CAPA Y PUÑAL VOL. 4 #14
Jugando con fuego II
Guión:
Narutaki
Es de noche.
Sentado en un sillón tapizado en piel de melocotón, azul, con dos botones de su camisa abiertos y la corbata desanudada, Quinn habla con Puñal.
- Tandy, cariño, lo he hecho por nosotros. Por la ciudad en general... –se intenta explicar- Ese tipo es muy peligroso. Está controlándolo todo muy rápidamente, si yo estoy infiltrado podemos tenerlo vigilado.
- No me gusta que te arriesgues tanto, además, dijiste que dejabas esos ambientes.
- ¡Pero que sólo estoy fingiendo!
- ¿¡Y si tienes que matar a algún inocente para que quede creíble!?
- Eso no va a pasar... –quebrado.
- Pero puede pasar. ¿Es que no lo entiendes? Ese riesgo que estás corriendo es innecesario. Capa podría ponerle las cosas claras sin tanto embrollo.
- No es tan fácil, se rodea de hombres duros, algunos con poderes, como vosotros.
La mujer se levanta renegando y con ciertas ganas de llorar aunque se contiene. Niega y como si quisiera despertar pasa las delicadas manos por su cálido rostro. Se gira de nuevo mirando a su amor europeo. Él camina hasta ella y la abraza acariciando su espalda con calma.
- Tranquila vale, no va a pasar nada. Estudiaré la manera de derrotarle y entre Capa y yo impediremos que ese tipo haga nada malo.
Entre sus brazos, Puñal asiente con la cabeza.
Como en la mejor de las películas de terror una ventana se abre y una gran ráfaga de viento azota la estancia donde se encuentra la feliz pareja. De pie, junto al alféizar de la ventana se muestra ante ellos la notoria figura de Capa, altivo.
- ¿Cuentas conmigo sin avisar, Quinn?
- Tratándose de lo que se trata, sé a ciencia cierta que no te vas a quedar de brazos cruzados.
- Ty, tienes que ayudarle... –interviende Tandy.
- Sabes que lo haré –no pudiendo evitar la seriedad hija del desagrado.
Tras unos instantes de silencio, casi incómodo si no fuese por la familiaridad de que el trío goza entre sí, Tyrone vuelve a romperlo.
- ¿No le has comentado nada a Tandy de lo que te ha dicho hoy tu compañero en el puerto, verdad? –simulando indignación.
- No...
- ¿De qué habla Capa, Quinn? –casi al mismo tiempo que su amante pronunciaba la respuesta.
- Creo que Quinn sospecha, y hace bien, que un tipo al que su amiguito italiano ha mandado volar la tapa de los sesos fue quien jugó a ser Dios con nosotros, haciéndonos lo que hoy somos... ¿Cassano, se llamaba...? –mira a Quinn con superioridad, notándose cerca de una victoria.
- Si, Cassano. Me contaron que este tipo trabajaba con un suero que dotaba de poderes a las personas y que desde hace unos años experimentaba con críos, así que me acordé de vuestro caso, pero aparentemente la relación no es sólida. ¡Seguro que habrá muchos locos que hagan cosas de esas! –perdiendo su calma natural ante la contundencia de los golpes de Capa-. Además, pensaba investigarlo por mi cuenta y contároslo cuando tuviera resultados.
- Somos un equipo –tajante-. Trabajamos juntos y nos salvamos el pellejo unos a otros así que cuanto menos, me gustaría que te mostrases algo más transparente.
- Me temo que no tengo ese poder... –intenta burlarse.
La muchacha lo mira con desaprobación, aun conteniendo cierta risa por lo ingenioso del comentario. La tensión podría palparse entre los dos hombres, pero como si no tuviera interés en ella, Capa la zanja.
- ¿Cuándo tienes la próxima cita con Croac?
- Pasado mañana, poco antes de medianoche.
- Para entonces puede ser demasiado tarde.
De nuevo el maldito silencio.
- ¿Por qué? –Tandy.
- En la Cocina del Infierno se están produciendo movimientos para crear una alianza contra el jefe de Quinn... –se ve interrumpido.
- No te equivoques no es... –ahora corta Capa a Quinn.
- ... Y hay diversos supertipos con poderes implicados. El Escorpión o Lápida están trabajando para Croac, pero hay algunos otros en el bando opuesto. Si dejamos que se enfrenten abiertamente varios inocentes pueden acabar mal parados, y eso es lo que no queremos.
- ¿Y qué piensas hacer? –pregunta arrogantemente el irlandés.
- Echar a Croac a patadas de la ciudad antes de que lo hagan sus enemigos.
Tanto la chica como el europeo quedan sorprendidos ante las palabras serias y concisas de su amigo del Bronx. Éste toma un teléfono móvil y se lo tira a Quinn.
- Pídele audencia de aquí a una hora, finge haber cometido un error importante o algo parecido. Te hará caso. Yo me encargaré de que nadie os moleste, utiliza tus métodos con él y que se largue de Nueva York; mandarlo a juicio no serviría de nada, asi que muéstrate persuasivo.
- Pero...
- Hazlo.
- Y si...
- Hazlo. Yo voy a ir despejando el camino.
Sin previo aviso Tyrone salta por la ventana dejando ondular su capa, que bailotea con estilo gracias al viento nocturno.
Un rato después.
Quinn conduce con tranquilidad, habiendo dejado la tensión y los nervios instantes después de su pequeña batalla verbal con Capa mientras fuma un cigarrillo casi a desgana. Coge el cigarro entre sus dedos y lo siente allí mientras gira un par de veces el volante. Mira al asiento del copiloto y niega con la cabeza.
- No tendría que haberte dejado que vinieses...
- No habrías podido evitarlo, creéme, cariño.
- Es demasiado peligroso, no tienes tus poderes y este tipo no se anda con miramientos.
- Tú tampoco tienes poderes, ¿verdad?
- No somos la misma persona.
- Claro que no –como si estuviese dolida.
- ¡Bah! ¡Es igual! No pienso discutir contigo ahora. Sólo... Ten mucho cuidado, ¿vale? Quédate aquí escondida hasta que Capa venga a buscarte, ¿OK?
- Si, tranquilo.
El turismo gira una vez más y se encuentra ante un edificio de rascacielos enorme donde tiene sede una de las empresas recién adquiridas por Giovanni Croac. Desciende por un desnivel hasta el garage y en apenas tres maniobras malaparca de coche para luego subir en ascensor hasta las vigésimoséptima planta del edificio.
Capa permanece oculto, intentando no ser visto hasta el momento preciso. Finalmente, tras un rato de espera, Lápida y el Escorpión, de los sicarios de Croac los más peligrosos, abandonan su despacho. Se ha quedado sólo y así debe de ser hasta que se marchen de allí Puñal y Quinn.
Un escalón... Otro escalón... El segundero del reloj cruge lentamente esperando a que llegue el instante preciso.
Caminan los dos por el pasillo comentando cualquier idiotez. Bajan por las escaleras, y apenas han terminado de bajar dos tramos completos una bota golpea sin previo aviso y con crudeza el rostro del criminal albino que se empotra contra la pared sin poder remediarlo cayendo posteriormente al suelo.
El Escorpión trata de reaccionar pero rápidamente recibe un codazo y rueda escaleras abajo. Tyrone abre su capa tratando de atraer hacia ella a Lápida pero no surte efecto. Tratando de disimular su ausencia de poder lo torea con la ropa cuando éste le embiste y lo empuja con su compañero de fechorías.
Se ayudan a ponerse en pie uno a otro. Gruñen y jadean a causa de lo sorpresivo y contundente de la aparición del justiciero de la oscuridad. Lo miran un instante y comienza una de esas absurdas y idiotamente varoniles dialécticas que mantienen criminales y superhéroes antes de lanzarse al duelo final.
- Si piensas que por tener esa absurdo manto nos impresionas lo llevas claro –clama Max Gargan.
Una vez más silencio y tensión.
Aferrándose a un saliento metálico del techo Capa salta y toma impulso como un trapecista para tirarse sobre sus dos enemigos a un tiempo. Caen los tres al suelo sin remedio y ahora Ty los tiene a los dos cogidos por el cuello con sus grandes manos haciendo presión sobre sus gargantas.
Olvida el aguijón de su enemigo que lo golpea duramente en un costado quitándoselo de encima y haciéndolo rodar. Corren sin tregua hacia él que de un salto se pone en pie y con energías renovadas abre su característica prenda de tela negra y estos sienten una irrefrenable aceleración hacia el vacio del manto de Capa. Se ven lanzandos hacia la nada sin poder hacer nada que evite ese proceso. Tyrone muestras tal vez por el brillo de sus ojos un ápice de satisfacción y alivio cuando los dos villanos salen despedidos contra la pared opuesta al héroe neoyorquino agrietándola y éste vuela varios metros hacia atrás quedando inconsciente, no por el impacto.
Toc, toc. Unos nudillos golpean la puerta maziza del despacho de Croac.
- Adelante –contesta una voz cansada.
Entra en el despacho Quinn, engalanado y mostrando la mejor de sus caras de arrogancia. Lanza un rápido vistazo a todo y no ve absolutamente a nadie más que a quien debe de ver. Entonces sin previo aviso cierra la puerta y con un juego de manos rompe la maneta atrancándola.
Luego camina altivo hasta su jefe.
Éste se muestra totalmente apacible, sin muecas de sorpresa o temor. Confiado y distinguido como siempre.
- Así nadie nos molestará.
- Por supuesto, irlandés... Dime, ¿de qué has venido a hablarme? ¿Te manda McGallahan? ¿O la policía? –ríe divertido y pasa la mano por su calva.
- Vengo a traerle una invitación. Váyase de Nueva York por su propio pie o saldrá de aquí en una lujosa caja de pino.
- Esas no son las formas adecuadas para un hombre de tu talento, Quinn. Creo que deberías ser más cortés sobretodo teniendo en cuenta de que estás en mi casa.
- Estamos solos, Croac, dos hombres, y hablaremos cada cual como deba de hacerlo.
- De acuerdo, pero déjame que discrepe de la segunda parte de tu oración. Estamos, ciertamente, sin compañía alguna, pero tu amiguito no puede decir lo mismo.
En un monitor sobre el escritorio del capo se muestra la imagen de una sala cercana en la que Capa está encerrado en lo que parece un tubo de metracrilato custodiado por el Escorpión y Lápida así como algunos hombres armados.
Quinn se muestra tranquilo, pero no puede contener un pequeño grito ahogado cuando en pantalla aparece Tandy, esposada y siendo empujada por dos matones hasta que la tiran a los pies de la celda donde está Tyrone.
- ¿Y bien?
- Suéltala...
- Pienso que no estás en condiciones de darme órdenes.
- ... –aprieta los puños.
- Me has traicionado, Quinn y eso no me gusta nada. Conoces ahora demasiadas cosas de mi entorno como para dejarte vivir, y además has pretendido eregirte vencedor sobre mí. Algo que por supuesto, no tolero. Yo gano siempre. Esa es la lección que debes aprender justo antes de tu defunción, bambino.
- ¡A la mierda!
Mostrándose intencionadamente desesperado y furioso saca rápidamente una pistola de su americana y apunta, quitando antes el seguro a la cabeza del italiano.
- Si no los sueltas te aseguro que vas a acabar lleno de plomo y agujeros, así que yo, si fuera tú daría la órden de que los liberasen.
- Realmente ¿te compensaría matarme, si la chica muriese?
- ¡Me da igual la zorra esa! Es una cuestión de pelotas, tronco. ¿No te enteras? Siendo asesino toda mi vida, ¿piensas que me voy a poner a llorar por una muerte más a mi alrededor? ¡Púdrete cabrón! –ahora juega todas sus fichas a una carta.
Dispara sin previo aviso en el hombro del mafioso que cae de espaldas al suelo, causando gran estrépito. Quinn salta sobre la mesa como un simio y le apunta, ahora en el suelo, directamente a la cabeza.
- O los sueltas o el próximo te va a la cabeza.
- Está bien... –gimiendo por el dolor y con la mano izquierda en su hombro derecho.
El asesino irlandés le acerca el teléfono sin dejar de apuntarle en ningún momento.
- Una sola palabra fuera de lo previsto y aprieto el gatillo, ¿capici? –con un exagerado acento italiano.
Asiente con la cabeza y marca un par de números.
- ¿Lápida? Soy Croac... Sí, si, todo va bien... Ajá... –mira un instante a Quinn- Dejad libres a esos cabrones... A no ser que en media hora haya contraorden.
El europeo juguetea con la pistola cerca de la sién del otro hijo del viejo continente que cuelga el auricular.
- Tengo que tomar ciertas medidas, ¿no? Si los suelto y tú aún sigues aquí podrías pedir más cosas, y eso no sería justo...
- Hurm... Razonable. Pero no vale. Quiero verlos salir.
- Tú no te fías de mi palabra y yo tengo que hacer caso de la tuya... ¿es eso?
- Más o menos –fingiendo cierta locura.
- Lárgate y los verás salir antes de que tu cruces las puertas para irte a tu puñetera casa.
Quinn dispara ahora al pie izquierdo de Croac, casi sin mirar, por instinto.
- Ahora. Quiero verlo por el monitor.
Se gira para coger el teléfono y tirarselo de nuevo cuando recibe un tiro en la espalda a la altura de los riñones y cae sobre el escritorio. Como puede, cogiéndose a la mesa con dificultades se pone en pie el mafioso que sostiene una pequeña pistola y mira con desdén a quien le había puesto en jaque.
Toma el teléfono y vuelve a comunicarse con la sala de prisioneros.
- Lápida, cárgatelos... Que sufrán.
Se pasea ahora por delante de la madera y coge del pelo a Quinn. De un seco tirón alza su cabeza, que lucha por no cerrar los ojos ni mostrar el dolor existente. Le escupe en la cara y luego la golpea contra la tabla de cerezo.
- Voy a ver si me hacen disfrutar un rato... Me han dicho que tenemos a una perrita rubia en la planta de abajo.
Sin poderse mover, Quinn profiere decenas de insultos contra el capo hasta quedarse prácticamente sin voz.
Éste abandona su despacho tarareando una alegre canción, que para el asesino derrotado suena a requiem.
Baja las escaleras y aparece finalmente el capo ante sus subordinados. Todos enderezan la postura ante su presencia, y los dos lacayos de mayor categoría se le acercan.
- ¿Ha venido a presenciar su muerte, jefe? ¿Tan importantes son estos dos?
Croac mira a Capa encerrado en la celda transparente y a Puñal a sus pies, maniatada y con un hilo de sangre que nace en la comisura de su boca.
- No, realmente no lo son, pero alguien ahora está disfrutando mucho –guiñando un ojo a la cámara de seguridad.
- ¿Lo hacemos ya, o no? –se impacienta el Escorpión.
Camina altivo hasta la muchacha de cabellos ondulados y le acaricia friamente el rostro, con una expresión exageradamente lasciva. Ésta gira la cara en un arrebato de rabia apartándola de la mano del mafioso y éste vuelve atrás con sus esbirros.
- Matadlos...
La frase de la condenación...
Una oración que se convierte en la supremacía de los avatares del bien y el mal.
En su prisión Capa abre los ojos casi por un instinto salvaje y nota como pronto no puede ver nada del exterior, una densa niebla negra lo cubre todo, cree estar muriendo de asfixia. Todo se intensifica, su pulso, el latir de su corazón...
El estallido es mayor al de cien balas corrientes, la oscuridad se extiende por todo el edificio sin que nadie pueda ver nada, tentáculos de sombra corren por los pasillos inundándolo todo, se escuchan gritos de temor, disparos al aire por el mero echo de ser precavidos, la totalidad del edificio se sume en la terrible nada hasta que de pronto un haz de luz blanca lo atraviesa todo.
De ese epicentro luminoso surgen delgados rayos del mismo color que van difuminándose con la oscuridad total que imperaba hasta el instante. Poco a poco el blanco y el negro se funden dejando a su paso, en esa mística unión el regreso de la realidad, una realidad que no devolverá la serenidad a quienes han contemplado la guerra entre la luz y la oscuridad hace tan sólo un instante.
Ahora en mitad de la sala, ante la mirada atónita de todos, con cristales por los suelos y varios pistoleros heridos, levitan tanto Tyrone como Tandy trazando esferas en el aire, uno abrazado por unos enormes brazos de sombra y la otra envuelta de un aura blanquecina y fulgurante que casi la santifica.
Descienden lentamente al suelo, pausadamente, sin tener control de ese vuelo. Sus pies emiten un leve sonido al posarse sobre el pavimento y ahora que comprende, él le sonríe a ella.
La luz y la oscuridad de nuevo unidos, el inseparable ying yang, el eterno equilibrio de la naturaleza... Los justicieros Capa y Puñal.
Daily Bugle
[un artículo de Ted Sallinger]
“...y la policia pudo detener sin ninguna dificultad a Giovanni Vito Croac, propietario de multiples y fraudulentas empresas y a parte de sus empleados por tenencia ilícita de armas, asesinato y malversación de fondos así como fraude económico y estorsión. Dos justicieros conocidos de la ciudad dejaron a merced de los cuerpos de seguridad a la organización criminal que ha pasado ya a disposición judicial. De cualquier modo, se presume que será difícil inculpar al propio Croac porque blablabla...”
En la habitación del hospital Ty dejó sobre la butaca el periódico y miró una vez más, con la mirada triste y expresión de derrota a Tandy contenerse unas lágrimas tomando de la mano a un inconsciente Quinn.
Las lágrimas nacen de la tristeza, pero también de la confusión. ¿Amaba realmente a Quinn? Quizá se había planteado la pregunta demasiado tarde... Ahora que éste se estaba marchando no sentía el terrible dolor que hubiese esperado.
En una habitación a cargo de la brigada de policia científica de Nueva York, uno de los médicos registra los bolsillos de la americana de Cassano y en los interiores encuentra una pequeña cajita metálica que con curiosidad abre. Dos tubos de ensayo muy pequeños, uno con una sustancia transparente y otro con un fluido verde muy intenso.
Sin especial interés lo deja en la caja con el resto de objetos personales del difunto traficante. Un reloj, su cartera, varios anillos y la caja.
Vuelve a introducir el cajón con el cuerpo en su lugar y se quita los guantes.
Antes de salir se lava las manos.
LUCES Y SOMBRAS
Saludos.
He cumplido mi primer objetivo en la serie, devolver sus poderes a Puñal, espero que de forma más o menos digna, aunque eso lo juzgaréis vosotros. Espero que os haya gustado el número en general.
Depende de las ganas y las críticas que reciban el par de números que he escrito tomaré una decisión sobre si continuar o no en estas páginas; los personajes me gustan demasiado como para estropearlos o no hacerlos rendir al máximo.
¡Nos vemos!