ASOMBROSO SPIDER-MAN #438
Quien siembra vientos...
Guión:
Ben Reilly
PORTADA: Torbellino ataca a Spiderman, quien salta a su alrededor esquivando fácilmente sus ataques.
Arnie Watkins trabajaba en la construcción, como cada día desde hacía más
de 20 años; no era un mal trabajo y le permitía pagarse sus vicios y llevar
un buen sueldo a su familia. De hecho su mujer y él llevaban una vida más
desahogada desde que su hija Rosie se casó y se marchó de casa, aunque aún
la echaba de menos.
Subido en el piso 15, realizando algunos ajustes, estaba ensimismado
pensando en que se acercaba su aniversario y en que, como suele pasarnos a
todos, aún no había comprado nada para su mujer; así que no se dio cuenta de
lo que se le venía encima hasta que fue demasiado tarde.
Un viento huracanado pasó muy cerca del edificio, haciendo que Arnie se
tambalease y tropezase, cayendo al vacío; por un momento se asustó, pero en
seguida recordó que llevaba puesto un cinturón de seguridad que le unía a
una viga mediante un resistente cable, con lo que se tranquilizó un poco.
Tanto como es posible cuando te estás cayendo de un piso 15, claro.
Un chasquido hizo que su sangre se congelase al darse cuenta de que el
cinturón se había roto; la constructora para la que trabajaba había estado
recortando gastos, lo sabía, pero no hubiese subido ahí arriba por nada del
mundo de haber sospechado que uno de los recortes iba a ser en seguridad.
Dicen que cuando vas a morir tu vida entera desfila ante tus ojos; también
hay quien dice -poca gente- que mueres antes del golpe. Mientras el suelo se
acercaba a Arnie a toda velocidad, el único pensamiento que pasó por su
mente fue su mujer y lo sola que se iba a quedar.
Gritó durante toda la caída.
De repente una mano le cogió por el brazo y Arnie sintió que su caída se
aminoraba y cambiaba de ángulo -aún así no dejó de gritar-. Abrió los ojos
para encontrarse cara a cara con el Asombroso Spiderman.
-No es por hacerme el listo, amigo -dijo Spiderman mientras se pegaba a una
pared y empezaba a bajar, sin soltar a Arnie en ningún momento-, pero si
quieres hacer puenting en ciudad deberías invertir un poco más de pasta en
el equipo o cambiar de tienda.
Arnie no dijo nada, sólo miraba fijamente al trepamuros; durante años había
leído sobre él en el Daily Bugle, que afirmaba que era una amenaza
peligrosa.
En ese momento Arnie hubiese obligado a su hija a que aceptase a esa
amenaza como padrino de sus futuros nietos.
-G-gracias -tartamudeó cuando Spiderman le dejó en tierra.
-No hay de qué. No pareces torpe; ¿Cómo es que te caíste?
El obrero le contó lo que le había pasado.
-¿Y dices que ese extraño viento iba en aquella dirección? -preguntó el
héroe.
-Sí, eso es. Oye, Spiderman, acabas de salvarme la vida. Si hay algo que
pueda hacer...
-Ya lo has hecho, colega -Spiderman dio un enorme salto al tiempo que
extendía el brazo derecho; un fino hilo de telaraña brotó de su muñeca,
fijándose en uno de loos edificios adyacentes; balanceándose, repitió la
operación con el otro brazo, desplazándose por las calles de esa forma a la
que los neoyorquinos estaban ya tan acostumbrados -¡Cuídate!
-¡Cuídate, Spiderman! -gritó Arnie con gran júbilo, preguntándose si el
lanzarredes le habría oído y si a su mujer le gustaría un busto de Spiderman
como regalo de aniversario...
Los cuerpos de los guardias jurados que custodiaban el banco reposaban
inertes en el suelo; consecuencia de enfrentarse a la peligrosa fuerza de la
naturaleza que era David Cannon, Torbellino.
-Bien, nena, dame la pasta -dijo tranquilamente a la aterrada cajera que
sostenía dos sacos llenos de dinero.
-Vaya, Torbi, no sabía que te molase Jerry McGuire...
-¿Quién? -cuando Torbellino se volvió para ver quién le había hablado, una
sustancia pegajosa le tapó los ojos del casco, y segundos después un
tremendo golpe le arrojó contra la pared.
-...Personalmente creo que la mejor peli del Cruise hasta ahora es
Entrevista con el vampiro -concluyó Spiderman.
Furioso, Torbellino desgarró frenéticamente la telaraña con las cuchillas
que llevaba en sus muñequeras y se puso en pie. Spiderman estaba frente a
él, tranquilamente apoyado contra una pared.
-Lárgate, insecto, o te aplasto de un zapatazo -Torbellino se abalanzó sobre
Spiderman, quien esquivó con un grácil salto.
-Normalmente te aclararía la distinción entre insecto y arácnido, pero por
esta vez me conformo con darte la razón en canto al tamaño de tus
pies -respondió.
Interludio 1.
El viejo almacén había estado abandonado durante varios años, hasta que fue
comprado por un ex-mercenario llamado Jasón Phillip Macendale, quien lo
utilizó para esconder buena parte del equipo que utilizaba cuando se hacía
llamar Jack O'Lantern, y más tarde, el Duende.
Esa noche, el hombre que se había apropiado de todo aquel material sonreía,
pensando en lo irónico de la situación, pensando en cómo la historia tiende
a repetirse, si bien en esa ocasión las circunstancias eran distintas. ¿O no
lo eran en realidad?
Sonriendo aún se colocó la máscara amarillenta y echó la capucha hacia
adelante, convirtiéndose en el Duende.
El nuevo Duende cogió el patín volador en forma e murciélago que descansaba
sobre una polvorienta mesa y lo colocó en el suelo; acto seguido se puso en
pie sobre el patín y los cierres de seguridad sujetaron sus pies, con los
que activó los pedales y el motor del Duendeslizador se puso en marcha; el
Duende experimentó una descarga de adrenalina al elevarse por el aire a gran
velocidad.
Maniobrando con precaución para no estrellarse contra el techo o las
paredes -aún no dominaba muy bien el aparato-, volvió su atención hacia
abajo, hacia los maniquíes que le servirían para practicar su puntería.
Varios rayos de energía surgieron de sus guantes para impactar en los
muñecos; el prematuro grito de júbilo que brotó de su garganta se
interrumpió al darse cuenta de que sólo había acertado a cuatro maniquíes.
Cuatro de diez. Aun le faltaba mucha práctica. Molesto, abrió su bolsa y
sacó una de las pequeñas bombas en forma de calabaza de Halloween y la
arrojó hacia los muñecos, destrozando a otros cuatro con la explosión. El
hombre sonrió. No tendría buena puntería pero se las apañaba bien con las
bombas, y aún le quedaba mucho equipo por probar. No obstante tenía que
practicar más: el tema de la puntería era crucial.
Con un vuelo casi rasante decapitó a los dos maniquíes restantes con las
alas del planeador -lo hizo casi por casualidad, tenía que admitirlo, pero
le había quedado muy bien-. Estalló en carcajadas.
-Pronto, muy pronto, el Duende surcará los cielos de nuevo -dijo.
Fin del interludio.
Una vez más Torbellino acometió hacia Spiderman, quien se dio cuenta de que
había una persona inocente detrás e él.
-Adelante, trepamuros, apártate y me cargo a ese pavo -rió Torbellino.
Spiderman saltó, pero hacia atrás, cogiendo al hombre que estaba tras él
por el cuello de la chaqueta y apartándolo de la trayectoria mortal del
villano, quien no obstante se las apañó para rozar el costado de Spiderman
con una de sus cuchillas.
-¡Ey, más cuidado! -exclamó el lanzarredes- ¿Tú sabes cómo se pone mi mujer
cada vez que tiene que remendarme el traje?
"Imbécil, imbécil, imbécil", pensaba Peter para sí mismo. "Podías haberle
detenido rápidamente, pero tenías que lucirte. REALMENTE no quiero ni pensar
cómo se va a poner MJ".
Torbellino hizo caso omiso del comentario de Spiderman y salió disparado
del banco, consciente de que cuanto más tiempo perdiese luchando con el
lanzarredes más fácil sería que llegase la policía.
-¡Mándame la factura del traje, primo! -gritó.
Spiderman salió rápidamente a la calle en pos del villano.
-Eh, ventoleras, que no me has dado tu teléfono. Mira que luego me tengo que
coer la factura.
"Así no le atraparé en la vida", pensó Spiderman mientras se balanceaba de
edificio en edificio, justo detrás de Torbellino. "El tipo este es más
rápido que yo; necesito darme impulso".
Se posó en una azotea y lanzó sendas telarañas a dos chimeneas cercanas,
formando un improvisado tirachinas gigante; se colocó en el centro y se
impulsó hacia atrás, tensando las telarañas al máximo, momento en que dejó
de hacer fuerza y se dejó lanzar por los aires en dirección a su enemigo, al
que aún no había perdido de vista.
-¡¡¡YUUUUUUUJUUUUUUUUUU!!! -gritó Spiderman jovialmente mientras se dirigía
hacia Torbellino, el cual alucinaba. ¿El trepamuros podía volar? Había oído
rumores hace tiempo, pero...
-Caray, Ventosidades, que prisas por marcharte de la fiesta, ni que me
cantasen los sobacos -tan fuerte era el impulso que Spiderman se había dado
que adelantó a Torbellino. Utilizó una telaraña para cambiar la dirección de
su impulso y abalanzarse sobre su enemigo, pero éste, que estaba más
acostumbrado a los combates aéreos, lo esquivó.
-Ya me tienes harto, bicho -le dijo al superhéroe, que se había posado
tranquilamente sobre un depósito de agua-. Voy a acabar contigo de una vez
por todas.
-Pero, ¿Por qué? ¿No te caigo bien? ¿Es acaso porque tengo acné
juvenil? -replicó Spiderman, que no se movió ni un ápice de donde estaba.
-Tú quédate ahí, que ahora te lo explico -decía Torbellino mientras se
dirigía a toda velocidad hacia Spiderman, sonriendo sádicamente-. Ni sueñes
con intentar esquivarme; tengo todas tus posibilidades de huida cubiertas.
Spiderman lanzó una carcajada.
-¿Esquivarte?¿Para qué?¿Es que no lees el Bugle?
-¿Te refieres a ese pasquín inmundo donde dicen que eres una amenaza? -se
burló el villano, que ya estaba a menos de tres metros de Spiderman.
-Sí, por supuesto, y donde dicen que tengo -el puñetazo que le propinó
Spiderman resonó por toda la manzana, lo mismo que el estruendo que causó
Torbellino al estamparse contra un muro y quedarse ahí empotrado,
inconsciente- la fuerza y agilidad proporcional de un araña radioactiva,
perdedor.
Interludio 2.
Las máquinas seguían funcionando, sin ayuda humana, como llevaban haciendo
desde hacía varios meses, todas programadas para una única función: salvar
al vida del hombre dentro del tubo regenerativo.
El hombre tenía sueños intranquilos, pesadillas sobre seres queridos
perdidos y demonios con la cara verde; pero a pesar de lo placenteros o
violentos que pudiesen ser dichos sueños, el hombre no conseguía despertar,
debido a las drogas que se le suministraban a diario y que le mantenían en
letargo.
En ocasiones el hombre medio despertaba, y se preguntaba dónde estaba, y si
su hermano estaría bien. Fugaces momentos de consciencia extinguidos casi de
inmediato por un nuevo flujo de calmantes, que le hacían sumirse en la
oscuridad al tiempo que experimentaba una desagradable sensación de dêja vu.
Y sobre toda la maquinaria, un inmenso monitor mostraba el siguiente
mensaje:
ESTADO DEL PACIENTE: ESTABLE, 90% DE LOS TEJIDOS LIMPIOS.
TIEMPO PARA EL FINAL DEL TRATAMIENTO:
15 DÍAS, HORAS: 3:37:15
Fin del interludio 2.
Era tarde cuando Peter Parker entró en su casa; Mary Jane estaba apoyada
sobre la cuna de May. Cuando se volvió, Peter vio que había estado llorando.
-Mary Jane...
-¡Oh, Dios, Peter, estás herido! -gritó ella al ver la herida que su esposo
tenía en el costado, donde Torbellino le había alcanzado.
-No es nada. Sólo un rasguño..
-¿Un rasguño? Peter, no puedo dormir tranquila si sé que pueden herirte
o... -sollozó- o algo peor.
-No me va a pasar nada, ¿vale? Llevo años haciendo esto...
-Pero es que ése es el problema, Peter, ¿No lo ves? Llevas años combatiendo
el crimen solo, sin una familia que mantener. ¿¿Qué nos pasará a nosotras si
tú nos faltas??
Peter guardó silencio, ordenando sus ideas.
-Mary Jane... siempre creí que lo entendías. Hice un voto... un juramento a
la memoria de Tío Ben.
-Lo sé muy bien, Peter -respondió ella con voz ronca-. Todo gran poder
conlleva una gran responsabilidad. Pero ahora tienes otra responsabilidad:
nosotras. La pequeña May. ¿Acaso quieres que crezca sin conocer a su padre,
como tú?
-Eso... ha sido un golpe bajo -Peter apenas podía hablar, tenía un nudo en
la garganta.
-Pues quizás, Peter, quizás sean golpes bajos lo que necesitas para darte
cuenta de que lo más importante en la vida de un hombre, incluso en la de un
superhombre, es su familia, y no las de otros -y con eso Mary Jane
Watson-Parker se fue, dejando a Peter solo con su hija.
Peter cogió a su hija, con cuidado de no despertarla y la acunó en sus
brazos, mientras intentaba reprimir las lágrimas sin éxito, pensando en las
palabras de su esposa e imaginándose a su hija pasando por las mismas
vicisitudes que él había pasado.
-¿Sabes? -le susurró a la pequeña- Lo peor de todo es que tu madre tiene
razón...
DAILY BUGLE
¡Escribidnos!