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En las frías noches en que los seres humanos nos creemos a salvo en nuestros hogares, antiguas personas convertidas en demonios nos acechan entre las sombras transformados en niebla, lobos o murciélagos. Cuando creen tenernos a su merced, un borrón de madera de teca cruza el aire girando y se clava en su corazón muerto. No es la mano divina la que les devuelve a la tumba a la que pertenecen, sino la mano de... Blade, Cazavampiros
 
Blade Cazavampiros

BLADE CAZAVAMPIROS VOL. 2 #1
Guión: Borja Suárez
Dibujo: RVG (Ravi Kamble Govind)

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Nathanie Swan siempre se saltaba la clase de gimnasia en el colegio. Ahora, mientras escapa de la mujer de la guadaña que ha venido a segar los prados de su vida, se arrepiente de ello. Lleva corriendo casi dos horas, tropezando con la espesa nieve que se amontona en su pies y le entorpece la huida mientras un murciélago de dos metros de envergadura corta el ligero viento con los ojos clavados en ella. El animal baja de vez en cuando en picado y la tira al suelo con sus poderosas patas; y luego emprende el vuelo de nuevo para dar tiempo a su presa a levantarse. La ve y piensa cuán dulce le resultará su tibia sangre en ese paradójico infierno de frío en el que se encuentran; en el que el viento azota sus cabellos castaños y hace temblar su pálida piel. De no estar muerto, el hombre que ahora habita en el vampiro sentiría deseos muy diferentes hacia esa bella creación de la naturaleza, pero lo único que alberga ahora son deseos de saciar su sed. Seguro de su supremacía, el cazador juega antes un poco con la presa.

Nathanie suda a pesar de la temperatura bajo cero y de que las lágrimas de terror se congelan en su misma mejilla antes de poder estrellarse contra el suelo. Agotada, segura de su irrevocable destino, se tira en la nieve tratando de comprender qué es el demonio que la persigue. De haberlo sabido tal vez hubiese intentado hacer un crucifijo con dos palos de madera, pero su padre era un hombre de ciencia, y la visión del mundo que le inculcó de pequeña no dejaba lugar a seres sobrenaturales más allá de toda lógica o comprensión. Por ello, sin fuerzas ya ni para luchar por su propia vida, se tira en el inmaculado tapiz del invierno y desea con todas sus fuerzas morir del mismo modo en que describen los libros: con el frío penetrando en el cuerpo hasta que un sueño invade la mente invitándote a descansar, sin dolor alguno, por toda la eternidad. No tendrá tanta suerte.

La luna se oculta y queda sumida en la más tétrica oscuridad, y el miedo la inunda aún más si cabe. Negado el sentido de la vista, no tiene más remedio que aguzar el oído. Un chirrido agudo le taladra la cabeza; el batir de alas correosas se deja sentir cerca de su cuello; el aliento fétido y descompuesto de un muerto le obstruye la nariz. Y el terror paraliza los miembros que el cansancio aún no había logrado desgastar del todo. Se recuerda a sí misma de pequeña, tapándose con la sábana hasta los ojos como si fuese blindada y pudiese salvarla de los monstruos que la visitaban en sueños. Cada sonido se transformaba en un grito agónico, y cada sombra era un esperpento esperando el momento oportuno para llevarla al inframundo.

Tal era su turbación en estos momentos que incluso en silencio tartamudeaba. Tal era su pánico que deseó morir. Y el deseo le fue concedido. Cansado de juegos y queriendo disfrutar de su trofeo, el murciélago descendió y tomó forma de hombre. La luna seguía oculta y lo único que Nathanie veía de él eran los terroríficos ojos rojos que brillaban en la oscuridad. Unos ojos que denotaban ansiedad. Unos ojos que transmitían más sentimientos de los que nadie podría describir aún poseyendo la elocuencia de un Dios.

DIBUJO 1

Tumbada en la nieve, dejó que la Parca cortase el hilo de su vida, no con unas tijeras largas, sino con unos colmillos blancos muy largos, y que en nada tenían que envidiar a la longitud del instrumento de la tercera Moira, que penetraron en su carne con extrema suavidad, casi con delicadeza. La sangre ascendió por ellos y el corazón quedó vacío de su sustancia vital. A cambio de ello, recibió una pequeña dosis de ichor que se iría multiplicando a lo largo de tres días. Cuando la luna volvió a sonreír al mundo, Nathanie tenía dos pequeños agujeros en la vena carótida, y gotas de sangre congelada adornaban su cazadora. El resto del líquido escarlata volaba dentro del vampiro, que subiendo hasta donde los fuertes vientos le permitieron, afinó la vista en busca de su próxima víctima.

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Dos días después, en Londres...

-Cincuenta y cinco..., cincuenta y...seis..., cincuenta y siete..., cincuenta y...

-Blade- dijo una voz al otro lado de la puerta-.

Blade posó las pesas y se levantó, enjugándose el sudor que caía por sus entrenados músculos con una toalla.

-Ya va, chaval- contestó mientras giraba el pomo-.

Un chico de 18 años cruzó la puerta sujetando un soplete entre las manos y fue directamente al baño para lavarse las manos, llenas de aceite y suciedad.

-Ya he acabado la Blade-señal- bromeó el chico mientras reía-. He puesto el botón junto al manillar derecho, y los cables van por dentro, así que no asoma ninguno.

Blade, aún sorprendido de lo que había cambiado su vida los tres últimos meses, proyectó la mente hacia atrás, a una noche de hacía unos treinta días en que sacaba su economía a flote tocando la trompeta en uno de los muchos bares de Londres.

Dando vida a una vieja melodía del "voz quebrada", como solía decir Blade cuando se refería a Armstrong, la barra y las sillas empezaron a llenarse. Cuando llegó la hora de cerrar, Blade bajó del escenario y guardó su trompeta en la funda.

-Deberías venir más a menudo- dijo un hombre a sus espaldas-. Esto siempre está hasta los topes cuando se corre la voz de que vas a tocar.

-Entonces terminarás cansándote de mí, porque últimamente necesito dinero para mi nuevo juguete. Una moto para hacer compañía a la trompeta.

-¡Estupendo! De momento aquí tienes por lo de hoy- respondió el hombre y le tendió un fajo de billetes-. Nos vemos la semana que viene, ¿ok?

-Claro- contestó Blade, y salió al frío de la brumosa noche londinense-.

Caminó sin rumbo fijo durante una hora, intentando buscar un momento de tranquilidad, sin saber que aquel era un placer que en el aquel momento no le sería permitido. De un callejón oscuro que estaba a su derecha se oyeron un grito y un aleteo, e instintivamente Blade se desabrochó la chaqueta a pesar de la gélida temperatura, dejando a la vista una bandolera llena de cuchillos de madera que, junto a sus eternas gafas ajustadas, formaban parte de su habitual vestuario.

A dos metros vio un hombre de espaldas, y por encima de él un vampiro en plena transformación grotesca. Y frente a ellos un chaval vestido con ropas raídas.

-Ey, nenes, mirad quién ha venido a daros las buenas noches- gritó Blade-.

El hombre se dio la vuelta, mostrando sus largos colmillos, y el recién transformado murciélago hizo alarde de lo mismo. Aprovechándose de la distracción, el chaval golpeó a uno de ellos en la espalda con todas sus fuerzas, recibiendo a cambio un fuerte golpe en la cabeza. El otro se lanzó contra Blade de un salto, con la manos estiradas para agarrarlo.

DIBUJO 2

Lanzándose también hacia delante y empalmando el movimiento con una voltereta a ras de suelo, el mata-vampiros consiguió eludir al cazador, recientemente convertido en presa, y le clavó uno de los dos cuchillos en el corazón. Sin mirar atrás para confirmar el resultado de su ataque, procedió a ajustar los dedos pulgar e índice en la afilada hoja de su otra arma, y al segundo siguiente el cuchillo se hallaba volando libre hasta que encontró la putrefacta carne del no-muerto para realizar su parada. Blade extendió una mano al chico y lo ayudó a levantarse.

-Eres fuerte- le dijo mientras miraba el morado de su ojo-.

Y allí se presentaron, al lado de dos cuerpos inertes, muertos hacía ya tiempo pero no caídos hasta entonces. El chaval le contó que era huérfano, que no había conocido a su padre y que su madre había muerto hacía un par de años, llevándose a la tumba cualquier oportunidad de flotabilidad económica para su hijo. Le contó que había tenido que dejar los estudios entonces, y que había pasado a vivir en la calle subsistiendo como podía; robando algo de comida, ganando algo de dinero tocando la trompeta en las calles...

-¿Tocas la trompeta?- preguntó Blade sorprendido-.

-Lo poco que pude aprender en la secundaria. Jazz, sobretodo.

Sorprendido por la similitudes con su propia persona y abrumado por ellas, Blade le contó también la historia de su vida, y lo acogió en su propio hogar. Al igual que Jamal Afari había hecho con él hacía ya tantos años, Blade enseñó al chico todo lo que sabía sobre la trompeta...y sobre los no-muertos. Y ahí estaban ahora. Blade haciendo pesas y Brian trabajando en una idea que había tenido para ayudarle en su caza. Blade se había sorprendido al principio de sus amplios conocimientos, y Brian le había asegurado que la mayoría de lo que sabía lo había aprendido en las bibliotecas, leyendo en un último y vano esfuerzo por subir un escalón en el escalafón social. Ahora, aquel vano esfuerzo había caído en la recién comprada moto del mata-vampiros, y Blade estaba ansioso por ver si el invento había resultado.

-Vamos a verlo, aún no me creo que hayas sido capaz de hacerlo tú sólo- le dijo saliendo de su ensoñamiento-.

-Sígueme; está en el garaje- respondió Brian, y bajaron las escaleras hasta el sótano-.

Abrió la puerta con una llave del manojo que le pendía del bolso y señaló con la mano en un ademán exagerado.

-Madames et mesieurs, ici le Blade-mobile.

-Ni siquiera has rozado la carrocería, así que ya puedes dormir sin miedo a que te estrangule- le dijo Blade pasando un dedo por la brillante superficie de la moto-. Bueno, hazme una demostración.

El chaval se subió a la moto y giró el contacto. El foco delantero se encendió, iluminando la penumbra y recortando la silueta de Blade contra la pared.

-¿Preparado?- preguntó Brian

-Dispara.

Entonces pulsó un botón pequeño y rojo al lado del manillar derecho y una placa cayó por delante del foco, dejando pasar la luz tan solo por una cruz recortada. El símbolo cristiano se posó sobre Blade, y cuando se apartó, sobre la pared blanca del fondo.

-Esto volvería loco a un colmillitos- dijo Brian-.

-Aún no puedo creer que lo hayas hecho solo. ¿Sabes? Ese Harker del que te hablé, era un genio para estas cosas. Una vez vi un coche que tenía esto mismo en los dos faros delanteros, pero el viejo Quincy los había puesto fijos, no móviles.

En respuesta a ello, Brian pulsó el botón nuevamente, y la placa se alzó dejando pasar toda la luz.

-Pues esta sube y baja todas las veces que quieras. Va conectada a la batería de la moto, no a un generador secundario, así que no hay peligro de que deje de funcionar después de usarla unas cuantas veces.

-Estupendo, en serio, es asombroso. Sí que me vas a resultar de ayuda. Oye, voy a comprar el periódico, vengo ahora mismo, ¿vale?

-Vale, yo voy arriba a picar algo. Trabajar tan temprano me da hambre.

Blade subió en ascensor hasta la planta principal y salió a la calle con la cazadora abrochada a pesar de que la temperatura no era del todo desagradable, tan solo para no exhibir sus cuchillos que pronto alarmarían a alguien. En menos de tres minutos entró en un pequeño establecimiento y ojeó las portadas. Una de ellas le llamó la atención. "imagen captada por nuestro corresponsal en Alaska" decía un texto en negrita bajo la fotografía de lo que parecía un murciélago enorme. Para los ya entrenados ojos de Blade en la materia aquella imagen se mostró clara a pesar de sus sombras y su inusual enfoque: aquello no era un murciélago gigante, sino un vampiro en plena transformación.

-Uno de estos- dijo al hombre tras el mostrador mientras empezaba a leer el texto al tiempo que le pagaba.

...de las extrañas muertes que llevan produciéndose en Alaska desde hace dos noches. De momento el número de muertes asciende a 9 en tan solo 48 horas. Según los últimos informes de la policía todos los cadáveres presentaban las misma características: punciones en el cuello y una pérdida de sangre casi total; lo que hace pensar que una misma persona ha cometido todos los asesinatos. Nuestro corresponsal en Alaska ha conseguido enviarnos varias fotografías y las impresiones del patólogo que realizó la autopsia a varios de los cuerpos pocas horas antes de que la comunicación fuese interrumpida. Lo más preocupante del caso es que estos atentados son llevados a cabo por la noche, y debido a su posición geográfica, la pequeña localidad asentada en el margen del río Yukon en la que están ocurriendo estos sucesos tiene tan solo unas cuatro horas de sol diarias, por lo que...

DIBUJO 3

Blade abrió desmesuradamente los ojos cada vez más a medida que las palabras se introducían por su retina, comprendiendo lo que estaba ocurriendo y sabiendo que él era uno de los pocos capaces de ayudar. Enrollando el periódico entre las manos echó a correr de nuevo a su apartamento.

Subió las escaleras a saltos y abrió la puerta, cerrándola de un portazo tras de sí.

-¿Qué pasa?- preguntó Brian al verlo tan acelerado-.

-Tengo que marcharme- contestó Blade mientras guardaba unas cuantas cosas en una mochila-.

-¿Qué? ¿a dónde? ¿qué ha pasado?

Blade le lanzó el periódico por toda respuesta.

Brian lo leyó con rapidez y levantó la vista.

-¿Vampiros?

-Exacto. Tengo que ir allí ahora mismo; se creen que están tratando con un simple asesino, y puede que el mismísimo Drácula...-dijo con tal velocidad que las palabras se le atropellaban , pero tras nombrar al príncipe del mal se paró en seco-.

-¿Drácula? Pensaba que estaba muerto. Tú mismo me dijiste que...

-Escucha- dijo Blade levantando el tono de voz y señalándole con el dedo-. Me obsesioné con Drácula y estuve a punto de perder la cordura, pero desde hace un tiempo he empezado a ver todo con claridad. Drácula es un vampiro, puede que el más fuerte de todos, y lo queramos o no jamás va a morir. Ese es el don del vampirismo, y su maldición: la vida eterna. Si hay muchos chupasangres en una zona concreta y matan a tantas personas a la vez solo puede significar que algún vampiro superior los está controlando. Y este en concreto parece se muy listo. En esta época del año en Alaska hay muy pocas horas de sol, lo que permite que los vampiros anden a sus anchas más tiempo del habitual, y se están aprovechando de ello. Pocos vampiros serían capaces de idear un plan así, así que no me jodas como hicieron Drake y compañía con que me estaba volviendo loco. Estuve en una institución mental porque pensaban que mis ideas me habían sorbido el seso, pero hace unos meses, justo después de mi aventura con el motorista fantasma, descubrí que tenía razón, y que lo único que debía hacer era asumir la inmortalidad de Dracu. Ellos se pensaban que me estaba volviendo paranoico, pero lo único que tenía que hacer era asumirlo. Y si tú también piensas como ellos, te daré una prueba que no podrás rechazar: soy el único que queda vivo; el resto ha muerto; Harker, Drake, Van Helsing, Hannibal, todos. Llevo sobreviviendo mucho tiempo mientras el resto moría a mi alrededor, desde el día en que me enfrenté por primera vez a Drácula en China. Jones murió, y también Strong, y Jamal; soy el único que sobrevive así que no puedo estar muy equivocado. ¿Entendido?

-Completamente- contestó Brian con un rostro inmutable y falto de expresión-. Quiero acompañarte.

-¡¿Estas loco?!

-Tanto como tú- contestó con sequedad, y ante ello Blade no supo qué contestar-. No puedes prohibirme ir allí, así que elige si estaré más seguro luchando a tu lado o por mi cuenta.

Después de que Brian terminase de hablar, la habitación se sumió en un silencio espeso como un banco de niebla durante varios segundos, tras lo cual Blade abrió la boca.

-Coge una mochila con lo indispensable para unos días y baja al garaje. Te espero allí. Sí en cinco minutos no te veo venir, arranco.

Brian se dio la vuelta con celeridad sin decir nada y preparó una pequeña mochila, tras lo cual bajó y se encontró a Blade ya subido en la moto y con el casco puesto.

-Ponte este otro casco y sube. Tenemos que ir al aeropuerto a todo gas , aunque va a ser imposible que lleguemos a Alaska antes de que hayan pasado tres días desde las primeros "asesinatos" y los muertos comiencen a levantarse de sus tumbas.

Brian se subió mientras asentía y se agarró a la cintura del caza vampiros.

DIBUJO 4

-Estoy listo.

-Pues vamos- terminó diciendo Blade-.

Luego se bajó el cristal del casco y arrancó la moto, ahogando con el rugido del motor el trino de los pocos pájaros que volaban tranquilamente por el cielo sin ningún augurio de la maldad que en unas horas iba a despertar.

Mientras la motocicleta quemaba ruedas en el asfalto, Blade pensaba en todo lo que acababa de decir, repitiéndose que tenía razón y que ahora era dueño de sus pensamientos, correctos y realistas, que le habían permitido sobrevivir a todos sus amigos. Y más que una suerte, pensó también, tal vez sea mi propia maldición;...la maldición de un medio vampiro: no vivir eternamente pero si más que las personas a las que aprecias.

Horas más tarde, los dos personajes se encontraban en un avión de pasajeros, rumbo, según palabras del caza vampiros, al Infierno sin llamas.

-No podremos usar la moto- dijo Brian-. La hemos tenido que dejar en el aparcamiento del aeropuerto. Justo ahora que la había terminado...

-No importa- le cortó Blade-. Llevo muchos años practicando la caza del dientes largos y hasta ahora no me ha hecho falta más que mis cuchillos. Suerte que son de madera, o no habría podido pasarlos por los detectores.

-¿Cuántos llevas?

-En la maleta muchos.

-¿Llevas alguno aquí?- preguntó el chico, sorprendido-.

-Me siento desnudo sin un cuchillo de madera- dijo, y abrió su chaqueta un poco, mostrando un pequeño puñal-. El dragón suele aparecer en los momentos más inoportunos.

-¿El dragón?

-Es lo que significa Dracul; pero no quiero volver a sacar este tema- contestó Blade girando la cabeza al lado contrario-.

-Vale, vale, no dije nada, yo ni siquiera sé de qué va todo eso que me contaste antes- se quejó Brian levantando ambas manso en ademán de inocencia-.

La respuesta de Blade ante esto tan solo fue el silencio.

Por favor, abróchense los cinturones. Aterrizaremos en cinco minutos- dijo un voz femenina por los altavoces en varios idiomas, tras lo cual unas lucecitas rojas se encendieron por todo el avión mostrando la silueta de una persona con el cinturón puesto.

-Chaval, llegó la hora- dijo Blade retomando la palabra y mirando su reloj de pulsera-. Tendremos que alquilar un coche para llegar hasta el pueblo, aunque no está muy lejos. De todas formas llegaremos antes de que el sol se oculte y tendremos tiempo a prepararnos, porque en cuanto oscurezca despertarán las primeras víctimas y se sumarán a los vampiros que los han matado.

Los ruidos de la salida de los flaps y el tren de aterrizaje anunciaron el final del viaje. Los pasajeros bajaron del avió por al escalerilla acoplada y se dirigieron al recinto del aeropuerto. Blade y Brian fueron al mostrador de alquiler de coches, donde se les entregó un Ford a cambio de varios billetes de pago por adelantado. De las mochilas sacaron cazadoras gruesas y esperaron a que el hombre revisase las cadenas de las ruedas.

-Está listo- les dijo-. Tengan cuidado con la carretera, que esta nieve es muy traicionera.

Blade se puso al volante y arrancó. El coche avanzó lentamente hasta la salida del aeropuerto dejando marcas de neumáticos en la nieve que caía lentamente del cielo.

-¿A cuánto está el pueblo?- preguntó Brian-.

-A veinte minutos, aunque tampoco podemos apurarnos si queremos llegar enteros- contestó Blade mientras encendía la calefacción del automóvil-.

Hicieron el trayecto en silencio, Blade atento a la carretera y Brian mirando por la ventanilla el extenso paisaje albino que dominaba hasta la línea del horizonte, visible hacia el norte falto de montañas. Los Montes Brooks, coronados de plata y espesa niebla, se erigían a su derecha, apuntando al cielo con su lanza medieval de piedra y hielo, como amenazando a las nubes, enemigas de un reino diferente. De no ser por ellas, la zona en que se encontraban sería una tierra de nieve eterna, como ocurría en los pueblos que se encontraban detrás, pues los Brooks paraban los fríos vientos del océano glacial ártico, tan solo resistibles por los caribúes y algunas decenas de personas en cuyos cuerpos eran sempiternas las cazadoras de piel como si formasen parte de ellos. Y si no fuese por los sistemas de radar de Canadá, tan importantes en los temas de defensa, los rebaños de caribúes podrían proclamarse reyes supremos y únicos habitantes de esa zona.

Rodeados del confortable calor del Ford, el dúo caza vampiros decidió encender la radio para hacer frente a la desesperada lentitud de avance, a pesar de que el tráfico a esa zona era nulo debido a las noticias de los "asesinatos"

Blade giró el dial buscando algo interesante y sonrió al recordar la "emisora oso", de un programa de televisión que solía ver cuando tenía los años de Brian.

-Queda menos de una hora de sol.

-Ya lo sé. No había calculado el retraso por culpa del tiempo. No sé por qué coño te dejé venir.

-Porque si no hubiese venido yo solo- puntualizó Brian-. Y no me vas a dejar en el coche cuando lleguemos. Pienso salir a fuera contigo y...

-Por supuesto que no te voy a dejar en el coche- aseguró Blade-. Serías mejor presa que un conejo cojo. Estarás más seguro en un espacio abierto en donde puedas correr. Coge uno de mis cuchillos de la mochila de atrás y tenlo siempre contigo, ¿entendido?

-Sí.

-Tienes la piel levantada en el cuello- dijo Blade después de haber desviado la vista un momento de la carretera para dedicarle una mirada severa-. ¿Qué te ha pasado?

Bryan se miró en el espejo del parasol y se llevó la mano al cuello con gesto nervioso.

-Me habré rozado con algo- mintió mientras abría la bolsa y cogía un cuchillo de madre tan afilado como el mejor puñal de metal-. ¿Los haces tú?- preguntó luego para desviar la conversación-.

-Sí. Nunca podría haberle agradecido a Jones lo suficiente el haberme enseñado a fabricarlos.

-¿Es es el que...?

-El que murió, sí, o al menos uno de los muchos que lo hicieron a manos de Drácula después de aquella noche en Roma.

El coche trastabilló un poco al superar un pequeño bordillo en un cambio de carretera. Ahora iban por un camino más estrecho, directamente al pueblo, con el pueblo Yukon a su derecha. A lo lejos se divisaba una polvareda. En menos de tres minutos la nube de arena pasó al lado de ellos a velocidad inusitadamente alta, envolviendo en su interior un coche rojo que los obligó a apartarse al arcén bruscamente.

-¡Mierda!- gritó Blade intentando controlar inútilmente su propio vehículo, cuyas ruedas del lado rececho quedaron atascadas en el pequeño desnivel del margen de la carretera-. ¡Joder! Si no nos apartamos nos lleva por delante el muy...

-¿Puedes sacarlo?- preguntó Brian-.

En respuesta, Blade pisó el acelerador, pero el coche, al tener las dos ruedas hundidas en una mezcla de barro, nieve y agua, se quedó en el sitio gimiendo con su voz mecánica.

-¡Mierda, mierda!- repitió Blade pegando un golpe al volante-.

A continuación se bajó y contempló la rueda atascada.

-Brian, baja y empuja, tenemos que salir de aquí ya.

Brian obedeció, pero el coche seguía resistiéndose a pesar de que Blade aceleraba al mismo tiempo. Volvió a bajarse del coche e intentó otra cosa.

-Ayúdame a buscar piedras para poner debajo de la rueda- dijo mirando el reloj con resignación-.

De las pocas que pudieron desenterrar de la nieve, Brian las colocó delante de la rueda encallada, y Blade intentó levantar el coche para poner algunas debajo, pero la masa de hierro y plástico se quedó en su sitio.

-No vamos a llegar antes de que anochezca- suspiró mientras colocaba una piedra más-. Voy a volver a intentarlo, Brian, empuja otra vez.

El coche hizo amago de quedarse quieto por tercera vez, pero finalmente salió del desnivel.

-Sube, corre, acabamos de perder quince minutos con esto.

-¿Quién crees que era?- preguntó Brian una vez en su asiento-.

-Alguno del pueblo que no se ha dejado paralizar por el terror y ha salido pitando.

A la derecha, el sol estaba ya zambulléndose en los picos de las montañas, dejando entrever tan solo media cara, que asemejaba a una naranja mordida tanto en forma como en color, un rojo mortecino y apagado, heraldo de una noche fría...y posiblemente mortal.

Blade apretó el acelerador, olvidándose de la advertencia del hombre que le había alquilado el Ford, y las ruedas derraparon sobre el blanco merengue de la naturaleza para luego impulsarlos a mayor velocidad. Por suerte, la carretera era recta prácticamente en su totalidad. Salieron como alma que lleva el diablo, a diferencia de que ellos iban en su encuentro y no con él, y a medida que avanzaban, también lo hacía el disco de oro que aporta en los humanos los momentos de relativa calma y felicidad. Como si de una película se tratara, lo vieron descender a cámara lenta, ir desapareciendo y matando con su huida la luz. El coche avanzaba a toda velocidad, y el sol lo hacía despacio pero impasible. El tiempo no perdonaba. El único consuelo de Blade era saber que el primer despertar era siempre dificultoso, y que tal vez aún estuviesen a tiempo.

Entraron en el pueblo sin aminorar la velocidad y Blade giró con precisión en un par de calles para llegar hasta la pequeña clínica, que había localizado gracias a un mapa del lugar y memorizado con detalle para poder llegar a ella con rapidez. Las calles estaban desiertas, todos los habitantes encerrados en sus casas. Todos oyeron los ruidos del Ford atravesando las resbaladizas calles, pero nadie se atrevió siquiera a entornar una cortina. Cuando divisó el edificio a lo lejos, con una crucecita roja encima de su puerta, Blade pisó el freno, y con las ruedas bloqueadas el automóvil se deslizó por la inercia hasta detenerse en el lugar exacto.

-Coge dos cuchillos y sígueme- gritó Blade, envuelto por la reciente oscuridad-.

Brian obedeció. Blade aguzó el oído: no, no había gritos. Aguzó la vista: no, no había ventana rotas. Aguzó el olfato: sí, el olor de la putrefacción viciaba el purísimo aire invernal. Se desabrochó su cazadora y la bandolera con seis cuchillos de madera apareció. Otro más estaba ya empuñado por su mano. Entraron por la puerta principal y Brian siguió al decidido caza vampiros, que avanzaba con soltura tras haber estudiado los carteles de información que colgaban del techo. La morgue estaba en el sótano, como era común. Bajaron las escaleras sin mediar palabra, pero sin un silencio tan espeso como el que les había envuelto en el coche. Esta vez estaban atentos y eran conscientes de cada mínimo sonido que se producía: sus pisadas lentas y firmes, la nieve cayendo del tejado y estrellándose contra el suelo, el gemir del viento. Blade abrió la puerta del depósito y observó las diversas camillas de acero que se apostaban a los lados de la sala. Al fondo, una puerta y una rampa que conectaba con la primera planta.

-Hay doce muertos y tenemos tan solo nueve cuchillos- advirtió Blade-.

-Habrá que cortarles el cuello a tres- dijo Brian-.

-¿Con qué?

-Aquí se realizan autopsias. Tienen que tener alguna sierra quirúrgica.

-Búscala mientras me encargo del resto. ¡Rápido!

Brian empezó a abrir cajones y armaritos, y Blade se acercó a la primera camilla. Retiró la sábana y descubrió el cadáver de una mujer de unos veintipocos. En otro tiempo, Blade se hubiese parado a pensar en lo cabrones que eran los vampiros que la habían convertido, en la crueldad que suponía el que ocurriese eso, en la tristeza de una vida perdida, la injusticia, la muerte de un ser tan bello. En otro tiempo Blade se habría detenido un segundo a cavilar filosóficamente, pero después de muchos años matando vampiros había llegado a comprender que lamentarse no producía ningún tipo de ganancia, que no valía la pena. Por ello, nada más ver la cara demacrada ya por los rasgos de la condenación eterna, no dudó un segundo antes de bajar el cuchillo y clavarlo directamente en su corazón inundado de ichor en vez de sangre fresca, eludiendo gracias a la experiencia las costillas y proporcionando así a la víctima la paz del descanso de un solo golpe. Dejando el cuchillo donde lo había clavado, se acercó a la siguiente camilla. Tiró de la sábana y unos ojos amarillos le saludaron. La maléfica sonrisa brotó sin rasgos de rigor mortis y los colmillos sedientos de su primer trago se mostraron acompañados de un siseo viperino. Blade clavó el cuchillo con la misma precisión que antes, sin dejarse impresionar por la terrorífica escena. Cuando se dio la vuelta los diez muertos restantes resucitaron. Se levantaron torpemente de sus lechos, despertando con lentitud debido a que este era su primer amanecer nocturno de vampirismo. Eso dio tiempo suficiente para que Blade clavase otro cuchillo antes de que el vampiro más cercano acabara de levantarse. Sacó un cuchillo más de su funda y se acercó al siguiente, otra mujer. Lo clavó en el mismo momento en que esta se incorporaba, y por ello la madera rozó ligeramente una costilla antes de penetrar del todo. Brian, que se encontraba detrás de las camillas y por tanto fuera del campo de visión de los recién estrenados chupa sangre, clavó uno de sus dos cuchillos por la espalda al colmillos que tenía más cerca. Los siete que quedaban ya estaban en plena posesión de sus nuevas facultades, y aunque su inteligencia era escasa, les fue suficiente para darse cuenta de que eran superiores en número. Por ello, sin dudar un instante, se abalanzaron sobre lo dos hombres que tenían en frente. Como tantas otras veces ocurre en la naturaleza, el cazador se convirtió en presa.

-Brian- gritó Blade al mismo tiempo que lanzaba un puñal al aire en dirección a su compañero, al ver que este tenía una sola arma con que defenderse-.

El afilado instrumento de madera describió una parábola por encima de las cabezas de los vampiros y se quedó una milésima de segundo suspendido en el aire antes de volver a bajar, temeroso de desafiar a Newton y a sus leyes.

Brian lo cogió con una mano.

-Ey, nenes, soy todo vuestro- les incitó el caza vampiros para atraer su atención, acompañando el seguro tono de su voz con un amenazante movimiento de muñeca-.

Cuando la distracción surtió efecto, Brian se deslizó desde detrás de las camillas y se puso al lado de Blade.

-Sal al pasillo y coge el hacha que hay al lado de la manguera contra incendios- le dijo sin quitar la vista de encima a sus siete atacantes-.

Cuando Brian hubo obedecido, Blade deslizó los dedos índice y corazón a lo largo del filo de otro cuchillo y opuso el pulgar lentamente al otro lado para sujetarlo. Mientras sus dedos recorrían la tersa superficie de la madera, sopesando el centro de gravedad del cuchillo para lanzarlo adecuadamente, uno de los vampiros se abalanzó sobre él. Antes de que este hubiese avanzado medio metro en su salto, el cuchillo voló raudo directo a su pecho. Brian entró con el hacha entre las manos y a un gesto de Blade comprendió lo que debía hacer. Lo levantó por encima de su cabeza y arremetió contra el cuello del no-muerto recién vencido. Un segundo golpe terminó el trabajo, y el cráneo rodó hasta quedar de lado, separado de su cuerpo. Blade recuperó el cuchillo, sin miedo de que al quitarlo el vampiro resucitase al hacerlo. Cortó el contacto visual momentáneamente con los cazadores de hombres y entonces uno se lanzó contra él. Le agarró los brazos con férrea sujeción y se acercó a su cara lentamente. Brian, le clavó un cuchillo por la espalda, como había hecho antes, y Blade se liberó del peso inerte. Antes de tener tiempo para reaccionar, se vieron rodeados de los cinco vampiros que aún restaban en pie. Algo hizo clic en la cabeza del mata vampiros: allí había solamente cuatro tipejos con urgente necesidad de ortodoncia. ¿Dónde estaba el otro hijo de p...?

Sintió un golpe en la nuca, y luego el mundo tornándose blanco ante él. Las cuatro figuras se transformaron en sombras. Todo se volvió gris.

DIBUJO 5

Antes de quedar sumido en las tinieblas, pudo ver cómo uno de los vampiros que sujetaban a Brian empezaba a clavar sus colmillos en la joven piel. Un chillido, que supuso, era el último vestigio de vida de su compañero, fue lo último que recibió de la realidad antes de caer en la negra red de la inconsciencia. Pero antes de precipitarse en ese vacío de la mente, un pensamiento hizo vibrar sus neuronas: vampiros; tan imprevisibles como una melodía de jazz.

Continuará...

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Dado que este es el primer número de la serie, he decidido que sea también un número especial, un poco más largo de lo que será habitual y con una pequeña historia de complemento. Se trata de un pequeño relato de terror que me contaron hace algunos años. Yo lo oí en inglés y a la luz de dos velas que recortaban sombras oscuras contra las paredes, pero os aseguro que leída no pierde un ápice de su jugo. Si queréis, podéis leerla a oscuras en mitad de la noche, cuando todo los sonidos parecen el arrastrar de cadenas del socio de Ebenezer Scrooge....; pero no me hago responsable de los posibles ataques cardiacos.

La historia se titula, simplemente: TIP

La leyenda comienza en la parte media de un monte rodeado por bosque de denso y verde follaje, en el interior del cual descansa una casa vieja de madera en dónde, de una familia de tres miembros, tan solo quedan la hija y su perro. Lo que en esa cabaña aconteció, pasó hace ya bastantes años, a mediados del siglo XX. Una noche, mientras la hija, que se llamaba Sara, preparaba la cena con la radio sonando como único medio de entretenimiento, un ruidito de estática en el aparato hizo que una corriente gélida como las entrañas de la muerte le recorriese cada palmo de la espina dorsal, haciéndola consciente de cada una de las vértebras de su espalda.

"Interrumpimos la programación para avisarles de que un enfermo mental se ha escapado de la institución psiquiátrica Freud. Dada la naturaleza de su trastorno psicológico; una esquizofrenia de alto grado, según palabras de sus médicos; aconsejamos que cierren puertas y ventanas y no abran la puerta a nadie desconocido. Si ven, oyen o sospechan algo en relación a esto, por favor, llame a la policía lo antes posible para que puedan entregar al paciente antes de que cause daños a él mismo o a otras personas"

Sara intentó hacer caso omiso de aquel mensaje, pues solo de pensar en él ya se le oprimía el pecho. Permaneció despierta gran parte de la noche, atenta a cualquier ruido ajeno al viento rolando entre las ramas de los árboles, pero llegó un momento en que su cuerpo no pudo aguantar más.

Llamó a su perro y se acostó en la cama, cerrando la puerta de su habitación a pesar de que no era su costumbre.

-Ven aquí, pequeñín, ponte a los pies de la cama, ¿vale?

Con su fiel can al lado, el miedo pareció remitir ligeramente, y Sara apagó la luz y luego cerró los ojos. Se durmió en apenas unos minutos, pero apenas había comenzado a conciliar el sueño, un ruido espantoso la hizo sobresaltarse. Instintivamente bajo la mano hasta el suelo y entonces notó los lametones del perro, consolándola en la oscuridad. Una tormenta rugía fuera de la casa, y un trueno espantoso era lo que la había despertado. Las gotas de lluvia golpeaban el tejado con fuerza, produciendo un sonido inquietante e intenso: tip tip tip tip tip...Sara bajó la mano una vez más. Los lametones del perro la recibieron tan húmedos como antes, y en medio de la negrura, segura de que su can era el mejor defensor en caso de peligro, volvió a cerrar los ojos. Pasaron varias horas antes de que la inquietud hiciese despertar a la mujer por segunda vez. Pero esta vez no había tormenta...tampoco se oía lluvia en el techo...el viento no se movía. Sin embargo, el sonido inquietante persistía, y parecía llegar de dentro de la casa. Tip...tip...tip...tip...tip...

Sara hizo descender la mano y la sacó de entre las sábana. Slurm slurm slurm. Los chupetones que aseguraban el estaba salvo seguían allí. El ruido se detuvo y Sara volvió a dormir. El reloj continuó su camino imposible, haciendo correr las agujas siempre en el mismo sentido y siempre en la misma velocidad, matando segundos viejos y trayendo a la vida segundos nuevos. Todo ello en el más completo silencio, hasta que la mujer se despertó por tercera vez con un grito ahogado obstruyéndole a garganta. Allí estaba el sonido. Tip...tip...tip...tip...tip..tip. Bajó la mano. Slurm slurm slurm. No pasa nada, se dijo a sí misma después de notar en la manos la lengua caliente y mojada. Y el sonido cesó. Segundos viejos murieron; segundos nuevos nacieron. Segundos crecieron en minutos y minutos se transformaron en horas. Y las horas se tornaron pesadillas y la mujer despertó por cuarta vez. Tip...tip...tip...tip...tip...tip...tip...tip...El sondo no cesaba esta vez. La estaba volviendo loca. Su imaginación se soltó de las cuerdas de la realidad y empezó a viajar por la tierra de los sueños grises. No se atrevía a levantarse para comprobar la procedencia del ruido, pero tampoco podía quedarse quieta todo lo que quedaba de noche o terminaría muriéndose de puro terror. Temblando, sacó la mano de entre las sábanas. La extendió hacia abajo. La movió a los lados. Los lametones no hacían acto de presencia, y el corazón de Sara se encogió como los huesos humanos en medio del fuego del infierno. Reunió el valor suficiente para levantarse y encender la luz de su cuarto. Pulsó el interruptor varias veces sin resultado alguno. Se acercó en tinieblas a su mesita y sacó una vela. La prendió. Caminó hasta la puerta y las tablas de madera del suelo crujieron a su pasar. Por encima de ella, el sonido inquietante.

Tip...tip...tip...tip...tip...

Abrió la puerta con un chirrido de bisagras y aguzó el oído. Tip...tip...tip...tip..tip...

Venía del baño. Posó la mano sobre el pomo y giró lentamente. Otro chirrido. El sonido se intensificó: Tip...tip...tip...tip...tip...tip...

Con la vela en alto corrió la cortina de la ducha, que parecía ser el lugar en donde se originaba el ruido. Sus ojos se abrieron con desmesura y la respiración se cortó en medio de una exhalación. El corazón se detuvo durante un segundo y las tripas se le revolvieron al ver la terrorífica imagen que se reflejaba en sus retinas. Su perro colgaba en lo alto, empalado de costado a costado por la propia ducha. La sangre del animal serpenteaba formando riachuelos en su pelo, y luego caía en la bañera chocando con el metal. Tip...tip...tip...tip...tip...

A su espalda, un ruido la hizo volverse. En el cristal que estaba encima del lavamanos había unas manchas rojas oscuras. Acercando la vela pudo verlo con más claridad: letras deformes por el lento deslizarse de la sangre en el espejo que formaban palabras apenas legibles. Forzando la vista, Sara pudo ver el aterrador mensaje: LOS ASESINOS . . . también sabemos LAMER.

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EL TUGURIO DEL SOHO LONDINENSE

Dirigid vuestras cartas a: movidamuyjarta@hotmail.com

Poniendo en el asunto: el tugurio del Soho Londinense.

Como suele ser costumbre en el primer número de cada serie para que el interés por ella no decaiga, termino este primer capítulo dejándolo en suspensión. Ojalá que a todos os haya gustado. Espero vuestra impresiones, críticas (si son buenas, mejor) y talones firmados con muchos, muchos ceros detrás de la primera cifra, aquí, en el tugurio del Soho londinense.

Si alguien quiere aportar su colaboración dibujando algunas viñetas en número próximos, que escriba también con alguna muestra de su trabajo.

Por cierto, ¿qué os ha parecido la historia de complemento? ¿Alguien la conocía ya?

 
 
   
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