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Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana...



Star Wars

STAR WARS: ACADEMIA JEDI #36
Jaque en Corellia I
Guión: Ben Reilly
Guía de Personajes

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Anteriormente en Star Wars Academia Jedi: Galen ha conseguido detener al mandaloriano Soonah, pero todavía no ha averiguado qué hacía en la estación Hyuuk. Luke Skywalker y Mara Jade han tomado como padawans a Jacen Solo y Jaina Solo respectivamente; Tenel Ka se ha convertido en la padawan de Tionne; Ben Skywalker todavía no tiene un Maestro asignado. Ben, Jaina, Jacen y Tenel Ka se reúnen en Corellia con Leia Organa Solo y Han Solo...

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CORELLIA

Los últimos meses habían sido duros para Kalenda. Abandona en Corellia, sin equipo ni posibilidad de comunicación con sus jefes. Sabía que todos los antiguos agentes de la INR1 en Corellia habían sido asesinados antes de que ella llegase, incluso ella había sufrido un muy adecuado ataque pirata cuando se dirigía hacia Corellia. Por lo que suponía, todas las fuentes, los contactos de los anteriores agentes podían estar igualmente muertos o comprometidos así que o contactaba con las fuerzas de seguridad locales y pedía una extracción a Coruscant o empezaba de cero. Kalenda no era de las que dejaba trabajos a medias. Encontró trabajo en un puesto de comercio en Corona, la capital de Corellia. Se cuidó mucho de inventarse cosas sobre su pasado antes de poder evaluar la situación en Corellia. Sólo había dejado entrever que había perdido su trabajo en Drall, otro de los planetas del sector corelliano.

Pasados los meses, Kalenda empezó a obtener una imagen mejor de lo que hervía en Corellia. El Diktat, el dirigente de Corellia, era miembro del Partido Independentista de Corellia. Toda su compaña y su actividad política una vez elegido se había decantado a intentar separar a Corellia de la Nueva República. Abducía, como normalmente se hacen en estos casos, motivos de toda índole pero sobre todo económicos. La Nueva República no había traído una gran era de prosperidad y riqueza a una Corellia que llevaba años sumida en una gran depresión económica. Como siempre que las cosas no iban bien, había políticos que, en vez de mirar lo que han hecho mal y tratar de corregirlo, intentaban echar la culpa a los demás. En este caso fue la Nueva República. De la noche a la mañana la Flota que había sobre Corellia era culpable de ahuyentar a los posibles comerciantes. Cuando la Tercera Flota fue destruida por los B´Sessn, el no reconstruirla inmediatamente se había convertido en una muestra más de la desidia con que la República trataba a Corellia. Ahora que finalmente el Senado había aprobado la reconstrucción de la Flota se había reabierto el viejo debate sobre los astilleros de Corellia y cómo estos esquilmaban los recursos naturales del sector, además de volver a ahuyentar a esos posibles comerciantes del planeta.

Hasta aquí todo era lo normal según la experiencia de Kalenda. No era algo fuera de lo común, sucedía en cientos de planetas más a lo largo de la galaxia y todo ello pasaría en unos años para volver a suceder décadas, incluso siglos después. Pero lo que Kalenda no acaba de entender era el tinte xenófobo que había adquirido el movimiento. En otros planetas era algo habitual pero Corellia era especial. El sector corelliano era uno de los grandes misterios del Universo. Simplemente, los planetas estaban demasiado cerca unos de otros, casi como colocados por una mano gigantesca que anulase las leyes universales que regían el resto de la galaxia. Los cinco planetas que formaban el centro del sector simplemente no deberían existir. Pero eso no era lo importante para Kalenda. Esos cinco planetas estaban poblados por tres razas: los humanos, los selonianos y los drall. A los selonianos y a los drall se les reconocía el haber nacido en el sector, los humanos por su parte eran otro de los grandes misterios de la galaxia porque nadie sabía a ciencia cierta de qué planeta habían salido y cómo habían hecho para expandirse por la galaxia. Las tres razas habían vivido en el sector corelliano durante toda la historia conocida y no habían protagonizado grandes conflictos entre sí, incluso cuando el sector estaba gobernado por poderosos y crueles reyes. Por eso a Kalenda le había sorprendido tanto que ahora, en Corellia, el Diktat corelliano empezase una campaña de acoso y derribo contra los demás especies acusándolas poco menos de contaminar Corellia con su presencia. Era la clase de propaganda que el Nuevo Orden había impulsado durante los oscuros años del reinado de Palpatine.

Algo le decía que debía investigar esa evolución de los acontecimientos. Por suerte su jefe parecía estar en contacto con aquellos que apoyaban la campaña del Diktat. Elaboró más su historia pasada convirtiéndose en una trabajadora despedida de una fábrica en Drall. No necesitó mucho trabajo para convencer a su jefe de que había sido despedida por ser humana. A partir de aquél día, su jefe la trató con más respeto. Dos meses antes, la había invitado a una reunión de lo que él llamaba ciudadanos verdaderamente preocupados. Eran reuniones sencillas donde la gente explicaba cómo los selonianos o drall habían arruinado su vida. Entre arcadas, Kalenda explicaba su historia una y otra vez desvelando nuevos detalles cada vez, como que todo su historial en la fábrica había sido convenientemente perdido por sus jefes para que no pudiese protestar antes de las autoridades de Corellia. También hablaba de cómo la Nueva República ignoraba su problema y de cómo tuvo que pagarse un pasaje en una nave de carga a Corellia para poder estar con los de su raza.

Finalmente había sido invitada a una reunión especial o así es como la había denominado su jefe. Suponía Kalenda que ahora la invitarían a dar un paso más. Había escuchado que semanas anteriores un pequeño grupo había quemado varios comercios propiedad de no humanos en la capital. Al parecer incluso el Diktat se había dado cuenta de lo lejos que había llegado todo, así que había emprendido una tímida marcha atrás en sus actitudes con los no humanos.

Kalenda fue conducida hacia las afueras de la ciudad en un deslizador. No al vendaron, ni impidieron que viesen todo el camino que recorrían. O confiaban en ella o eran realmente estúpidos y novatos. Subieron una empinada colina hasta encontrarse con una pequeña granja cuyos animales se encontraban pastando por los alrededores. Alrededor de la granja se había conformado una pequeña reunión. Reconoció a varios comerciantes y a un par de granjeros que venían habitualmente al mercado de la ciudad. Pensaba que se había equivocado de grupo, que todo aquello no era más que un montón de gente estúpida que se había dejado llevar por los malos tiempos pero entonces vio varios de sus armas. Eran blásters reglamentarios de la República. Dios sabe que podrían haberlos comprado de contrabando pero a Kalenda no le parecía el caso. Para confirmar sus sospechas se aseguró de pasar cerca de un hombre que esgrimía con orgullo un rifle de asalto.

- Me dejas tu arma –dijo con la voz más sexy que pudo crear-.

El hombre pidió permiso con la mirada a los acompañantes de Kalenda. Cuando éstos asintieron entregó el arma. Kalenda la sopesó. No quería parecer una profesional así que evitó hacer cualquier filigrana y se puso el rifle al hombro mientras hacía que miraba por la mirilla. Como suponía el número de serie del arma no había sido borrado si no que ni siquiera existía. Aquella era un arma proporcionada a la INR y que probablemente había sido propiedad de uno de los agentes en Corellia muertos. Devolvió el arma con una sonrisa y prosiguió su camino entre los reunidos. La estaban conduciendo hacia el granero. Definitivamente no se había equivocado. Estaba claro que aquellos paletos no podían descubrir a ningún agente de la INR por muy torpe que fuese. Tenían que tener algún amigo en las alturas, quizás algún consejo cercano al Diktat o incluso al senador corelliano.

Fuera como fuese, Kalenda ya había visto suficiente. Había evaluado la situación más que suficiente debido a su precaria posición. En cuanto la invitasen a entrar en su círculo debía contactar inmediatamente con Coruscant aún a riesgo de perder su privilegiada posición. Una pequeña información era mejor que nada. Si lograba no ser descubierta ya tendría tiempo de indagar más a fondo.

La puerta del granero se abrió automáticamente. De pronto se le pasaron por la mente todas las clases a las que había asistido sobre este tipo de situaciones. Si iba a entrar en su grupo tendría que pasar una prueba y si no recordaba mal la prueba más común en estos casos consistía en maltratar o incluso matar a un alienígena. De ser ese el caso esperaba poder arreglárselas para no tener que hacerle sufrir mucho.

Para su inmediato alivio, no se encontró dentro con un alienígena esperando a ser torturado. Se encontró con decenas de miembros de las Fuerzas de Seguridad corellianas apuntándola con su pistolas láser. En un principio pensó que habían descubierto al grupo pero en cuanto los que la habían traído hasta allí se unieron a las Fuerzas de Seguridad, Kalenda descubrió que había sido descubierta.

- Está metida en un buen problema –dijo una voz desde el centro de los soldados-.

Quien había hablado era el Diktat, el jefe del estado corelliano, Zatsh. Todo aquello era responsabilidad suya. De pronto, una aterradora idea cruzó por su mente. Si no recordaba mal hoy era el día en que...

- La Canciller –murmuró Kalenda sin darse cuenta de que hablaba en voz alta-.

- Sí. Ahora nos ocuparemos de ella –le contestó Zatsh-.

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Mientras el turboascensor bajaba Leia se repetía una y otra vez que ésta iba a ser la última vez que se veía obligada a hacer este tipo de cosas. El aparatoso vestido azul que llevaba le restaba movilidad y no quería pensar en cuántas horas había tenido que estar sentada mientras arreglaban su rebelde pelo. Pero eso pronto pasaría a la historia. Bien es cierto que, aún cuando éste fuese su último acto público como Canciller de la Nueva República, Leia pasaría días después por una esplendorosa ceremonia de coronación en Nuevo Alderaan pero aquello no era más que una formalidad, un acto para despertar una memoria de tiempos mejores para el pueblo de Alderaan.

Se sentía extraña. Aliviada por poder desprenderse de la inmensa cantidad de trabajo que durante los últimos años había acabado casi ahogándola y, lo que más sentía, robando el tiempo que debía haber dedicado a su aprendizaje Jedi y a su familia. Pero también dentro de ella se habría una enorme inquietud. No sabía qué iba a hacer a continuación, quizás entrar en el cuerpo diplomático y ser embajadora de la República... aunque si Fey´lya subía al poder probablemente no podría hacer nada.

- No sé qué es más incómodo, si el uniforme militar o esta aparatosa túnica –dijo Han Solo que no paraba de removerse intento encontrar una parte de su cuerpo que no empezara a dormirse-.

- Es imposible que sea incómoda, es auténtica seda alderaaniana.

- No puede ser auténtica. Todo lo que producía seda en aquél planeta quedó hecho trizas. Vi sus resultados en directo.

- Tienes el tacto de un wookie borracho. Y deja de rascarte, si Anakin y Anna te ven no pararán de quejarse de sus trajes.

- Tu última ley debería ser penar a los padres que obliguen a sus hijos a llevar semejantes trajes.

- Shhh, calle, la puerta se va a abrir.

El turboascensor se detuvo al nivel del suelo. Seguridad había obligado a que todos fuesen por separado hasta el hangar donde les esperaban sus deslizadores que les servirían para efectuar el pequeño desfile que había organizado el Diktat Zatsh a quien, por cierto, Leia no había visto en todos los días que había estado en el planeta por, según él, conflictos de agenda. Vio a sus hijos, sobrinos y amigos preparándose para el desfile. Anakin y Anna correteaban, inquietos por todo el hangar mientras 3PO intentaba inútilmente que se estuviesen quietos. Jaina intentaba ponerse cómoda en su traje mientras Jacen y Tenel Ka charlaban tranquilamente. Por su parte, Ben y Kara parecían intentar ponerse de acuerdo sobre algún asunto sin mucho éxito. Leia se preguntaba para qué la había traído Ben si le caía tan mal. Por último, Chewbacca estaba repasando con los oficiales las medidas de seguridad para el desfile.

- Parece que ya estamos todos –dijo Han-. Acabemos con esto cuanto antes.

- Soy yo o pareces un poco nervioso.

- Tengo un mal presentimiento.

- Es sólo un desfile. Acabaremos pronto y podremos quitarnos esta ropa.

- Vaya... esto se pone interesante.

- No me refería a...

- Claro, lo que tú digas princesa. Subamos de una vez.

La caravana consistía en cuatro deslizadores sin contar con los pertenecientes a las fuerzas de seguridad planetarias y las fuerzas de seguridad de la Canciller. En la primera caravana irían 3PO, Han y Leia, en la segunda Tenel Ka junto con Jacen y Jaina, en la tercera irían Ben y Kara y por último irían Chewbacca, Anakin y Anna.

Los deslizadores salieron del hangar y tras un pequeño camino entraron en una de las grandes avenidas de Corona, la capital. La gente se arremolinaba alrededor saludando y lanzando vítores. Han bromeaba alegremente con Leia cuando ésta se puso pálida y tuvo que apoyarse en el borde del deslizador para no caerse.

- ¿Qué ocurre?

- Un vacío.

- Ysalamiri.

Han miró el resto de los deslizadores. Todos los sensibles a la Fuerza estaban experimentando el mismo mareo que Leia. No había duda. Los Ysalamiri eran unos animales únicos en la galaxia que producían una extraña burbuja cuyo principal resultado era cortar la conexión con la Fuerza de cualquier criatura. Aquello provocaba malestar en las criaturas sensibles a las Fuerza.

- Saquénos de aquí –dijo Han al conductor-.

- No lo creo –dijo el conductor mientras intentaba desenfundar su bláster-.

Han se lanza contra el conductor haciéndole tirar el bláster aunque no antes de que se produzca un disparo que haga que la gente empiece a salir corriendo del lugar. Han le propina una par de puñetazos hasta dejarlo inconsciente. Se pone a los mandos del deslizador, pero están bloqueados. Entonces escucha un disparo. Mira hacia atrás, Leia ha caído herida. Vuelve a la parte trasera del deslizador, echa una mirada a sus hijos, como habían ensayado numerosas veces ya se habían dispersado.

- ¿Cómo estás? –le pregunta Han mientras mira la herida. Había pasado demasiado cerca del corazón-.

A su alrededor, las fuerzas de seguridad se acercaban. Sus armas estaban en alto. Estaban atrapados.

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1.- Inteligencia de la Nueva República

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LA TASCA DE MOS EISLEY

¡Hola a todos!

Holadola

Mucho retraso pero al final he conseguido sacar el número.

He perdido los comentarios que deberían venir aquí así que hasta el mes que viene no hay correo :P

Ya está disponible la guía de personajes de esta serie en http://es.geocities.com/cole_reilly/

Y nada más, comentarios, sugerencias, amenazas de muerte y esas cosas a la dirección de siempre.

Que la Fuerza os acompañe

Ben

 
 
   
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