CASTIGADOR VOL. 3 #19
Espera, espera, creo que estoy empezando a recordar algo...
Guión: Raker
PORTADA: Frank y la chica del final del número, mirándose, con un fondo en el que aparece un edificio, el río y el puente Hudson
Hace apenas un día y medio un hombre se despertó en el
agua en mitad del río Hudson, alguien le vio desvalido y le trajo
a su casa, allí comenzó a recordar, algunos sueños
que quizás se referían a su vida antes de la amnesia. El
piso es pequeño, apenas un par de habitaciones, en la sala
principal hay un sofá, al lado de la puerta, y en frente del
sofá una pequeña, muy pequeña televisión
apagada. En el sofá hay un hombre sentado, que acaba de abrir los
ojos, volviendo de un confuso recuerdo, distante, que tal y como
podría ser de hace un día, podría ser de hace seis
meses, o quizás incluso más, de cuando salió el
primer número de esta colección.
De su boca sale una suave exhalación, poco antes de que se pueda
oír el ruido de unos pasos en las escaleras, en apenas unos
segundos el tic tac se convierte en un repiqueteo, y entonces la puerta
se abre ruidosamente, con un chirrido que bien podría haber
salido de la puerta del infierno, y alguien entra, y el contraste con su
angelical voz despierta al hombre del sofá.
- ¿ Qué tal estás ?
- ¿ Por ?
- ...Solo por preguntar.
- ...perdona, bien.
- Ya he vuelto del ensayo.
- ¿ Qué tal ?
- Muy bien, estaremos listos para estrenarla dentro de una semana, y
creo que va a ser por todo lo grande, si esto funciona seguramente
algún cazador de talentos se fijará en mí.
Ella se sienta suavemente junto a él en el sofá.
- ¿ Qué hora es ?
- Las... once y media.
- Ya es bastante tarde.
- Sí, estoy un poco cansada.
- Duerme tú hoy en la cama.
- Oh, no, da igual.
- Insisto.
- Vale, yo creo que voy a acostarme ya, mañana tendremos que
levantarnos temprano.
- De acuerdo, buenas noches.
- Buenas noches
Y entonces se levanta y suavemente le roza el hombro con la mano. De una
manera que parecería accidental si no fuera por que ella es
actriz. Él se da cuenta, pero no hace nada. Un par de minutos
después él está tumbado sobre el sofá, con
los zapatos quitados, y ella vuelve del baño, con camisón,
mira a la salita, lentamente durante un instante, y luego baja la mirada
y entra en su cuarto.
La noche es corta, y el amanecer del día siguiente
también, a primera hora de la mañana están en el
hospital, preguntan por la amiga enfermera de Alice, la esperan un par
de minutos, arreglan algo de la seguridad social, unos papeles, y luego
pasan a una pequeña sala donde hay algunos aparatos extraños,
le hacen unas cuantas pruebas, un escáner, análisis con
nombres realmente complicados, y después de unos veinte minutos
pasan a un cuarto donde le hacen otra prueba psicológica; antes
de salir él se fija en unas cartulinas apartadas en un rincón
con extraños dibujos de manchas, - Es el test de Rorschach,
no se hace en casos de amnesia - le dice la enfermera, y él
piensa interiormente que le suena ese nombre.
Poco antes de salir uno de los médicos se queda
mirándole fijamente unos segundos, como si su cara le recordase
a alguien, pero cuando él le devuelve la mirada el médico
frunce el ceño y decide olvidarlo. La enfermera le dice que los
resultados estarán en un par de días, que ella se ocupará
de todo. Y se despiden.
Hoy hace un día muy soleado, los dos pasan toda la mañana
paseando, hablando de casi cualquier cosa que pudiera pasar por la mente
de Alice; poco antes de comer llegan a casa, después de haber
pasado por una pequeña tienda donde compran algo de pasta
italiana; comen rápido, comprueban que en la televisión no
emiten nada interesante, como de costumbre, y ella se pone a ensayar la
última obra en la que participa, le pasa a él la copia del
guión, ella interpreta su papel mientras él se limita a
leer sus líneas del texto, intentando que no parezca demasiado
ridículo.
La tarde pasa aún más rápido que
la mañana. Poco antes de cenar, mientras Alice esta fregando
los platos suena el teléfono, deja inmediatamente lo que está
haciendo y contesta, es su amiga, la enfermera: alguien del hospital,
quizás el doctor que se fijó en él en el hospital,
piensa interiormente cuando ella le cuenta la llamada, le ha reconocido,
y que ha venido una patrulla de soldados armados buscándole,
y han conseguido la dirección de ella, la advierte de que posiblemente
estén dirigiéndose para allá, y le ruega que salga
de ahí lo antes posible.
Alice se lava rápidamente las manos y va a su
cuarto a coger una cazadora y algo de dinero mientras repite en voz
alta lo que le ha dicho su amiga, pero cuando se disponen a salir un
disparo proveniente del otro lado de la puerta le hiere a él
en el muslo, él espera a que entren los soldados, noquea al primero
con un puñetazo y con el arma que éste llevaba al hombro
dispara a los dos de detrás, salen corriendo y tira el rifle
antes de abrir la ventana de la sala, baja por la escalera de incendios
hasta abajo intentando hacer el menor ruido posible y se meten por una
callejuela, despistando a la pareja de soldados que esperaba en el portal,
siguen corriendo sin parar, y al cabo de unos minutos ella tiene que
parar para recuperar la respiración.
No pueden volver allí, y cuanto más tiempo
estén en la calle más fácil es que puedan encontrarlos,
así que se meten en el primer hotelucho que ven. Que resulta
ser un antro de mala muerte, entran, preguntan los precios, y con el
poco dinero que llevaba ella pueden pagar el depósito y dos días
de una única habitación.
Suben por la ruinosa escalera de madera, que cruje con
cada paso, hasta llegar al tercer piso, llegan a la cuarta puerta a
la izquierda, y abren con la llave medio oxidada la completamente oxidada
cerradura, entran en la habitación, y ella se sienta en la cama,
entonces comienzan a hablar de lo que ha ocurrido hace unos cuantos
minutos.
Él no tiene una explicación razonable para
el asalto de los soldados, y ella no puede más que suponer que
en realidad lo que presuponía al principio, cuando le recogió
del río y le metió en un taxi, que quizás fuera
un criminal buscado, y sin embargo, quién iba a suponer que tal
y como se había portado podría ser alguien tan peligroso
como para tener que intentar asesinarle.
A pesar de todo, todos sus temores se desvanecieron cuando
él la preguntó si seguro estaba bien, si necesitaba algo,
o si tenía hambre y quería que fuera a comprar algo, y
entonces ella se dio cuenta de que él tenía una herida
en la pierna, fue al baño y pudo encontrar desinfectante y una
venda, le limpió la herida y le recostó en la cama.
Entonces él le dijo que ahora tenía más
necesidad que nunca de averiguar quién era realmente, y que seguramente
esta noche tendría que salir, y si pasaba algo quizás
no volvieran a verse, aunque si sobrevivía, estaría aquí
la mañana siguiente, esperándola en la sala de recepción
del hotel. Ella le dijo que al menos tendrían que despedirse,
por si acaso. Y él pensó igual que ella en lo que podría
ser una buena manera de despedirse y darle las gracias.
Una lenta media hora después la dejé dormida
en la cama, me levanté, volví a vendar la pierna, me puse
la ropa, arropé a Alice con la sábana, y salí de
la habitación, con la intención de averiguar por qué
habían intentado matarme, y volver a la mañana siguiente
para contárselo a ella, después de todo era lo menos que
le debía.
Me dirigí al puente, fui andando tranquilamente,
fijándome en casi todo el mundo, y en si ellos me miraban, y
cómo me miraban. No hacía tanto calor como por la mañana,
pero tampoco frío. Aunque parecía que se iba a poner a
llover dentro de poco. Las callejuelas por las que me metía seguramente
estaban plagadas de ladronzuelos ni siquiera con edad como para afeitarse,
armados con navajas o quizás alguna pistola que seguramente no
sabrían ni manejar, pero últimamente eso era lo que menos
me preocupaba.
Llevaba ya cuatro o cinco manzanas cuando me topé
con un grupo de pandilleros que estaban pegándole una paliza
a un hombre negro al que le habían quitado casi toda la ropa,
y la sangre manchaba lo que aún tenía puesto, parecía
un tipo duro, aguantaba los golpes sin gritar, pero no iba a seguir
mucho tiempo vivo si nadie le ayudaba, miré alrededor y no vi
a nadie, así que cuando noté que dejaba de responder a
las patadas me dirigí hacia él, con la intención
de salvarle, pero se me adelantaron doce o trece tipos que venían
corriendo desde lejos, tipos cachas, también negros, que llegaron
y se pusieron a pegar a los pandilleros que estaban dando una paliza
a su amigo, uno de los blancos quiso huir, y vino corriendo en mi dirección,
al otro lado de la calle, cuando pasó a mi lado le hice la zancadilla,
uno de los que acababan de llegar le cogió y le machacó
a puñetazos y después me miró y me dijo "gracias,
tío" o algo así. No creo que lo que hice fuera algo
bueno ni justo, pero me pareció divertido, y después me
di cuenta de lo asqueroso que era que eso me pareciera divertido, y
me di cuenta de que estaba comenzando a cambiar, si es que alguna vez
había sido como yo creía que era.
No me quedé para ver cómo terminaba la
pelea, seguí caminando en la misma dirección que levaba,
hacia el puente, otras tres o cuatro manzanas, y me encontré
con uno de esos pirados a los que se les ocurre salir solos a estas
horas, que seguramente acabaría en una acera, acuchillado, el
tipo estaba quemando contenedores de basura, sacaba una caja de cerillas,
la encendía y luego la tiraba al cubo, y allí esperaba
hasta que salían llamas, me quedé mirando cómo
quemaba tres cubos, antes de salir corriendo cuando oyó una sirena,
que al pasar resultó ser una ambulancia; pensé que quizás
se dirigía a la pelea que había estado viendo antes.
Un par de manzanas más adelante la calle estaba
más oscura, quizás la luna quedaba tapada por los nubarrones
o por los edificios de apartamentos, o quizás las farolas iluminaban
menos, las que no estaba rotas, pero la calle se volvió más
negra, seguí caminando y llegué a una de esas calle que
están plagadas de putas meneándose en una y otra acera,
estaba demasiado ocupado como para fijarme en ellas, así que
seguí, pero tuve la mala suerte de aparentar que venía
buscando sexo.
Una mujer gorda, fea, con medias rotas y ropa sucia,
y michelines que sobresalían de la ajustada falda que le llegaba
a los muslos, dejando ver, o más bien deprimiéndole a
uno al ver las rollizas piernas, se me acercó de manera insinuante,
empezó a soltar tonterías, y cosas que le gustaría
hacer conmigo, y otras cuatro o cinco mujeres alrededor nuestro la animaron,
me silbaron, e intentaron robarle el cliente a "la gorda", como
creí entender se llamaba, pero ella las apartaba a golpes mientras
me reclamaba como su premio; todo mientras yo seguía andando
tranquilamente, ignorando a todo el mundo, caminando en la misma dirección,
una manzana más arriba "la gorda" y sus compañeras
de profesión se cansaron de mí y volvieron a sus puestos,
lo que agradecí sinceramente.
Diez minutos más tarde encontré un tipo
curioso. La calle se ensanchaba, en la esquina del edificio de enfrente
a la izquierda, había un tipo que miraba a uno y otro lado, y
sacaba y volvía a meter en un bolsillo interior de la cazadora
algo que parecía una bolsita, dentro de la cual supuse que había
o droga o harina. Pero lo que me llamó la atención fue
un hombre, que se acercaba al camello por el lado que éste no
podía ver, es decir, que iba en la dirección contraria
a la que llevaba yo, e iba a encontrarse con el camello al doblar la
esquina.
El hombre iba vestido como una especie de Drag Queen,
llevaba unos leotardos negros, y una camiseta del mismo color, ajustada,
que le marcaba la inmensa barriga, en la camiseta había dibujada
una clavera, parecida a la de las banderas de los piratas. Me hubiera
puesto a reír a carcajadas de no ser por que el hombre llevaba
un bate de béisbol, y por la cara que ponía, de estreñimiento,
parecía dispuesto a usarlo. El hombre, que me recordaba ligeramente
a "la gorda", se puso a darle con el bate al camello, del primer
golpe lo tumbó, aunque no es un gran mérito teniendo en
cuenta la pinta de enfermo que tenía este, le dio otros tres
o cuatro golpes entes de que aparecieran dos amigos, o clientes, quién
sabe, del camello, que cogieron una tapa de un cubo de basura y se pusieron
a golpear al hombre embutido en la bandera de pirata, hasta que lo dejaron
retorciéndose en el suelo, pensé que sobreviviría,
y que se lo tenía merecido por vestir como un capullo.
Unos cinco minutos después estaba a apenas doscientos
metros del puente, me metí por una callejuela, para atajar, y
me dí cuenta de que había alguien ahí, supuse inmediatamente
que pensaba robarme el dinero que en verdad no llevaba.
No pensé en huir, en todo caso podría inmovilizar
al tipo sin problemas, pero por detrás de él se acercaba
un hombre, que bien podría haber sido sacado de un mal cómic.
Un hombre, corpulento, vestido con unos vaqueros y una camiseta, pero
armado con una barra de hierro, y con la cabeza cubierta por papel higiénico,
como si fuera una momia, sujetado con cinta aislante, y con un pequeño
hueco a la altura de los ojos, el hombre dio un tremendo golpe al tipo
que acababa de sacar su navaja, y después me dijo "no se preocupe,
no corre usted ya ningún peligro", a lo que yo le contesté
"gracias" aunque solamente podía pensar en lo ridículo
que sonaba "hombre papel de culo".
Me llevó un par de minutos reponerme del shock
que supuso ver al "hombre papel de culo", justiciero urbano,
acabar con el chorizo. Interiormente no pude parar de reírme,
entre el tipo vestido de ninja con la calavera en la barriga, y el de
la cabeza envuelta casi se me había olvidado a lo que venía
aquí, y sin embargo en todo el tiempo de este paseo no se me
había ocurrido aún qué era exactamente lo que estaba
buscando, cuando salí del hotel pensaba que quizás fortuitamente
encontraría alguien que podría responder mis preguntas
y sin embargo ya había recorrido casi todo Manhattan y aún
no había visto a nadie que pudiera ayudarme, aunque quizás
es porque no he sabido buscar en el sitio apropiado.
Estaba a punto de volver al hotel, aunque todavía
era muy pronto ,y para cuando volviera aún serían las
cuatro, más o menos, cuando me fijé en lo tranquilo que
fluía el río, mucho más que otros días,
prácticamente no se notaba un movimiento en su superficie, la
ligera brisa que había hace unos momentos había cesado,
y las farolas de este lado de la calle iluminaban más que las
de calle abajo.
De repente giré la cabeza y vi a una muchacha,
blanca aunque muy maquillada, con el pelo moreno, y vestida de la misma
manera que las compañeras de "la gorda", no me hubiera
fijado en ella de no ser porque ella se había fijado en mí,
al principio pensé en ignorarla igual que había ignorado
a las anteriores, pensando que pretendía lo mismo, pero volví
a mirarla y me di cuenta de que no me estaba mirando de la misma manera
que ellas, sino como si pareciera conocerme, y se me pasó por
la cabeza que por fin mi búsqueda había dado resultado,
pero ella bajó la mirada y casi se dio la vuelta, entonces yo
enfadado me giré y me dispuse a marchar por el mismo camino por
el que había venido, pero poco antes de torcer la esquina oía
al fondo como la muchacha, medio llorando decía en voz baja:
"Frank".
Y entonces comenzó a llover, a cántaros, como no recordaba
que hubiera llovido nunca.
EL CORREO DEL CASTIGADOR
Raker
raker_7@teleline.es