DREW: UN PEQUEÑO ASESINATO #4
El asesino está detrás de la cortina número uno
Guión:
Carlos Correia
PORTADA: Drew, posando
"Miss Drew, ¿a qué debemos el placer de su visita?"
El que habla es Wong, un joven oriental al servicio del Señor de las Artes
Arcanas, el Doctor Extraño. La interpelada es Jessica Drew, superheroína,
Defensora, detective privada y vieja conocida.
"Wong... necesito tu ayuda. Querría saber si reconoces este símbolo."
Drew alargó un papel al hombre, en el que aparecía dibujada una extraña
marca.
"Es una letra china. Yu."
"¿Tiene alguna relación con dragones?"
"Sí... es el dios de la lluvia. Está relacionado con el río amarillo. Es uno
de los más importantes dragons dorados chinos. Simboliza el renacimiento."
"¿Y qué relación tiene esto con Moran?"
"¿Perdón?"
"Oh, perdona, Wong, pensaba en voz alta. Gracias por la información. Te debo
una."
"Ha sido un placer, Miss Drew."
Jessica descendió los escalones de la casa del Doctor Extraño y se montó en
su moto. Arrancó y se dirigió a Queens. Allí se celebraba el funeral de
Moran, el contable asesinado que la había llevado a este misterio
aparentemente sin sentido alguno.
Mientras conducía, sorteando los coches y atascos característicos de la Gran
Manzana, Jessica dejó que su mente recapitulara lo que había sucedido. Hacía
unas noches, volviendo a casa, paseando por Little Italy, se encontró de
bruces con un asesinato. Enfrentandose a los asesinos, éstos se suicidaron
antes de que pudiera interrogarlos. Una posterior revisión de los mismos le
permitió descubrir que sus huellas habían sido destruidas, arrancándoles las
yemas de los dedos. Inspeccionando el cadáver de la víctima, descubrió que
se trataba de Mike Moran, un contable de Queens, con un misterioso símbolo -
cuyo significado acababa de averiguar - grabado en su mano izquierda. La
policia la estuvo interrogando durante unas horas, y al salir la esperaba
una mujer que decía ser la viuda de Moran, y que la convenció para que
investigara la muerte de su marido, nombrándole a un tal Luiggi Spinelli
como uno de sus clientes. A la mañana siguiente fue a visitar la casa del
fallecido, y descubrió que la mujer que conoció la noche anterior no era su
viuda, por lo que se decidió a seguirla, averiguando que en realidad se
trataba de Erika Anderson, "chica de compañía" del mafioso Caesar Cicero,
que había resultado ser un antiguo amigo de Moran, y que había intentado que
Drew le vengara, informándole que los asesinos eran yakuza - mafia
japonesa - a las órdenes de un antiguo enemigo suyo, el General Coy, a quien
creía muerto en Madripur algunos meses antes. Ah, y también resultó que el
tal Spinelli no era más que un panadero...
Había algo que no encajaba. No sabía exactamente qué. Pero algo olía a
podrido en Dinamarca, como se suele decir.
Detuvo la moto junto a la funeraria en la que estaba el cuerpo de Moran.
Sería interesante saber quién vendría al velatorio. ¿Vendría Cicero? ¿Coy?
¿Spinelli? Sólo había una forma de averiguarlo...
Bajó de la moto y entró en la funeraria. Dentro, uno de los empleados le
dirigió a la sala en la que reposaba el finado. Abrió la puerta, y vió allí
a la viuda, a Cicero dándole el pésame, y a varias personas que no conocía.
Se disponía a entrar, para hablar con ellos, cuando...
"Drew."
Reconoció la voz de inmediato.
"General Coy. Es una lástima que no esté muerto."
"Siempre tan agradable. ¿Has aprendido modales de tu viejo amigo Logan?"
"Y no sólo eso... ¿quiere que le demuestre qué más me enseñó?"
"Por favor, soy un hombre pacífico. Además, tengo entendido que quería
verme."
Con un gesto, Coy la invitó a seguirla.
Salieron del edificio, y se dirigieron a una cafetería cercana. Drew no veía
a los hombres de Coy, pero sabía que estaban cerca... no se aventuraría a
quedarse desprotegido ante ella... o eso creía.
"Un café, por favor", pidió Coy al camarero, sentándose en uno de los
reservados. Jessica hizo un gesto, indicando que no quería nada.
"Bien. Dejémonos de juegos", dijo Drew, una vez que el camarero había dejado
el café en la mesa y se había alejado. "¿Qué relación tienes con todo esto?"
"Mi querida Jessica... supongo que no me creerías si te digo que todo ha
sido un lamentable error, ¿verdad?"
"Sabes bien que no lo ha sido. Cicero afirma que los dos asesinos estaban a
tus órdenes."
"Cicero. Sí, ese italiano con aires de grandeza. Bien... tiene razón, esos
dos pobres diablos habían trabajado para mi."
"Me sorprende que lo admitas tan abiertamente."
"¿Y por qué no? Llevo un disruptor que te impide grabar esta conversación, y
en caso de que fueras a la policia, sería tu palabra contra la mía."
"Lo sé. Pero aún así me sorprende. Creía que lo prohibía vuestra religión o
algo... Los mafiosos nunca admitis un crimen."
"Ah, querida. Yo no soy un mafioso."
"Es cuestión de denominaciones. Para mi lo eres."
"Tecnicismos, querida. Pero, en fin, como te he dicho, sí, han trabajado
para mi. Pero yo no les ordené matar a Moran."
"¿Entonces por qué lo hicieron?"
"Buena pregunta... permíteme que te cuente algo. Conocí a Moran en Madripur.
Llegó allí tras luchar en la guerra de Vietnam. Unas cuantas cervezas
después, nos hicimos amigos. Estuvo un par de años allí, conmigo, y me ayudó
a salir adelante en aquellos años difíciles. Luego, volvió a Nueva York,
pero mantuvimos el contacto. Le debía mucho. Y, te lo creas o no, soy un
hombre que paga sus deudas."
"Es curioso. Cicero contaba una historia parecida sobre Moran. ¿Cómo es
posible que un contable del tres al cuarto tuviera a dos de los criminales
más poderosos entre sus amigos?"
"Querida mía... ¿quién ha dicho que Moran era sólo un contable? Moran era
mucho más que eso. Pertenecía a la Orden del Dragón."
"¿Y eso qué es? ¿Tiene algo que ver con el tatuaje que llevaba en su mano?"
"Así es. La Orden del Dragón es uno de los imperios criminales más grandes d
el mundo."
"¿Y por qué no he oído hablar de él?"
"Nadie lo ha hecho, querida. Su verdadero poder radica precisamente en que
no están a la vista."
"¿Y a qué se dedican?"
"Oh, un poco de todo. Drogas, prostitución, armamento... tienen a tantos
políticos a su mando que pueden declarar una guerra si se les antoja."
"¿Y ésta orden es la que mató a Moran?"
"Seguramente. Por lo que sé, cualquier falta se paga con la muerte."
"¿Y qué falta cometió?"
"Deberías hablar con Spinelli, querida."
"Spinelli es un panadero."
"¿Estás completamente segura?"
"¿Y por qué me cuentas todo esto? ¿Qué ganas tú?"
"Querida... como te he dicho antes, me gusta pagar mis deudas. Le debo a
Moran vengar su muerte... pero no quiero enfrentarme a la Orden."
"Y prefieres usarme a mi, ¿no?"
"Así es."
Jessica se levantó, dejando a Coy bebiendo su café.
"Coy... algún día te cogeré. Y entonces pasarás el resto de tu vida en la
cárcel."
"La esperanza es lo último que se pierde, querida mía..."
Drew abandonó la cafetería y montó en su moto, dirigiéndose de nuevo a la
panadería de Spinelli. No le gustaba que todas sus pistas procedieran de
criminales, pero... parecía no haber otra forma de llegar al fondo del
asunto.
Media hora después, se detuvo frente a la tienda. Era casi la hora de
cerrar, así que esperó a que saliera todo el mundo antes de entrar.
"¿Luiggi Spinelli?", preguntó.
"Hemos cerrado", respondió el viejo, con voz cansada. Estaba barriendo, aún
con el delantal puesto. "Vuelva mañana."
"Me llamo Drew. Vengo a que me hable de Mike Moran."
Los ojos del viejo le demostraron a Drew que conocía el nombre.
"No sé de qué me habla", respondió, con voz pausada.
"Oh, sí que lo sabe. Quiero que me hable de Moran y de la Orden del Dragón."
Moviéndose a una velocidad no acorde con su edad, Spinelli sacó un arma de
su espalda y comenzó a disparar. De no ser por sus reflejos
superdesarrollados, habría sin duda alcanzado a Drew.
De un ágil salto, Jessica se plantó frente a él, y con un golpe en la muñeca
le obligó a soltar el arma. Le sujetó el brazo, torciéndoselo violéntamente
hacia atrás, haciendo que el hombre soltara un grito de dolor.
"Te he hecho una pregunta."
"Niña, no sabes lo que haces. Sí, yo ordené la muerte de Moran. Pero no
sacarás nada más de mi."
Antes de que Jessica reaccionara, Spinelli apretó sus mandibulas, rompiendo
una cápsula de cianuro oculta tras una muela falsa, cayendo muerto al
instante.
"Mierda... ¿por qué siempre me tocan todos los locos?"
Un par de horas después, Jessica salía malhumorada de la Comisaria de
Policia, donde había tenido que explicarlo todo... bueno, todo lo que sabía.
Convenientemente, habían pruebas de que Spinelli organizó el asesinato de
Moran... demasiado convenientemente, pensaba. Se dirigió a su moto, y se
montó en ella. Alguien se le acercó por detrás.
"Hola, Logan."
"Hola, nena. Has hecho un buen trabajo. Felicidades."
"Gracias. ¿Hay algo que puedas contarme de la Orden del Dragón?"
"Nada bueno... cuando estuve en Madripur me contactaron un par de veces."
"Han jugado conmigo."
"Lo sé."
"No es algo que me guste."
"Tendrás tu oportunidad, nena. ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Volverás a San
Francisco? ¿A Madripur? ¿O te irás con Extraño y los Defensores?"
"No... creo que me quedaré por aquí. Voy a reabrir mi agencia. Estoy cansada
de las mallas, ¿sabes? Quizás un trabajo normal sea lo que necesito."
FIN
TELARAÑAS
Bueno... por fin... he acabado con Drew. No es que sea una miniserie (aunque
lo más probable es que se quede como tal), sino que ya he establecido el
personaje como lo que yo quería que fuera, una "Alias" de MT... una
detective privado en Nueva York, que ha visto y vivido más de lo que debe, y
que tiene tendencia a meterse en líos...
Si alguien se siente interesado en el personaje, que se anime e intente
hacer una saga... la serie queda libre desde ahora mismo.
Ha sido un placer. Recuerdos a Gwen, que empezó esto conmigo.
Nos leemos.
-- Carlos