serviría para atraer la atención sobre el
poder de Mykene, más que sobre la advertencia de su fin. Su idea más
asentada es que el Imperio alcanzó su cenit con la construcción de un
ejército de bestias mecánicas muy avanzadas, pero de alguna forma su
presencia marcó la inmediata caída de Mykene...
- ¿Estos robots son parte de esa hueste demoníaca?
- Francamente, no lo creo, si hay que fiarse de los textos, que las
describen como mezclas de bestias y máquina... luego hubo una guerra civil
en el imperio... los años se sucedieron hasta que uno de los bandos hizo
algo... algo realmente terrible, relacionado con esos nuevos robots... el
conflicto empezó a inclinarse hacia un lado, así que el otro invocó la ayuda
divina... al dios Poseidón, concretamente, que se la concedió.
- ¿Poseidón?
- Sí. El texto engarza directamente con la leyenda, pero explicaría que el
símbolo del dios griego del mar estuviera dibujado en la plancha que cerraba
toda esta construcción. En todo caso, parece que el resultado final que
quedó claro es ése que Landon nos ha recordado todos los días: que Mykene
fue tragado por la tierra. Los escasos supervivientes del conflicto entraron
en contacto con los primeros navegantes egipcios que se aventuraron por el
Mediterráneo y parece que éstos se preocuparon por transcribir la historia,
pero eso son sólo elucubraciones del bueno de Sascha...
- No parece un final muy creíble...
- Sí. Está demasiado imbricado en las leyendas, y la mención a la divinidad
generalmente oculta otro tipo de intervenciones más mundanas, si me permite
la expresión, pero estamos en un lugar donde la leyenda parece ser
inquietantemente real ¿no cree?
Doom no contestó y, apurando el contenido de su vaso una vez más, se
aprestó a
continuar el trabajo. Varios días más pasaron y el conocimiento atesorado
por los dos hombres sobre aquel gigante inerme fue mayor, así como mayor fue
su admiración por los logros de aquella raza desaparecida. Sólo había una
cosa que parecía escapar a su conocimiento.
- Bien, bien, bien - dijo Kabuto mientras se frotaba las manos - Sólo nos
queda averiguar qué se esconde tras esta seria faz. Hemos destripado a este
pobre muchacho y no hay nada que se parezca a una fuente de energía o
sistema de control...
Por toda respuesta, Doom se afanó en separar la máscara que cubría la
cabeza
de la estatua. Cuando lo hizo, su compañero se acercó para contemplar lo que
había detrás, sólo para torcer el gesto en una muestra de decepción.
- ¡Nada! Sólo más engranajes y poleas... hmmmm... observe esto, doctor...
- Tal y como suponíamos, la cabeza parece estar dispuesta como centro de un
sistema radial que controla todas las partes del cuerpo... pero donde
debería estar el órgano director no hay nada.
- Podríamos suponer que en la debacle de Mykene alguien decidió inutilizar
estas máquinas...
- Si fuera así, habría rastro de las piezas que faltan, profesor, pero no
hay ningún hueco. Aquí comienzan los engranajes, en la zona parietal...
- Así pues, descartado todo lo posible, nos queda lo imposible. Si no hay un
mecanismo de control interno, tiene que haberlo externo...
- Así pues, algo o alguien controlaba a estos titanes desde fuera pero ¿qué?
- Parece que algo o alguien que no estaba llamado a perdurar como esta
piedra o este metal; algo o alguien que ejercía un poder físico sobre estas
cosas...
- Vista la estructura de estos titanes, se diría que un pequeño impulso
cinético sobre cualquiera de los engranajes superiores serviría para hacer
que se movieran de una u otra forma...
- Mas ¿cómo ejercer ese impulso sin tener un contacto físico directo con la
máquina? Aquí no hay nada que se parezca mínimamente a un receptor...
- Quizá con el poder de la mente - respondió con su desagradable sonrisa el
viejo Kabuto, medio en serio, medio en broma - en todo caso, este sistema de
control viene a confirmarme que los mykénicos eran bastante listos. No
debían fiarse demasiado de que estos gigantones anduvieran sueltos por ahí
sin ningún control, ni tampoco de la perpetua honradez de sus constructores.
Imagínese que quien guardaba el secreto de estos robots milenarios tenía un
poder inimaginable en sus manos. Apuesto a que constructores y controladores
pertenecían a gremios bien diferenciados...
- Aunque su hipótesis fuere cierta, profesor, cabría preguntarse por cuánto
tiempo permaneció vigente ese status quo. Según estas piedras, Mykene
desapareció en el caos...
- ... lo cual nos lleva de nuevo a esas huestes demoníacas que traen de
cabeza al pobre Port. Teorizando de nuevo, me atrevería a decir ese nombre
hace referencia a un descubrimiento que afectó a ese equilibrio y que guarda
relación directa con estos titanes dormidos...
- ¿Otro tipo de arma? ¿El ejército de bestias mecánicas del que habla Port?
- ¡Quién sabe! Nuestro trabajo aquí es la robótica, no la teórica del pasado
remoto... En fin, me voy al exterior ¿quiere alguna cosa, doctor?
- No. Gracias...
Los pasos de Kabuto se alejaron mientras Doom contempló
fijamente las
entrañas de lo que había sido hasta ese momento objeto de su estudio,
reflexionando sobre las implicaciones de la conversación que acababa de
tener lugar allí. ¿Alguien tenía la capacidad de proyectar movimiento a
través de una gruesa carcasa de bronce y hacerlo de forma que el titán
respondiera según el estímulo? Científicamente resultaba difícil de creer,
pero él no era sólo un científico. También era el hijo de una renombrada
bruja y sabía perfectamente que la magia podía llevar a cabo ese tipo de
acción. Repasó con rapidez los conocimientos heredados con el viejo arcón
materno y descubrió decepcionado que su progenitora no había cultivado las
artes de los mentalistas, así que volvió a la herencia paterna, la ciencia.
Si la teoría del profesor era cierta...
El Profesor Kabuto no volvió a ver a Doom hasta bien entrada la noche. Al
regresar al mausoleo sólo encontró al gigante diseccionado y en la cena
Víctor se había mostrado silencioso. El viejo achacó la actitud del
latveriano a uno de sus esporádicos ataques de ego y no se interesó por
entablar una conversación, esperando que algún día aquel joven altivo y
atormentado viera las cosas con más objetividad y menos apasionamiento. El
que sí se mostraba bastante comunicativo era Sascha Port, que comentaba que
por fin creía haber encontrado una clave para la comprensión de la última
sección de las inscripciones, pero no supo concretar mucho más, para mofa de
su amigo McDonald. Al día siguiente, todos volvieron a sus ocupaciones, sólo
para encontrarse con una desagradable sorpresa:
- ¡No están! ¡Los robots no están en sus sarcófagos! - dijo McDonald
- ¿Cómo es posible? - respondió el Profesor Kabuto - Anoche estaban aquí.
- ¡Pues ya no están! - respondió el geólogo. Tan seguro como que me llamo
Ronald McDonald.
Doom permanecía ajeno al corro que se iba formando a la entrada de la
cámara
donde habían estado los desaparecidos gigantes. Más allá del cargante
parloteo había algo que lo llenaba de inquietud. Golpeaba su mano con un
pequeño paquete de forma circular y pensaba, pensaba en lo acontecido...
- En todo caso, esos armatostes pesan toneladas. No es algo que podamos
llevarnos en el bolsillo del batín.
- ¿Es cierto lo que he oído? - dijo Landon, que llegaba a toda prisa,
congestionado el rostro y jadeando - ¿Han desaparecido los guardianes?
- Eso me temo - sólo queda aquél con el que hemos trabajado Doom y yo.
- ¡Hay que hacer algo! Avisaré al jefe de la expedición...
Mientras Landon intentaba comunicar con el campamento base, Kabuto
se
separó del cada vez más numeroso corro de curiosos y horrorizados que se
agolpaba en la nave y empezaban a dirigirse hacia los sarcófagos para
constatar lo que parecía imposible. Los robots ya no estaban y hasta el
risueño Port estaba silencioso, con el semblante reflejando la preocupación.
El anciano nipón se acercó a su compañero...
- Difícil de creer ¿verdad?
- Pero ha sucedido...
- Sí... todos están alterados preguntándose quién ha hecho esto, pero hay
otra pregunta más apremiante...
- ¿Por qué ahora?
- Usted lo ha dicho.
Doom cruzó su mirada con la del viejo. No le importó que una vez
más le
hubiera robado las palabras, sino la realidad implícita de las mismas. La
identidad del ladrón no era tan apremiante porque sabían quien era.
- Creo que esa cuestión también está meridianamente clara, profesor...
- Sí. Los robots desaparecen cuando nosotros estamos empezando a elucubrar
cómo funcionaban. Me parece que las hipótesis tenían más fundamento real del
que creíamos, pero espere. Parece que Landon va a decir algo.
- ¡Por favor, caballeros! ¡Un poco de atención! El director me ha pedido que
suban todos al exterior - la voz de Landon indicaba que había conseguido
algo de tranquilidad.
Los dos cruzaron sus miradas de nuevo y se dirigieron, no con
demasiada
rapidez, hacia la salida más próxima. Kabuto no dejaba de cavilar en voz
alta
- Ahora... precisamente ahora. Desafortunado es que los robots hayan
desaparecido. Son muy poderosos... tienen poder... poder para ser un dios...
o un demonio... para ayudar a la humanidad o para desencadenar un infierno.
- Veremos lo que el Doctor tiene que decirnos...
Al salir, contemplaron con asombro como los titanes desaparecidos
estaban en
pie, dos a cada lado del misterioso director de la excavación, perpetuamente
embozado en su capa negra y apoyado en un extraño cayado metálico de gran
tamaño. En la excitación y la sorpresa, no se percataron hasta pasado un
buen rato de la presencia de un puñado de hombres vestidos como para un
extraño carnaval. Embutidos en monos negros, lo único que destacaba era un
casco acampanado que recordaba a los de los antiguos hoplitas griegos y una
coraza más propia de los centuriones romanos. Casi resultaban ridículos, de
no ser por las metralletas que remataban su equipo y que tenían poco de
antiguallas y mucho de reales. Kabuto y Doom se situaron más o menos cerca
de la entrada al mausoleo. Tantos eran los científicos reunidos que ocupaban
buena parte de la explanada de las excavaciones. Port intentó llegar a
ellos, pero cuando estaba muy cerca, el misterioso anciano que había
iniciado los trabajos empezó a hablar con voz potente.
- ¡Estimados colegas! Hoy es sin duda un día grande porque esta expedición
ha alcanzado por fin su objetivo primordial! - al oír esto, Landon se
contrajo como si hubiera recibido un puñetazo. Tenía grandes esperanzas
puestas en aquella empresa e interpretaba aquellas palabras como el fin de
la financiación - ¡Bajo mi dirección hemos rescatado el legado de un mundo
perdido! ¡Gracias a ustedes, Mykene vuelve a vivir!
- Habrá que ver qué Mykene ha pretendido restaurar este lunático - rezongó
un escéptico Smith - Esto tiene toda la pinta de una charada...
- Las falditas, los cascos y las espadas quizá, estimado colega - susurró
Weston a su oído - pero esas metralletas no son cosa de risa...
- ¡Contemplen ustedes el renacer de Mykene! - culminó el anciano casi en un
grito.
Dicho esto, alzó su cayado, que apareció rematado en un estilizado tridente
cuyo
Filo central había sido sustituido por lo que parecía un instrumento con
forma de copa. Agitó tan peculiar sostén en el aire e inmediatamente los
milenarios colosos empezaron a moverse, lenta y pesadamente. Landon casi se
cayó de espaldas y abrió su boca para prorrumpir una incontenible carcajada.
Smith y Weston abrieron los ojos como platos al contemplar aquellos mitos
moverse. Todo el mundo reía, señalaba a aquellos pesados mastodontes que se
movían sin demasiada gracia, algunos casi lloraban. Kabuto miró hacia Port y
éste le devolvió una mirada angustiada. Doom miró a los misteriosos
enmascarados y vio cómo se habían situado a los flancos de los robots.
Instintivamente calibró sus opciones y empezó a retroceder. Kabuto hizo una
seña a Port y éste a su vez tocó a McDonald. Los tres hombres empezaron a
retroceder, cuando el resto de los científicos vio cómo los titanes se
aproximaban demasiado a ellos. Las risas pronto se convirtieron en gritos.
El asombrado Landon no pudo evitar que el primero de los titanes lo apartara
de un manotazo, cayendo el suelo con el cuello roto. La sorpresa inicial se
trocó en miedo cuando los tres restantes titanes avanzaron en línea recta
como si ellos no estuvieran. La reacción fue correr hacia los lados, pero el
artífice de aquella celada había anticipado el movimiento y desplegado a sus
tropas, que abrieron fuego a quemarropa. Mientras bajaban las escaleras,
sólo acertaron a escuchar la cacofonía de gritos, tiros y por encima de
todo, el retumbar de las pisadas de los titanes. El viejo Kabuto trastabilló
y cayó al suelo, por lo que Port y McDonald tuvieron que llevaron casi en
volandas. Recorrieron en dos horas escasas todas las cámaras hasta llegar a
la cripta. Una vez allí, casi se dejaron caer. Doom se mantuvo en pie,
mirando hacia el exterior de la cámara, que se perdía en la oscuridad...
- Bueno - dijo Port rompiendo el silencio entre jadeos - ¿ahora qué?
- Cierto - dijo Kabuto - ¿ahora qué? Hemos averiguado demasiado tarde las
intenciones de nuestro "benefactor" y acaba de hacer una escabechina con
nuestros infortunados colegas. Tan inteligentes como creíamos ser y no
fuimos capaces de colegir que su interés era uno más mundano: el poder.
- Perseguíamos humo, profesor - intervino McDonald - Usted mismo lo dijo más
de una vez.... ¿quién... quién iba a poder adivinar la tragedia que ha
sucedido hoy?
- El Doctor ha sido muy astuto - dijo Kabuto, más para sí que para los
demás - Dio a cada uno una parte del rompecabezas, pero sólo lo justo para
que nadie tuviera una visión general de todo. Incluso demostrando sobrado
interés por los robots fue muy ladino...
- Eso no soluciona nada, profesor - interrumpió Doom - Hay que salir de
aquí. Aprovechemos la ventaja...
- ¿Cómo? - preguntó Port - Ahí fuera hay un ejército de soldados, eso sin
contar a los robots...
- Ahí fuera hay medio centenar de cadáveres, Port - respondió Doom clavando
su mirada en el pequeño alemán - tardarán un rato en constatar que aún
seguimos vivos. Los robots no serán problema. El Doctor no los controla del
todo bien. Se mueven torpemente. Sólo la sorpresa inicial los hizo letales.
- Nuestro benefactor maneja el miedo tan bien como el misterio - dijo
Kabuto.
- ¿Por qué se refiere aún a él como "benefactor", Profesor? Como ironía
resulta cuando menos desagradable - dijo McDonald.
- Porque después de permitirnos trabajar en tan incomparable marco, quiere
mandarnos al seno de Amaterasu, amigo mío - respondió el anciano con ironía.
En todo caso, como alguien ha dicho antes que yo, tenemos que intentar salir
de aquí... Port, antes de todo esto, quería usted hablar conmigo...
- Sí.... aunque ahora ya no tiene mucho sentido. Anoche averigüé por fin el
significado de aquel galimatías y empecé a comprender el fin primordial de
esta misión... Está todo en mi portátil y en mis anotaciones. Verá...
Las siguientes palabras del alemán se perdieron en una cacofonía de
disparos.
Uno de los guardias había penetrado en la nave por la otra entrada y disparó
su metralleta antes que alguno de los cuatro supervivientes percibiera su
presencia. Port estaba de espaldas y recibió de lleno la primera ráfaga,
para caer en los brazos de Kabuto. McDonald, permaneció inmóvil mientras el
soldado se aproximaba hacia él. La ordalía de muerte que había visto hacía
pocas horas fue sumada a la caída de su amigo y por un instante alzó el
rostro hacia su asesino, mirándolo sin verlo, oyéndolo sin escucharle.
Parpadeó y vio que iba a disparar otra vez, pero no se apartó. Arrancó un
grito que reverberó en la nave y se arrojó contra su enemigo, que disparó a
quemarropa, vaciando lo que restaba del cargador en el infortunado Ronald.
Cuando éste cayó al suelo como un fardo, oteó el lugar. No había nadie... Un
reguero de sangre culminaba tras uno de los sarcófagos. Avanzó y vio como
Kabuto intentaba mantener erguida la cabeza del moribundo Port. Extrajo un
nuevo cargador, pero cuando iba a ponerlo, un golpe violento hizo caer el
arma. Se volvió sólo para ver a Doom, armado con una barra que esgrimió una
segunda vez para descargarla lateralmente sobre la mandíbula. El guerrero
retrocedió torpemente unos pasos y, limpiándose la sangre de la boca
desenvainó su espada. El latveriano avanzó directamente y levantó su
improvisada arma con las dos manos, mientras su adversario descargaba una
estocada frontal. La hoja voló hacia el pecho de Víctor, pero éste la desvió
tan violentamente con la barra que la espada cayó al suelo. Alzó la barra de
nuevo y la estrelló contra la mandíbula primero y contra los pómulos
después. El soldado cayó a plomo y su casco voló para caer a unos metros de
él. Doom cogió la espada y se aproximó a sus compañeros todavía vivos...
- ¿Cómo está...?
- No muy bien... Port... Sascha ¿Puede oírme?
- Sí - respondió el alemán muy débilmente - Debo estar realmente mal si
usted abandona - coff - su trato habitual para llamarme por mí... ungh... mi
nombre.
- No hable, muchacho - dijo el japonés, sin poder evitar que las lágrimas
afloraran a sus ojos - no se esfuerce.
- ¿Qué... agh... más da? Me estoy mu... muriendo. Mi t... trabajo está a
s-salvo. Les ayudaráaa...
Port alzó la mano en un postrer esfuerzo pero al bajarla había exhalado su
último
aliento. Kabuto lo abrazó por un instante y lanzó quedos sollozos, para
después dejarlo y cerrarle los ojos. Por un instante, el silencio reinó de
nuevo en la cámara milenaria. Los últimos supervivientes de la expedición se
miraron. Kabuto abrió el maletín del lingüista y extrajo su cuaderno. Pasó
con celeridad las hojas hasta alcanzar la última anotación, que leyó a su
compañero en voz alta:
"Por fin he logrado descifrar el enigma de la hueste demoníaca, aunque
tengo que reconocer que de no haber sido por la buena suerte de Ronald
todavía estaría dando palos de ciego. Encontró casi por casualidad un nicho
en el que alguien había escondido un pequeño cofre con algunos pergaminos.
Allí, un tal Malki, comerciante de Alejandría, en tiempos del Emperador
Aureliano, afirmaba ser el último guardián del secreto de Mykene y explicaba
como un antepasado suyo culminó los trabajos al poco de la subida al trono
de Cleopatra VII, previendo el fin de la dinastía de los Lágidas. Al
parecer, su familia había financiado de una u otra forma las obras en la
gigantesca cámara durante milenios. ¿Tan importante era esa misión que se
prolongó durante tanto tiempo de generación en generación? Parece que sí.)
Hace referencia a un antepasado suyo llamado Snefru, que desembarcó en Rodas
en los días del Rey Menes y encontró medio escondidos en las estribaciones
de este monte a los últimos mykénicos "leales". Éstos le relataron el apogeo
y caída de su civilización... Eran humanos a los que los dioses (¿dioses?)
de las tierras sumergidas (¿?) habían legado su conocimiento (¿Más
civilizaciones perdidas aún más antiguas? Tras estos meses, me lo creo).
Hasta aquí todo está bien, coincidente con el manuscrito árabe, que quizá
provenga de este tal Malki, pero la diferencia fundamental estaba en que
explicaba sin rodeos el auge y caída de Mykene. Al parecer, los robots eran
creados por la casta de los forjadores, pero controlados por la de los
hechiceros, como forma de evitar que el poder se concentrara en una sola
mano, pero con el tiempo surgieron las disensiones y algunos disidentes de
ambas clases empezaron a conspirar para cambiar la situación. De alguna
forma lograron crear un nuevo robot que se controlaba a sí mismo (esto no
está claro) que estaba parcialmente vivo, y se lanzaron a la conquista del
imperio. Los llamados leales contraatacaron con la ayuda de los robots "de
toda la vida" y lograron vencer, pero el daño era irreparable: el imperio se
había colapsado, sus habitantes habían perecido y los rebeldes fueron
exiliados en el infierno (¿Muertos? ¿llevados a algún lugar terrible?) y
todo lo que sobrevivió fueron los cinco robots que encontramos. Snefru juró
proteger el legado de Mykene y salvaguardar a los colosos, pues habrían de
hacer frente a la amenaza de los rebeldes (¿Mito del regreso del mal o algo
más real?). Guardó el secreto y él y sus descendientes se dedicaron a pagar
las obras en la cripta, pero la decadencia de Egipto les hizo temer que el
secreto cayera en malas manos, sobre todo cuando los asirios y los persas
controlaron brevemente el país. El dominio lágida camufló las tareas como un
culto a Poseidón (supongo que de ahí el grabado del tridente) el señor de
los mares, pero la cercanía de Roma determinó al último de los
transcriptores a camuflar la historia...
El gemido del caído soldado los sacó de la lectura. Doom se acercó espada
en mano, pero se paró a pocos metros. Kabuto lo siguió y observó con estupor
a su enemigo. Su masa encefálica estaba al descubierto, pues parecía que le
habían aserrado el cráneo a la altura de la nariz, de modo que los ojos
estaban fijos en ellos. El cerebro estaba cuajado de pequeños terminales que
formaban una especie de anillo transmisor que rodeaba la materia gris, pero
la parte deshuesada no dejaba de supurar. Kabuto volvió la cara con
aprensión y Doom esbozó una mueca de asco debajo de sus vendas.
- Tú... ¿Quién eres...?
- Soy un soldado de la Máscara de Hierro... y vosotros estáis muertos.
- ¿Qué es eso que llevas en la cabeza? - preguntó de nuevo Doom, sin alterar
su tono de voz.
- Es el símbolo de mi sumisión al maestro. A través de él recibo sus
mandatos y los ejecuto.
- Un transmisor neuronal. Uno tan poderoso que anula el libre albedrío. La
suprema lealtad...
- Sin dudas, sin miedo, sin nada salvo la voluntad del Doctor...
- ¿Cuántos hombres tiene el Doctor en esta isla?
- Nada más diré. Podéis matarme, aunque sé que no lo haréis...
- Participaste en la masacre de este día, soldado - terció Kabuto - ¿Qué te
hace suponer que no vengaremos a nuestros compañeros caídos?
- Estoy vencido, desarmado. No lo haréis. El Doctor os conoce bien...
Doom no dijo nada. Alzó la espada con ambas manos y miro a los
ojos del
soldado, que brevemente recuperó un atisbo de lo que era el miedo mientras
la hoja cayó su cuello cercenándole la cabeza.
- Por lo visto, no nos conocía lo suficientemente bien - concluyó el
japonés. ¿Ahora qué?
- Ahora derrotaremos a nuestro enemigo con sus mismas armas.
Horas más tarde, el sol se asomaba por el horizonte, aunque en el
interior de la
cámara no había ya ninguna luz, salvo al final de la nave. En su lugar sólo
existía el ruido monocorde de muchas pisadas, acompañado por el retumbar de
unos pasos atronadores. Los guerreros de la Máscara de Hierro avanzaron en
cuadro hacia el mausoleo de los titanes y tras ellos marchaba apoyándose en
aquel extraño tridente su amo y señor, en tanto que los cuatro robots
quedaron muy atrás. Doom estaba sentado de espaldas, con las piernas
cruzadas ante uno de los sarcófagos, donde reposaban los cuerpos de Port y
McDonald y no movió un músculo cuando vio que sus enemigos se aproximaban.
- Buenos días, Doctor Doom. Ha sido usted un tanto difícil de encontrar.
- Buenos días... Doctor - respondió Víctor poniéndose en pie - No esperaría
que me rebajara y fuera a su encuentro. Sabía que con el tiempo usted
vendría a mí.
- Arrogante hasta el final ¿no? - contestó con una sonrisa - Créame que ha
sido un placer trabajar a su lado. Rara vez se tiene el privilegio de
conocer a alguien tan sumamente brillante y además tan orgulloso de su
condición, de su herencia, cuando otros abjurarían de ambas gustosos.
Doom no replicó. Su carácter le hacía ver a su adversario por debajo de
él. La
traición contemplada el día anterior y la convicción del conocimiento de los
errores del enemigo desembocaban en un lógico (para él) desprecio, el que
sentía por todos sus inferiores. Desenvainó su espada y se situó frente a
los guerreros. El Doctor avanzó, sonriendo confiadamente y alzó su tridente
con un gesto de concentración. Todas las armas apuntaron hacia Doom, que
imitó a su enemigo y levantó su espada. En ese instante, la primera hilera
de soldados se derrumbó presa de violentas convulsiones. El Doctor se volvió
sorprendido, sólo para comprobar que el mal se extendía sobre sus tropas. Un
ruido sordo surgió de uno de los sarcófagos y el quinto titán volvió a la
vida después de milenios de sueño. Desprovisto de su carcasa, resultaba más
sencillo de mover y en un rincón el viejo Kabuto manipulaba un pequeño
terminal conectado a un extraño aparato. El robot atravesó el cuadro de
caídos soldados derribándolos como espigas de trigo y marchó contra el
Doctor. Éste había recuperado la presencia de ánimo y corrió hacia el
exterior, invocando a los cuatro robots de su lado. Doom vio como la espada
empezaba a calentarse y a lanzar chispas en su empuñadura, por lo que la
arrojó al suelo y se dirigió hacia el profesor. Mientras, los cinco titanes
se reencontraron en una feroz batalla. El Doctor se había refugiado tras
aquellas moles y jadeaba copiosamente mientras veía como destrozaban a su
compañero. Pero algo iba mal. De repente los robots empezaron a luchar entre
sí y a destrozarlo todo a su paso. La batalla había degenerado en una lucha
de todos contra todos en la que no habría ganador. Doom cogió una metralleta
y quiso ir al encuentro de su enemigo, pero Kabuto lo disuadió tirando de él
cuando vio que la estructura de la cámara empezaba a derrumbarse.
- ¡Esos golpes están afectando a la estructura de la losa superior! ¡Si no
salimos de aquí este mausoleo también será nuestra tumba!
Corrieron hacia la segunda salida y cuando la alcanzaron, ya había
amanecido
del todo. Robaron una lancha del embarcadero de la excavación y llegaron, no
sin ciertas dificultades, a las costas de la vecina Turquía. Allí
continuaron juntos hasta llegar a Ankara, donde se separaron. Ninguno de los
dos habló de los acontecimientos de Rodas aunque ambos tuvieron claro que
había marcado sus vidas. Se despidieron en silencio con un fuerte apretón de
manos que al viejo Kabuto le pareció sincero y supo porqué. La despedida era
definitiva. Nunca volverían a verse y por eso el Doctor Doom le había
brindado aquel gesto de estima. Mientras veía partir el avión hacia París,
el sol del mediodía lo deslumbró, creando manchas luminosas en su retina.
El reflejo de la luz cambió y las manchas luminosas se convirtieron en el
reflejo de una tenue luz artificial en una copa de vino en alto, ya vacía.
Víctor Von Doom había desaparecido de nuevo y en su lugar volvía a aparecer
el Doctor Muerte. Cogió su máscara y la ajustó de nuevo a su rostro como
parte del ritual de regreso al presente, pero la seguridad de su fría
prisión no borró del todo la sensación de que aquellos acontecimientos
lejanos habían influido en su vida. Los años habían pasado pero él no había
olvidado a aquél misterioso Doctor que un día lo llevara a las lindes de
mundo perdido. La reflexión de la madurez le había hecho observar bajo otro
cristal la figura de su antiguo enemigo y concluyó que, dejando aparte el
exceso de confianza de quien cree tener la victoria en la mano, la
estrategia había sido realmente brillante, la propia de un hombre culto, de
un hombre docto. Ambos se llamaban doctores, porque se consideraban tales,
hombres de saber, hombres con conocimiento y capacidad para utilizarlo. Para
la gente vulgar, doctor es sinónimo de médico y así se lo hizo creer a
aquella loca con poderes mentales2 que quiso jugar con él de igual a
igual. Él tenía derecho al poder porque se consideraba un hombre sabio, un
maestro en todas las disciplinas, tanto las científicas de su padre como las
esotéricas de su madre3, siendo así que sólo los sabios deben tener el
derecho sobre el poder. Con estos pensamientos subió de nuevo a la atalaya y
contempló sus dominios. Recordó al final que ambos eran los últimos
supervivientes de la expedición a Mykene, pues sabía que Kabuto cayó
finalmente víctima de la persecución a la que fue sometido en su Japón
natal. Quizá era tiempo ya de equilibrar la balanza y ajustar las cuentas,
ahora como entonces, como había sido siempre.
"Ningún amigo me ha hecho favores, ningún enemigo me ha inferido ofensa, que
yo no haya devuelto con creces"
LUCIO CORNELIO SILA
1.- En inglés, Doom es otra forma de decir "condenación".
2.- La loca era María Tifoidea, la aventura Actos de Venganza y la colección Power Pack.
3.- Quizá por eso el buen Doctor rechaza ser alumno de nadie o considerar su igual a nadie.
EDIFICIO BAXTER
Escribenos a marveltopia@terra.es