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El espíritu de la verdad encarnado en arcilla, fue enviada al mundo de los hombres para llevar un mensaje de amor y progreso. Guerrera, princesa, amiga, amante... su valentía cambiará el mundo. Ella es... Wonder Woman.
 
Wonder Woman

Wonder Woman #179
La Divina Comedia II
Los muros del purgatorio

Guión: Tomás Sendarrubias y Jose Cano

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En el número anterior: El alma de Diana se encuentra en Los Campos Elíseos, dónde Hades le ha ofrecido una alianza en forma de matrimonio entre ambos. Mientras tanto, Atenea ha enviado un "escuadrón de rescate" con Troia, Zatanna, Steve Trevor y Zauriel al que se acababa de unir por iniciativa propia nada menos que Etrigan.

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En algún rincón del Inframundo.

-Etrigan...-masculla Zauriel, extendiendo las alas de forma amenazadora y avanzando hacia el demonio, dejando tras de sí a Zatanna, Steve Trevor y Troia, mientras de nuevo, las arenas parecen alzarse para envolver al demonio-. Tu presencia no es deseada ni requerida...

-Claro que no, enviado-ríe Etrigan, sin retroceder un paso pese al aire de amenaza que emana del ángel-. ¿Qué iba a decir un buen soldado? Mas, ¿no vas a tus acompañantes preguntar? ¿Prescindirán de un demonio que les pueda guiar?

-Yo soy su guía.

-No, no, no-ríe Etrigan, saltando arrojado sobre Zauriel y tomando entre sus manos las de Zatanna y Troia, que besa sonriente-. Cuando has cruzado el portal tu trabajo ha terminado, has entrado en el infierno, y según los pactos que fueron sellados, sin la guía de un demonio sufrirás tormento eterno.

-Cuento con la autoridad del Pax Dei y el Anciano de los Dias-replica el ángel, girándose de nuevo hacia Etrigan, convocando una espada de fuego en su mano.

-Basta-interviene Donna, situándose entre el ángel y el demonio-. ¿De qué pactos habla, Zauriel?

-Después de la Ruptura, se acordó que las Legiones de los Ophanim no podríamos entrar en los dominios del Inframundo, que eran dominio de los Caídos. Los panteones paganos se adscribieron al pacto, de modo que el Pax Dei no podía intervenir en el Hades, Hel o Mictlan.

-¿Y no pensabas comentarnos ese pequeño detalle?-dice Steve, cruzando los brazos-. No sé, antes de traernos al Infierno y eso...

-Los pactos fueron desestimados durante la Guerra entre la Luz y la Oscuridad (1).

-De forma unilateral, me temo-masculla Etrigan, encogiéndose de hombros-, aunque eso fuera bastante memo. Los señores infernales exigen el cumplimiento de los pactos, así que, ustedes eligen. ¿Aceptan a este demonio como guía o abandonan el infierno y a la amazona de valía?

-Los ripios me están mareando-gruñe Steve-. ¿Me podéis resumir qué significa todo esto?

-Que si no aceptamos a Etrigan como guía, este reclamará el cumplimiento de los antiguos fueros del Infierno-explica Zatanna-, y todo nuestro sigilo y nuestras posibilidades de rescatar a Diana se irán por el sumidero... y el Pax Dei deberá dar muchas explicaciones sobre la presencia de un ángel en tierras que no les corresponden...

-¿Fuero? ¿Sumidero? ¿Lo de las rimas es contagioso?-masculla Steve.

-Brillante, mi dama-ríe el rimador-, sería un placer llevaros a mi cama...

-Un solo comentario sexista más, bicho amarillo, y el Pax Dei será la menor de tus preocupaciones-gruñe Donna-. Zauriel, ¿qué es todo esto? No has venido aquí sólo por Diana, ¿verdad?

El ángel mira azorado hacia la amazona, y luego, baja la cabeza.

-No, señora-acepta-. El Pax Dei tiene preocupaciones particulares por la situación en el Hades. Mi deber es observar lo que ocurre y comprobar que los antiguos pactos se están respetando. La presencia del alma de Diana en el reino de Plutón ha causado... inquietud entre los Príncipes de la Ciudad de Plata.

-Y algo parecido les ocurre a tus jefazos, ¿no, Etrigan?-pregunta Zatanna, y el rimador asiente.

-Supongo que no tenemos otra opción que aceptar-suspira Steve, mirando con desconfianza al ángel y al demonio-. No es la primera operación de rescate que termina convertida en misión de espionaje. Cualquiera de los dos se merecería un despacho en el Pentágono...

-Muy bien, Etrigan-dice Donna-. Si esto tiene que ser así, así será-. Donna suspira, y trata de mirar el horizonte, pero la neblina de las arenas le impide fijar la vista en un punto concreto, y se siente algo mareada-. Llévanos.

-Sus deseos son órdenes-afirma el rimador, haciendo una reverencia y tomando el repulgo de su capa con las manos para hacerla ondear ante los presentes. Las arenas se espesan, la tormenta ruge a su alrededor, y todos desaparecen.

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Los Campos Elíseos

- Arthur Curry -dice Wonder Woman.

La princesa y el dios Hades se encuentran en uno de los jardines del Eliseo, rodeados de artistas e intelectuales de todas las épocas cuyas almas recogió el dios de la muerte al no ser creyentes en el dios judeocristiano pero si en el humanismo griego. Hades acaba de ofrecer a Diana una copa de vino y la oferta de matrimonio que confirme la alianza entre el Espíritu de la Verdad y el de la Muerte.

El pianista -peluca, ropa a la moda del XVIII, notas perfectas que parece improvisar y risa boba-, ríe un poco y luego agacha la cabeza al ver el ensombrecimiento en el rostro de Hades.

- Aquaman conocía en persona a Poseidón y a su hijo Tritón. Lo vi rezar al Olimpo. Al morir debió venir a tu reino. Era mi amigo y mi compañero de armas. Reúneme con él.

El dios tuerce levemente la boca.

- Hay algo que debes saber...

- ¡Diana!

Wonder Woman se gira para tropezar con los brazos de su tía Antíope. Junto a ella se encuentra una mujer mayor con chaqueta de piloto y un palillo entre los dientes.

- Bienvenida, pequeña -dice Antiope, mientras la estrecha.

- Si, apenas hay mujeres en este sitio y es un poco asfixiante el olor a gimnasio- Diane Trevor, madre de Steve, campeona de Atenea y aviadora durante la Segunda Guerra Mundial, pasa una mano sobre el hombro de Antiope y revuelve el pelo de Diana.

La princesa de las amazonas se deja abrazar mientras vigila por el rabillo del ojo a Hades. El dios ha aprovechado para darles la espalda y se dedica a llenarse otra copa de vino.

- Tía Antiope... Diane -pone una mano en el brazo de cada una-. Tendremos todo el tiempo... Pero ahora, tengo que tomar una decisión y...

Mamá Trevor se suelta para sacar un paquete de tabaco y una caja de cerillas, para sorpresa de Wonder Woman, que levanta una ceja.

- ¿Qué? -se coloca un cigarrillo entre los labios- ¿Me vas a decir que esto mata, como hacía Steve?

- Me pregunto de dónde lo sacas.

- Oh, el paquete nunca se acaba -protege la llama con una mano mientras da la primera calada para encender el cigarro-. Ahora ve y somételo al tercer grado, nadie quiere atarse sin tener las cosas bien claras por muy buen partido que sea el tipo.

- Lo contrario sería indigno de una princesa amazona -asiente Antíope.

Wonder Woman nota como Diane enlaza

Hades, sin girarse, coloca otra copa a la altura de Diana cuando esta lo alcanza.

- Si quieres que sea tu reina tendrás que darme acceso total.

- Lo tendrás cuando lo seas.

Diana pone una mano en el hombro del dios y lo obliga a girarse.

- No beberé ni comeré nada hasta que no me respondas. ¿Mi amigo está en el Tártaro?

La amazona ha subido la voz, y nota las miradas de la multitud de artistas y filósofos clavadas en ellos.

- Tártaro no es la palabra preferida de nadie aquí -Hades da un sorbo a su copa-. Muchos fueron educados en religiones que no son la nuestra y que consideran algunas de sus conductas en vida, hum... digamos desviadas.

- ¿Arthur está vivo?

- No -la mira directamente a los ojos-. No, puedo garantizarte que murió en su batalla con Imperiex.

- ¿Está en el Tártaro? Se enfrentó a Tritón, el hijo de Poseidón, en muchas ocasiones. Una de ellas para salvarme... fue la primera vez que nos vimos. Conozco perfectamente cómo reaccionáis los dioses cuando pasa algo como eso.

- Si, la libido descontrolada de mi sobrino... todo un olímpico -el dios sonríe de medio lado-. Pero sabes perfectamente que Poseidón perdonó a tu amigo. Es Tritón quien se encuentra en el Tártaro, hasta que aprenda la lección.

- ¿Y dónde está Arthur? Si de verdad quieres al espíritu de la Verdad de tu lado...

- En un sitio mucho peor que el Tártaro...

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Por un momento, Steve tiene la impresión de que la arena va a terminar ahogándole, pero finalmente, sus pulmones empiezan a recibir aire limpio, y se atreve incluso a abrir de nuevo los ojos sin temor a perderlos con el látigo de miles de pequeños cristales. Mira a su alrededor, y ve que el panorama ha cambiado por completo. Ya no se encuentran en el desierto, sino en lo que parece ser una llanura de origen volcánico, recorrida aquí y allá por ríos de lava que escupen al aire burbujas de magma. Zauriel flota suavemente sobre ellos, mientras que Donna y Zatanna, al igual que Steve, tratan de recuperar el resuello. Etrigan se encuentra a algunos pasos de ellos, sobre un saliente rocoso, observando el río ardiente.

-¿Dónde nos has traído?-pregunta Zatanna, mirando con el ceño fruncido a su alrededor-. Rolac, etapisid.

Una brisa fresca acaricia un instante a los presentes, pero de inmediato es vencida por el ardiente calor que emana de la llanura volcánica. Zatanna toma aire para volver a hablar, pero la risa de Etrigan la interrumpe.

-Podéis dejar de intentarlo, hermosa, esta tierra ardiente tiene su propia losa. No habrá viento que de frescor, no habrá reposo ni aliento. Lejos ha quedado Cumas y las puertas del Averno, el Hades tenemos delante, y las puertas del Infierno.

-Esta es la llanura del Flegetonte, el río de fuego-explica Zauriel, agitando levemente las alas-. ¿Cómo hemos llegado aquí, rimador? ¿Cómo hemos dejado atrás al barquero?

-Conozco atajos, y queríais ser discretos. Si Caronte nos encuentra, estaremos en aprietos.

-Esto no me gusta-protesta Zauriel-. Este viaje es una peregrinación, un viaje sagrado, y no se pueden utilizar atajos en...

-Tenemos compañía-le interrumpe Steve, y el ángel interrumpe sus discurso, girándose sorprendido... una sensación prácticamente nueva para él, pues los ángeles de la Legión del Águila rara vez son sorprendidos. La figura ha aparecido repentinamente, a escasos pasos de ellos, y parece tan fuera de lugar como lo hubiera estado una sucursal de Starbuck´s Coffee. Es un hombre alto, delgado, con el cabello moreno peinado hacia atrás con gomina, rasgos mediterráneos y cuidada perilla. Un chaqué impecable le sirve de vestimenta, junto a una almidonada camisa blanca, y un sombrero de copa que sostiene en su mano derecha. Una rosa blanca adorna la solapa de la chaqueta. Los ojos de Etrigan vuelan de inmediato hacia Zatanna, que se muestra confusa, y obviamente aturdida.

-¿Papá?

El hombre asiente, y Zatanna siente que las lágrimas le escuecen en los ojos. El propio Etrigan está sorprendido, su alter ego, Jason Blood, había visto morir a Giovanni Zatara durante la Crisis (2). La propia Zatanna se había visto obligada a verle morir. Zatanna da un paso hacia él, y en ese momento, Etrigan lo entiende.

-¡Quieta, muchacha!-grita el demonio, pero es demasiado tarde.

-Enrac y utiripse, soevlov ardeip.

La voz de Zatara parece retumbar en el valle volcánico, y ante los atónitos ojos de Zatanna, sus compañeros se convierten en piedra oscura, como basalto volcánico. Incluso Zauriel, que cae al suelo con un aterrador sonido, y por un momento, la maga casi puede ver el cuerpo del ángel romperse en mil pedazos por el golpe.

-Papá, ¿qué estás haciendo?-masculla Zee, sorbiendo para tragarse las lágrimas y vencer el nudo que le atenaza la garganta.

-Lo que me han enviado a hacer, hija-responde él-. Lord Hades necesita estatuas nuevas para sus salones, y tú me has traído material de primera calidad.

-Papá, Diana...

-Se encuentra en estos momentos en el Elíseo, compartiendo un festín con Lord Hades el Rico. Vuestra presencia aquí no es deseada.

-Tú no eres mi padre-masculla Zatanna, asentando los pies en el suelo con firmeza-. Pareces él y tienes sus habilidades, pero no lo eres.

-Recuerdo la primera vez que utilizaste la magia, creaste un conejo blanco de la nada después de leer Alicia. La segunda, rompiste todos los cristales del hotel en el que nos alojábamos porque te enfadaste...

-No...

Zatara avanza un paso hacia ella, que retrocede, tropezando con el cuerpo pétreo de Donna.

-Ereum, annataz.

-¡Ozihceh, ecerapased!-grita ella, y parece que el aire se quiebra a su alrededor cuando el poder de los dos hechizos se superpone en el aire.

-¡Ereum, annataz!

-¡Ozihceh, ecerapased!

-Sabes que terminaré superando tu magia, hija.

-No me llames así. No eres mi padre.

-¿Quieres que siga hablando de mis recuerdos?-ríe Zatara-. Lord Hades me ha dado un lugar en el Infierno, niña, y me ha ofrecido poder... poder como el que nadie ha conocido si le entrego tu cadáver. ¿No quieres que volvamos a estar juntos de nuevo, querida? Lord Hades podría reclamar tu alma.

-Todo esto es una charada, una ment...

-¡Oicnelis, annataz!

Una mordaza metálica se materializa repentinamente sobre el rostro de la maga, que, desesperada, trata de arrancársela, pero es inútil. Es como si el metal se hubiera unido con la piel, le hubiera sido más fácil arrancarse un brazo. Zatara se acerca a ella, que, derrumbada, cae de rodillas, arañando el suelo pétreo de pura frustración.

-Será para bien, hija. Lord Hades es un señor benévolo, y Diana está aquí, pronto será su reina. Zee, ha llegado el momento de rendirse, de dejarse llevar...

La voz de Zatara se congela en el aire cuando el mago siente una turbulencia mágica a su alrededor. Mira a su hija atónito y empieza a difuminarse como una acuarela desvaída hasta que finalmente estalla en un millón de pequeñas motas oscuras, como cenizas. Con los ojos húmedos de lágrimas, Zatanna aprovecha la sangre que mana de sus dedos destrozados por el duro suelo volcánico para escribir bajo las palabras que ya había escrito: "Zatara muere". "Mordaza, desaparece" escribe, y la hoja de metal se desprende de su boca. Y finalmente, Zatanna se encoge sobre sí misma y rompe a llorar.

-Ardeip, anroter a enrac y utiripse-solloza, y el aire ondula de nuevo cuando Donna, Steve, Zauriel y Etrigan recuperan sus formas y su conciencia.

-Zee-susurra Donna, acercándose a ella y abrazándola.

-Le he matado, Donna... le he matado otra vez...-llora Zatanna.

-No era él, cariño.

-Las cosas que sabía, los recuerdos que tenía... Era él, Donna. Era él.

-El Infierno pervierte todo lo que toca, Zatanna-interviene Zauriel, acercándose a ella-. Podía tener la memoria de tu padre y quizá sus habilidades, pero no era él.

-Solo era la primera de las pruebas que debemos superar-dice Etrigan, oteando el horizonte-. Fantasmas del pasado que nos vienen a atrapar. Sombras y fantasmas son, eso y nada más, y otras pruebas vendrán que tengamos que enfrentar.

-Si más cosas de estas van a terminar apareciendo hagamos lo que hagamos, cuanto antes terminemos, mejor-masculla Steve, tendiendo una mano hacia Zatanna para ayudarla a incorporarse. Demonio, ¿hacia donde?

-Hacia el río de fuego, mortal, mas recordad que tengo un nombre y Etrigan me deberíais llamar.

-Estupendo, un demonio picajoso-farfulla Steve, pasando un brazo sobre los hombros de Zatanna, mientras siguen al demonio. Zauriel suspira, y vuela sobre ellos.

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El Valle de los Lamentos

Más de un centenar de sombras sin rostro, poco más que figuras humanas sin acabar de definir -algunas con algo parecido a la cola de un sireno-, giran en círculos alzando los brazos al cielo, sobre la arena gris. Se encuentran en una playa a pocos metros de un lago del que salen cuatro brazos. Entonan todas un solo cántico:

- El fin de la esperanza, la tierra sin rey... el fin de la esperanza, la tierra sin rey...

- Estos son los atlantes -dice Hades.

Diana se acerca al grupo de sombras, que se retira y se revoluciona ante su presencia, volviéndose aún más confuso distinguir a hombres de mujeres o a jóvenes de viejos.

- ¿Qué les ha pasado?

Tras Hades se encuentran Hipólita, Antiope y varios soldados de la guardia del palacio del Eliseo. Algo más retirados, tres ancianos togados, de calvas brillantes y largas barbas blancas, que discuten y cuchichean entre ellos junto a tres tronos gemelos, señalando al grupo.

Junto a Diana pasan otras sombras, algo más nítidas, con sus propios lamentos, que a veces la miran y huyen corriendo. El cielo es negro y parece de piedra, como si valle fuese presa de una caverna infinita.

- ¿Aquaman está entre ellos?

- No.

- ¿Por qué me has traído aquí entonces?

- Para que lo entiendas. Los atlantes han perdido a su rey. Incluso su alma fue destruida por Imperiex.

Diana da otro paso hacia las sombras. La evitan, pero no tanto como antes, simplemente giran o le evitan la mirada.

- El fin de la esperanza, la tierra sin rey...

- Es absurdo... Sin Arthur, ¿no son capaces de alcanzar el camino del Eliseo?

- Todo lo que era Atlantis era fue destruido. Igual que tu representas los valores del Olimpo, o tu lazo el espíritu de la verdad...

Wonder Woman se ha hundido entre los atlantes-sombra y ya no escucha. Contiene un gesto de sorpresa y se acuclilla entre los muertos sin nombre revueltos. Estira una mano.

- Arthur -usa el tono de voz más dulce de que es capaz.

Hades enarca una ceja.

- Pierdes el tiempo -alza la voz-. Una presencia tan fuerte como la de tu camarada no me habría pasado desapercibida. No está ni en mi reino ni en el de los vivos.

Ella insiste.

- Arthur. Soy Diana.

Una manita de dedos regordetes se distingue entre la multitud anónima y gris. Un niño que no debe tener ni diez años da un paso hacia la princesa mientras sus rasgos se definen, su ojos pasan del negro al azul y su pelo se revela rubio.

- Es...

- Es su hijo.

Diana se pone en pie con el pequeño Arthur Jr. en brazos y abandona el grupo de sombras.

- ¿Dejas a niños pequeños vagar perdidos alrededor del Estigia por toda la eternidad? Está aquí desde antes que el resto de atlantes.

Hades baja la mirada.

- Los niños no saben guiarse, es normal que se pierdan. Son las leyes del Valle de los Lamentos.

Diana tuerce la boca y parece que va a responder cuando Hipólita da un paso adelante y alarga los brazos hacia ella.

- Lo reclamo para mí como gobernante del Eliseo. ¿Eso te parece correcto, Lord Hades?

- Por supuesto.

- Madre, ¿podías haberlo hecho desde el principio? -la princesa resiste débilmente que su madre le arrebate al niño.

- Cálmate, Diana -Hipólita sonríe a Arthur Jr, que parece medio dormido-. Ni siquiera era consciente de que el niño estuviese aquí hasta hace un momento. ¿Sabes cuántos habitantes tiene el Eliseo? Puedo ofrecer mi protección a los atlantes que la deseen.

- ¿Estas son las reglas que me ofreces? -mira a Hades- No las acepto.

Él le coge una mano y tira de ella, sus caras casi rozándose.

- Si quieres cambiarlas sólo tienes que decir una palabra.

Diana, el ceño fruncido, la boca torcida, sostiene la mirada segura y tranquila del dios unos segundos, lo suficiente para relajarse y que su mano deje de resistir a la de él.

- Yo...

Hades aparta la vista de ella, Diana se gira. Una sombra se ha detenido tras ella, alarga una mano. Es una mujer mayor, baja, vestida al estilo de los años 50.

- ¿Eres...?

Hades tiene cara de auténtica sorpresa. Hipólita da un paso hacia ellos, sin soltar a Arthur Jr.

- ¡Joan Garrick! -exclama Diana.

La amazona coge de las manos a la difunta esposa del primer Flash, cuyo fantasma cobra consistencia y color como ocurrió hace unos minutos con Arthur Jr. Hipólita deja al niño en brazos de Antíope.

- Tampoco sabía que estuviese aquí -intenta sujetarla, Joan parece a punto de derrumbarse.

Hades sujeta las muñecas de Hipólita y la aparta de la señora Garrick bruscamente.

- ¿Seguro que no?

- ¿Crees que la dejaría vagar como una sombra sin memoria?

- No debería estar aquí.

Diana se ha agachado junto a Joan, le sujeta la cabeza.

- Tiene razón. Era cristiana devota, iba a la iglesia todos los domingos -le pasa una mano por el pelo-. ¿Puede oirme, señora Garrick?

- Libby... me solté de su mano...

- Estoy aquí.

Otra de las sombras se destaca, con un inconfundible uniforme azul y amarillo. Casi puede oirse el tañer de la campana cuando blande los puños.

- Venid por mí.

- ¿Liberty Belle?

Hades chirría los dientes.

- ¿Qué es esto, Hipólita?

- Te digo que yo no las he traido.

Diana estrecha la mano a la madre de Jesse Quick y esta se hace tan nítida como el resto de los presentes, abandonando el grupo de las formas.

- Tienes que avisarles. Eran marcianos blancos.

- ¿Cuánto tiempo llevo muerta? ¿Qué ha pasado?

Se gira hacia Hades e Hipólita. La reina da un paso adelante.

- Hija, nosotros...

- ¿Tienes una manera de ver lo que ocurre en el mundo de los vivos?

Hades masculla la respuesta.

- Por desgracia.

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-¿De verdad tenemos que entrar ahí?-masculla Zatanna, aterida de frío hasta el punto de que comienza a añorar en entorno ardiente del Flegetonte. Y la corriente gélida, que parece congelarle el alma además de los huesos, parece brotar por completo de la grieta que se abre ante ellos, como una hendedura realizada con un hacha en la ladera de la montaña.

-El camino sigue y sigue-afirma Etrigan, encogiéndose de hombros-, y el vuestro estas montañas atraviesa, para llegar al rescate de la princesa. Si al Hades queréis llegar, las montañas del Erebo debéis atravesar.

-Entremos-ordena Donna, y los demás asienten. Steve, a unos pasos de ella, desenfunda una pistola, aunque sabe que probablemente le sea inútil si se encuentran con alguien que viva en esas cavernas.

Nada más cruzar el umbral sienten que el viento gélido se adhiere a ellos, y sólo la luz de la espada de Zauriel evita que la oscuridad les rodee por completo, pero incluso ese resplandor parece apagado, difuso. Las rocas parecen rechinar cuando pasan, y tienen la impresión de que el pasillo se cierra sobre ellos. El propio Zauriel no tiene más remedio que plegar sus alas y posarse ante Donna, justo detrás de Etrigan, a quien la oscuridad no parece molestarle. Zee les sigue, y Trevor cierra la marcha mientras se adentran cada vez más en el corazón de la montaña.

Nada más cruzar el umbral sienten que el viento gélido se adhiere a ellos, y sólo la luz de la espada de Zauriel evita que la oscuridad les rodee por completo, pero incluso ese resplandor parece apagado, difuso. Las rocas parecen rechinar cuando pasan, y tienen la impresión de que el pasillo se cierra sobre ellos. El propio Zauriel no tiene más remedio que plegar sus alas y posarse ante Donna, justo detrás de Etrigan, a quien la oscuridad no parece molestarle. Zee les sigue, y Trevor cierra la marcha mientras se adentran cada vez más en el corazón de la montaña.

Nada más cruzar el umbral sienten que el viento gélido se adhiere a ellos, y sólo la luz de la espada de Zauriel evita que la oscuridad les rodee por completo, pero incluso ese resplandor parece apagado, difuso. Las rocas parecen rechinar cuando pasan, y tienen la impresión de que el pasillo se cierra sobre ellos...

-Basta-susurra Donna, y sus compañeros la miran sobresaltados, pues su voz ha sonado chirriante en el interior de la montaña. Zauriel se posa en el suelo junto a Donna, y pone su mano en el hombre de la Amazona-. Hemos pasado esto varias veces.

-¿A qué te refieres?-pregunta Trevor.

-Están manipulando el tiempo, lo he vivido antes...-explica Donna, mirando a su alrededor-. Lo he vivido hace poco tiempo. ¡Cronos! ¡Muéstrate, Cronos!

La luz de la espada de Zauriel se amplía repentinamente, demostrando que las paredes que les rodeaban estaban hechas de la propia oscuridad. Se encuentran en una gran caverna cuyo techo podría alzarse hasta el firmamento, y como columnas, once pilares ocupan el centro de la sala.

-No son columnas...-afirma Zauriel, cuya vista atraviesa ahora la oscuridad y la distancia-. Los Titanes Míticos...

Cronos armado con la guadaña, y a su lado, Rea, embozada en su luto perpetuo. Febe, coronada con la Luna, junto al pedestal vacío que debería haber ocupado Ceo, de no haber muerto bajo la guadaña del Titán del Tiempo (3). Crío y Mnemosine, sosteniendo los libros de la Memoria. Hiperión y Tia, alzando el Sol. Océano y Tetis, alzándose sobre la espuma de las olas. Japeto y Temis, empuñando las espadas de la Justicia. Todos ellos tallados en piedra tan blanca que refleja la luz como destellos centelleantes.

-Dios mío...-masculla Steve, atónito-. Son tan... hermosas...

La oscuridad ondula a su alrededor, y una imagen evanescente titila cerca de Donna, tendiendo hacia ella una mano etérea, casi invisible.

-Bendita Atenea-masculla ella, reconociendo el rostro fantasmagórico, que muestra una expresión de pena que atenaza el corazón de la Amazona. Las lágrimas asoman a sus ojos-. ¿Ceo?

-Están libres, Donna... están...-musita la imagen, el Titán que murió en manos de su hermano Cronos para impedir que Donna cayera en manos de los Titanes del Mito y Circe.

Las mareas del tiempo golpean bruscamente a Zatanna, Donna, Steve, Zauriel y Etrigan, mientras varios de los Titanes del Mito aparecen alrededor de ellos, Crío, Hiperión, Tía, Océano, Tetis, Japeto y Temis flanquean a Cronos, que esgrime ante ellos la guadaña que había segado la vida de su propio hermano, y que tanto tiempo atrás, castrara a su propio padre. Rea, Febe y Mnemosine, las Titánides que junto a Ceo se habían enfrentado a sus hermanos, permanecen convertidas en estatuas cristalinas, pero el resto, han sido liberados.

Mientras tratan de superar la onda cronal, Zauriel esgrime su espada de fuego, y lanza un ataque sónico hacia los Titanes, que se tambalean ante el ataque de un representante del Anciano de los Días, mientras Etrigan vomita fuego sobre Temis y Japeto, los Titanes de la Justicia, que tratan de atacarles por un flanco esgrimiendo resplandecientes espadas. Pero el fuego del ángel y el demonio palidece cuando Hiperión alza sus manos y convoca la fuerza del sol para golpear a sus enemigos.

-¡Etazla oducse!-grita Zatanna justo a tiempo, pues un domo cristalino les envuelve a ella, a Donna y a Steve, evitando así ser reducidos a cenizas. Zauriel y Etrigan sí son arrasados por el ataque flamígero, siendo arrojados a través de la caverna. Zatanna está a punto de gritar, pero su aliento se corta cuando Océano y Tetis utilizan sus habilidades para inundar abruptamente el domo de agua.

-Muerte por fuego, muerte por agua-masculla Crío-. Un sacrificio digno de dioses.

Un estruendo ahoga las últimas palabras del Titán de la Memoria cuando el domo estalla, y Troia emerge de él, furiosa y con los puños envueltos en el Lazo Dorado de Diana. Steve, tras ella, trata de reanimar a Zee, que parece haber tragado demasiada agua.

-Estoy cansada de vosotros-grita Donna-. Estoy cansada de que me persigáis, de que me ataquéis, de que hagáis sufrir a los míos, de que me culpéis de cada uno de los reveses que recibís.

-Tu muerte será el precio de nuestra libertad-responde Tía, envuelta en llamas y luz-. Es lo menos que nos debes después de habernos condenado de nuevo al Tártaro.

-No os debo nada-replica Donna, haciendo entrechocar sus brazaletes mientras vuela a toda velocidad hacia Cronos. Nota como el tiempo se distorsiona a su alrededor, como el Titán trata de frenarla, pero se limita a morder sus labios y trata de mantener su vuelo, hasta que finalmente, alcanza al Titán, evitando uno de los golpes de la guadaña, y aprovechando el movimiento del Titán, envuelve el mango de la guadaña con el Lazo Dorado y tira con fuerza.

Por un momento, Donna tiene la impresión de que el Lazo volverá a romperse, como ocurrió con Diana, cuando Darkseid consiguió romper la manifestación física de la Verdad. Siente que su voluntad se tambalea, y casi ve las fibras doradas destejiéndose. Pero entonces, por puro instinto, da un fuerte tirón, y ante los ojos atónitos de los Titanes, es la guadaña de Cronos la que se quiebra.

-¡No!-aúlla el Titán del Tiempo, y los ecos de la caverna multiplican su grito, convirtiéndolo en una cacofonía. Un rayo de energía cronal vuela de las manos de Cronos, y hubiera revertido a Donna a un estado anterior a su propia creación de no ser por Etrigan, que aparece de entre las sombras y se arroja sobre Donna, echándosela al hombro y trepando entre las piedras de la caverna, alejándose de los Titanes.

Es Crío el primero en actuar. Sin un aviso, se arroja sobre los restos de la guadaña de Cronos, el símbolo de su liderazgo sobre sus hermanos. Sus dedos se encuentran muy cerca del mango roto cuando una de las llamas de Hiperión le abrasa la mano. Tía avanza, queriendo llegar a la guadaña, pero Océano y Tetis se interponen, alzando columnas de agua en el camino de sus hermanos. Pronto, la caverna resuena con los ecos del conflicto entre los Titanes del Mito.

-¿Dónde están Zatanna y Steve?-pregunta Donna, y el demonio, en lugar de responder, señala con un gesto a una repisa cercana, donde las alas de Zauriel se encuentran extendidas, protegiendo a unos empapados Steve y Zee, que mira a su alrededor aún confusa.

El demonio libera a Donna, que vuela hacia ellos, mientras Etrigan la sigue sujetándose en las paredes como un trasunto de Quasimodo en Nôtre-Dame.

-¿Estás bien?-pregunta Donna a Zatanna, que asiente-. Vámonos de aquí.

Zauriel toma en brazos a Zee, y Donna hace lo mismo con Steve, y se dirigen hacia la salida de la cueva, seguidos por Etrigan, mientras los Titanes continúan luchando por el dominio entre ellos. El sonido de la batalla les sigue durante un tiempo que se les hace eterno, hasta que finalmente, una luz aparece al final del pasillo, y por fin, salen al exterior, a la pálida luz del Hades. Agotados, se dejan caer a unos pasos de la cueva, en una llanura seca, donde el viento mueve el polvo en remolinos turbios. Donna se acerca a la gruta, y suspira. Y entonces, golpea el dintel, provocando un alud de rocas y grava que bloquea la puerta.

-Zatanna-llama Donna, y la maga se acerca-. ¿Puedes sellar esta entrada?

-Sí-asiente Zee-. Pero Donna, tendremos que volver por algún sitio...

-Son muchos los caminos del Infierno, señoras-gruñe Etrigan-, unos llevan días, otros sólo horas. Pero aunque cerremos una de las puertas de los Titanes, no conseguiremos evitar sus desmanes, ya que al otro lado del monte, otro acceso se abre cerca del Flegetonte...

-Pero al menos no podrán seguirnos-asiente Donna-. Si finalmente se resuelve la lucha entre ellos, no quiero tenerles pisándonos los talones.

Zatanna se acerca a la cueva cegada, y posa sus manos sobre las piedras.

-Euq eidan adeup acnun rartne y eidan edeup acnun rilas-susurra Zee, y siente como la magia fluye por sus manos hacia las piedras, que poco a poco, se van sellando hasta fundirse con la ladera de la montaña.

-Donna-masculla Steve, y todos vuelven hacia él sus miradas-. ¿Quién es toda esa gente?

Troia y los demás se acercan al coronel, que señala hacia el horizonte, donde lo que parecen ser centenares de sombras parecen vagar sin sentido.

-Es el Valle de los Lamentos-musita Zauriel, con sus ojos de águila escrutando el horizonte-. Y ese es el pueblo sin rey, los abandonados.

-¿A qué te refieres?-pregunta Zatanna, y Zauriel la mira con tristeza.

-Es lo que queda de los Atlantes.

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Los Campos Elíseos

- J´onn, amigo mío.

El espejo de las habitaciones de Hades muestra al marciano, en postura de meditación, en el centro de una esvástica con las aspas orientadas hacia la izquierda y rodeado por media docena monjes de Nanda Parbat. Las velas del altar frente a ellos tiemblan al ritmo de una respiración.

- Deberías apartarte, Diana -advierte Hipólita.

- ¿Qué?

El rostro de una mujer morena de ojos oscuros aparece en el cristal, ocultando a J´onn y compañía, "saliendo" del espejo casi en relieve.

- No tenéis permiso para esto, olímpicos.

Y desaparece con un estallido de luz blanca. El espejo ya sólo devuelve a Diana la mirada de sus propios ojos enrojecidos, sentada sobre la alfombra de lo que podríamos llamar el despacho de Hades, una habitación con varias mesas con cestos de fruta sobre ellas, divanes de estilo romano y estanterías repletas de rollos de pergamino. A la izquierda de Diana, junto al espejo, la brisa se cuela a través de un balcón y hace bailar las cortinas casi transparente.

Hipólita, Liberty Belle y Joan Garrick, que tiene de la mano al pequeño Arthur Jr, permanecen junto a la puerta.

El dios se agacha junto a Diana y le pone las manos en los hombros que la túnica deja al descubierto.

- Esto es lo que les hace la ausencia del espíritu de la Verdad. Sólo tú puedes proporcionar a los héroes el equilibrio que necesitan. Déjame ayudarte.

- Pero... -ella se gira, de nuevo quedando sus caras a escasos centímetros-. Desde aquí no puedo hacer nada.

- Puedes esperarlo. Puedes darles lo que nunca alcanzarán mientras vivan.

Hades pasa una mano sobre el espejo y este muestra una calle de Gotham, dónde Batman pelea con el Espantapájaros.

- ¿Crees que algo lo detendrá si no es la muerte? Podrás recibirlo con todos los honores que merece y conservarlo como tu amigo y consejero por toda la eternidad.

- Sólo ver a sus padres... -se gira hacia Hipólita-. No están aquí, ¿verdad?

La reina enarca una ceja.

- Yo... no lo sé, ni siquiera...

Diana se gira hacia Hades de nuevo.

- Quiero ver a mis hermanas.

- Ya has visto que Themyscira...

- Donna no estaba allí.

Hades endurece la mirada. Se levanta y da la espalda a Diana. Hipólita lo mira.

- Debes ser honesto con ella.

- ¿Qué le ha ocurrido a Donna?

- El espejo obedecerá tus órdenes.

- Muéstrame a mi hermana.

La imagen que se forma es la del escuadrón de rescate: Donna, Zatanna, Steve Trevor, Zauriel y Etrigan, avanzando junto a la orilla del Leteo, entre las sombras de los atlantes.

Diana se pone en pie de un salto.

- ¿Qué significa?

- Han venido a rescatarte -aclara Hipólita.

- ¿Rescatarme? -mira al dios, su primer gesto es buscar el lazo en su cadera, conteniendo-. ¿Qué clase de trampa...?

- Por favor, hija...

- ¿Cómo sé qué eres...?

- Lo sabes -responde la reina, firme.

Hades se acerca a uno de los cestos y coge una manzana. Roza el codo de Diana y la lleva hasta el balcón. Señala al límite del Eliseo, dónde las figuras de los vivos se destacan entre una multitud de muertos, como si tuviesen más relieve o más color, en especial Zauriel, que vuela varios metros por encima de las cabezas de sus compañeras.

- Donna lleva el lazo con ella.

- O lo queda de él -Hades coge a Diana por la muñeca y le pone la manzana sobre la palma de la mano-. Elige.

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1.- En la inmensa saga American Gothic, que Alan Moore escribiera para La Cosa del Pantano.

2.- La Crisis en Tierras Infinitas, claro.

3.- En Titanes 44, en DCTopía.

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EL TEMPLO DE ATENEA

Bueno, pasamos del ecuador de la primera saga, en el próximo número, tendremos la respuesta de Diana a las demandas de Hades y veremos en qué acaba el más original escuadrón de rescate reunido nunca en DCTopía. ¡¡Espero que os guste!!

Y aquí os dejo algunos comentarios que algunos lectores han ido dejando en FB.

Carlos Hinojosa: "Curioso que la saga de Wonder Woman comience sin Diana, aunque lógico jejeje Comienza muy bien la cosa, ya te dije que me encanta como llevas a las amazonas. Y muy curiosa la combinación de personajes que habéis formado.

De Cano no se nada en particular, así que no se que mencionar jejeje, ¡¡Buen trabajo a los dos!! ¡¡a ver como sigue!!"

Err... error mío, como ya dije en FB. Me equivoqué con el texto "manuscrito" y le mandé al Jefe el que no debía. Y si no llega a ser por vuestros comentarios, creo que no me doy ni cuenta. Me alegro de que te gusten las Amazonas, serán parte muy importante obviamente de las tramas de esta colección... y de otras, como ya has visto, por ejemplo, en JSA.

Carlos Hinojosa: "No había leído nada de Cano, ya que empecé por leerme DCTopia al completo, aunque siendo los mutantes, mis colecciones favoritas en Marvel, seguro que lo leo pronto ^^

Por otro lado a mi el fallo me ha venido de lujo, ya que así sé a quién ha escrito cada parte, pues estando ambos a un alto nivel de escritura, se me hubiera hecho imposible. Sin duda con estos añadidos la trama se entiende mucho mejor, me ha molado bastante la visión del mundo de Hades."

Lo dicho, con la parte de Cano sumada a la historia... pues obviamente esta ganaba. Y seguro que terminas enganchado a lo que Cano escribe, ya verás cuando te pongas con su Factor-X, sus números de Patrulla, el especial Guerras Infernales: Mutantes... Lo vas a flipar. Es una lástima que últimamente le tengamos tan liado. ¡¡¡Canooo, te echo de menos!!!

David Guirado: "Recien leido!!!! Muy interesante el número. Se echaba de menos una serie de Diana en DCTOPIA, y la espera ha merecido l apena. Me parece realmente buena las escena onirica del principio, aunque también tiene miga todo lo relacionado con Trevor Barnes. A ese personaje se le pudo dar mayor partido en el Universo DC tradicional, y estoy seguro de que aquí se le dará. Por cierto, apuntaros un tanto por la buena caracterización de Cassandra."

Gracias por los comentarios, David. La lástima es que las cosas se nos hayan complicado un poco y no le estemos dando a Wonder Woman todo lo que se merece (a nivel de escritura, obviamente... je, je ,je). Y realmente, para eso estamos aquí, para aprovechar todo lo que en el Universo DC oficial no aprovecharon como Dios manda... Me alegro de que te guste la caracterización de Cassie. Estoy seguro de que si alguien la cogiera para algún grupo... (no sé, es una posibilidad que se me ha ocurrido...) lo haría también muy bien.

Mwah ha ha ha....

Tomás.

 
 
   
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