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Ellos fueron los primeros. Fueron leyenda, y luego fueron olvidados. Ahora han vuelto... para ser más grandes que nunca.
 
JSA

JSA #38
Crisis de familia II
Rastros

Guión: Tomás Sendarrubias

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Portada: Homenaje a la clásica portada de Crisis en el a que Superman sostiene el cuerpo muerto de Supergirl. Jesse Quick, en el centro de la portada, tiene en brazos el cuerpo de Libby Lawrence. Tras ella, las siluetas de los Titanes, la JSA, Batman y Detective Marciano.

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Palacio de Justicia,
Kahndaq.

-Esto no puede estar pasando...

Negando con la cabeza, Ted Grant se dejó caer sobre su silla de la sala de reuniones de la JSA. A su lado, Alan le palmeó un hombro, tratando de transmitir su apoyo al boxeador, pero él estaba tan confundido como el resto de sus compañeros. El resto de los miembros de la JSA fueron ocupando sus asientos, salvo Mister Terrific, que se dirigió a los paneles de control, y de inmediato comenzó a examinar los datos que llegaban de diferentes lugares del mundo, analizando los elementos que podrían terminar conduciendo a la necesidad de una intervención de la Sociedad.

Acababan de llegar de Philadelphia, donde se había llevado a cabo el funeral de Libby Lawrence-Chambers, Liberty Belle. Y no había sido fácil. Carter había asistido, y Alan había tenido que impedir que el propio Ted le rompiera la nariz de un puñetazo, hasta el punto de que Bruce Wayne le había tenido que pedir a Carter Hall que se marchara de allí. Las Campana de la Libertad había doblado mientras las cenizas de Liberty Belle eran arrojadas al mar por Jesse Chambers, y finalmente, los miembros de la JSA habían decidido volver a Kahndaq.

-Llevamos tres funerales en menos de seis meses-gruñó Ted-. Hipólita, Joan, Jay y ahora Libby... Es como si alguien nos hubiera echado una maldición... Quizá deberíamos comprobar la situación del Doctor Fausto, de Nerón o de...

-No hay magia actuando aquí-le interrumpió Lytta, apoyándose en la mesa y pinzándose el puente de la nariz con dos dedos, tratando de alejar el dolor de cabeza que la acosaba. Abrió los ojos, y vio que sus compañeros la miraban extrañados, con gesto de sorpresa-. Me pareció todo tan extraño que preferí comprobarlo.

-¿De verdad creéis que alguien está atacando sistemáticamente a los antiguos miembros de la Sociedad?-preguntó Courtney, encogiéndose de hombros-. O sea, todo esto se sale de madre, pero...

-No estamos acostumbrados a que estas cosas pasen tan deprisa, Courtney-intervino Pieter Cross-. De todos modos, deberíamos descansar. Estos días están siendo agotadores. ¿Michael?

-Estoy de acuerdo-comentó Mister Terrific-. De momento no hay nada que requiera la atención urgente de la Sociedad. Me temo que durante las próximas diez horas, el mundo tendrá que resistir sin nosotros.

-Pues no se hable más-dijo Alan-. Aprovechemos para descansar.

Prácticamente en silencio, los miembros de la JSA fueron saliendo de la sala en dirección a sus habitaciones, hasta que finalmente, sólo Ted, Alan y Adam quedaron en el salón, y los tres se miraron ceñudos.

-Aunque la muerte de Libby no esté relacionada con las anteriores, sí es cierto que fue asesinada, y deberíamos investigarlo-dijo Ted, cruzando los brazos-. Algún hijo de puta entró en su casa y le rompió el cuello.

-Su hija es miembro de los Titanes, Ted, quieren encargarse personalmente-respondió Alan.

-Tenemos otras responsabilidades globales-intervino Adam, sombrío-. No podemos...

-Adam, no-le interrumpió Alan-. Sé que no lo haces para ofender, pero no es el momento.

Black Adam enarcó las cejas, frunciendo el ceño y asintiendo. Aún se sentía desconcertado por todo aquello, sus sentimientos sobre la muerte eran muy distintos. Aún así, guardó silencio mientras Alan y Ted dejaban la sala de reuniones. Adam se dirigió a la balconada y observó Shiruta. El sol había comenzado a ponerse, y el viento del sur parecía ardiente y cargado de arena. Por un momento, pensó en su familia, muerta siglos atrás, y aunque había sentido el dolor de su pérdida, sabía que la muerte era sólo el tránsito a otro mundo, donde se reunirían con los dioses.

-Libby Lawrence debe dormir esta noche en el Ma´at-escuchó decir a su espalda, y Adam se giró para ver como Ártemis, vestida con una suave túnica de lino blanco y apoyada en un bastón, se acercaba a él-. Sí, tus pensamientos son tan obvios que es difícil ignorarlos.

-No deberías estar de pie-replicó Black Adam, cruzando los brazos ante el pecho y volviendo a mirar hacia la ciudad.

-¿Te preocupas por mi? Eso sí que es una novedad.

-Me preocupo por la salud de mis guerreros.

-Las tradiciones de las Bana respecto a la muerte son las del antiguo Egipto-dijo Ártemis, apoyándose en la barandilla junto a Black Adam, y este no pudo evitar darse cuenta de cómo el sol poniente parecía encender sus cabellos rubios rojizos con reflejos dorados-. Pero parece que Osiris ha decidido llamarnos a sus puertas para comparecer todos juntos...

Sin pensarlo dos veces, Ártemis se incorporó, tendió sus brazos para envolver el cuello de Black Adam y le besó. Y Adam se sorprendió a sí mismo respondiendo al beso de la Amazona.

-Mujer-dijo finalmente-, ¿qué significa esto?

-Significa que no quiero dormir sola esta noche, Adam. Que necesito unos brazos fuertes alrededor de mi cintura y unos hombros en los que llorar. Que por primera vez en mucho tiempo, no me siento amazona ni guerrera, sino solo una mujer que ha visto demasiada muerte en demasiado poco tiempo. ¿Crees que podrás darme lo que pido, guerrero?

Sin responder, Adam tomó a Ártemis en brazos y se dirigió a sus aposentos.

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Aeropuerto Internacional de Los Ángeles,
California.

Cuando Pat Dugan bajó del avión en el aeropuerto de Los Ángeles, se encontraba agotado. En pocos días había cruzado Estados Unidos cuatro veces, para asistir al funeral de Jay y Joan Garrick y ahora, el de Libby Lawrence. Esperaba no tener que volver a la Costa Este a algo así en mucho tiempo, aunque al menos, esas dos ocasiones le habían servido para ver a Courtney. Aunque hablaban prácticamente todos los días, reconocía que desde que se había marchado a Kanhdaq la echaba de menos. Quizá debiera preparar unas vacaciones para los dos, un viaje a algún sitio... Pat sonrió al venir a su mente la idea de un viaje a Aruba. Seguro que a Courtney le encantaba, aunque realmente la piel de la chica no estaba hecha para ponerse al sol, y por más que se esforzaba en obtener algún tipo de bronceado, lo único que conseguía era enrojecer cada vez más y más dolorosamente. Pat se echó al hombro la bolsa de viaje y se dirigió hacia el baño del aeropuerto para orinar. Aún le quedaba un buen rato antes de llegar a Blue Valley, así que prefería pasar antes por el baño.

Sin más, Pat abrió una puerta en la que había silueteada una figura vagamente masculina, y se dirigió a uno de los retretes. Orinó, y más tranquilo, se acercó al lavabo y abrió el grifo para lavarse las manos.

Y en ese momento, algo le empujó con tanta fuerza que su cabeza se estrelló contra el espejo, con tanta fuerza que este se resquebrajó de lado a lado. Pat notó como la sangre le resbalaba por la frente, inundándole los ojos y cegándole. Sus instintos pasaron a tomar el control, notó como la adrenalina se disparaba en sus venas, y sin tratar de ver siquiera a su agresor, se giró violentamente, golpeando con todas sus fuerzas con ambos puños al tiempo, sólo para encontrarse con que sus dedos se rompían como si hubiera estrellado las manos contra una pared. Sintió como le agarraban por el vientre y el cuello, y como le levantaban del suelo. Trató de resistirse, pero fue en vano, y aquello que lo atacaba, lo arrojó como si fuera un pelele contra el cristal, haciendo que varias astillas se hundieran profundamente en su espalda. Pat manoteó tratando de limpiar la sangre que le escocía en los ojos, cuando con la fuerza de una locomotora, algo se estrelló contra su pecho, rompiendo sus costillas, haciendo que se clavaran con la fuerza de flechas en sus pulmones. Pat Dugan trató de tomar aire, pero lo único que conseguía era ahogarse. Poco a poco su vista fue ensombreciéndose hasta que finalmente, la oscuridad lo inundó todo.

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Palacio de la Justicia,
Shiruta, Kahndaq.

Pieter Cross salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí y estirándose para desentumecer sus músculos. Había conseguido dormir un par de horas seguidas, pero finalmente se había desvelado, y si había algo que no soportaba era permanecer en la cama dando vueltas sin parar. Por un momento, se planteó la posibilidad de acercarse a ver a Lytta, sólo para hablar con ella... pero enseguida desestimó esa idea, pues sabía que realmente no era sólo hablar lo que quería con Lytta. Negando con la cabeza, Pieter bajó las escaleras que conducían a la cocina del edificio, y, a oscuras, abrió la nevera y sacó una garrafa de leche, de la que se sirvió un vaso. Moviéndose en la oscura cocina con la perfección de un bailarín, Pieter dejó el vaso sobre una mesa, abrió una alacena y cogió un bizcocho de almendras amargas, del que se sirvió una generosa porción antes de volver a envolverlo y dejarlo en su lugar.

La situación con Lytta era complicada, y estaba comenzando a quitarle el sueño. Al principio se había sentido simplemente atraído por ella, era una persona tremendamente enigmática e interesante. Pero eso también era un problema. Lytta le confundía, era como una caja de sorpresas, y hacía muy poco tiempo que había perdido a su marido, lo que aún complicaba más el asunto. El pensamiento de Pieter voló hacia Canario Negro, preguntándose por qué no se había esforzado más porque aquello saliera bien.

Un zumbido procedente de la sala de reuniones sacó a Pieter de sus pensamientos, y al reconocer el sonido, dio un sorbo al vaso de leche y se dirigió hacia el salón. Sin titubear un instante, Pieter se sentó ante el inmenso panel de control, cogió unos cascos con micrófono situados a su izquierda y se los puso, activando automáticamente el modo de manejo por voz.

-Informe de noticias-solicitó Pieter, y de inmediato, la voz mecánica del ordenador le informó de lo que los sistemas habían identificado como algo merecedor de pasar a formar parte de la base de noticias de la JSA. Cuando la narración concluyó, Pieter estaba pálido-. Repite informe-ordenó, y volvió a escuchar la noticia, que había llegado a la base de datos de la JSA procedente de un informe de la policía de Los Ángeles.

-No puede ser-gruñó el Doctor Medianoche, incorporándose mientras trataba de decidir el mejor curso de acción-. Esto no puede estar pasando. Ordenador, conéctame con el dormitorio de Mister Terrific-. De inmediato, a través del auricular, escuchó el chasquido de la conexión, que pronto fue sustituido por la voz, completamente alerta, de Michael.

-¿Qué pasa?-preguntó este.

-Michael, tenemos problemas y serios. Ha pasado algo en Los Ángeles... y tendremos que hablar con Courtney.

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Una hora después, todos los miembros de la JSA estaban otra vez despiertos y de nuevo se sentían como si les estuvieran atacando con un gigantesco martillo. Pieter se había visto obligado a inyectarle a Courtney un tranquilizante cuando le comunicaron la muerte de su padrastro. Ahora, la chica estaba en una de las salas del palacio, junto a Kendra, Jakeem y Ted, mientras el resto del grupo se encontraba en la sala de reuniones, sentados ante los monitores de la sala de reuniones.

-Esto cambia las cosas por completo-dijo Alan, tanto a sus compañeros de equipo como a los que compartían la videoconferencia en los diferentes monitores. Nightwing y Power Girl, Batman, Oráculo y el Detective Marciano-. Hemos revisado las grabaciones de seguridad del aeropuerto, y después de la entrada de Pat al baño, no entra nadie hasta el operario de limpieza que lo encontró. Los primeros datos señalan que el ataque que sufrió Pat tiene muchas semejanzas con el que sufrió Libby, todo indica un metahumano con, como poco, un alto nivel de fuerza, y quizá invisibilidad. Y que se dedica a atacar, o bien a los antiguos héroes del All-Stars Squadron... o bien, y esto es más terrible, a los familiares de actuales héroes.

-Desde luego no hace falta ser el mejor detective del mundo para darse cuenta de que dos actos así tienen que estar vinculados de alguna manera-respondió Nightwing-. Deberíamos reunirnos para plantear una estrategia común.

-Volvemos a Estados Unidos-informó Alan-. A primera hora llevaremos a Courtney a Los Ángeles para los funerales de Pat. Posteriormente podríamos reunirnos.

-La Atalaya sería el sitio perfecto-intervino J´onn-. Los sistemas teleportadores nos permitirán estar en cualquier lugar en segundos, y los sistemas informáticos no tienen rival. Puedo adelantarme para ir preparándolo todo, y reunirme con vosotros posteriormente en Los Ángeles para el funeral.

-Me parece bien-respondió Nightwing-. ¿Batman?

-Os veré en Los Ángeles-dijo Batman, sombrío-. Tengo que desconectarme, hay un asunto urgente que quiero atender en persona. J´onn, convoca a Flash y a todos los miembros de la JLA que puedas, tenemos que prepararnos.

-Lo haré-aceptó J´onn-. Pero... ¿qué hacemos con Superman?

Todos guardaron silencio unos segundos, y finalmente, fue Batman quien respondió.

-No. Dejemos a Superman al margen.

-De acuerdo-concluyó Alan-. Nos vemos todos en el funeral de Pat.

-Nos estamos viendo demasiado-dijo Nightwing, despidiéndose. Todos fueron cortando la conexión para volver a sus quehaceres, y los miembros de la JSA permanecieron en el salón unos momentos más, hasta que finalmente, Michael Holt señaló un piloto del panel de mandos.

-Está todo preparado. Vámonos.

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Asilo de Arkham,
Gotham City.

Mientras dos guardias le seguían y uno de los médicos del sanatorio mental le guiaba por los pasillos que conducían al interior del aquel infierno humano, Batman no podía dejar de pensar en el naipe que llevaba en uno de los compartimentos de su cinturón. Había sido entregada en mano al Comisario Gordon por correo ordinario, y este se había encargado de hacérsela llegar a él al comprobar de qué se trataba, un simple naipe con la imagen de un comodín, y en el dorso, escrito con letra sesgada e irregular, las palabras "Parece que hay un problema en la familia... Bwah ha ha ha".

-Tenga cuidado con él-comentó el médico, y Batman enarcó las cejas-. La semana pasada consiguió esconder uno de los cubiertos de plástico del comedor. Mató a un guardia, y otro no podrá volver a andar.

-Doctor Merkle, no creo que tenga que advertirle nada precisamente a él...-masculló uno de los guardias de seguridad, y el doctor se sonrojó.

-Lo siento, yo... soy nuevo y no estoy acostumbrado a esto...

-Lo entiendo-respondió Batman, y sin más, tendió la mano y abrió la puerta de la sala tras la cual le esperaba la causa de sus pesadillas. Ante la mirada fascinada del médico, cerró tras de sí, quedando a solas con él.

Sentado junto a una mesa, probablemente drogado con sedantes capaces de tumbar a un caballo, con los pies sujetos juntos con unos grilletes especiales, y los brazos atrapados en más grilletes sobre la mesa, pálido y sonriente, estaba el Joker. Alzó sus ojos, amarillentos y cuajados de venas que parecían a punto de estallar, y su sonrisa se amplió aún más.

-Ojala hubiera sabido que venías a verme, cielito... hubiera preparado té y tarta de trufa... sí, he decidido que esta semana sólo cocinaré alimentos que empiecen con "t"... aunque necesitaría para ello un tenedor, o mejor... un tridente... Como el de Neptuno, sí... ¿crees que si le prometo a los médicos que me portaré mal me dejarán un tridente como el de Neptuno? Me gustaría tanto poder provocar terremotos...

-Quiero saber qué significa esto-dijo Batman, seco, lanzando la carta sobre la mesa. Un ruido semejante a la risa de una hiena comenzó a brotar, ronco, de la garganta del Joker, y fue creciendo exponencialmente, hasta que Batman tuvo la impresión de que en cualquier momento aquel psicópata se reiría tan alto que se provocaría heridas en la garganta y comenzaría a sangrar. Y entonces, la risa cesó, y clavó sus ojos amarillentos en los de Batman.

-Me alegra ver que te ha llegado mi carta, amorcito. Hacía tanto qué no sabía nada de ti...

-No tengo tiempo para tus juegos-masculló-. Quiero saber qué es lo que sabes.

-Oh, sé tantas cosas, corazoncito... Conozco los nombres de las estrellas, y como llamar a los granos de arena del mar. Conozco el nombre de los vientos procedentes de los ocho puntos cardinales, y los de las montañas que se adentran en el interior del mar. Conozco tantas formas de causar dolor que he olvidado la mitad de ellas, y conozco el olor de la locura, y el de la santidad. Y sé a qué huelen las nubes. Y también sé que alguien ha fijado su objetivo en vuestros seres queridos. En papá, mamá, el perro, la abuela, y la vecina que hace tarta de manzana. Alguien ha decidido haceros daño a través de los vuestros... y bueno, me siento tan celoso y tan furioso de que no se me haya ocurrido a mi primero... ¡Espera! ¿Lo hice, no? Porque claro, cuando maté a tu chico, y cuando disparé a la hija del comisario... aquello te dolió, ¿verdad?

-Si quieres salir de esta habitación andando, será mejor que no muevas esos temas-siseó Batman, sintiendo que su cuerpo se tensaba como las cuerdas de un violín-. ¿Cómo lo has sabido?

-Oh, bueno, ya sabes, tartita... se oyen cosas por tantas partes... Dicen que hubo una subasta, y que Calculador había obtenido los datos de buena parte de los tuyos... bueno, no solo de los tuyos, de todos los superbobos disfrazados, además de los orejotas como tú. Así que hace una semana hubo una gran fiesta y una subasta... El Espantapájaros estaba muy triste por no haber ganado, decía que tenía muchas ganas de probar su gas del miedo con la familia y los amigos de ese pajarito que va contigo. Aunque claro, aunque hubiera ganado no hubiera servido de mucho, volvió aquí hace dos días...

Sin más, Batman se dio la vuelta y abrió la puerta para salir de la sala, pero finalmente se quedó clavado y se volvió de nuevo hacia el Joker.

-¿Por qué haces esto?

-Por muchos motivos, querubín-respondió el payaso-. Porque una persecución es mucho más divertida si el perseguido lo sabe. El miedo le da un sabor diferente a la carne que va a ser cazada. Porque quiero que nos llevemos bien. Al fin y al cabo, estás tan loco como yo, y quiero que acabes en una celda preciosa y llena de lazos junto a la mía. ¿Te imaginas? Podremos pasar largas noches rizándonos el pelo y cantando Cumbayá... Y tercero... pero no por ello menos importante... porque alguien podría pensar que quiere hacerte daño reventando por dentro a tu chico, a tu jovenzuelo, al pequeño pajarito... Y no puedo consentir eso. He tenido una revelación. He venido a este mundo para matar Robins, y no quiero que nadie entorpezca mi misión en la vida...

Batman mantuvo la mirada fija unos segundos en el Joker. Y por un momento, pensó en lo que significaría coger una pistola, y así, según estaba, hundirle una bala entre las cejas. ¿Cuántas muertes se ahorraría? ¿Cuántas se hubiera ahorrado si lo hubiera hecho la primera vez que se enfrentó a él?

Con la imagen de una pistola fija en su mente, Batman salió de la habitación, sorprendiendo a los guardias y al médico, que de inmediato se cuadraron.

-Jonathan Crane-siseó, y el doctor Merkle asintió.

-Lo traeremos en unos minutos...

-No. Ahora. Llevadme a su celda.

-Bueno, eso es un poco irregular y...

-Doctor, no es la primera vez ni será la última-le interrumpió el guardia, y de nuevo, el médico se sonrojó, y farfulló una disculpa mientras se dirigía a la celda en la que se encontraba recluido el doctor Jonathan Crane, más conocido por todos como El Espantapájaros.

Cuando la puerta de la celda se abrió, Batman se encontró al Espantapájaros tumbado en la cama, leyendo El Terror, de Arthur Machen. En cuanto el enmascarado entró a la estrecha celda, Crane se incorporó en la cama, sonriendo, y se hizo un ovillo apoyado en el cabecero de la cama, recogiendo sus flacos y desgarbados miembros y apretándolos contra su enteco cuerpo. Batman cerró la puerta de la celda y clavó su mirada en el Espantapájaros.

-Creía haber dicho a mi secretaria que no me pasara visitas...

Las palabras de Crane se ahogaron cuando con un gesto rápido, Batman le sujetó por el cuello, le empujó contra la cama, y hundió en su cuello una pistola hipodérmica, inyectando un líquido acuoso transparente al Espantapájaros, que trató de sacudirse al enmascarado de encima, aunque fue inútil. Unos segundos más tarde, los músculos de Crane se relajaron, y finalmente Batman le soltó, quedando el Espantapájaros desmadejado sobre la cama.

-El otro día hubo una subasta-comenzó a decir Batman-. Calculador obtuvo unos datos y los subastó entre algunos de vosotros...

-No...-masculló el Espantapájaros, pero Batman se limitó a ignorarlo. El suero que le había inyectado era un poderoso derivado del tiopentato de sodio, o pentotal sódico, mejorada hasta el punto de que Tim lo llamaba veritaserum, en una broma relacionada con los libros de Harry Potter. Que las conexiones neuronales de Crane se vieran demasiado bloqueadas como para mentir, era cuestión de tiempo.

-Quiero saber quién ganó aquella subasta...dijo Batman, y Crane volvió a negar con la cabeza, tratando de mantener los ojos abiertos.

-Si lo digo... me devorará el hígado...

-Crane... ¿quién se llevó los datos de Calculador?

-Savage-admitió finalmente el Espantapájaros, cerrando los ojos-. Vandal Savage...

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba solo en la celda.

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Base de Defensa NORAD 3,
Apalaches.

El general Whitman se encontraba solo en la sala principal de uno de los principales centros de defensa de los Estados Unidos. Había alejado de allí a todos los soldados, a golpe de autoridad primero y de pistola después. Sabía que sólo quedaban unos minutos hasta que los mandos de la base recibieran la autorización y las órdenes para acabar con él, pero tenía tiempo más que de sobra para hacer lo que tenía que hacer.

Whitman introdujo su llave en una cerradura especial, y una cubierta roja se deslizó, dejando a la luz un botón rojo y un teclado alfanumérico. Whitman pulsó los códigos que activaban la secuencia de lanzamiento, y escuchó la voz de mujer que anunciaba lo inminente del lanzamiento. En un ordenador cercano, marcó sin parpadear siquiera las coordenadas. Y entonces, pulsó el botón rojo.

Y sin más, Whitman se acercó la pistola al cuello, apoyó el cañón bajo su mentón, y sin pensárselo dos veces, Whitman disparó.

Sólo tres minutos después, las puertas de la sala cayeron con estrépito, y uno de los equipos de asalto de las fuerzas armadas del Ejército de Estados Unidos hizo su aparición, liderado por la Teniente Keira O´Sheally, que lanzó una maldición al ver el cuerpo muerto del general tirado en el suelo, y la consola de mandos cubierta de sangre, restos de masa encefálica y esquirlas de hueso. Pero cuando vio la luz roja del botón encendida y la cuenta atrás en los monitores, sintió que la sangre se le helaba en las venas.

De inmediato, varios técnicos trataron de abortar el lanzamiento, pero los códigos habían sido bloqueados. En dos minutos, un misil nuclear partiría de aquella base en dirección a algún lugar. La Teniente O´Sheally se sentía como si la Tercera Guerra Mundial fuera a empezar allí mismo, en ese momento.

-Tengo que hablar con el Presidente ya-masculló, y en ese momento, uno de los técnicos que había estado tratando de determinar el punto de destino, se acercó a ella, corriendo.

-¡Es suelo americano!-exclamó-. El objetivo está sobre suelo americano...

-Mierda-farfulló O´Sheally-. ¿Dónde?

-Kansas-replicó el técnico-. Las coordenadas de lanzamiento se corresponden exactamente con una pequeña población llamada Smallville...

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JUSTICIA PARA TODOS

El crossover continúa adelante con una nueva baja entre los familiares de los héroes... Y lo que podría ser un gran desastre a punto de acontecer en pleno corazón de los Estados Unidos... ¿Cuántos habitantes tendrá Smallville? Lo digo para el recuento de bajas...

 
 
   
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