LOBEZNO VOL. 2 #108
La saga de la Flecha Negra II
El arte de la lucha
Guión:
Luis Capote
PORTADA: Un primer plano de las garras del puño izquierdo de Logan
desenvainadas, frente a un elegante adversario de pelo oscuro recogido en forma de cola de caballo que baja de un deportivo rojo en actitud amenazante.
Los dos adversarios se lanzaron el uno del otro en pos. Logan se había
recuperado de la sorpresa inicial gracias a la cortesía de su inesperado
adversario y ahora corría hacia él presto a comenzar la pelea. Su
contrincante hizo lo propio y fue a su encuentro, descargando un potente
directo de izquierda hacia el estómago. Logan saltó en el último momento y,
pisando levemente el enorme brazo atacante, saltó para situarse a la
espalda. Sin volverse lanzó una patada baja a los tobillos y derribó al
karateka, que apoyándose sobre las manos dio un giro horizontal de 270
grados y golpeó a Lobezno con una doble patada en el muslo derecho. El
canadiense perdió el equilibrio y flexionó la pierna izquierda. Sus ojos se
cruzaron con los de su enemigo y por un instante cerró los puños, presto a
sacar sus célebres garras... pero no lo hizo.
De nuevo se colocaron en posición de combate y se movieron en círculos sin
dejar de mirarse. Logan tomó la iniciativa y amagó un directo de izquierda
que su adversario bloqueó, sólo para recibir un gancho de derecha. Había
logrado romper la guardia, sólo para darse cuenta que habían aprisionado su
muñeca. El luchador lo agarró por el pecho y encaramándose, le propinó un
rodillazo en toda la mandíbula que sólo le dio de refilón al echar hacia
detrás la cabeza y dejarse caer de espaldas, proyectando por encima de él a
su enemigo. Los dos contrincantes volvieron a levantarse y el juego volvió a
empezar...
Al otro lado del océano, en una zona montañosa de la China continental, una
pintoresca pareja de peregrinos avanzaba por los desfiladeros hacia el
interior de la provincia de Danwei. Tiro Trucado iba tranquilamente con una
mochila al hombro al lado de su fiel arco, en tanto que Jabalina no hacía
más que rezongar por lo complicado del camino y lo agreste de la zona.
- ¡Maldito país! - gruñó por centésima vez la mujer - ¡y maldita la hora en
la que tuve que hacerte caso, maldito viejo!
- No te quejes tanto, muchacha - respondió Tiro sin volverse a mirarla - Ya
te advertí que ese modelito no era el más adecuado para un viaje por las
montañas.
- ¡No entiendo porqué no podíamos quedar en el último aeródromo! Hemos
tardado un par de horas en encontrar lo que buscábamos. Podíamos estar fuera
de este condenado país pero noooo. Aquí el señor flecha tenía ganas de hacer
montañismo.
- Era una de las condiciones puestas por nuestros patronos, Jabalina. El
intercambio tenía que tener lugar cerca del templo que te enseñé. Sólo por
eso pagaban el triple y supongo que la idea de cobrar te ayudará a curar
todos tus males.
- No hay dinero que compense el tener que llegar hasta Danwei. Cualquier
mercenario en su sano juicio evita este lugar. Es un hervidero de soldados
chinos, bandidos tibetanos y disidentes...
- ... te olvidas lo mejor, querida - la interrumpió el hombre mientras
consultaba brújula y mapa - las historias de dragones, demonios y
hechiceros...
- Sí, tú ríete, pero con nuestra experiencia bien podrías tomártelo en
serio...
- Eso es lo que hago al tomármelas como lo que son: cuentos1 - sentenció
Tiro mientras juraba para sus adentros que nunca más volvería a trabajar
junto a aquella loca.
Los contrincantes habían perdido la cuenta del tiempo que llevaban
luchando. ¿Una
hora? ¿tal vez dos? Era difícil saberlo, pero ya era noche cerrada cuando
iniciaron una vez más el ritual de combate: saludo, posición y movimiento.
El enmascarado cargó contra Logan, que avanzó a su vez y dando un salto, se
dispuso a descargar una patada voladora en el rostro. El karateka saltó a su
vez y enarboló su brazo izquierdo, de modo que ambos golpes se descargaron
en las mandíbulas y ambos luchadores cayeron al suelo, escupiendo sangre.
Lobezno percibió el dolor en su mandíbula inferior y se percató que su
enemigo estaba de nuevo en pie. Cruzaron de nuevo sus miradas y supo que el
próximo ataque sería el último. El luchador cruzó ambos brazos sobre su
pecho y se concentró. Los agudos sentidos del canadiense despertaron un
recuerdo largamente dormido y se levantó precipitadamente, corriendo de
espaldas y alejándose de su enemigo, que parecía en trance cuando abrió la
boca por primera vez en todo el combate...
- Haoh! - separó los brazos y los colocó a sus costados con las palmas hacia
Logan, mientras éste empezaba a correr hacia él...
- Shi Koh Ken! - extendió los brazos y de ellos surgieron haces de luz
brillante que se concentraron en sus manos hasta formar una gran esfera que
partió a gran velocidad en línea recta.
Logan estaba aún demasiado lejos cuando la esfera partió hacia él, pero el
grito final
fue como una señal. Sacó las garras y dio un salto para lanzarse en plancha
contra su enemigo. La bola pasó bajo él y se estrelló contra un depósito de
aguas que saltó hecho añicos. Pasó los brazos a ambos lado de la cabeza del
karateka y lo derribó, pero éste se zafó ejecutando una proyección en
semicírculo que dejó a Logan boca arriba en el suelo, cabeza contra cabeza,
mientras el canadiense alzaba su mano izquierda y contemplaba la máscara que
había logrado arrebatar a su adversario. Éste tocó su rostro y al verse
descubierto, estalló en una sonora carcajada a la que siguió otra no menos
ruidosa, ésta salida de la garganta de Lobezno.
Aún duraban las risas cuando Logan y el karateka salieron del portal del
edificio donde habían estado combatiendo...
- ¡El diablo me lleve! - sentenció el canadiense - ¡Jamás esperé encontrarte
aquí, Takuma!
- ¡El sentimiento es mutuo, Logan San! - respondió el aludido con una amplia
sonrisa - ¡Han pasado muchos años desde nuestro primer encuentro en mi
tierra natal...!
- ¡Bien puedes decirlo, viejo tunante! Pero sigues siendo capaz de eludir
mis sentidos y eso es algo que muy pocos pueden hacer. ¡Los años no te han
hecho más blando! - dijo dando una fuerte palmada en las espaldas de su
compañero.
- Ni a ti tampoco, porque sigo sin ser capaz de vencerte en una pelea
limpia, amigo mío. ¿Qué buen viento te ha traído a Tijuana?
- Es una historia muy larga... al igual que, supongo, que la que te ha
llevado a ir por los tejados de la ciudad aterrorizando a los incautos.
Takuma rió de nuevo y encajó de buen grado la puya de su amigo, al tiempo
que contestaba que ya habría tiempo para las historias, mientras se
encaminaban hacia un gimnasio cercano. El repentino encuentro no pudo evitar
que ambos rememoraran pasados combates que inevitablemente acababan en
tablas. Takuma recordaba su primer encuentro con Logan, cuya amistad le
abrió el horizonte más allá de las costas de su Japón natal, en tanto que
Lobezno recordaba un tiempo en el que, arrogante como era, encontró la horma
de su zapato en aquella masa de músculos conocido, medio en broma, medio en
serio, entre las escuelas de kárate como el "invencible dragón". Recordaba
cuántas veces se habían desafiado y cuantas veces él, que se vanagloriaba en
ser el mejor en lo que hacía, fue incapaz de hacer algo más que aguantar,
resistir, esperar... su mente volvió a sumirse en el recuerdo del pasado...
Resistir, sí. Tenía que hacerlo o todo estaría perdido. El dolor que
recorría su cuerpo le recordaba que la idea de hacer frente a su adversario
había sido un disparate. Era demasiado fuerte, demasiado hábil. El
gigantesco adversario seguía observándole mientras Logan intentaba ponerse
en pie a duras penas. Una multitud de curiosos se había congregado y
formaban una especie de muro circular entre los destartalados tenduchos que
marcaba los límites de la improvisada arena. Logan escuchaba los vítores
lanzados a su adversario, al que llamaban de diversas maneras, destacando
sobre todas los gritos de Tyger! Tyger! pero éste no los escuchaba. Parecía
en trance, mirándole sin verle, con el sol a su espalda deslumbrando al
canadiense, que se tambaleaba y lograba mantener el equilibrio, pues cada
instante que pasaba favorecía la acción de su factor de curación, pero
cuando vio que Logan se incorporaba empezó a avanzar hacia él, lentamente,
mientras el griterío se alzaba para luego desvanecerse conforme el gigante
avanzaba hacia su adversario.
- No deseo continuar un combate desigual - dijo el tailandés - Ríndete.
- ¿A qué esa condescendencia, bola de billar? - respondió el canadiense
entre jadeos - Para estar tan seguro de tu superioridad, eres demasiado
perdonavidas.
Por toda respuesta, la pierna derecha del thai se alzó en un ángulo
imposible, y describió un arco hacia el rostro de su adversario, que sólo
los reflejos de éste le permitieron esquivar. Rodó con el impulso y se situó
a la derecha con una rodilla en tierra y los ojos fijos en el adversario que
ya giraba aprovechando la inercia de su movimiento anterior para colocarse
frente a él. Los preciosos segundos habían permitido que su organismo se
recuperara parcialmente de los golpes, pero su corazón latía desaforadamente
mientras el misterioso "Tigre" ni siquiera sudaba. El instinto de
supervivencia le decía que escapara, que huyera a toda prisa, pero su
espíritu guerrero le pedía que hiciera frente al desafío, herido como estaba
su orgullo ante tan abrumador despliegue de fuerza. La cordura brillaba por
su ausencia y Logan cargó como un ariete contra el rocoso vientre del
boxeador. Éste se tambaleó, más por la sorpresa que por el daño, pero merced
a la diferencia de tamaño pudo encajar un potente rodillazo en la mandíbula
del canadiense, que cayó al suelo, mientras de su cazadora escapaba un
pequeño envoltorio recubierto por gruesa cinta de embalar. "Tigre" miró con
curiosidad el paquete y se acercó, mientras Logan luchaba contra la pérdida
del sentido, rabioso por el intenso dolor de su mandíbula e intentaba
ponerse en pie. El tailandés hincó la rodilla en tierra y, ajeno por
completo a la agonía de su enemigo, extendió el brazo para coger su premio.
El canadiense, más a gatas que de pie, vio lo que podía pasar y, dando
rienda suelta a la furia acumulada por la paliza, se abalanzó sobre el
gigante, al que los gritos de sus conciudadanos alertaron demasiado tarde.
El sol se reflejó en un centelleante zigzag plateado, al que siguió un arco
de rojo líquido que salpicó el sucio aire del mercado y cayó en forma de
gotas en el polvo. El alarido del "Tigre" dejó a todos en silencio y cuando
los espectadores pudieron reaccionar, vieron como éste se llevaba las manos
a la cara, de la que manaba abundante sangre, y el pequeño apalizado se
tambaleaba mientras blandía un enorme cuchillo de caza cuya hoja estaba
manchada. Cuando la conciencia empezó a volver a su dolorido cuerpo, Logan
cogió el paquete mientras su adversario se alzaba frente a él, mudo de irá y
pálido pese al broncíneo color de su piel. Ahora le faltaba el ojo izquierdo
y clavó el derecho sobre el pequeño canadiense, que sintiéndose acorralado,
dio media vuelta y se abrió paso entre la multitud, la cual decidió no
interponerse en el camino de aquel loco.
Logan corrió a través del extenso mercado de Bangkok, tropezando con todos y
sembrando el pánico ante la visión de su rostro descompuesto y del gran
cuchillo que, sólo cuando recuperó un poco su cordura, procedió a ocultar.
Estaba dolorido, le ardían los pulmones por la carrera y el aire húmedo y
enrarecido no ayudaba nada a su maltrecho organismo a recuperarse.
Necesitaba descansar, pararse y hacer que sus células hicieran lo que sabían
hacer para sanar. En su puño izquierdo aferraba el paquete, manchado de
sangre y sudor. La respiración se tornó más dificultosa, un golpe
desafortunado contra el poste de uno de los tendederos y una costilla mal
situada fue a dar contra sus pulmones. Sintió el pinchazo y entrecerró los
ojos, pero siguió corriendo sin fijarse. Una joven pareja de turistas chocó
contra él, cayendo los tres al suelo. Mientras perdía la conciencia, Logan
sólo acertaba a sentir el tacto de aquel pequeño paquete en su sudoroso
puño, mientras oía cada vez más lejano el eco de los gritos...
- ¡Logan! ¡Lobezno-san! - gritaba Takuma a su ensimismado amigo -
¡Bienvenido a mi humilde morada! ¿Estás bien, amigo?
- Eh, sí... Sólo recordaba - respondió el canadiense, volviendo al momento
presente - No está mal. "Escuela de Karate Kyokugen" ¡Parece mentira!
- Sí ¿verdad? - dijo mientras abría la puerta - Que un japonés malencarado y
absolutamente refractario a los gaijin y sus costumbres acabaría como
instructor en el "nuevo mundo". La vida está llena de sorpresas... aún para
uno mismo.
- El Takuma que yo conocía no era tan dado a filosofar.
- El Logan que yo conocía nunca estaba tan pensativo.
- Je je je. Me has pillado de nuevo - concedió con una amplia sonrisa - Creo
que tenemos bastantes cosas de las que hablar.
- Sí, así es, aunque desde aquel follón en Dallas te has vuelto bastante
popular2. Ha sido relativamente fácil seguir tus andanzas, Lobezno.
- Tú tampoco te quedas atrás, amigo. De vez en cuando veo tus apariciones en
algún torneo...
Los dos amigos se miraron a los ojos y por un momento parecióles que los
años no
habían pasado. Las miradas dijeron mejor que las palabras que ninguno lo
hubiera esperado del otro y una vez más rompieron a reír a carcajadas hasta
que una voz femenina les interrumpió.
- ¿Papá? ¿eres tú? - dijo una chica de unos dieciséis años - ¿ya has vuelto?
- Sí, Yuri-chan. Ven ¿Está tu hermano por ahí? Quiero que conozcáis a un
viejo y buen amigo de vuestro padre.
- ¿Amigo? Por la pinta que trae, debe serlo bueno si ha sobrevivido a un
encuentro contigo - respondió la joven... parece mentira que todavía te
pongas esa ridícula máscara, "Mr. Karate"... ya sabes que me trae malos
recuerdos.
- Lo siento, hija mía, pero es la única forma de evitar que lo ocurrido se
repita
- Papá, sé defenderme. Ryo y tú habéis hecho un buen trabajo - rió Yuri,
intuyendo Logan que era mucho más madura de lo que indicaba su edad - Y mi
hermano se ha ido a pasear con su moto. Probablemente esté con Robert, ya
sabes cómo son.
- Bueno, mientras llega, te presento a mi amigo Lobezno.
- ¿Éste es el enano peludo del que tanto nos has hablado? ¿el que nunca se
rendía? ¡Encantado, Mr. Lobezno! Alguien capaz de darle para el pelo a mi
viejo tiene que ser muy duro de pelar...
- Veo que tu viejo te ha hablado de mí - respondió Logan con una buena
carcajada. La chica le había caído bien. Madura para su edad, experta en
artes marciales. Casi sin pensarlo había evocado la imagen de Kitty - pero
en honor a la verdad "Mr. Karate" sabe dar tanto como recibir.
- No está mal para ser un viejo ¿eh? - rió Yuri - ¿Se quedará a cenar?
- Bueno - contestó Logan fingiendo cierta circunspección - No quisiera
perturbar el descanso de tu anciano padre...
- ¡Por supuesto que se queda! Es lo menos que podemos hacer para celebrar el
encuentro... Ven, Logan, quiero enseñarte algo... así evitaré que sigáis
haciendo bromas a mi costa.
Mientras los dos viejos amigos dejaban el recibidor de casa, uno de los
vigilantes
del hostal alcanzaba, después de muchas vueltas, la recepción de un lujoso
hotel. Aparentando una calma que aún distaba mucho de tener, encaminó sus
pasos hacia los ascensores y una vez dentro de uno, pulsó el botón del
último piso. Aún con la respiración entrecortada y maldiciendo a Todo por
haberse separado de él, repasó mentalmente los pormenores del informe que
iba a exponer ante su jefe, y aunque había cambiado su antiguo uniforme
militar por un traje de tres piezas, seguía pensando y actuando como lo que
siempre había sido, un soldado. Tocó a la puerta de una lujosa habitación, y
dos armarios roperos igualmente vestidos de negro bloquearon, más que
franquearon, la entrada.
- Soy Crowley ¿Está Mr. Howard aquí?
- ¿Qué quieres de él?
- Vengo a informarle.
- Dínoslo a nosotros. Se lo haremos llegar.
- Hablaré con él - respondió Crowley - Sólo con él.
Los dos guardaespaldas no hicieron ningún gesto, pero el recién
llegado pudo
comprobar que sus cuellos se tensaban, y clavaban sus miradas en el, pese a
sus gafas de sol. Aguantó devolviéndoles alternativamente la mirada y
cerrando los puños...
- Dejadlo pasar - dijo una voz desde el interior - Espero que sea algo
realmente importante, John...
- Lo es, Mr. Howard - respondió mientras pasaba entre los guardaespaldas -
alguien ha venido siguiendo la pista de Carmichael. Un tapón peludo con
pintas de vaquero y mucha mala baba.
- ¿Quién es? - respondió Howard, un hombre rubio y alto, ya entrado en una
edad madura desmentida por los músculos que su albornoz apenas disimulaba -
Y sobre todo ¿qué quiere?
- No lo sé. Sólo sé que nos descubrió. Logramos evitar la pelea y
despistarle... pero no estoy seguro.
- ¿No estás seguro? - inquirió Howard avanzando hacia Crowley - Ése no es el
tipo de respuesta que me gusta.
- Nos cogió por sorpresa, y no sé cómo, porque estábamos al otro lado de la
calle, vigilando. Todo quiso enfrentarse a él pero yo lo evité. Ese tipo va
a hacerse matar... el muy bastardo tenía garras... y por su expresión lo
hubiera hecho sushi.
- ¿Garras? ¿cómo las de Pai Long?
- Muy parecidas. Pero casi parecía que le salieran directamente de las
manos.
- Hummmmmm. Tu mente militar te ha servido bien, Crowley. Ese dato puede
ayudarnos a identificar a ese fisgón pero... ¿dónde está Ryuhaku? ¿dónde
está Todo?
- No lo sé, Mr. Howard. Se escabulló mientras dábamos esquinazo al enano...
- Ay - suspiró Howard - Imbécil. Va a echarlo todo a perder... otra vez.
Tenemos que movernos rápido. Esto es lo que vas a hacer...
- ... y ya conoces toda la historia, Logan. Desde entonces no hemos vuelto a
tener problemas, pero no descarto que quieran la revancha, pero las cosas
han cambiado.
- A tu estilo las has tenido bien tiesas, Takuma, pero eso no explica cómo
has acabado aquí... De todos los japoneses que conocí tú eras el último que
hubiera salido del viejo país...
- La persona que conocías tenía unos horizontes muy limitados, Logan, pero
la explicación es bien sencilla: tú mismo.
- ¿Eh? - la respuesta había sorprendido a Lobezno, que terminaba de apurar
su vaso de licor, mientras Takuma se servía. Se encontraban en una amplia
sala que hacía las veces de dojo, sentados al estilo japonés y charlando
animadamente.
- Conocerte supuso un cambio radical en mi forma de ver la vida, Lobezno
san. Fuiste el primer adversario al que no pude derrotar, y eso me hizo
reflexionar. La escuela Kyokugen siempre se vanaglorió de su imbatibilidad,
pero el apodo de "dragón invencible" me había envanecido. Orgulloso y
soberbio al saberme guardián de una tradición honorable, creí estúpidamente
que nada ni nadie, y mucho menos los gaijin, podían aportarme nada ¿Cómo
podría asumir la tarea de enseñar a otros cuando tenía tanto por aprender?
Llamarme sensei era un acto de jactancia inadmisible. Así pues, me convertí
en shygeosha3 y me dediqué a viajar por el mundo... y aquí estoy.
- Vaya... nunca creí que hubieras reaccionado de esa forma, Takuma san -
respondió Logan en un tono que evidenciaba respeto - pero ¿por qué no
volviste a Japón? Muchos se hubieran matado por entrar en tu escuela...
- Ah, Logan - respondió suspirando - ¿recuerdas la historia de Koetsu?
- ¿El famoso herrero? ¡Quién no! Uno de los pocos forjadores capaz de
competir en maestría con el legendario Masamune...
- Entonces recordarás cómo se permitía el lujo de rechazar a muchos
compradores: grandes señores, samuráis invictos... personajes que hubieran
pagado auténticas fortunas por un juego de espadas forjado por el maestro...
pero él los rechazaba sistemáticamente... él no forjaba cuchillos de
carnicero sino almas de guerrero. Una espada no era simplemente un arma sino
al mismo tiempo un símbolo, el símbolo de lo que representaba ser un
samurai.... Así pues, sí, podría haber vuelto a Japón hace tiempo y
convertirme en un rico instructor ¿por qué no? Hasta los chinos están
intentando comerciar con el conocimiento de los saolín, pero el kárate no es
sólo un medio de ataque, Logan san, es un modo de vida. Prefiero tener
cuatro discípulos que comprendan eso a una cadena de gimnasios transitada
sólo por pendencieros que ansían emular a Bruce Lee. Si con eso sólo logro
la extinción de mi arte bueno, supongo que ése será el karma.
- Ése será el karma - repitió Logan apurando de nuevo su vaso.
- Te digo que no van a aparecer, gordo
- Jabalina, llevas media hora diciendo lo mismo. Ten paciencia. Entrar en
China no es un paseo por el parque.
- ¡No! ¡Ya lo creo que no! Sobre todo cuando se intenta entrar a través de
Danwei ¡¡De Danwei!!
- Chica, no sé de qué te quejas. Hasta ahora todo ha ido como la seda -
respondió Tiro Trucado, mientras encendía un habano.
- Hasta ahora, bola de sebo, pero aún no hemos cobrado... y créeme que si no
veo mi dinero cobraré con gusto la recompensa que Hidra ha puesto a tu
pellejo.
- Eres libre de intentarlo si la cosa no funciona, querida - respondió el
arquero tranquilamente sentado y saboreando su puro, ante la desesperación
de su compañera. A mi edad - pensó - uno aprende a tomarse las cosas con
filosofía. Quizá esta chiflada aprendiera eso a su debido tiempo, pero
inmediatamente consideró que difícilmente llegaría a vieja.
Mientras se divertía haciendo anillos de humo, Tiro dejó de lado
las continuas
quejas de Jabalina y aguzó el oído. Pronto se hizo ostensible el ruido que
hacían tres pares de pisadas, que pronto asomaron por el sendero por el que
el mal avenido dúo les había precedido no mucho antes. El arquero siguió
fumando distraídamente, pero Jabalina, que había aprestado sus armas por lo
que pudiere pasar, se quedó de una pieza al ver el singular trío que
avanzaba hacia ellos. El primero era de baja estatura, pero dotado de una
cabeza particularmente grande, que le daba un aspecto grotesco y esmirriado,
comparado con sus compañeros, dos torres de músculos, uno de los cuales
tenía dos pares de brazos. Los tres parecían salidos del reparto de Gunan el
Guerrero.
- Saludos, Tiro Trucado - dijo el más pequeño - ¿Has traído lo que te
pedimos?
- Saludos, Niñolisto - respondió el aludido, volviéndose a mirarle - ¿Has
traído nuestra paga.
- Por supuesto - dijo haciendo un esfuerzo por sonreír - ¿Acaso lo dudabas?
- No, no. Para nada - dijo el otro mientras se levantaba - Aquí puedes ver
una muestra del botín. Dos anillos.
El astuto mutado recibió las dos joyas y las examinó con sumo cuidado,
mientras
Tiro volvía al divertimento de hacer volutas. Jabalina, empero, distaba
mucho de estar tranquila. No había guardado sus venablos y la actitud de
aquel trío no ayudaba a tranquilizar su ya de por sí nervioso carácter. El
tipo de los cuatro brazos la miraba esbozando una desagradable sonrisa, en
tanto que el otro, mucho más alto, parecía en otro mundo, casi como si no la
viera. Algo no iba bien, pero no podía arriesgarse y darles un motivo para
actuar, no cuando ella y Tiro estaban en franca desventaja. La voz de
Niñolisto hizo que abandonara sus cavilaciones.
- Bien, bien, bien... Diría que son los auténticos. Has sido realmente
afortunado...
- Es lo que me ha permitido llegar a viejo, muchacho. Si no te importa,
quisiera ver el dinero.
- Por supuesto. Gaza, por favor...
Sin mediar palabra, el gigante avanzó y tiró a los pies de Jabalina una
raída bolsa,
que ésta abrió cuidadosamente con la punta de su venablo, para vislumbrar
una ingente cantidad de joyas y dinero de las más variadas monedas.
- Para vestir como unos bárbaros tenéis bastante dinero - musitó en voz más
alta
- Alguien como yo da poca importancia a la apariencia - respondió Niñolisto
con un tono de rencor - La belleza carece de interés para mí4.
- Como tú digas, enanito - respondió despectivamente Jabalina, al tiempo que
levantaba la bolsa con su venablo izquierdo.
- Ya está bien, niña. No es buen negocio molestar al cliente, sobre todo si
es buen pagador - terció Tiro Trucado, que intervenía para evitar que el
carácter de su socia creara más suspicacias - Si tú estás conforme, yo lo
estoy también. Aquí tienes los anillos restantes - dijo al tiempo que tiraba
su mochila al mutado - Un placer hacer negocios con ustedes.
- ¿Qué te hace suponer que hemos terminado, humano? - inquirió Niñolisto con
una expresión malévola.
Jabalina aferró sus venablos al mirar aquellos ojos fríos y crueles
de la criatura
deforme y comprobar que sus compañeros se colocaban a su espalda, prestos a
avanzar. Reculó un par de pasos y se dispuso a pelear pero para su sorpresa,
Tiro seguía fumando mientras parecía sopesar el estado de su arco.
- En primer lugar, cabezón - respondió sin levantar la vista de la cuerda -
ahí tienes lo que querías, aquí tenemos lo que queríamos. Y en segundo
lugar, yo no permanecería mucho tiempo por aquí. Los chinos patrullan
constantemente la zona, y no son muy amigables con los que cruzan la
frontera por la puerta de atrás - concluyó mientras colocaba el arco al
hombro - ¿Vamos, chica?
Ninguno de los mutados podía dar crédito a lo que estaba pasando. Aquel
humano
tripón les daba la espalda y se dirigía a su patidifusa compañera, que les
miraba de hito en hito sin comprender lo que estaba pasando. El ruido de una
nave acercándose a gran velocidad los sacó de su ensoñación. Alzaron la
vista hacia el cielo y contemplaron como el aparato empezó a volar en
círculos sobre su posición, al tiempo que reconocían los emblemas del
ejército chino. Desde lo alto una voz, con un fuerte acento, les anunció las
intenciones de los recién llegados.
- ¡Han invadido el territorio de la República Popular China! ¡En nombre del
Ejército del Pueblo les conminamos a rendirse sin oponer resistencia!
- Ya te lo advertí, Niño - dijo el arquero sin volver la vista atrás - Este
lugar era un hervidero de soldados chinos, bandidos tibetanos y disidentes.
No es raro que patrullen por aquí.
- ¡Maldito humano! ¡Fuiste TÚ quien fijó el lugar de entrega...! - gritó
rabioso el pequeño mutado.
Tiro no respondió, ni siquiera a los balbuceos de una atónita
Jabalina. Siguió
avanzando mientras la aeronave descendía y repetía la imprecación anterior
en términos aún menos tranquilizadores. Por toda respuesta, el gigantesco
Gaza levantó un pedrusco de buen tamaño que lanzó a la panza del aparato,
con el consecuente impacto que hizo que se tambaleara y se acercara
peligrosamente a la tierra, para regocijo de Barbarus. Niñolisto les instó a
huir aprovechando la ventaja, pero sus compañeros, enardecidos por el éxito
inicial, hicieron caso omiso de sus advertencias. La fuerza se impuso a la
razón y cuando de una escotilla inferior salieron cuatro figuras
coloristamente uniformadas5 que se lanzaron en plancha contra los
mutados, el único meridianamente inteligente maldijo la estupidez de sus
obtusos compañeros. Los ecos de la refriega llegaron hasta el arquero y su
socia...
- ¡Hijo de la gran puta! ¡Fuiste tú el que los citó allí!
- Sí, así es. Los mutis no son muy fiables, así que decidí atraerlos a mi
terreno.
- ¿"Tu terreno"? ¿Estás de broma? Si no hubiera sido por ese avión, esos
tres monstruos nos hubieran cepillado. Sólo por pura casualidad hemos
salvado el pellejo, maldito viejo.
- ¿Casualidad? ¡Je je je je! Jabalina, por favor. ¿Acaso crees que los
chinos han aparecido por simple suerte? No me hagas creer que eres tan
ingenua.
- ¡Estás como una cabra, gordito!
- Sí, seguramente. Pero pare estar loco he cumplido mi promesa ¿no crees?
- ...
- Tomaré eso como un sí. Si cogemos este camino hacia el suroeste, puede que
alcancemos la región de Lu Shan en poco tiempo.
- ¿Lu Shan?
- Sí. La llaman la región de los Cinco Picos. Quizá allí sea relativamente
fácil alcanzar una vía que nos lleve a la India...
De vuelta en Tijuana, Logan se había retirado para descansar poco antes
de la cena
en una habitación de la casa de Takuma. Después de lo ocurrido, no tenía
muchas ganas de volver al hotel, al menos no antes de conocer la identidad
de sus agresores. Sobre el camastro, recordó las últimas palabras de la
conversación con su viejo amigo, "ese era el karma"...
- ... ése era el karma.
- ... ése era el karma.
- ... ése era el karma.
1.- Si Tiro Trucado leyera Alpha Flight sabría que eran algo más que
cuentos.
2.- Se refiere a La Caída de los Mutantes.
3.- Estudiante de guerrero.
4.- Eso dice Niñolisto, pero su actuación en el Marvel Fanfare nº 4 lo desmiente.
5.- Se trata de Fuerza de China.
GARRAS Y AULLIDOS
Muuuy buenas, leales lectores. Lobezno continúa su periplo por Tijuana la
nuit mientras intenta averiguar algo sobre la estancia de su ¿amigo?
Carmichael, mientras empieza a hacerse la luz sobre el trabajito que Tiro
Trucado y Jabalina han hecho por la China misteriosa. Y dicho esto, vamos a
lo que vamos: las cartas (si es que hay alguna, claro).
Pues no, no hay ninguna. Hasta otro rato, chavalotes y chavalotas. Un
saludo.