CABALLERO LUNA/MASACRE ANUAL #1
Antes y después
Guión: Alex García
PORTADA: El Caballero Luna y Masacre, espalda contra espalda, listos para entrar en combate.
Yucatán, México.
- Es increíble. No me extraña que nadie lo haya descubierto hasta ahora -
Laura Scott, licenciada en Historia y Arqueología, recién admitida como
profesora de ambas asignaturas en la Universidad Empire State y colaboradora
del Museo de Historia de Nueva York, contemplaba la entrada, casi cubierta
del todo, a un antiquísimo templo maya enterrado bajo tierra.
- Es sorprendente - asintió Mitch Turner, colega y amigo de Laura -, es un
descubrimiento sensacional, Laura. Sin duda serás famosa.
- Seremos. No lo habría logrado sin ti, Mitch. Formamos un buen equipo,
¿verdad?
- Sí, es verdad. "Eso es lo que somos, sólo un 'buen equipo'", pensó el.
A su alrededor el equipo trabajaba incansablemente para limpiar el acceso
al templo, cuando varios disparos les hicieron volverse para ver a varios
hombres vestidos con trajes militares encabezados por un hombre negro alto,
cuya cara había sido tatuada para parecer una horrible calavera. Sus dientes
de acero resplandecían bajo la luz del sol.
- Buenas tardes - dijo el hombre, sonriendo -. Estoy tremendamente
interesado en ese templo... sobre todo en sus tesoros.
- No sé quién se cree usted que es, pero lo que haya ahí dentro le pertenece
a...
- A MÍ - respondió el hombre -. Y ya que pasaremos un tiempo juntos, llámeme
por mi nombre... Bushman.
Líbano, hace varios años.
- Bueno - decía un hombre rubio mientras limpiaba un rifle -, esto se acabó.
- Esto nunca acaba, Wade - replicó un hombre moreno, alto y de piel
morena -, siempre hay un trabajo más para un mercenario... siempre hay
alguien más que matar.
- Eres un pesimista, Todd. Tampoco es que vayamos por la vida matando críos
ni nada por el estilo.
Marc Spector, sentado junto a ellos, no dijo nada. No hacía tanto que se
había visto forzado a matar en defensa propia al presidente de la república
de Costa Verde; había matado a un buen hombre para poner a un dictador
despiadado en su lugar. Se preguntaba si alguna vez podría perdonarse a sí
mismo.
El semblante de Todd Scott palideció.
- ¿Eso es lo que crees? Entonces has tenido suerte, Wilson. Yo he visto
morir incontables inocentes ante mis ojos - lentamente empezó a llorar -.
¿Entiendes? No importa si apreté o no el gatillo, yo estaba con el bando que
lo hizo. ¿Habéis oído alguna vez el grito de muerte de un niño? ¿Habéis
visto la vida abandonar su cuerpecito? ¿No? Entonces sois más afortunados de
lo que creéis.
Ninguno dijo nada. Wilson siguió limpiando su arma, Scott sollozaba en voz
baja y Spector, con la vista fija en el frente, combatía a los fantasmas de
su pasado. Un hombre salió de la cabaña en la que se alojaban y les miró con
una sonrisa sardónica.
- Vaya, qué callados estáis. ¿Es que el padre Scott ha vuelto a soltar otra
de sus charlas parroquiales?
- Cállate, Macendale - replicó Wade mientras acariciaba el gatillo del arma.
New York, hoy.
Franklin Weinberg salió a dar su paseo de las tardes, justo cuando el día
empezaba a apartarse para dar paso a la noche. Cruzó la misma calle, saludó
a la misma gente. Todo completamente normal, completamente rutinario y
aburrido. A veces Franklin deseaba que en su vida ocurriese algo
emocionante; a sus 52 años empezaba a encontrar la vida aburrida, tan
aburrida que ni siquiera prestó atención a los cuatro adolescentes que le
seguían. Les prestó atención en el momento en que uno de ellos le agarró por
un brazo y le empujó contra la pared, haciendo que sus gafas de montura
dorada se cayesen al suelo. Uno de los matones sacó una navaja y apoyó la
punta en la garganta de Franklin, mientras que otro más alto, con el pelo
rapado y un tatuaje de una mano en la frente sonrió y mostró una pistola
bajo su cazadora de cuero negro.
- Bueno, colega - dijo el tercero con la cara casi pegada a la del
aterrorizado transeúnte -, mis amigos y yo queremos tomarnos unas pizzas y
luego invitar a unas pibas a unas copas, así que si nos das toda la pasta
que lleves no te haremos... mucho daño - sonrió.
- ¿Os vale VISA o Mastercard? - la voz vino de arriba; todos alzaron la
vista para ver a un hombre vestido de negro, plata y blanco colgado de una
escalerilla procedente de un vehículo volador.
- Oh, mierda - dijo el de la navaja -. Es el fantasmón ese de las noticias.
El lunático o algo así.
- Me siento ofendido - dijo la figura mientras saltaba de la escalerilla,
asiendo los pliegues de su capa para aterrizar. Alzó su mano derecha y de su
muñeca salió un objeto plateado en forma de media luna que se incrustó en la
mano del criminal que llevaba la pistola, quien tuvo que soltarla debido al
intenso dolor -. Y sólo para que quede claro, mi nombre es Caballero Luna.
- Te llamarán fiambre cuando acabe contigo, mamón - el que llevaba la
pistola se arrancó el dardo de media luna de la mano, y cegado por el dolor
y la rabia se abalanzó sobre el enmascarado -. Nadie se mete con Ricky el
Carnicero y sale con vida.
El matón confiaba en su gran envergadura y fuerza para acabar con su
oponente. El Caballero Luna se había enfrentado a incontables enemigos que
utilizaban la misma táctica: la fuerza antes que el cerebro, cuando había
otros factores en la lucha, como la velocidad, la coordinación y por
supuesto el conocimiento de dónde golpear para terminar rápidamente una
pelea. Lo último que vio el matón antes de quedar inconsciente fue un borrón
blanco y plateado que se dirigía hacia su cara.
Dos de los criminales se miraron, miraron al Caballero Luna y se volvieron a
mirar, decidieron que no merecía la pena arriesgar su integridad física y
salieron corriendo. El último en cambio cogió a Franklin y puso su navaja
contra la garganta del hombre.
- Si das un paso más le rajo - dijo con voz temblorosa.
Franklin acababa de decidir que quizá su vida no era tan aburrida, y que
podía haber pasado sin esa experiencia; tembloroso, empezó a rezar a un Dios
largo tiempo olvidado para que salvase su vida.
- ¿Y qué piensas que te haré después? - dijo el Caballero con voz glacial -
Déjale ir... y podrás tener hijos algún día.
El matón miró un momento a su amigo inconsciente y oyó los pasos cada vez
más lejanos de los que demostraron la mejor parte del valor; luego miró una
vez a la figura encapuchada ante él, al igual que hicieran sus colegas, y de
pronto supo que no tenía ninguna opción: dejó caer la navaja al suelo y echó
a correr, al tiempo que empujó a su víctima hacia el héroe con la esperanza
de ganar tiempo.
Con total tranquilidad el Caballero Luna recogió al hombre antes de que
cayese al suelo; décimas de segundo después una porra plateada golpeó la
nuca del pandillero, reuniéndolo con su amigo en la inconsciencia.
Después de verificar que el transeúnte estaba bien y de dejar a los dos
jóvenes criminales empaquetados para la policía, Marc subió a la
escalerilla del Lunajet; fue entonces cuando Frenchie le llamó por la radio
de su capucha.
- Marc, nos vamos al Yucatán.
- Asumo que has oído algo importante en la radio. ¿De qué se trata,
Frenchie?
- Bushman.
- Hacía tiempo que no oía de él. ¿Qué ha hecho tan importante como para que
vayamos a México?
- Marc... tiene a la hija de Todd Scott.
Sólo su máscara ocultó la expresión de sorpresa de Marc Spector.
Líbano.
- ¿Es preciosa, verdad?
Marc Spector miró la foto que su amigo le había dado y sonrió.
- Mucho, Todd. ¿Cuántos años tiene?
- Seis. Me muero de ganas de volver a verla. A ella y a Janine, claro.
- Ya nos imaginamos que a ella la echas más de menos, sobre todo por las
noches, bastardo - rió Wilson. Los otros se rieron con él.
- Os voy a echar de menos, chicos.
- Je, eso me lo dicen todas - replicó Wade.
- En realidad te dicen otras cosas- dijo Marc en tono burlón -, porque los
gritos nos despiertan a todos en el campamento.
- ¡Ey! - los tres volvieron a reír.
Buenos tiempos.
Nueva York.
La Fundación Éxodo, misteriosa organización supuestamente dedicada a
reformar a super-criminales, así como ayudar a los meta humanos en general a
controlar el uso de sus super-poderes para poder utilizarlos para ayudar a
la humanidad.
Wade Wilson, Masacre, sabía que eso no era cierto. También sabía que la
Fundación había hecho algo con su cuerpo1, pero aún no sabía qué.
Agazapado sobre un inmenso ventanal vigilaba el despacho bajo él, esperando
pacientemente a que su ocupante, el monstruoso Hombre Dragón, entrase.
Su socia, Theresa Rourke, alias Siryn, no estaba allí; se estaba
recuperando de heridas sufridas en
combate2, aunque Wade no la hubiese
llevado consigo de todas formas: iba a hacer algo que sabía ella no
aprobaría, iba a obligar al monstruo a curarle a punta de pistola, y si se
negaba... Wade acarició la culata del arma que llevaba, un rifle, bastante
normal. Era la munición lo que no era normal, puesto que las balas eran de
adamántium; ni siquiera la piel súper-resistente del Hombre Dragón podría
protegerle.
- Wade, tío, tenemos que hablar - la voz de su colega, Comadreja, resonó en
sus oídos a través del comunicador que llevaba en su máscara.
- Ahora no, Comi, estoy a punto de aplastarle la cabeza a una víbora. Si quieres pedir una pizza, cárgasela a la tarjeta de Paladín, como siempre.
- Sí, algún día se va a enterar y vamos a tener jaleo - rió Comadreja -,
pero no llamo por eso.
- Mira, colega, si esto es sobre otro de tus sueños con Claudia Schiffer, te advierto que...
- ¿Te acuerdas de Laura Scott?
- Ooops. Supongo que es algo urgente. Nos vemos donde siempre en media hora, Comi. Y tráete unas birras, que me acaba de entrar sed - Masacre se volvió hacia el despacho en el momento en que el Hombre Dragón entraba -. De momento te has librado, fugado del Dungeons & Dragons.
Ignorante de todo lo que sucedía sobre su cabeza, el Hombre Dragón
prosiguió con sus misteriosas intrigas.
Yucatán, 23:30.
Tres guardias armados vigilaban la entrada al templo. Eran hombres
entrenados, curtidos en incontables batallas; esa experiencia fue lo único
que les permitió percatarse del enmascarado que cayó sobre ellos desde el
cielo apenas unas décimas de segundo antes de que golpease a uno de ellos
con su bota, dejándole inconsciente; apenas tocó el suelo, el Caballero Luna
rodó al tiempo que varios dardos en forma de media luna salieron disparados
de sus muñecas, impactando en las armas de sus oponentes, destrozándolas,
pues entre el arsenal del Caballero se hallaban dardos muy afilados
compuestos por adamántium, el metal más duro conocido por el hombre.
Uno de los mercenarios lanzó un puñetazo a la cara del Caballero; éste
desvió el golpe con su antebrazo, giró sobre sí mismo e intentó golpear a su
oponente en la mandíbula con su codo, pero éste se agachó al tiempo que le
sujetaba por la cintura y se echaba hacia atrás, trabando las piernas del
héroe con su pierna derecha, derribándole. Ignorando el dolor de su espalda,
Marc apartó al mercenario con un poderoso empujón y se abalanzó sobre él,
pero la bota del otro se interpuso en su camino, golpeándole en la cara.
Habría quedado inconsciente de no ser por sus reflejos, que le permitieron
apartar la cara lo suficiente para que el golpe no fuese decisivo, aunque se
encontraba ligeramente mareado. El hombre sacó un cuchillo de su bota y
sonrió; el Caballero desenfundó su cachiporra y avanzó.
El Caballero Luna lanzó la porra hacia el mercenario, que se agachó; el
arma plateada rebotó contra la pared de la entrada al templo y se dirigió a
la nuca desprotegida del hombre, quien ya había previsto eso y se agachó,
dejándole al descubierto sin embargo para el siguiente movimiento del
enmascarado, quien sin molestarse en recoger la porra golpeó al hombre en la
cara con una potente patada, rompiéndole la nariz y obligándole a arquear su
cuerpo hacia atrás; sin bajar la pierna y con velocidad asombrosa, el
Caballero giró sobre sí mismo como en un movimiento de ballet y golpeó al
mercenario en la espalda con su rodilla con gran fuerza; se oyó un crujido
cuando varias de las costillas del mercenario se rompieron, y cayó
inconsciente.
Su compañero había recogido el arma del primero que quedó inconsciente y
había estado contemplando la pelea divertido. Apuntó al superhéroe con su
arma y se dispuso a apretar el gatillo.
Se oyó un sonido amortiguado cuando un proyectil de plomo se estrellaba
contra el pecho del hombre, atravesándolo hasta llegar al corazón. El
mercenario se miró la herida, atónito, y luego cayó al suelo como una
marioneta a la que le hubiesen cortado los hilos. El Caballero Luna se
volvió para ver a otro enmascarado que sostenía una pistola con silenciador
en su mano derecha.
- Masacre - "Wilson", pensó Marc.
- Estás un pelín lejos de Nueva York, ¿no te parece, Luni?
Líbano.
- ¿¿Vas a trabajar con Bushman?? - dijeron Wade y Todd a la vez.
- ¿Se puede saber qué pasa?
- Ese tipo es el mayor hijo de puta que te puedas encontrar, Spector - dijo
Wilson.
- Tú has trabajado con el, Jason. ¿Qué opinas?
Jason Phillip Macendale se dio la vuelta y miró fijamente a Marc durante
unos segundos. Finalmente suspiró y bajó la mirada.
- Ese tipo está con un cencerro. Yo estaba delante cuando se tatuó la cara.
Lo hizo delante de todos, para que viésemos lo duro que era. Un chalado. Que
te cuente Wilson, que también trabajó con él. O Scott, con el que tiene un
par de cuentas pendientes.
- ¿Es verdad eso?
- Bushman y yo discrepamos sobre el trato que debían recibir los civiles de
una aldea - dijo Todd -, e intentó matarme. Salí con vida por los pelos.
- Cada vez que pienso que pude librar al mundo de esa rata, me daría con un
canto en los dientes. Con sólo haber apretado el gatillo...
- Me las arreglaré - dijo Marc -. Además Frenchie también va a ir.
- ¿Du Champ? Siempre pensé que os traíais un rollo muy raro... ¿No
seréis...? Ya sabes.
- Corta, Wilson.
- Vale, pichurrín.
El único que no se unió al coro de carcajadas fue Todd, que miraba a Marc
con expresión sombría.
"Ten cuidado, Marc".
- Y bien, ¿qué tal te trata la vida, Spector?
Por un momento Marc se quedó congelado.
- ¿Spector? ¿A quién te refieres?
- Oh, ya sabes, Marc Spector, antiguamente mercenario y ahora millonario enmascarado aficionado a dar mamporros a criminales supersticiosos.
- Mira, no sé de quién estás hablando...
- Corta, Spector - señaló al mercenario de la nariz rota -, yo te enseñé ese golpe.
- Hay veces - se quitó la capucha - en las que me pregunto para qué sirve
tener identidad secreta.
- Míralo de esta manera - dijo mientras se quitaba su máscara -, si no tuvieses identidad secreta recibirías más cartas que los reyes magos.
- No has cambiado nada, Wilson.
- Uy, si yo te contara... - Y ambos, viejos camaradas y amigos, se dieron la mano por primera vez en más de una década.
- Bien, nada me gustaría más que revivir los viejos tiempos, pero creo que antes se impone una visita turística a estas ruinas - dijo Masacre.
- Si - respondió Marc, pensativo -. No será tarea fácil; Bushman no es
ningún aficionado.
- Lo sé, aún recuerdo el asunto de Argentina: un tipo muy sádico, que quieres que te diga, con esos dientes de acero. Más de una vez tuve ganas de hacer espaguetis a la boloñesa con sus sesos.
- Quizá hubiese sido lo mejor - dijo el Caballero conteniendo un
escalofrío -. Cambiando de tema, mejor nos damos prisa antes de que alguien
suba a relevar a los guardias.
- ¿Crees que Laura estará bien?
- Si Bushman no averigua quién es, tal vez - replicó el Caballero,
sombrío -. Tal vez - repitió en un tono más bajo.
Líbano.
- Bueno, supongo que esto es un adiós.
- ¿Seguro que no quieres pensártelo?
- ...No, Wade. Esto es el final. Ya he visto demasiada sangre derramada. He
sido un mercenario durante mucho tiempo... es hora de ser marido y padre.
- Cuídate, Todd - dijo Marc.
- Y vosotros, chicos. Tú también, Macendale.
- Muy gracioso, reverendo.
La puerta del pequeño avión se cerró, dejando al grupo de mercenarios
fuera. Lentamente el vehículo se puso en marcha.
- Bueno, ahí se va uno de los mejores.
- Sí. Me pregunto quién será el siguiente que siente la cabeza... ¿Qué tal
te va con esa azafata, Spector?
- Corta, ¿quieres? Ya tengo bastante con...
Marc Spector nunca llegó a terminar la frase, puesto que el sonido de una
explosión sobre sus cabezas les hizo mirar arriba, viendo como el avión, que
ardía por un costado, caía a tierra como si de una piedra se tratase.
- Oh, mierda - dijo Macendale -, el motor derecho debe haber explotado.
- No os quedéis parados - dijo Wade - ¡Coged el jeep! Puede que Todd siga
vivo.
Pero mientras subían al jeep, los tres hombres sabían que las posibilidades
de sobrevivir de su amigo eran remotas.
Laura estaba sentada, contemplando con una mezcla de horror y odio al
hombre que había desgarrado la garganta de su mejor amigo con sus dientes
metálicos; el cadáver de Mitch estaba ante ella, boca abajo, sobre un charco
de su propia sangre; su intento de pedir ayuda por radio, aunque exitoso,
había salido caro... con su vida. Los cuerpos del resto de los miembros de
la expedición se hallaban amontonados en un rincón.
Bushman se volvió hacia ella con una cruel sonrisa que hacía su cara de
calavera aún más terrorífica.
- Lamento las molestias - dijo con un falso tono de afectación -; mis
hombres ya están terminando de... embalar - sonrió aún más - los objetos que
hemos adquirido. Te aseguro que nos iremos muy pronto, preciosa.
Laura no respondió. En vez de eso, se encogió en su asiento, taladrando
con la mirada al asesino que tenía enfrente.
- Sí - dijo Bushman, sujetándole la cara con una mano -, eres igual que tu
padre. Demasiado - su mano empezó a apretar con fuerza; por un momento ella
pensó que al fin iba a matarla, pero el mercenario aflojó la presión. Sólo
entonces laura se permitió pensar en que aquel asesino aseguraba conocer a
su padre; ¿Cómo era eso posible? Su padre había trabajado para el gobierno,
pero no había sido un comando especial, ni nada por el estilo, y había
muerto en un accidente de avión... ¿Qué sabía aquel monstruo sobre su
padre? -. Todavía no. Cuando te mate - cogió su machete y acercó la punta al
ojo derecho de la joven, que no pestañeó -, me aseguraré de pasar un buen
rato. Por los viejos tiempos - soltó una carcajada.
Dos figuras enmascaradas irrumpieron en la sala; Bushman se volvió,
sorprendido.
- Vaya, vaya - hizo una mueca -. No sabía que ésta era una reunión de viejos
amigos. Spector, Wilson, habéis hecho un largo viaje... ¡para morir!
- Ocúpate de sus hombres - dijo el Caballero mientras se lanzaba sobre
Bushman.
- No falla, siempre dando órdenes - Masacre desenfundó una de sus katanas con la mano izquierda y con la derecha abrió fuego sobre uno de los dos
mercenarios que le atacaban, alcanzándole en el hígado -; nunca entendí por qué el franchute te soportaba. A propósito, ¿qué es de él? ¿Te sigue lavando los calzoncillos? - su enemigo disparó a Wade, que rodó a un lado, cubriéndose tras los restos de piedra del altar; cuando se dispuso a acribillar al mercenario, descubrió que su arma estaba encasquillada - Ya no fabrican las armas mortales como antes; claro, dejan a cualquiera usarlas... - Masacre avanzó con las dos katanas desenfundadas hacia su enemigo, quien tragó saliva.
Bushman trazó un arco vertical con su machete, intentando partir en dos la
cabeza del Caballero Luna, pero éste se hizo a un lado y le golpeó con su
rodilla en la entrepierna; si Bushman sintió algún dolor, no dio señales de
ello.
- No esperarías derrotarme con ese patético golpe, ¿verdad? - una patada
buscó la rodilla del Caballero, quien saltó hacia atrás, previniendo otro
ataque del machete.
- No, hace tiempo que me di cuenta que estás muerto por dentro, Bushman -
golpeó con su porra la sien de Bushman, quien se tambaleó ligeramente; acto
seguido agarró la capa del héroe, y flexionando sus poderosos músculos, tiró
de ella y lanzó a Marc contra la pared.
- Es una forma de verlo. No obstante - avanzó hacia él -, no es ni la mitad
de malo que estar muerto por fuera - la luz de las antorchas daba al machete
un resplandor rojizo.
El Caballero se incorporó rodando hacia un lado en el momento en que el
golpe mortal estaba a punto de alcanzarle. Dos puñetazos rápidos alcanzaron
la mandíbula y la nariz de Bushman, quien simplemente parpadeó mientras
apartaba a su enemigo de un codazo.
- Me decepcionas, Spector. El golpe en la nariz debería haberme clavado el
cartílago en el cerebro, no simplemente hacerme sangrar. Cada día eres más
débil - la rodilla de Bushman alcanzó el plexo solar del enmascarado, y la
empuñadura del machete le golpeó en la cabeza. Aturdido, el Caballero
retrocedió.
- Tsk, tsk - Masacre, con las espadas ensangrentadas, se encaró con Bushman, mientras el Caballero aprovechó para levantarse -. Todos estos años y aún no te has hecho con unos diálogos decentes.
- Puedo encargarme de él - protestó el Caballero.
- No, si nadie lo duda, Lunita (a pesar de la hostia que te acabas de dar, claro), pero aquí el calaveras y yo tenemos un baile pendiente, y tengo entendido que vosotros dos ya os habéis marcado un par de pasos.
- Adelante, Wilson - dijo Bushman con una sonrisa retorcida -, introduce el
otro pie en la tumba.
- Bueno, preferiría meterlo en un jacuzzi, con Jennifer Aniston, pero como parece que no va a haber manera...
La pierna derecha de Masacre buscó la cara de Bushman, que arqueó su
espalda hacia atrás para esquivar el golpe, al tiempo que con su mano
izquierda aferraba el tobillo de Masacre, pero lo soltó a tiempo de evitar
que un tajo de la katana de Wade le amputase la mano, con lo que tuvo que
conformarse con descargar un potente rodillazo contra la espalda de su
oponente mientras este intentaba apartarse. Un desagradable crujido resonó
por toda la sala.
- ¿Ya está? ¿Eso es todo? - se mofó Bushman, lamiendo el filo de su
machete -. Como héroes sois un fracaso; no podréis salvar a la hija de Scott
igual que no pudisteis salvarle a él: nadie se me escapa.
- Entonces no fue un accidente. Fuiste tú - murmuró el Caballero Luna,
sorprendido, mientras avanzaba hacia Bushman-, tú fuiste el responsable de
su muerte.
Líbano.
- Oh, Dios - murmuró Wade Wilson mientras contemplaba la agonía de su amigo,
al que habían sacado a duras penas de los restos del avión; el piloto y los
otros dos pasajeros habían muerto instantáneamente; al menos ellos habían
sido afortunados.
- Te pondrás bien, Todd - dijo Marc Spector, quien sabía bien que eso era
mentira.
Por toda respuesta, Todd Scott tosió, con visible dolor.
- En el fondo es... justicia. Justicia kármica, por todas las muertes que he
causado.
- Vamos, Todd...
- No, Jason. Es mi hora. Por favor, prometedme...
- Cuidaremos a tu hija, amigo - dijo Marc.
Todd negó con la cabeza.
- Gracias... pero no es eso. Prometedme... que ningún inocente volverá a
sufrir a vuestras manos. Por favor - apretó con fuerza la mano de Marc -,
PROMETEDLO.
- Lo prometo, Todd.
- Y yo, amigo.
Jason Phillip Macendale no dijo nada; era una promesa que no pensaba
cumplir, y no quería mentirle a su amigo, no en su lecho de muerte. Pocos
minutos después, tres hombres lloraban a un amigo muerto...
Tanto Marc Spector como Wade Wilson cumplieron la promesa, creando además
una cuenta bancaria a nombre de la hija de Todd, Laura, en la que ingresaban
dinero mensualmente; a su familia se le dijo que Todd trabajaba para el
gobierno de los Estados Unidos y había muerto en accidente de aviación...
Años más tarde, Marc fue el responsable de la muerte del padre de Marlene
Alraune a manos de Bushman; llevado por la doble culpa de ser el responsable
y por haber fallado a la promesa hecha a su amigo, Marc se enfrentó a
Bushman, quien le dejó por muerto en el desierto. Marc se arrastró hasta un
antiguo templo egipcio dedicado a Khonshu, el dios de la Luna y la
venganza...
- Realmente pensasteis que fue un accidente, ¿verdad? - rió Bushman -.
Tranquilo, Spector - alzó su machete sobre el cuerpo de Masacre -, en un
momento seré responsable de otra muerte.
- Sí, me matarás de aburrimiento contándome tu vida - con una rápida voltereta, Masacre se apartó de Bushman, inflingiéndole un profundo corte
por debajo de la rodilla izquierda e incorporándose después -; y yo creía que el canal de Historia era aburrido. ¡Jesús!
- ¡¡¡¿¿¿QUE DEMONIOS???!!! - gritaron todos los presentes, excepto Wade.
- Ah, ¿Que no os había hablado de mi factor de curación? Ay, tonto de mí... Ya me decía Comadreja que un día me dejaría la cabeza en casa de no tenerla
bien pegada gracias a ese poder mío sin importancia... ahora dime, Bushman: ¿En cuántos trocitos te corto por haber matado a uno de mis mejores amigos? Creía que ya sabías que el malo nunca revela que mató a los amigos del bueno si no tiene una ruta de escape. Si es que pareces tonto...
Poco a poco, Bushman fue apartándose lo mejor que su pierna herida se lo
permitía, hasta llegar al cuerpo de uno de sus mercenarios.
- No puedes matarle, Wilson.
- ¿Apuestas algo, Spector? Todd era uno de los mejores tipos que he conocido, y resulta que por culpa de esa babosa dejó una viuda y una hija indefensas. De no haber sido por nosotros...
Laura contuvo un grito de sorpresa: ahora ya sabía de dónde provenía en
realidad esa misteriosa "Pensión del Gobierno por los Servicios Prestados",
y no podía creérselo.
El Caballero Luna sujetó a Masacre por su muñeca izquierda.
- No le matarás. Masacre, no lo permitiré.
- ¿Has perdido la chaveta, Luni? Ese tipo mató a uno de los pocos hombres decentes que he conocido, y lo va a pagar.
- ¿A cuantos hombres decentes hemos matado tu y yo, Wade? ¿Cuantas viudas y
huérfanos nos maldicen cada noche antes de poder dormir? Bushman será
entregado a las autoridades competentes para pagar sus pecados.
- Interesante - dijo Bushman, y todos se volvieron hacia el. Estaba apoyado
sobre el cadáver de su esbirro, y sostenía un cinto del que colgaban varias
granadas -, quiero ver cómo me lleváis a la cárcel... en pequeños pedazos.
- No lo harás - dijo Masacre -; tú también morirías.
- Sí lo hará, Wade. Está decidido a llevarnos con él - rápidamente el
Caballero se volvió, cogió a Laura por la cintura y salió corriendo.
Bushman miraba a Masacre con una mueca burlona. Masacre no se movía.
- ¿Y bien, Wilson? ¿A qué esperas? Seguro que tus fantásticos poderes te
ayudarán a sobrevivir...
- Puede que sí y puede que no, babosa, pero quiero ver si tienes lo que hay que tener.
- En ese caso - quitó la anilla de una de las granadas -, Dios me libre de
defraudarte.
Masacre corrió hacia la salida, pero antes de irse se volvió.
- No creas que me engañas, Bushman, ni tampoco a Spector - y con esas palabras se fue.
Bushman sonrió; por supuesto que no los había engañado; a un par de metros
de donde estaba había un túnel, posiblemente una ruta de escape secreta para
los sacerdotes mayas. Sólo tenía que meterse allí y estaría a salvo de la
explosión.
Pero, en su estado, ¿llegaría a tiempo?
En cuanto Masacre salió al exterior, una tremenda explosión hizo reverberar
todo el templo.
- Ya recuerdo por qué nunca voy a ver los fuegos del 4 de Julio. ¿Todos bien?
- Sobreviviremos, Wade - dijo el Caballero -, como siempre. ¿Como estás tú,
Laura?
La joven miraba fijamente la dañada entrada al templo; no podía evitar
pensar en el gran hallazgo que había hecho, destruido ahora por un loco;
pero había otro tema en el que no podía evitar pensar...
- Mi padre... - dijo con voz ronca.
- Tu padre era un gran hombre - dijo el Caballero Luna mientras ponía sus
brazos sobre los hombros de ella -, y nunca hizo daño a quien no lo
mereciera. Sigue pensando en él como lo recuerdas... porque así es como era.
Laura asintió, y empezó a llorar en silencio; Marc miró a Masacre y vio que
él miraba fijamente a la entrada al templo.
- Está vivo. ¿Lo sabes, verdad? - Marc asintió - ¿Por qué no me dejaste matarlo? Se lo merece, y seguramente vuelva para intentar matarnos otra vez.
- Cuando eso ocurra, me encargaré de él.
- ¿Qué te pasó, Spector? Algo te cambió, ahora me he dado cuenta. Eres... distinto.
- Espero que mejor.
- Tal vez.
Durante varios minutos los únicos sonidos que se oyeron fueron la
respiración entrecortada de Laura y los sonidos de la jungla.
- Bueno - dijo Masacre mientras estiraba los brazos -, ya que ahora eres una persona mejor, supongo que me pagarás lo que me debes.
- ¿De qué hablas?
- No te hagas el tonto, tío, me debes 500 pavos.
- ¿Pero de qué...? Oh, ya recuerdo. No fue una victoria limpia y lo sabes.
- ¿Quién te mandaba emborracharte?
- No me ganaste limpiamente, Wilson.
- Oh, no llores como una nena - miró a Laura -. Lo siento, nena; vale, Spector, doble o nada a que te gano ahora, hombre a hombre, sin armas.
- Es lo más infantil...
- Si, infantil, inmaduro y ridículo, y además deberíamos volver a la civilización cuanto antes. ¿Quieres recuperar tu pasta o no?
- De acuerdo.
Y así, bajo la luna creciente, dos amigos renovaron sus vínculos, aunque al
día siguiente se despertarían llenos de moratones por todo el cuerpo...
1.- En Masacre III #3
2.- En Masacre III #4
THE END. No, no hay correo de los lectores, que esto es un especial.
Bueno, espero que os haya gustado y que algún día recupere eso que se llama
regularidad (Carlos, cállate). Nos vemos en mis colecciones habituales,
espero que pronto.