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Mutante de nacimiento, ladrón por vocación, ¿héroe como destino? Huyendo de un pasado oscuro y de un futuro trágico, Remy Lebeau ha perdido todo aquello que tenía... menos a si mismo. MarvelTopia presenta las aventuras en solitario del forajido mutante... Gambito.
 
Gambito

GAMBITO #11
El corazón helado
Guión y portada: Israel Huertas

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John R. Beckett tuvo una visión. Como presidente de la empresa Transamerica, a la hora de idear el edificio de su central, cayó en la cuenta de que los árboles que habitan las ciudades, y que renuevan el oxígeno de nuestros maltrechos ecosistemas urbanos, se veían eclipsados por las imponentes moles cuadriculadas que conforman los edificios dónde vivimos o trabajamos. Su visión consistía en un edificio con forma piramidal que se alzara bien alto en el cielo pero que permitiera su coexistencia con el entorno verde que, en teoría, debía circundarle. En diciembre de 1969 empezó la excavación para los cimientos de esta obra y, 3 años después, se produjo la inauguración. El resultado fue un edificio de 260 metros y 48 plantas en pleno centro del Montgomery Financial District de San Francisco que sería conocido como la Pirámide de Transamerica.

Hoy día, ya no alberga la central de Transamerica, pero sigue sirviéndoles de imagen corporativa. Incluye más de 50 oficinas de algunas de las más grandes compañías americanas y, en su planta de calle, algunas de las mejores obras de la pintura contemporánea de dicho país.

La lección de historia es gratis. Resultado de lo que todo profesional debe hacer antes de abordar un trabajo: documentación. Algo que sabe muy bieb el caballero que cuelga de la fachada, cuyo nombre es Remy Lebeu. Mutante de nacimiento y ladrón por vocación, ha venido a San Francisco en parte para "recuperar" un recuerdo perdido y, también en parte, por estrechar lazos con un hombre del que la vida le ha atraído y alejado constantemente: Jean Luc Lebeu, el patriarca del gran Gremio de Ladrones de Nueva Orleans. Su padre.

Es más de medianoche y las luces de las oficinas se han apagado por fin. El viento sopla fuerte desde la bahía y le mece con dureza en su asidero en el exterior de la planta 40 de la Pirámide. Ha llegado hasta allí con un ala delta fletado hace dos tejados y se he colgado ahí lanzando un cable muy fino de nylon y acero. Sólo ahora se da cuenta que no ha sido buena idea pero, claro, su padre se pidió entrar desde la planta baja. El motivo era simple y tan viejo como el tiempo: una apuesta.

- Debería haber elegido escalar la fachada - piensa Jean Luc Lebeu mientras esquiva uno de los 18 ascensores que circulan por la torre.

Se infiltró durante el día, vestido como un hombre de negocios, con su traje de faena oculto tras un traje de ejecutivo. Lleva casi nueve horas circulando por las entrañas del edificio y ahora, por fin, se decide a ejecutar su intrusión.

Sale del hueco del ascensor en la planta 25, doce plantas antes de lo deseado porque su cuerpo, ahora privado del elixir de la benefactora Candra, ya no aguanta la tralla que antes le metía. Se desliza por los pasillos silenciosos y se interna en las escaleras, también vacías. Ha cronometrado el tiempo de las cámaras, por lo que sabe que no podrán verle si no lo desea. Su objetivo es el despacho de Stane International de la planta 37, lugar dónde se esconde una joya que, si bien para el mundo tiene un valor monetario escandaloso, para él es incalculable.

Se lo regaló a su esposa el día de su compromiso, como símbolo de la magnitud de felicidad que la deseaba y que intentaría traerle. Después, tuvo que ofrecerlo a Candra como ofrenda para sellar el pacto que tanto mal les traería luego. La externa se deshizo de ella en subasta y fue adquirida por Stane y alojada en este edificio junto con otras joyas únicas. Ahora, Jean Luc quiere recuperarla para tener cerca suyo al menos un recuerdo vivo de su ya difunta esposa.

Hace dos días, en Nueva Orleans, apostó con su hijo que aún no era viejo para el trabajo de campo cuando este se ofreció a recuperarla, y una cosa llevó a la otra. Y ahora está aquí, sólo y a oscuras, con un dolor fuerte en los riñones que le recuerda que, tal vez, perdió la apuesta antes de empezar.

Agotado, llega al piso 37 y, al abrir las puertas para entrar en el corredor, el sonido de unas sonrisas pícaras le fuerza a ocultarse. Una pareja de ejecutivos, bastante borrachos, pasan a su lado besándose y acariciándose, y se cuelan en un despacho. Jean Luc recuerda que, entre otras cosas, hace mucho que no toca así a una mujer.

- Papá - susurra una voz sobre su cabeza -, parece que te ha costado llegar, ¿non?

- Remy, hijo mío - dice Jean Luc con una media sonrisa a su hijo mientras este se descuelga del techo-, estaba haciendo tiempo hasta que llegases.

Padre e hijo empiezan a deslizarse en dirección al objetivo. Apenas hablan, pero se comunican muy bien con sus gestos, demostrando que hacen un buen equipo. Al llegar a la puerta de la exposición de joyas, Remy sujeta a su padre.

- Sensores de movimiento - dice, señalando los márgenes de la puerta -. Una de mis cartas los llenará de estática y podremos pasar.

Jean Luc observa como lo hace. Siempre le han maravillado las habilidades mutantes de su hijo, y el control desarrollado estos años sobre ellos.

La puerta se abre con un crujir metálico y deja paso a una estancia oscura, salvo por las rojas luces de emergencia del interior dispersas por toda la sala. La habitación casi está diáfana, salvo por los expositores de joyas del interior, silueteados por las luces de emergencia, separados entre sí metódicamente para que la vista de cada uno sea la adecuada. El suelo de mármol también emite reflejos, así como las columnas, forradas con espejos, que alumbran con la tenue luz de una luna en cuarto menguante que se filtra por las ventanas.

Los ladrones permanecen inmóviles en la puerta mientras se ponen sus gafas de visión infraroja. Los sistemas de alarma surgen brillantes ante ellos. Jean Luc comienza a andar una vez sitúa el objetivo, casi al final de la sala. Remy es más espectacular. Saca su bastón de un compartimento en su cinturón y lo despliega hasta que casi iguala su altura. Se desprende de su gabardina y, apoyando el bastón un par de pasos por delante, salta hasta una columna. Apoya sus pies en ella y vuelve a balancearse sobre el bastón hasta la siguiente columna. En pocos segundos ya ha llegado a la vitrina deseada. Su padre, a medio camino, refunfuña y prosigue su metódica marcha. De nuevo se maldice por su edad y falta de forma física.

Gámbito lee el letrero: el corazón helado. Piensa en lo poco apropiado que es para una joya que debía reflejar amor y calor de por vida. Su padre llega a su lado, sacándo de un bolsillo de su pantalón una especie de puntero láser. Un fino hilo de luz se aplica sobre un lateral de la vitrina con sumo cuidado, trazando un círculo del tamaño de un puño. Jean Luc coge el fragmento de cristal evitando hacer ningún ruido y lo apoya sobre el expositor. Su mano entra discretamente y coge el blanco diamante con forma ovalada. Lo saca con una sonrisa y se lo muestra a Remy.

Ninguno de los dos se ha dado cuenta de que, según el patriarca ejecutaba esa operación con maestría, una de las baldosas de mármol tras ellos se ha abierto y, en la oscuridad, una silueta metálica ha surgido del suelo. Silenciosamente, lanza un gancho contra la joya, en manos de Jean Luc, y se hace con ella antes de que tengan tiempo de reaccionar. Esa es toda la ventaja que consigue pues, como un gato, Remy salta hacia atrás, en dirección al intruso y le ataca con su bastón. Este lo atrapa con una de sus manos y lanza al ladrón contra la parte opuesta de la sala. Las alarmas saltan ante el contacto del cuerpo de Gambito con todos los sensores de la habitación.

Al encenderse las luces, Jean Luc se topa con un androide del tamaño de un hombre, con la joya en una mano y el bastón de su hijo en la otra. Apenas tiene tiempo de reaccionar cuando el androide le arroja el bastón, que destroza la ventana tras él. Jean Luc salta a un lado, desenvainando un machete que lleva en una funda en su pierna izquierda. La mano libre del androide es lanzada hacia delante con un gancho metálico similar al que se hizo con la joya, y se enrosca en el cuello del ladrón. El machete nada puede con la aleacción que le presiona la tráquea.

Gámbito vuelve a la carga, primero disparando dos cartas cargadas, que desequilibran al androide y le hacen perder la joya. Luego, se lanza sobre su espalda y se agarra al cuello metálico mientras el monstruo intenta quitárselo de encima con movimientos bruscos de su torso. Atrapa al cajún con su mano libre y lo voltea por encima suyo, hasta hacerle chocar con el suelo ante él. Pero Gámbito ha dejado su sorpresa. Tres cartas cargadas encajadas en el cuello del robot que, al explotar, le arrancan la cabeza de los hombros. Desorientado, el guardia metálico suelta a Jean Luc y empieza a contorsionarse con movimientos espamódicos, destrozando el mobiliario de la habitación en su frenesí. Unas llamas se forman dónde estaba su cabeza y un crepitar eléctrico invade su cuerpo.

Jean Luc agarra la joya y Remy le agarra a él, ayudándole a ponerse en pie.

- Padre, sólo veo una salida.

- Te sigo, Remy.

Los dos ladrones corren hacia la ventana rota y saltan al vacío. Remy agarra a su padre en el aire y tira de una anilla en su hombro izquierdo, que acciona un paracaídas plegado en su espalda. Juntos, caen suavemente en el tejado más cercano mientras, sobre ellos, la explosión resultante de la sobrecarga del robot destroza el resto del ventanal de esa planta.

- Ha estado bien cerca esta vez - dice Remy, sacudiéndose el polvo de los hombros, una vez desenganchado el paracaídas.

- Pero ha merecido la pena - dice su padre alzando la joya con la mano -. Lo hemos conseguido, Remy, tenemos la joya de tu madre.

Remy mira a su padre, que sostiene el diamante llamado corazón helado, mirándolo con lágrimas en los ojos. Piensa en las pocas veces que lo ha visto así, y en lo poco que le ha hablado de su madre. Piensa en lo mucho que ella significaba y en lo que le aportará ahora esa joya, y no puede por más que abrazarle. Se separan después, incomodamente.

- Remy - dice Jean Luc -, no sé como agradecerte esto. Con lo mal que ha ido todo entre nosotros por culpa de....

- Papá - dice Remy, apoyando su mano en el hombro de su padre -, mis problemas con el gremio nunca han sido por tu culpa. Entiendo que tenías que elegir lo mejor para los tuyos...para los nuestros, y sé el dolor que ciertas decisiones te han causado, pero siempre te he valorado por encima de ello, haya dicho o hecho lo contrario algunas veces. La verdad es que, aunque no creo habértelo dicho nunca, te quiero, padre.

Jean Luc sonríe a su hijo y seca sus lágrimas. Guarda el corazón en uno de sus bolsillos y suspira. Luego pasa su brazo por los hombros del antiguo Hombre X y dice:

- ¡Emborrachémonos, Remy, y brindemos por esta hazaña!

Remy empieza a andar junto a su padre tranquilamente, con una calma en el pecho como nunca antes había sentido, y concluye:

- Tu elige el sitio, padre, que estas corren de mi cuenta.

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PROXIMO EPISODIO: ¡¡Cataclísmo!!

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AS DE PICAS

Bueno, he intentado acabar la trama lo más dignamente posible. Ya me iréis diciendo que os parece como va la serie a partir de ahora. Nos leemos.

 
 
   
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