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Titanes

TITANES #55
Mariposa II
Cho no Hiko1

Guión: Tomás Sendarrubias
Portada: Juan Andrés Campos

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Isla de Ototojima, Subprefectura de Ogasawara. Tokyo, Japón.

Amiko se interna en el jardín, sabiendo perfectamente donde va a encontrar a su primo, donde lo ha encontrado siempre que lo ha buscado en aquel lugar: junto al estanque de las carpas doradas. Y efectivamente, allí lo encuentra, sentado en posición zazen, sobre sus talones, ante el pequeño estanque, lleno de flores de loto, nenúfares y lentejas de agua, y por el que nadan media docena de carpas doradas. Amiko se frena en seco, es una postura de meditación, pero Ryuku se gira hacia ella, con un amago de sonrisa pintado en el rostro.

-Te oí acercarte desde que cruzaste el umbral de la casa-dice Ryuku, y Amiko pone los ojos en blanco-. Ven, siéntate conmigo si quieres.

-Estamos preocupadas, Ryuku. La abuela me pidió que te trajera esto, no has comido nada desde ayer.

-No tengo hambre-masculla él, encogiéndose de hombros, pero cogiendo el paquete envuelto en papel y atado con un cordel que su prima le entrega, dejándolo a un lado.

-Matarte de hambre no va a solucionar ahora nada.

-¿Sabes? En Occidente, en la Edad Media, había una secta que, cuando creían que habían alcanzado la plenitud espiritual, y para abandonar este mundo, se suicidaban en un ritual al que llamaban "Endura", y una de las formas de hacerlo, era dejarse morir de hambre.

-Como si tuviéramos poco con el hara-kiri tradicional, ahora estudias formas nuevas de suicidio. América te ha sentado realmente bien, Ryuku Orsono.

-¿Y si el niño era mío, Amiko?-pregunta él, y ella se encoge de hombros.

-Lo de Siko fue una tragedia-asiente Amiko, tomando asiento junto a Ryuku, y arrojando un canto rodado al estanque, haciéndole saltar dos veces antes de hundirse-. Pero a día de hoy no podemos hacer nada. Yo... joder, Ryuku, no tengo ni idea de qué decirte. Probablemente te vendría bien hablar con un psicólogo o algo así. Imagino que los superhéroes tendréis terapeutas, salvar el mundo tres veces al mes debe generar mucho estrés.

La imagen de Dick acude de inmediato a la cabeza de Ryuku. Siempre ha sabido lo que contestar, siempre ha sabido cómo hacer lo correcto. Pero de inmediato, la imagen de Dick es sustituida por la de Roy, y Ryuku niega con la cabeza.

-Ryuku, si hubieras estado aquí no hubieras podido hacer nada-continúa Amiko, encogiéndose de hombros-. Además, ¿qué habrías hecho? ¿Casarte con ella? Tú no, Ryuku, tú no hubieras podido...

-Amiko, ¿qué...?

-Que lo sé. Que el sexo con mujeres te interesa tanto como a mí el cultivo del maíz en altura.

-¿La abuela...?

-No, no ha hecho falta. Lo sabía desde mucho antes de que te fueras de Japón, por eso no esperaba lo de Siko, no podía imaginármelo. Pero todos hemos tenido un momento tonto, una copa de más y neuronas de menos. Aunque hubieras estado aquí, aunque Siko no hubiera muerto, ¿qué hubieras podido hacer tú?

-Tendría un hijo, Amiko-solloza Ryuku, con los ojos inundados en lágrimas-. Daría igual la situación, las circunstancias, las consecuencias... pero yo tendría un hijo...

Las palabras se ahogan en boca de Ryuku, y Amiko le abraza, dejando que su primo se desahogue en sus brazos. Pero de pronto, siente algo, un dolor intenso en el hombro, y ahoga un grito. Ryuku se aparta de ella, y atónito contempla el astil de la flecha de madera que se ha clavado en el hombro de su prima, cuyos ojos se han desorbitado por el dolor.

-Ryuku...-masculla ella, en shock, mientras se desvanece en los brazos de su primo. Simplemente con ver la herida, Ryuku sabe que sólo hay dos posibilidades. O Amiko ha sido muy afortunada, o ha sido obra de un tirador muy experto que no había querido hacerle un daño duradero. Eso sí, sería una herida dolorosa.

Con un gesto rápido, Ryuku rompe el astil de la flecha y coloca a la desmayada Amiko boca abajo en el suelo, mirando a su alrededor, echando de menos sus armas cuando las sombras que rodean el jardín comienzan a tomar forma, viéndose rodeado de una veintena de ninjas, vestidos de negro y armados con katanas. Tres de ellos sostienen ballestas cargadas con pivotes de madera que apuntan hacia Ryuku, y supone que uno de ellos ha sido el que ha disparado a su prima.

-Ryuku Orsono, nos han enviado a buscarte-dice uno de ellos-. Si colaboras con nosotros, nadie de tu familia sufrirá daño.

-Ya habéis herido a mi prima...

-Permanente-concluye el que parece el líder-. Hay cinco más de los nuestros acechando la casa donde vive la venerable Shiori Orsono. Aún no es consciente ni siquiera de nuestra presencia allí, y no tiene por qué serlo. Ven con nosotros, nuestra señora quiere verte.

-No sé que asuntos puedo tener yo con vuestra señora-gruñe Ryuku, y el portavoz se encoge de hombros.

-Solo somos la voz de Cho, las manos que ejercen su voluntad. Ven con nosotros, y te juro por mi honor y por el código del Bushido que atenderemos la herida de tu prima y tu abuela no sufrirá daño alguno. Niégate, y las verás morir a ambas. No tienes armas, no puedes hacernos frente.

Por un instante, Ryuku se plantea que, si ataca con la rapidez suficiente, podrá golpear la garganta del portavoz, rompiéndole la tráquea y arrancándole la espada de las manos. Estaría en proporción de diecinueve a uno, tres ballesteros... y su prima y su abuela atrapadas en el fuego cruzado. Suspirando, Ryuku Orsono pone las manos detrás de la cabeza.

-Llevadme a donde creáis conveniente-gruñe, y de pronto, siente una punzada cuando un dardo se hunde en su brazo, pero ni siquiera grita, pues la toxina que empapa la punta le deja sin sentido en cuestión de segundos.

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Distrito de Chuo, Edogawa. Los 23 Barrios, Tokyo.

Cuando despierta, lo primero que percibe es un olor penetrante a flores de cerezo, semilla de vainilla y menta fresca. Siente la boca seca, y cuando abre los ojos, la escasa luz que le rodea le ciega, obligándole a volver a cerrarlos.

-Es el efecto de la droga-dice una voz que le resulta inmensamente familiar-. Esto te sentará bien.

Alguien toma a Ryuku de los hombros, ayudándole a incorporarse, con suavidad pero con firmeza, y él vuelve a abrir los ojos. Frente a él, se encuentra una mujer, ataviada con un fino kimono de seda dorada, sujeto a la cintura por una banda de raso de color azul oscuro, y con mariposas del mismo color bordadas sobre la tela dorada. Un sutil velo de gasa cae sobre su rostro, y en él, se ven también diminutas mariposas bordadas. Parecería una geisha casi perfecta, de no ser por la espada que pende de su cintura. La mujer se acerca a él llevando una taza de porcelana que contiene un líquido humeante, y lo deja en sus manos. Ryuku consigue girarse lo suficiente para ver un hombre que mantiene la mirada baja, vestido con ropa blanca y el tatuaje de una mariposa en la piel de la cabeza, completamente afeitada.

-¿Siko?-masculla Ryuku, y ella niega con la cabeza mientras se aleja de él.

-Siko Makeshi murió hace meses-dice ella-. Soy Cho. Tetsu, déjanos solos.

El hombre que sostenía a Ryuku asiente, y tras asegurarse de que no iba a volver a derrumbarse sobre el lecho en el que se encuentra, el hombre se dirige hacia una de las puertas, y sale en completo silencio. Ryuku, mirando la taza que sostiene en sus manos, Aprovecha y echa un vistazo a su alrededor. Se encuentra en lo que parece ser el ático de un rascacielos, diáfano en su mayor parte, decorado solo con biombos tallados aquí y allá, el lecho en el que él se encuentra, la silla en la que se ha sentado la mujer y un escritorio en un rincón. Por la luz que entra por las cristaleras, probablemente se encuentra en uno de los barrios céntricos de Tokyo, quizá en el distrito de Ginza.

-Debiste hablar conmigo. Debiste avisarme-dice Ryuku, tomando un sorbo de la bebida que habían depositado en sus manos, y casi de inmediato, nota que la pesadez de la droga que le habían inoculado comienza a desaparecer. Ella niega con la cabeza de nuevo.

-Estabas lejos... y tenías tus propios problemas. Esto... era mi problema.

-Siko, no...

-Cho. Solo Cho. Así me llamabas, ¿recuerdas? "Mi Mariposa". Ya te lo he dicho, Siko Makeshi murió para pagar los tratos de su padre con Masato Naro y la Yakuza. Siko se quedó entre los hierros retorcidos de aquel coche al que le habían cortado los frenos, era la oruga que quedó atrás una vez que emergió la Mariposa.

-Naro fue asesinado, lo leí en el periódico ayer. Fue...

-¿Cosa mía? Sí. Salí del coche sin apenas poder ponerme en pie, Ryuku, me alejé de allí antes de que aparecieran la policía o los bomberos. Me puse en contacto con los hombres de mi padre, me recogieron y bueno... se ocuparon de arreglar los papeles. Si hubieran descubierto que seguía viva, hubieran venido a por mi, Ryuku, tuve que esconderme, tuve que... volar.

-Podríamos haberte ayudado, Cho. Mis amigos y yo podríamos haber...

-¿Haber qué, Ryuku? Tus amigos y tú podríais haber venido y haberme defendido, sí. Pero os habríais marchado dejando las cosas peor que estaban. Con los clanes de la Yakuza enfrentados entre sí, y una guerra de bandas latente arrasando las calles. Yo he solucionado eso. Ahora sólo hay una voluntad que guía a la Yakuza, la mía. No habrá guerra en las calles, yo he solucionado mi propio problema. He vengado a mi familia con honor, y ahora, gobierno las calles de Tokyo.

-Siko-dice él, incorporándose, y acercándose a ella, que permanece estática en su asiento-. Recuerdo cuanto odiabas a tu padre, cuanto te avergonzaban sus negocios. Cuantas veces lloraste conmigo por el horror que te causaba que tu familia estuviera implicada en las actividades de la Yakuza. Cuando me convertí en Bushido, me ayudaste a detener a tu propio primo, y a que le lleváramos a los tribunales por la matanza de Ginza. No me puedo creer que ahora tú...

-Hay que sobrevivir.

-Me dijeron que...

-Murió. No sobrevivió al accidente.

-¿Era...?

-¿Y qué más da? Pero sí. Era tuyo.

Ryuku guarda silencio, sintiendo como las lágrimas vuelven a agolpársele en los ojos.

-Aún podemos ayudarte-dice, tragándose las lágrimas y tendiendo una mano hacia le hombro de ella, pero sinuosa, Cho se incorpora de la silla y se aparta, dirigiéndose hacia uno de los ventanales.

-No necesito tu ayuda, Ryuku.

-Entonces, Siko... no sé por qué me has traído aquí.

Cho guardó silencio unos instantes, cruzando los brazos ante el pecho, y finalmente, se volvió hacia Ryuku.

-Porque no quiero estar sola. No quiero que me salves de mí misma, Ryuku, no quiero que me plantees una historia de redención. Ahora tengo poder, tengo hombres que siguen mi voluntad, que obedecen hasta la última de mis palabras. Cada uno de mis caprichos. ¿Sabes que hay hombres que han muerto sólo para demostrarme que me eran fieles, Ryuku?

-Eso es... monstruoso.

-Eso es el poder-continúa ella-. Eso es el verdadero poder. Pero no quiero estar sola. Te quiero a mi lado, eres mi mejor amigo. Quiero que seamos el rey y la reina de las noches de Japón, Ryuku, quiero que compartas mi manto.

-Siko, necesitas ayuda-responde él, negando con la cabeza, acercándose a ella y apoyando una mano finalmente en su hombro-. El trauma de lo ocurrido...

-Ryuku, ¿por qué todos decís lo mismo? ¿Por qué todos lo achacáis "al trauma"? ¿Por qué no podéis entender que he cambiado?

-Porque detestaría pensar que esa es la persona en la que te has convertido.

De no haber escuchado el silbido de la hoja al salir de la vaina y haber retrocedido dos pasos de un salto, probablemente hubiera perdido la mano. La seda ondea alrededor de Cho, como si las mariposas volasen sobre ella, y Ryuku adquiere una postura de defensa, aunque desarmado como se encuentra, sabe que no tiene demasiadas oportunidades.

-Si no estás conmigo, estás contra mí, Ryuku-sisea ella, adquiriendo una postura ofensiva con la espada, amenazando con ella a Bushido-. ¿No te das cuenta de que después de todo lo que te he contado, no puedo dejarte marchar? ¿Qué puedes contárselo todo a la policía o a tus amigos superhéroes? ¿Qué tienes que salir de aquí muerto?

-La Siko que yo conocía jamás hubiera atacado a un hombre desarmado-responde Ryuku,

-¿No has escuchado nada de lo que he dicho?-replica ella, lanzando un ataque que Bushido esquiva girándose hacia la izquierda, recuperando de nuevo su postura de defensa-. ¿No has escuchado que Siko ha muerto? ¿No has escuchado que soy Cho?

Ella lanza un golpe descendente, y Bushido la esquiva de nuevo, aunque esta vez, ella encadena una serie de golpes con la espada que le va apartando hacia una de las paredes, hacia el lecho en el que él había yacido. Salta para evitar un ataque bajo, y aprovecha la inercia para lanzar una patada contra ella, que la alcanza en el pecho y la hace trastabillar un par de pasos hacia atrás, lo que le da tiempo a Bushido para coger la bandeja metálica sobre la que estaban las hierbas con las que ella había preparado la infusión.

Cho lanza un nuevo golpe, esta vez directo, y Bushido lo desvía con el filo de la bandeja, agachándose para permitir que la espada pasara sobre él, lanzando un golpe con la bandeja hacia el costado de Siko, alcanzándola entre las costillas, y agarrándole la muñeca con el otro brazo, retorciéndolo para obligarla a soltar la espalda mientras la gira y la sujeta por el brazo y la garganta.

-Siko, no te hagas esto a ti misma. Déjame que...

Con la mano libre, Cho araña el rostro de Bushido, desgarrándole la frente y los párpados y haciéndole retroceder, cegado por el dolor y su propia sangre, momento que aprovecha para recoger la espada y lanzar un nuevo ataque, que él se ve obligado a frenar con su brazo izquierdo. La espada penetra hasta el hueso de su antebrazo, y le hace gritar de dolor, pero al mismo tiempo, la acerca lo suficiente a él como para poder golpearla de nuevo con una patada, que la aparta de él. Mientras Cho recupera la respiración, Bushido recoge la bandeja del suelo, y la lanza como si de un disco se tratara, alcanzándola en pleno rostro, lo que hace que Cho se tambalee. Pero sobre todo, le arranca el velo de seda, y Ryuku queda paralizado.

El rostro de Siko está completamente quemado, destrozado por las cicatrices del accidente y el fuego posterior. Uno de sus ojos está cerrado, con el tejido cicatrizado sobre él. Solo la parte inferior del rostro, la boca y la barbilla parecían haberse salvado de las heridas.

-Siko...yo...

-¡No me mires!-grita Cho, y se vuelve a lanzar hacia Ryuku con la espada en alto. Él se agacha, dispuesto a esquivarla, y hace un barrido, que ella evita saltando sobre él. Pero Ryuku se incorpora de golpe, cogiéndola en pleno salto y arrojándola sobre sus hombros.

Sólo se da cuenta de lo que ha hecho cuando escucha el ruido de cristales rotos y el grito que se desvanece en el vacío. Con el arañazo de Cho y la ceguera provocada por esta, no había sido consciente de donde estaban. Cerca de los ventanales, más cerca de lo que este esperaba.

-¡Siko!-grita, asomándose a la cristalera rota, pero es demasiado tarde.

Pequeña, como una muñeca rota desde el lugar en el que él la observa, Siko yace en un charco de su propia sangre sobre el asfalto, mientras los viandantes, atónitos, comienzan a agolparse y mirar hacia arriba.

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Isla de Ototojima, Subprefectura de Ogasawara. Tokyo, Japón.

-Hiciste lo que debías, Ryuku.

Shiori Orsono se sienta junto a su nieto en el jardín, cerca del estanque y él se gira hacia ella con gesto triste.

-Ella... tenía razón, abuela-responde Ryuku, con una sonrisa triste-. Sin un liderazgo firme, los clanes de la Yakuza entrarán en guerra, morirá gente. Mucha gente.

-La policía se encargará de eso. Consiguieron suficiente información de los hombres de Siko como para encarcelar a la mitad de los Yakuza de Tokyo. Y todo gracias a ti.

-Podría haber hecho algo más, abuela, podría haber...

-Si sigues pensando en lo que podrías y no podrías haber hecho, Ryuku, nunca jamás harás nada porque estarás demasiado ocupado pensando en lo que ya deberías haber hecho.

-Siento interrumpir...-dice Amiko, acercándose. Lleva un brazo en cabestrillo, pero tiene buen color, y no da muestras de dolor. La herida parece evolucionar satisfactoriamente-; pero hay alguien aquí que quiere ver a Ryuku.

El aliento se corta en los pulmones de Ryuku cuando ve que Roy aparece de entre los cerezos, vestido con unos vaqueros y una camisa de color rojo oscuro.

-Roy...-susurra Ryuku, y este le mira, sonriendo, con cierto deje de vergüenza en su mirada.

-Amiko, acompáñame-dice Shiori, saludando con un gesto a Roy-. Tenemos cosas que hacer dentro.

-Claro, por supuesto-responde Amiko, lanzando una nueva mirada a Roy-. Desde luego, hay que reconocer que mi primo tiene buen gusto...

Roy la mira con los ojos abiertos como platos, y Ryuku no puede evitar una sonrisa.

-Se llevaría muy bien con Toni-masculla, y Roy asiente.

-Hemos visto lo que ha pasado, y pensamos que te vendría bien que alguno de nosotros estuviera por aquí-explica Roy, acercándose al estanque.

-¿Y Dick te envió a ti?-pregunta Ryuku-. Creía que nuestro jefe tenía más tacto.

-Echa el freno, Miyagi-dice Roy, haciendo un gesto a Ryuku para que espere, y lanzando un suspiro-. Yo le pedí venir. Me presenté voluntario.

-¿Qué?

-Que me comporté como un idiota. Suelo hacerlo, sí, pero contigo, fui más idiota que de costumbre. Ryuku, los Titanes cuidamos de los nuestros. Y yo he venido a cuidar de ti en lo que sea necesario.

-¿Toni te ha escrito un guión?

-No-sonríe Roy-. Tío, no me hagas esto más difícil, bastante mal lo estoy pasando ya, yo no soy de palabras... Es más, yo soy de actos.

Y sin más, Roy Harper abraza a Ryuku.

-Estamos contigo, tío-susurra Roy-. Estoy contigo.

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Epílogo.

Tetsu, el hombre calvo y silencioso con una mariposa tatuada en la afeitada cabeza, entra en la pequeña habitación, y se sienta junto a la pequeña cuna de madera tallada a mano. Coge un sonajero, lo hace sonar, y el bebé que está dentro de la cuna despierta riendo. Tetsu comienza a susurrar una vieja nana, mientras toma al niño en brazos.

-Pequeño, pequeño-susurra Tetsu-. Mamá ha volado como las mariposas. Como una gran mariposa...

Y continúa cantándole una nana al hijo de Siko Makeshi, Cho, y Ryuku Orsono, Bushido. Esperando al futuro que el niño tendrá. Esperando a lo que habrá de llegar.

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1.- El Vuelo de la Mariposa.

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CORREO DE LOS TITANES

Final del interludio dedicado a Bushido, y final del viaje de "los Titanes" a Japón. Como este mes no ha habido comentarios sobre el número anterior, aprovecho para explayarme un poco sobre la historia. Ya he dicho alguna vez que Bushido ha sido un personaje que me ha atraído mucho por ser, prácticamente, una tábula rasa, un personaje sin un pasado escrito y que está lo suficientemente poco definido como para dar mucho juego a la creatividad del escritor. En este caso, la historia me la sugirió, como alguno podéis haber imaginado tanto por el título de la saga como por el nombre "clave" de la "villana", Mariposa, por la música y el argumento de la ópera Madame Butterfly, adaptada de una forma muy libre, por supuesto.

Y bueno, nada más de momento, que es muy tarde y tengo que dormir antes de que el jefe se de cuenta de que no estoy escribiendo y venga con el látigo... ¡¡¡Nos vemos en el próximo número!!!

 
 
   
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