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Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana...



Star Wars

STAR WARS: ACADEMIA JEDI #30
Presagios I
Guión y portada: Ben Reilly
Guía de Personajes

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Anteriormente en Star Wars Academia Jedi: Tenel Ka y Jacen Solo descubrieron un nuevo templo en la jungla de Yavin IV de donde se llevaron dos misteriosas piedras negras. Kyp Durron ha dejado de ser el Maestro de Galen que ha pasado a ser entrenado por Luke Skywalker. El cazador de recompensas mandaloriano Soonah terminó su misión y ahora regresa a casa. La miembro de la INR, Kalenda vuelve a Coruscant después de haber completado su misión. Leia ha prometido ayuda a Luke Skywalker para mejorar la imagen pública de los Jedi.

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BORDE EXTERIOR

BASE MANDALORIANA

La mayoría de mercenarios que pueblan la galaxia son solitarios que hacen pequeños trabajos y que rara vez se unen para hacer un trabajo común. La mayor parte prefiere seguir gozando de su independencia y soledad que unirse para realizar trabajos mejor pagados y más complicados. Así los mandalorianos son una excepción. A veces tomados por simples cazadores de recompensas, los mandalorianos son el mayor grupo de mercenarios que existe en la galaxia. Su número es tal que son capaces de hacer frente a pequeños ejércitos y tomar un planeta a la fuerza. Esto ha hecho que los gobiernos como la República o el Remanente imperial tengan especialmente vigilado a este grupo mercenario. Cuando los mandalorianos toman un planeta en territorio de la República suelen atribuírselo a un grupo disidente evitando cualquier castigo por parte de la República que no sabe a quién juzgar puesto que las identidades de los mandalorianos son secretas y además cualquier tipo de holoimagen sólo los registra con su particular casco.

Para organizar un grupo como los mandalorianos, Jaster Mereel creó un sistema de tres castas presididas cada una por un líder distinto. Estas castas se encargarían de entrenar a sus miembros que eran recogidos en todos los planetas de la galaxia. Los miembros del grupo recibían un intensivo entrenamiento en el manejo de armas, tácticas de combate y pilotaje llegando a ser unas auténticas máquinas de matar. Con el paso de los años el número de mandalorianos había crecido masivamente. Cuanto más crecía el número de miembros del grupo así lo hacía la necesidad de espacio. Por suerte para Mereel las ganancias de los mercenarios también crecían exponencialmente. Jaster compró una antigua estación espacial y la desplazó al Borde Exterior quedando fuera del alcance de la Nueva República o cualquier gobierno galáctico. Ni siquiera la tímida organización que intentaba mantener una mínima cohesión en los mundos no alineados del borde podía controlar a los mandalorianos.

Jaster invirtió buena parte de sus ganancias en reconvertir la vieja estación espacial en un lugar apto para las necesidades mandalorianas. También se hizo con una importante remesa de cazas espaciales que servirían tanto para el desplazamiento de sus tropas como para la defensa de la propia estación.

Soonah había vuelto al fin a la estación. Entró por uno de los hangares superiores de la estación espacial con forma de pinza. Había tenido que retrasar su vuelta por atender un pequeño encargo, la captura de un moroso en Talus en el sector corelliano dentro del espacio de la República. Soonah odiaba actuar dentro del espacio republicano. Los agentes de la República siempre ponían trabas a los mandalorianos a la hora de hacer su trabajo. Eso sumado a la prohibición de las recompensas para la muerte del sujeto había que el espacio de la República fuera un verdadero quebradero de cabeza para hacer el trabajo requerido.

Desconectó la energía de la nave y abrió la carlinga. Un droide ya se había acercado con la escalera para permitirle bajar de su caza. Fue hacia el registro de entrada donde comunicó su regreso oficialmente y luego pasó a las partes interiores de la base. Se metió en un turboascensor y llegó a la zona de residencia. Entró en su habitación. Se quitó su pesada armadura y todas la armas que llevaba encima y se dio una hidroducha durante varios minutos. Salió totalmente relajado y se puso un cómodo mono de vuelo. Recogió uno de sus bláster y salió de la habitación rumbo a la zona de entrenamiento.

Justo en la puerta que daba acceso a la sala de entrenamiento se encontró a Gozniak, el jefe de su clan y quien le había enseñado todo lo necesario para convertirse en un mandaloriano y no en cualquier mandaloriano, si no en el mandaloriano más joven que haya existido.

- Tenemos que hablar.

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YAVIN IV

Jaina Solo se encontraba frente al espejo. Estaban acabando de maquillarla para su siguiente actuación pública. Debido a su secuestro y al de sus hermanos cuando eran jóvenes, sus padres habían decidido que en cada acto público al que asistiesen ambos debían ir ampliamente maquillados para que nada pudiera reconocerlos. Mentalmente, la hermana mayor de los Solo repasaba las palabras que tenía que pronunciar delante del Consejo de Alderaan en el acto en el que oficialmente se convertiría en princesa y heredera al trono de Alderaan.

Las maquilladoras acabaron su trabajo. Jaina se miró en el espejo. Llevaba una simple túnica blanca y su pelo estaba recogido en dos moños, uno a cada lado de la cabeza. No se reconocía. Abandonó la butaca donde estaba y fue andando hacia la cámara del Consejo, flanqueada por dos robustos guardias. La cámara del Consejo consistía en un hemiciclo con una gran cúpula de cristal en la parte superior y una tribuna a la que Jaina se acercó. Antes de empezar a hablar intentó mirar a los presentes pero las luces eran demasiado fuertes. Intentó articular las palabras pero estaba demasiado nerviosa y no podía hablar. Entonces la cúpula de cristal explotó. Soldados imperiales comenzaron a bajar hacia la cámara.

Jaina cogió el sable láser que colgaba de su cinto y se arrancó la túnica blanca mostrando ahora el típico traje de los Caballeros Jedi. Activó la hoja láser y se lanzó hacia los soldados imperiales derribando cuantos podía. Sabía que allí no podría contenerlos así que saltó hacia la parte superior de la cúpula de cristal. En el cielo se dibujaban las grandes siluetas de los Destructores imperiales lanzando todas sus naves contra el planeta. Justo al lado de la cúpula estaba su Ala-X. Jaina arrancó su traje de Jedi para tener ahora el mono de vuelo de los pilotos. Subió la carlinga del caza espacial y activó los motores para salir al espacio. Había cientos de Destructores pero en la lejanía una figura imponente sobresalía sobre el resto. Era una Estrella de la Muerte.

Sabía qué tenía que hacer. Digirió su caza hacia la Estrella de la Muerte escapando de los haces láser de cazas y naves capitales. Una vez alcanzada la imponente arma de destrucción, Jaina localizó la trinchera que daba acceso a la pequeña compuerta de salida de gases, el punto débil de aquella monstruosidad. Jaina conectó los torpedos de protones y disparó dos ráfagas al tiempo que ascendía rápidamente su caza. Los torpedos habían hecho blanco. Intentó alejarse de la Estrella de la Muerte antes de que explotase pero no fue capaz. La onda expansiva de la explosión la alcanzó y su caza comenzó a girar sin control precipitándose hacia un árido planeta. En cuanto entró en la atmósfera del planeta Jaina pulsó el botón de eyección. El módulo de escape golpeó la arena. Jaina salió aturdida. En frente le esperaba un maloliente Hutt junto con un montón de sus sicarios. Aquel Hutt se acercó deslizándose sobre la arena del planeta desértico. Con su diminuta pero fuerte mano cogió a Jaina y le arrancó el traje de piloto dejándola vestida sólo con un diminuto bikini dorado.

La joven aprendiz Jedi entonces se revolvió y logró zafarse de la manó del Hutt. Éste, enfadado, comenzó a gritar cientos de improperios y pulsó un botón. Automáticamente una trampilla se abrió justo donde estaba Jaina y ésta cayó. Estuvo cayendo durante lo que semejaba una eternidad hasta que impactó contra el frío metal. Aún aturdida por el golpe, Jaina echó una mirada a su alrededor. Estaba en una angosta cámara con cientos de cables esparcidos por todos lados. En ese preciso momento, varios chorros de vapor inundaron la cámara. Lo siguiente que sintió es que su cuerpo se iba entumeciendo poco a poco y que un inmenso frío la estaba congelando.

Lo siguiente fue más extraño aún. Se veía a si misma congelada en un bloque de carbonita y cómo un mandaloriano la estaba llevando a su nave a través de un brillante pasillo. Y de pronto todo se detuvo como si se le hubiera dado a pausa a un holovideo. Jaina escuchó unos pasos a su espalda y se volvió. Era su hermano pequeño, Anakin, que venía andando con un gesto muy serio.

- Anakin... ¿Qué haces aquí? ¿Qué está pasando aquí?

El joven Solo no contestó y lo único que hico fue quedarse mirando fijamente a la mayor de los Solo. Jaina no entendía nada de lo que ocurría. Tan pronto estaba en Alderaan como caía a Tatooine. Su desconcierto fue aún mayor cuando todo lo que la rodeaba se volvió de color negro.

- Tú no eres Anakin.

- Lo soy.

- No puedes serlo. Esto es tan solo un sueño

- Soy Anakin, soy Jacen, soy tú, soy sueño y vigilia, fuego y agua, calor y frío, luz y oscuridad soy...

- La Fuerza.

- La Fuerza, la Corriente, vida, muerte, relámpago, amor, odio, Dios... sólo son nombres que me han puesto. Soy todos ellos y no soy ninguno.

- Pero esto no es posible, la Fuerza es un campo de energía místico, no un ser con conciencia propia.

- ¿Eso es lo que crees? ¿Acaso crees saber más de lo que soy que yo mismo? ¿Es lo que realmente piensas que soy? Energía sin sustancia.

- No -dijo Jaina que estaba empezando a comprender lo que pasaba-. Sólo eres parte de mi sueño, una personificación de la Fuerza en la figura de mi hermano que mi subconsciente ha creado para obtener respuestas.

- ¿Respuestas? ¿A qué preguntas?

- Deberías saberlo.

- En efecto. Sé todo lo que quieres saber. El pasado de tu familia, tus más secretos deseos, sé todo sobre ti.

- Entonces responde a mis preguntas.

- Alto. El conocimiento siempre tiene un precio. Los Caballeros Jedi dedican su vida al conocimiento en defecto de otras actividades.

- ¿Qué quieres?

- Una sencilla pregunta. La única que sólo tú puedes contestar.

- Adelante.

- ¿Quién eres?

- ¿Qué?

- ¿Quién eres tú?

- ¿Esa es la pregunta? Soy Jaina Solo.

- Si hubiera preguntado tu nombre esa sería la respuesta pero no es el caso. ¿Quién eres, Jaina Solo?

- Yo... ¿qué me quieres preguntar?

- ¿Quién eres? ¿Política, embajadora, piloto, princesa, contrabandista, Caballero Jedi, madre, hija, nieta? ¿Quién eres?

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CORUSCANT

El sol de la tarde ya se estaba ocultando tras las siluetas de los gigantescos rascacielos que conformaban el panorama de Coruscant. La Teniente Belindi Kalenda de la Inteligencia de la Nueva República esperaba tranquila sentada en la cafetería de los jardines botánicos de Coruscant. Tras volver de su última misión (1) había recibido un mensaje de su antiguo compañera, Marcoon para que se reunieran en la cafetería. Le vendría bien ver a su viejo amigo para olvidarse un poco del ajetreo de las misiones.

- Kal

Que la cogieran por sorpresa no era algo muy habitual pero Marcoon siempre conseguía arreglárselas de alguna forma para hacerlo. Kalenda abrazó a su viejo compañero. Todavía no lograba averiguar cómo siendo poco más que una bola de carne Marcoon había conseguido ser tan buen espía. A penas si pasaba del metro y medio pero pesaba más de 500 kilos, algo habitual para su especie. Su piel era de color verde y estaba llena pequeñas motas marrones. Los dos viejos compañeros hablaron durante dos horas sin pausa, tenían mucho tiempo que recuperar.

- Y dime, ¿es difícil?

- ¿Difícil?

- Sí, ya sabes, alejarse de este mundo.

- No echarás de menos las persecuciones y el tener que analizar cualquier frase que te digan, eso te lo aseguro. ¿Por qué? ¿Ya estás pensando en jubilarte?

- No, no es eso -se rió Kalenda-. A veces pienso en el mundo real y...

- Sabes demasiado bien cómo funciona, ¿no?

- Sí. La mayoría de la gente de la República cree que están a salvo, no saben que todos los días hay grupos que intentan acabar con todo lo que hemos construido a lo largo de los años.

- Por suerte para ellos nosotros estamos aquí. Lo que me recuerda -Marcoon rebuscó en sus bolsillos y sacó una minúscula insignia de la Nueva República que entregó a Kalenda-.

- Ya tengo muchas de estas.

- Hace tres años mientras disfrutaba de un bello anochecer en Nuevo Alderaan un viejo amigo se me acercó y me entregó esto -su semblante era en ese momento muy serio lo que llamó la atención de Kalenda-. Me dijo que cuando estuviera listo pulsase en el centro de la insignia y que un aerotaxi pasaría a recogerme. Ahora yo te la entrego a ti.

- Es un transmisor. Pero...

- No puedo decirte más -dijo mientras se levantaba-. El resto es cosa tuya. Ahora si me disculpas, mi vuelo sale dentro de media hora estándar.

Kalenda y Marcoon se despidieron con un cálido abrazo. Kalenda salió de la cafetería sin dejar de mirar la pequeña insignia/ transmisor que su amigo le había entregado. Pensó en ir a las oficinas de la INR y hacer un pequeño escáner para averiguar algo más sobre todo aquello pero eso sería como traicionar a su amigo. Sin pensárselo más activó el transmisor. Pasaron solamente dos minutos antes de que un aerotaxi cubierto se acercase hasta ella. La puerta del aerotaxi se abrió sola y una voz metálica habló.

- Teniente Kalenda, por favor suba.

Kalenda así lo hizo. El interior del aerotaxi era el habitual sólo que las ventanillas eran totalmente oscuras y no dejaban ver lo que había fuera. Mirando por su cronómetro Kalenda supo que había estado veinte minutos en al aerotaxi. No había notado ningún tipo de aceleración hiperlumínica así que seguía estando en Coruscant.

El aerotaxi se detuvo y abrió la puerta. Kalenda se encontraba ahora en lo que parecía un inmenso tubo de ventilación. A pocos metros de ella había una puerta de un turboascensor con un solo hombre sentado en una silla vigilando la entrada. Kalenda se dirigió hacia allí.

- Perdone pero creo que...

El hombre señaló el turboascensor, no iba a decir más. Las puertas automáticas se abrieron y Kalenda fue a dar a un turboascensor bastante grande y totalmente blanco. Sintió una pequeña vibración cuando el turboascensor comenzó a descender y llevó su mano automáticamente a su bláster cuando se produjo un pequeño flash rojizo.

El turboascensor se detuvo y las puertas se abrieron para mostrar otra sala totalmente blanca y con una silla en el centro. Kalenda entró en la sala y estuvo inspeccionándola pero no encontró nada anómalo y se sentó sin dejar de tener el bláster en la mano.

- Bienvenida Teniente Kalenda -la voz venía de un intercomunicador y estaba distorsionada-.

- ¿Qué está pasando?

- Su amigo Marcoon nos recomendó sus servicios.

- Ya tengo un trabajo.

- Lo sabemos y su trabajo es lo que nos interesa.

- Si insinúan que traicione a la República ya pueden ir...

- Déjenos explicarnos. Tras el fin de la guerra se creó un grupo secreto de acción rápida a nivel galáctico con la finalidad de poder asegurar la relativa paz que se había formado en la galaxia.

- Eso es uno de los trabajos de la INR (2)

- La INR es una agencia dentro de muchas. Nosotros operamos al margen de las agencias. Somos un agujero en los presupuestos, no hay financiación, no hay datos que recojan nuestra existencia o nuestras actividades, nos movemos entre sombras y sigilosamente para mantener la paz en la galaxia.

- No me lo trago.

- No estaría aquí si lo hiciese.

Una puerta se abrió en la sala y Han Solo entró andando.

- General Solo.

- Siento todo esto pero mis amigos se toman muy en serio la seguridad en torno a esta operación.

- Pero esto... ¿Es verdad?

- Al acabar la guerra unos amigos yo fundamos esta organización. Usted no estaba en el frente en aquellos tiempos pero la República se tambaleaba. La mayoría de planetas desconfiaban de nosotros y la reciente paz con el Imperio era muy frágil. Había que intervenir en muchos sitios y asegurarnos de que otros intereses no aprovechasen nuestro momento de debilidad. No podíamos usar los procedimientos habituales, había que explicar demasiadas cosas y tardábamos tanto tiempo que siempre llegábamos tarde así que creamos Código Azul. Desde aquella llevamos reclutando hombres y mujeres en todos los escalafones de la vida política, civil y militar todos al servicio de la República. Y ahora está usted.

- Esto es... ¿qué tendría que hacer?

- Llevar esa insignia todo el tiempo con usted. Periódicamente le pediremos alguna información sobre sus misiones y que participe en las nuestras. A cambio, si se encuentra en apuros podrá activar la insignia e iremos en su ayuda. Y tendrá que mantenerlo en secreto, no podrá contárselo a nadie, ni siquiera podrá hablar de esto en mi presencia, no me conoce y nunca nos hemos visto. Qué mi dice, ¿quiere unirse y hacer de la galaxia un lugar más seguro?

- Cuente conmigo.

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YAVIN IV

Para Ben Skywalker todo aquello era muy extraño. Era como estar en su propio cuerpo, sintiendo todo lo que ocurría a su alrededor pero sin poder tomar parte en los acontecimientos. Ahora mismo estaba sentado en una hermosa pradera conversando con una chica a la que apenas podía ver porque estaba envuelta en sombras. Se sentía mucho más maduro, con algunos años más de sabiduría acumulada. Y era extrañamente feliz; extrañamente porque en su interior sabía que no debería ser feliz pero aún así lo era. Su felicidad estaba mezclada con una sensación de desesperación, de culpabilidad y de rendición. Tenía que estar en otro lugar, había cosas más importantes que hacer que ser feliz en ese preciso instante y sin embargo no podía ni quería irse de aquel prado. También sentía que había fallado en su deber y que al fin todos los que le habían señalado tenían razón: no estaba preparado.

La pradera se vio entonces envuelta en llamas. Ben miró hacia la chica. Estaba sangrando abundantemente. Ben la cogió en brazos, gritó su nombre pero en sus ojos vio que ya no estaba ahí con él, había muerto. Gritó lleno de furia al tiempo que escuchaba una risa, la risa del asesino. La furia el embargaba, sólo quería vengarse porque le habían arrebatado lo único que le importaba en la galaxia. Ahora todo ya daba igual, en su venganza no habría límites porque la había sido demasiado profunda.

Fue hacia las llamas dispuesto a acabar con el asesino de su amada. Cogió la espada láser de su cinturón y la activó mientras descargaba un golpe letal. Falló el golpe y cayó al suelo. Cuando se recuperó estaba en la misma pradera pero las llamas habían cesado. Sólo quedaban cenizas y una simple lápida. Estaba de rodillas y jugueteaba con la ceniza de sus manos. Sabía a qué había venido, ésta era su despedida.

- No fui tan fuerte como para salvarte. No fui lo bastante fuerte. Pero te prometo... que no volveré a fallar.

Se levantó y cerró los ojos para contener las lágrimas. Aquella era su promesa y pensaba cumplirla, haría todo lo que pudiese para no volver a fallar, nadie volvería a sufrir en su presencia., nada moriría.

Abrió los ojos y descubrió que había vuelto a cambiar de lugar. Ahora se encontraba en una especie de fábrica. Estaba sudoroso, cansando y herido. No sentía su brazo izquierda y sus piernas desfallecían. Había en él una cierta sensación de alivio, había cumplido con su deber, todo estaba ya a salvo y su próxima muerte no tenía ninguna importancia.

- Te equivocas -dijo su interlocutor en el que Ben reparó por primera vez. Vestía una amplia túnica negra que ocultaba su rostro y figura-. Con el tiempo, tú vendrás a mí. Es inevitable.

Ben quiso negárselo, no sabía qué estaba pasando, quería luchar, revolverse, había cosas por las que seguir adelante y no iba a rendirse tan fácilmente. Y entonces despertó.

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LA TASCA DE MOS EISLEY

Holadola

Nuevo minisaga, digo mini porque se acabará con el siguiente número. En principio iba a ser sólo un número sencillo pero problemas de espacio hizo aconsejable partirlo en dos. En cuanto al contenido este es el típico número donde se toman decisiones que repercuten en el futuro de un modo u otro. Tendrá más gracia una vez visto el devenir de la serie, hasta entonces espero que no hayáis acabado demasiado confusos o con ideas bastante claras sobre lo que va a venir.

Este mes no hay carta alguna así que pasamos directamente a nuestra despedida.

Nuestra guía de personajes en http://es.geocities.com/cole_reilly/

Y nada más, comentarios, sugerencias, amenazas de muerte y esas cosas a la dirección de siempre.

Que la Fuerza os acompañe

Ben_reilly@terra.es

 
 
   
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