DAREDEVIL #364
Atando cabos
Guión:
Bergil
Portada: Dibujada por Lee Weeks.Aparece Matt en silla de ruedas, en un plano frontal. Alrededor suyo, más difuminados, aparecen los rostros de Melvin Potter, Natasha Romanoff, Ben Urich (fumando,claro) y Daredevil (el del traje acorazado).
- ... su turno, abogado.
- Muchas gracias, señoría. Veamos, señor
Knisy, ¿no es cierto que...?
Matt estaba disfrutando en su vuelta a los tribunales.
Últimamente, se había dedicado demasiado a la parte burocrática,
de papeleo, de su profesión de abogado. Pero es en los tribunales
donde se hace el verdadero Derecho, como le había dicho uno
de sus profesores durante la carrera, y Mathew Murdock no podía
estar más de acuerdo con él que en esos momentos. Actuar
en un juicio era como montar en bicicleta, por lo menos para Matt: si lo
dejaba durante un tiempo, quizá podía resultarle un poco
difícil cuando lo retomaba, pero nunca se olvidaba.
Ling Fe caminaba arriba y abajo en su despacho. Las puertas,
cerradas a cal y canto, impedían que sus subordinados pudieran ver
lo nervioso que se encontraba. Obviamente, el vigilante enmascarado conocido
como Daredevil no sólo no había muerto (Kim Fao ya había
pagado con la vida semejante error de apreciación), sino que además
había endurecido sus métodos. Nadie se libraba: de los vulgares
rateros a los villanos con poderes, todos habían caído. Era,
por lo tanto, hora de encargar la tarea a profesionales. Porque si fracasaba
el plan de introducirse en la Gran Manzana, ni siquiera su cuello estaría
seguro.
De repente, alguien llamó a la puerta.
- ¿Sí? -preguntó Ling Fe, sentándose
en su mesa y procurando dar la impresión de que se hallaba trabajando,
en vez de preocupándose más allá de lo prudente.
- Ya han llegado, señor. Los que mandó
llamar ya están aquí.
- ¿Y a qué esperas? Diles que pasen.
El subordinaro se retiró y dos personas entraron
en la habitación. Una de ellas no tenía pelo alguno en toda
la cabeza, y llevaba las manos metidas en los amplios bolsillos de la gabardina
que vestía. La otra era un sujeto corpulento, con una larga coleta
pelirroja.
- ¿Quieren sentarse, caballeros? -dijo Ling Fe,
indicando los sillones que había ante su mesa.
Sin decir una sola palabra, sus dos visitantes caminaron
hasta llegar a los asientos y se sentaron. Después, miraron a Ling
Fe fijamente a los ojos, pero siguieron en silencio.
- Bien, les agradezco que hayan venido. Como ya saben,
tenemos una pequeña... molestia, sí, eso es, una molestia,
del tipo que ustedes son expertos en eliminar. Aquí tienen -dijo,
tendiéndoles una carpeta- todos los datos que pueden necesitar.
Sin decir ni una palabra, el pelirrojo tomó la
carpeta, tras lo que ambos se levantaron y abandonaron la habitación.
- ... por lo tanto, señor Nictas, usted no pudo
ver claramente a la persona que abandonó el lugar de los hechos,
¿verdad? -prosiguió Matt.
- ¡Protesto, señoría! -dijo el representante
del Ministerio Fiscal-. El abogado está induciendo al testigo con
el enunciado de la pregunta.
- Se admite la protesta. Reformule la pregunta, abogado.
- Muy bien, señoría. Veamos, señor
Nictas, ¿está usted completa y totalmente seguro de que la
persona que abandonó el lugar de los hechos era, sin ningún
género de dudas, la persona que está sentada en el banquillo
de los acusados?
- Bien, no, no lo estoy, pero...
- No hay más preguntas, señoría.
Su testigo, señor fiscal.
En su mesa del Daily Bugle, Ben Urich examinaba
cuidadosamente toda la información que había ido reuniendo
sobre las actividades del nuevo Daredevil. Todavía no tenía
ninguna foto del mismo, porque había actuado únicamente de
noche y no a la luz del día. Tener una imagen para comparar habría
sido de una enorme utilidad. En cambio, tendría que conformarse
con las descripciones contenidas en las declaraciones hechas por los detenidos.
La de Leland Owsley, el supervillano conocido como el Búho, podía
descartarla; era apenas una serie de farfullos casi ininteligibles.
En cambio, la de los rateros de poca monta sí
que resultaban interesantes. Además de lo obvio -el endurecimiento
de los métodos usados por el vigilante enmascarado-, había
otra cosa que el ojo experto de Ben no había captado al principio
de manera consciente, pero que había estado rondando por su cerebro
hasta que se percató de ello. Los movimientos de Daredevil cuando
era Matt Murdock el que estaba detrás de la máscara eran
una síntesis de varios estilos de lucha, del boxeo al aikido; pero
este nuevo Daredevil nunca había mostrado ese carácter sincrético:
por el contrario, parecía emplear casi exclusivamente algún
tipo de arte marcial oriental. Los golpes eran directos y precisos, y nunca
pegaba puñetazos. Además, de acuerdo con lo que estaba leyendo,
este nuevo Daredevil era menos corpulento que Matt. Así, pues, Ben
lo tenía muy claro: ¡se trataba de otra persona!
- ¡Robbie! -gritó Ben-. ¿Has visto
a Parker por aquí?
- Se levanta la sesión para comer. Reanudaremos
las actuaciones a las cuatro. Eso es todo.
El público comenzó a abandonar la sala.
Sin embargo, una mujer de cabello moreno avanzó en sentido contrario,
aproximándose a Matt. El disfraz no tenía por objeto engañar
al abogado ciego, que se servía de su sentidos aumentados para identificar
a las personas.
- Hola, Tasha -dijo, cuando la mujer llegó a su
altura y se detuvo.
- Hola, Matt -dijo la Viuda Negra, dándole un
beso en la mejilla-. Tienes... bueno, pareces estar en forma, dentro de
las circunstancias.
- Ah, ¿te refieres a este juicio? Es agradable
comprobar que aún recuerdo cómo se hacía esto. De
todos modos, se trata de un caso fácil: las actuaciones tienen al
menos media docena de agujeros. No quería empezar con el caso más
complicado en mi regreso a los tribunales.
- Tú mismo, Matt. ¿Para qué me llamaste?
- No disimules, Tasha. Sabes perfectamente qué
es lo que voy a pedirte.
- Ya. ¿Lo discutimos mientras comemos?
- De acuerdo. Guíame.
- Bueno, parece que ya no necesitamos seguir con esta
charada de Betsy Walkers, nena.
- No sabes lo que me al...
Pero la mujer que Matt Murdock conocía sólo
como Betsy Walkers fue interrumpida por su interlocutor.
- ¡Calla! -dijo el sujeto moreno y malencarado
con el que estaba hablando, al tiempo que subía el volumen del pequeño
televisor que tenía sobre su mesa.
- ...y el juez Charles ha ordenado un receso para comer.
De acuerdo con nuestros analistas, parece que Mathew Murdock está
llevando el caso con la misma brillantez que acostumbraba mostrar antes
del accidente que le ha postrado en una silla de ruedas. En una serie de
hábiles interrogatorios, los testigos de la acusación se
han visto forzados a reconocer que...
- ¡Maldición! ¡Ni en una silla de
ruedas!
- ...y ya sabes lo que yo sé, Tasha -dijo Matt,
mientras atacaba con apetito la hamburguesa que habían comprado
en el MegaBurger de la esquina-. Hay alguien ahí fuera que
se está haciendo pasar por mí, utilizando unos métodos
por completo inadecuados. Necesitaría que investigaras discretamente
de quien se puede tratar. Lo haría yo mismo, pero...
- ...sí, ya lo sé. No te preocupes, haré
lo que pueda. Y si vuelves...
- Cuando vuelva.
- ...cuando vuelvas a caminar, haremos lo que estimes
más conveniente.
- De acuerdo pues. ¿Te importa acercarme otra
vez a la sala?
- ¿Crees que hemos hecho lo adecuado, Cuchilla?
- Sí, Zaran. Necesitamos este contrato para rehabilitarnos
profesionalmente. Últimamente, tanto a tí como a mí
nos ha vencido prácticamente cualquier justiciero enmascarado al
que nos hemos enfrentado. Eliminar a nuestro objetivo nos colocará
de nuevo en la cresta de la ola.
- Pero... ¡se trata del cuernos! ¡Se rumorea
que hasta Kingpin cayó ante él!
- ¿Y? ¿Dónde está ahora ese
gordo?
- Todo el mundo en pie. Preside el honorable juez Charles.
- Pueden sentarse. Señor Murdock, puede llamar
a su primer testigo.
- Muchas gracias, señoría. La defensa llama
a declarar a...
- Betsy, esto no puede seguir así -dijo Melvin
Potter-. Has de tomar una decisión, en uno u otro sentido.
- Lo comprendo, Melvin. De verdad que lo comprendo. Pero
necesito un poco más de tiempo. ¿Lo entiendes?
- Claro que sí, Betsy. Pero no puedes retrasarlo
indefinidamente.
- Y no lo haré, Melvin. Te lo prometo.
En la sala del tribunal, Matt fue llamando, uno tras
otro, a vecinos de su defendido, que atestiguaron que se trataba de una
persona pacífica y respetuosa de la Ley, que en ningún caso
habría sido capaz de cometer los hechos que se le imputaban. ¿Qué
impulsaba a Matt a dejarse la piel en un caso aparentemente menor? En parte
era, como le había dicho a la Viuda Negra, el deseo de probar, tanto
ante los demás como, sobre todo, ante sí mismo, que el hecho
de encontrarse postrado en una silla de ruedas no habia mermado ni un ápice
su habilidad como abogado. Y, además, sabía que su
cliente no mentía cuando decía que era inocente. Era una
de las ventajas de poseer sentidos desarrolados...
- ¡Está loco! -bramó Rosalind Sharpe,
apagando la televisión. Sola en su despacho, las gruesas puertas
no permitían que su furia pudiera ser oída al otro lado-.
¡Mira que defender a un desgraciado como ese! Si Matt Murdock no
se va, ¡estoy por despedirle yo!
- Por lo tanto, afirma que mi defendido estaba con usted
la noche de autos...
- ¡Protesto! La defensa está aleccionando
al testigo...
- Señoría, me he limitado a repetir textualmente
las palabras del testigo.
- Se deniega la protesta. Prosiga, abogado.
En la soledad de su despacho, Wilson Fisk había
seguido con gran atención las informaciones sobre el caso en el
que estaba interviniendo Matt Murdock. Se daba perfecta cuenta de que,
de no ser precisamente porque Matt era el abogado de la defensa, la televisión
no prestaría ninguna atención al caso. Había docenas
similares a diario.
Fisk tenía como una de las verdades absolutas
de la vida el aforismo de que hombre prevenido vale por dos. Y Mathew
M. Mudock era un oponente demasiado inteligente como para menospreciarle
perdiéndole de vista ni siquiera un breve lapso de tiempo... aunque
estuviera sentado en una silla de ruedas. O precisamente por ello.
Por otra parte, estaba el incordio de aquel nuevo Daredevil
que estaba actuando. Varios de los rufianes de menor estofa que trabajaban
para él habían sido detenidos por aquel nuevo vigilante.
Tendría que ocuparse de él.
- He terminado, señoría.
- Muy bien. El Ministerio Fiscal ha realizado su alegato
final. Es el turno de la defensa.
- Miembros del jurado, a lo largo de este proceso hemos
demostrado que...
Thomas Anders ni siquiera vieo lo que se le vino encima.
Estaba demasiado ocupado vigilando a la anciana señora Wilde que,
como todas las semanas, había acudido al banco a retirar el dinero
de su pensión. Y Thomas necesitaba aquel dinero mucho más
que la vieja, ¿verdad? Al fin y al cabo, ella ya había vivido
su vida. En cambio, Thomas era joven, y tenía necesidades... Necesidades
como la del polvo blanco, aquel polvo maravilloso que le hacía olvidarse
de sus problemas. Y ya hacía demasiado que había tomado la
última dosis...
Cuando se disponía a saltar sobre la anciana,
que se aproximaba a la boca del callejón en que Thomas se escondía,
algo le golpeó en la nuca. Thomas cayó en la inconsciencia;
pero antes de desvanecerse, alcanzó a percibir como su atacante
comenzaba a romperle metódicamente los nudillos, uno tras otro.
- ¿Tiene el jurado un veredicto?
- Lo tenemos, señoría -dijo el presidente
del jurado, entregando un papel doblado al alguacil, que a su vez lo entregó
al juez. Este, tras leerlo, lo volvió a doblar y miró al
jurado-. En el caso del pueblo contra Christopher Gaines, hemos hallado
al acusado inocente de todos los cargos.
- ¡Orden! ¡Orden en la sala!
Pero nadie le escuchaba. Los muchos vecinos de Christopher
que atestaban la sala del juzgado habían prorrumpido en vítores
y se abrazaban unos a otros entusiasmados. El propio Chistopher estrechaba
efusivamente la mano de su abogado.
- ¡Nunca podré pagarle lo que ha hecho por
mí, señor Murdock!
- Nada de eso, Chis. Tu alegría y la de tus vecinos
es paga más que suficiente.
Peter Slope estaba intentando convencer a su socio de
que lo mejor para ambos era vender la WFSK.
- Te digo, Martin, que debemos vender.
- De verdad que no lo entiendo, Peter -contestó
Martin Schaffer-. Hace unos pocos días te reíste cuando intentaron
comprarnos la cadena ¿y ahora intentas convencerme de que es una
buena idea?
- Lo he pensado mejor, ¿vale? El precio que nos
ofrecen es bastante razonable, y sacaríamos un beneficio con el
que ni siquiera contábamos cuando la compramos...
- ...pero ganaríamos mucho más manteniendo
la compañía algún tiempo más.
- ¿Es que no lo entiendes? Si te empeñas
en conservar la cadena ¡puede que no tengas tiempo de disfrutarla!
Bienvenidos a Derecho
de réplica, el correo de los lectores
de la colección de Daredevil. Aquí me tenéis para
resolver cualquier duda que pueda surgir sobre el discurrir de la colección.
En el próximo número: Intentaremos
comenzar a resolver todas las subtramas que vamos arrastrando. Y comenzaremos
en Daredevil # 365.