Anteriormente en Star Wars Academia Jedi: Tenel Ka y Jacen Solo descubrieron
un nuevo templo en la jungla de Yavin IV de donde se llevaron dos
misteriosas piedras negras. Kyp Durron ha dejado de ser el Maestro de Galen
que ha pasado a ser entrenado por Luke Skywalker. El cazador de recompensas
mandaloriano Soonah terminó su misión y ahora regresa a casa. La miembro de
la INR, Kalenda vuelve a Coruscant después de haber completado su misión.
Leia ha prometido ayuda a Luke Skywalker para mejorar la imagen pública de
los Jedi.
BORDE EXTERIOR
BASE MANDALORIANA
La mayoría de mercenarios que pueblan la galaxia son solitarios que hacen
pequeños trabajos y que rara vez se unen para hacer un trabajo común. La
mayor parte prefiere seguir gozando de su independencia y soledad que unirse
para realizar trabajos mejor pagados y más complicados. Así los
mandalorianos son una excepción. A veces tomados por simples cazadores de
recompensas, los mandalorianos son el mayor grupo de mercenarios que existe
en la galaxia. Su número es tal que son capaces de hacer frente a pequeños
ejércitos y tomar un planeta a la fuerza. Esto ha hecho que los gobiernos
como la República o el Remanente imperial tengan especialmente vigilado a
este grupo mercenario. Cuando los mandalorianos toman un planeta en
territorio de la República suelen atribuírselo a un grupo disidente evitando
cualquier castigo por parte de la República que no sabe a quién juzgar
puesto que las identidades de los mandalorianos son secretas y además
cualquier tipo de holoimagen sólo los registra con su particular casco.
Para organizar un grupo como los mandalorianos, Jaster Mereel creó un
sistema de tres castas presididas cada una por un líder distinto. Estas
castas se encargarían de entrenar a sus miembros que eran recogidos en todos
los planetas de la galaxia. Los miembros del grupo recibían un intensivo
entrenamiento en el manejo de armas, tácticas de combate y pilotaje llegando
a ser unas auténticas máquinas de matar. Con el paso de los años el número
de mandalorianos había crecido masivamente. Cuanto más crecía el número de
miembros del grupo así lo hacía la necesidad de espacio. Por suerte para
Mereel las ganancias de los mercenarios también crecían exponencialmente.
Jaster compró una antigua estación espacial y la desplazó al Borde Exterior
quedando fuera del alcance de la Nueva República o cualquier gobierno
galáctico. Ni siquiera la tímida organización que intentaba mantener una
mínima cohesión en los mundos no alineados del borde podía controlar a los
mandalorianos.
Jaster invirtió buena parte de sus ganancias en reconvertir la vieja
estación espacial en un lugar apto para las necesidades mandalorianas.
También se hizo con una importante remesa de cazas espaciales que servirían
tanto para el desplazamiento de sus tropas como para la defensa de la propia
estación.
Soonah había vuelto al fin a la estación. Entró por uno de los hangares
superiores de la estación espacial con forma de pinza. Había tenido que
retrasar su vuelta por atender un pequeño encargo, la captura de un moroso
en Talus en el sector corelliano dentro del espacio de la República. Soonah
odiaba actuar dentro del espacio republicano. Los agentes de la República
siempre ponían trabas a los mandalorianos a la hora de hacer su trabajo. Eso
sumado a la prohibición de las recompensas para la muerte del sujeto había
que el espacio de la República fuera un verdadero quebradero de cabeza para
hacer el trabajo requerido.
Desconectó la energía de la nave y abrió la carlinga. Un droide ya se había
acercado con la escalera para permitirle bajar de su caza. Fue hacia el
registro de entrada donde comunicó su regreso oficialmente y luego pasó a
las partes interiores de la base. Se metió en un turboascensor y llegó a la
zona de residencia. Entró en su habitación. Se quitó su pesada armadura y
todas la armas que llevaba encima y se dio una hidroducha durante varios
minutos. Salió totalmente relajado y se puso un cómodo mono de vuelo.
Recogió uno de sus bláster y salió de la habitación rumbo a la zona de
entrenamiento.
Justo en la puerta que daba acceso a la sala de entrenamiento se encontró a
Gozniak, el jefe de su clan y quien le había enseñado todo lo necesario para
convertirse en un mandaloriano y no en cualquier mandaloriano, si no en el
mandaloriano más joven que haya existido.
- Tenemos que hablar.
YAVIN IV
Jaina Solo se encontraba frente al espejo. Estaban acabando de maquillarla
para su siguiente actuación pública. Debido a su secuestro y al de sus
hermanos cuando eran jóvenes, sus padres habían decidido que en cada acto
público al que asistiesen ambos debían ir ampliamente maquillados para que
nada pudiera reconocerlos. Mentalmente, la hermana mayor de los Solo
repasaba las palabras que tenía que pronunciar delante del Consejo de
Alderaan en el acto en el que oficialmente se convertiría en princesa y
heredera al trono de Alderaan.
Las maquilladoras acabaron su trabajo. Jaina se miró en el espejo. Llevaba
una simple túnica blanca y su pelo estaba recogido en dos moños, uno a cada
lado de la cabeza. No se reconocía. Abandonó la butaca donde estaba y fue
andando hacia la cámara del Consejo, flanqueada por dos robustos guardias.
La cámara del Consejo consistía en un hemiciclo con una gran cúpula de
cristal en la parte superior y una tribuna a la que Jaina se acercó. Antes
de empezar a hablar intentó mirar a los presentes pero las luces eran
demasiado fuertes. Intentó articular las palabras pero estaba demasiado
nerviosa y no podía hablar. Entonces la cúpula de cristal explotó. Soldados
imperiales comenzaron a bajar hacia la cámara.
Jaina cogió el sable láser que colgaba de su cinto y se arrancó la túnica
blanca mostrando ahora el típico traje de los Caballeros Jedi. Activó la
hoja láser y se lanzó hacia los soldados imperiales derribando cuantos
podía. Sabía que allí no podría contenerlos así que saltó hacia la parte
superior de la cúpula de cristal. En el cielo se dibujaban las grandes
siluetas de los Destructores imperiales lanzando todas sus naves contra el
planeta. Justo al lado de la cúpula estaba su Ala-X. Jaina arrancó su traje
de Jedi para tener ahora el mono de vuelo de los pilotos. Subió la carlinga
del caza espacial y activó los motores para salir al espacio. Había cientos
de Destructores pero en la lejanía una figura imponente sobresalía sobre el
resto. Era una Estrella de la Muerte.
Sabía qué tenía que hacer. Digirió su caza hacia la Estrella de la Muerte
escapando de los haces láser de cazas y naves capitales. Una vez alcanzada
la imponente arma de destrucción, Jaina localizó la trinchera que daba
acceso a la pequeña compuerta de salida de gases, el punto débil de aquella
monstruosidad. Jaina conectó los torpedos de protones y disparó dos ráfagas
al tiempo que ascendía rápidamente su caza. Los torpedos habían hecho
blanco. Intentó alejarse de la Estrella de la Muerte antes de que explotase
pero no fue capaz. La onda expansiva de la explosión la alcanzó y su caza
comenzó a girar sin control precipitándose hacia un árido planeta. En cuanto
entró en la atmósfera del planeta Jaina pulsó el botón de eyección. El
módulo de escape golpeó la arena. Jaina salió aturdida. En frente le
esperaba un maloliente Hutt junto con un montón de sus sicarios. Aquel Hutt
se acercó deslizándose sobre la arena del planeta desértico. Con su diminuta
pero fuerte mano cogió a Jaina y le arrancó el traje de piloto dejándola
vestida sólo con un diminuto bikini dorado.
La joven aprendiz Jedi entonces se revolvió y logró zafarse de la manó del
Hutt. Éste, enfadado, comenzó a gritar cientos de improperios y pulsó un
botón. Automáticamente una trampilla se abrió justo donde estaba Jaina y
ésta cayó. Estuvo cayendo durante lo que semejaba una eternidad hasta que
impactó contra el frío metal. Aún aturdida por el golpe, Jaina echó una
mirada a su alrededor. Estaba en una angosta cámara con cientos de cables
esparcidos por todos lados. En ese preciso momento, varios chorros de vapor
inundaron la cámara. Lo siguiente que sintió es que su cuerpo se iba
entumeciendo poco a poco y que un inmenso frío la estaba congelando.
Lo siguiente fue más extraño aún. Se veía a si misma congelada en un bloque
de carbonita y cómo un mandaloriano la estaba llevando a su nave a través de
un brillante pasillo. Y de pronto todo se detuvo como si se le hubiera dado
a pausa a un holovideo. Jaina escuchó unos pasos a su espalda y se volvió.
Era su hermano pequeño, Anakin, que venía andando con un gesto muy serio.
- Anakin... ¿Qué haces aquí? ¿Qué está pasando aquí?
El joven Solo no contestó y lo único que hico fue quedarse mirando fijamente
a la mayor de los Solo. Jaina no entendía nada de lo que ocurría. Tan pronto
estaba en Alderaan como caía a Tatooine. Su desconcierto fue aún mayor
cuando todo lo que la rodeaba se volvió de color negro.
- Tú no eres Anakin.
- Lo soy.
- No puedes serlo. Esto es tan solo un sueño
- Soy Anakin, soy Jacen, soy tú, soy sueño y vigilia, fuego y agua, calor y
frío, luz y oscuridad soy...
- La Fuerza.
- La Fuerza, la Corriente, vida, muerte, relámpago, amor, odio, Dios... sólo
son nombres que me han puesto. Soy todos ellos y no soy ninguno.
- Pero esto no es posible, la Fuerza es un campo de energía místico, no un
ser con conciencia propia.
- ¿Eso es lo que crees? ¿Acaso crees saber más de lo que soy que yo mismo?
¿Es lo que realmente piensas que soy? Energía sin sustancia.
- No -dijo Jaina que estaba empezando a comprender lo que pasaba-. Sólo eres
parte de mi sueño, una personificación de la Fuerza en la figura de mi
hermano que mi subconsciente ha creado para obtener respuestas.
- ¿Respuestas? ¿A qué preguntas?
- Deberías saberlo.
- En efecto. Sé todo lo que quieres saber. El pasado de tu familia, tus más
secretos deseos, sé todo sobre ti.
- Entonces responde a mis preguntas.
- Alto. El conocimiento siempre tiene un precio. Los Caballeros Jedi dedican
su vida al conocimiento en defecto de otras actividades.
- ¿Qué quieres?
- Una sencilla pregunta. La única que sólo tú puedes contestar.
- Adelante.
- ¿Quién eres?
- ¿Qué?
- ¿Quién eres tú?
- ¿Esa es la pregunta? Soy Jaina Solo.
- Si hubiera preguntado tu nombre esa sería la respuesta pero no es el caso.
¿Quién eres, Jaina Solo?
- Yo... ¿qué me quieres preguntar?
- ¿Quién eres? ¿Política, embajadora, piloto, princesa, contrabandista,
Caballero Jedi, madre, hija, nieta? ¿Quién eres?
CORUSCANT
El sol de la tarde ya se estaba ocultando tras las siluetas de los
gigantescos rascacielos que conformaban el panorama de Coruscant. La
Teniente Belindi Kalenda de la Inteligencia de la Nueva República esperaba
tranquila sentada en la cafetería de los jardines botánicos de Coruscant.
Tras volver de su última misión (1) había recibido un mensaje de su antiguo
compañera, Marcoon para que se reunieran en la cafetería. Le vendría bien
ver a su viejo amigo para olvidarse un poco del ajetreo de las misiones.
- Kal
Que la cogieran por sorpresa no era algo muy habitual pero Marcoon siempre
conseguía arreglárselas de alguna forma para hacerlo. Kalenda abrazó a su
viejo compañero. Todavía no lograba averiguar cómo siendo poco más que una
bola de carne Marcoon había conseguido ser tan buen espía. A penas si pasaba
del metro y medio pero pesaba más de 500 kilos, algo habitual para su
especie. Su piel era de color verde y estaba llena pequeñas motas marrones.
Los dos viejos compañeros hablaron durante dos horas sin pausa, tenían mucho
tiempo que recuperar.
- Y dime, ¿es difícil?
- ¿Difícil?
- Sí, ya sabes, alejarse de este mundo.
- No echarás de menos las persecuciones y el tener que analizar cualquier
frase que te digan, eso te lo aseguro. ¿Por qué? ¿Ya estás pensando en
jubilarte?
- No, no es eso -se rió Kalenda-. A veces pienso en el mundo real y...
- Sabes demasiado bien cómo funciona, ¿no?
- Sí. La mayoría de la gente de la República cree que están a salvo, no
saben que todos los días hay grupos que intentan acabar con todo lo que
hemos construido a lo largo de los años.
- Por suerte para ellos nosotros estamos aquí. Lo que me recuerda -Marcoon
rebuscó en sus bolsillos y sacó una minúscula insignia de la Nueva República
que entregó a Kalenda-.
- Ya tengo muchas de estas.
- Hace tres años mientras disfrutaba de un bello anochecer en Nuevo Alderaan
un viejo amigo se me acercó y me entregó esto -su semblante era en ese
momento muy serio lo que llamó la atención de Kalenda-. Me dijo que cuando
estuviera listo pulsase en el centro de la insignia y que un aerotaxi
pasaría a recogerme. Ahora yo te la entrego a ti.
- Es un transmisor. Pero...
- No puedo decirte más -dijo mientras se levantaba-. El resto es cosa tuya.
Ahora si me disculpas, mi vuelo sale dentro de media hora estándar.
Kalenda y Marcoon se despidieron con un cálido abrazo. Kalenda salió de la
cafetería sin dejar de mirar la pequeña insignia/ transmisor que su amigo le
había entregado. Pensó en ir a las oficinas de la INR y hacer un pequeño
escáner para averiguar algo más sobre todo aquello pero eso sería como
traicionar a su amigo. Sin pensárselo más activó el transmisor. Pasaron
solamente dos minutos antes de que un aerotaxi cubierto se acercase hasta
ella. La puerta del aerotaxi se abrió sola y una voz metálica habló.
- Teniente Kalenda, por favor suba.
Kalenda así lo hizo. El interior del aerotaxi era el habitual sólo que las
ventanillas eran totalmente oscuras y no dejaban ver lo que había fuera.
Mirando por su cronómetro Kalenda supo que había estado veinte minutos en al
aerotaxi. No había notado ningún tipo de aceleración hiperlumínica así que
seguía estando en Coruscant.
El aerotaxi se detuvo y abrió la puerta. Kalenda se encontraba ahora en lo
que parecía un inmenso tubo de ventilación. A pocos metros de ella había una
puerta de un turboascensor con un solo hombre sentado en una silla vigilando
la entrada. Kalenda se dirigió hacia allí.
- Perdone pero creo que...
El hombre señaló el turboascensor, no iba a decir más. Las puertas
automáticas se abrieron y Kalenda fue a dar a un turboascensor bastante
grande y totalmente blanco. Sintió una pequeña vibración cuando el
turboascensor comenzó a descender y llevó su mano automáticamente a su
bláster cuando se produjo un pequeño flash rojizo.
El turboascensor se detuvo y las puertas se abrieron para mostrar otra sala
totalmente blanca y con una silla en el centro. Kalenda entró en la sala y
estuvo inspeccionándola pero no encontró nada anómalo y se sentó sin dejar
de tener el bláster en la mano.
- Bienvenida Teniente Kalenda -la voz venía de un intercomunicador y estaba
distorsionada-.
- ¿Qué está pasando?
- Su amigo Marcoon nos recomendó sus servicios.
- Ya tengo un trabajo.
- Lo sabemos y su trabajo es lo que nos interesa.
- Si insinúan que traicione a la República ya pueden ir...
- Déjenos explicarnos. Tras el fin de la guerra se creó un grupo secreto de
acción rápida a nivel galáctico con la finalidad de poder asegurar la
relativa paz que se había formado en la galaxia.
- Eso es uno de los trabajos de la INR (2)
- La INR es una agencia dentro de muchas. Nosotros operamos al margen de las
agencias. Somos un agujero en los presupuestos, no hay financiación, no hay
datos que recojan nuestra existencia o nuestras actividades, nos movemos
entre sombras y sigilosamente para mantener la paz en la galaxia.
- No me lo trago.
- No estaría aquí si lo hiciese.
Una puerta se abrió en la sala y Han Solo entró andando.
- General Solo.
- Siento todo esto pero mis amigos se toman muy en serio la seguridad en
torno a esta operación.
- Pero esto... ¿Es verdad?
- Al acabar la guerra unos amigos yo fundamos esta organización. Usted no
estaba en el frente en aquellos tiempos pero la República se tambaleaba. La
mayoría de planetas desconfiaban de nosotros y la reciente paz con el
Imperio era muy frágil. Había que intervenir en muchos sitios y asegurarnos
de que otros intereses no aprovechasen nuestro momento de debilidad. No
podíamos usar los procedimientos habituales, había que explicar demasiadas
cosas y tardábamos tanto tiempo que siempre llegábamos tarde así que creamos
Código Azul. Desde aquella llevamos reclutando hombres y mujeres en todos
los escalafones de la vida política, civil y militar todos al servicio de la
República. Y ahora está usted.
- Esto es... ¿qué tendría que hacer?
- Llevar esa insignia todo el tiempo con usted. Periódicamente le pediremos
alguna información sobre sus misiones y que participe en las nuestras. A
cambio, si se encuentra en apuros podrá activar la insignia e iremos en su
ayuda. Y tendrá que mantenerlo en secreto, no podrá contárselo a nadie, ni
siquiera podrá hablar de esto en mi presencia, no me conoce y nunca nos
hemos visto. Qué mi dice, ¿quiere unirse y hacer de la galaxia un lugar más
seguro?
- Cuente conmigo.
YAVIN IV
Para Ben Skywalker todo aquello era muy extraño. Era como estar en su propio
cuerpo, sintiendo todo lo que ocurría a su alrededor pero sin poder tomar
parte en los acontecimientos. Ahora mismo estaba sentado en una hermosa
pradera conversando con una chica a la que apenas podía ver porque estaba
envuelta en sombras. Se sentía mucho más maduro, con algunos años más de
sabiduría acumulada. Y era extrañamente feliz; extrañamente porque en su
interior sabía que no debería ser feliz pero aún así lo era. Su felicidad
estaba mezclada con una sensación de desesperación, de culpabilidad y de
rendición. Tenía que estar en otro lugar, había cosas más importantes que
hacer que ser feliz en ese preciso instante y sin embargo no podía ni quería
irse de aquel prado. También sentía que había fallado en su deber y que al
fin todos los que le habían señalado tenían razón: no estaba preparado.
La pradera se vio entonces envuelta en llamas. Ben miró hacia la chica.
Estaba sangrando abundantemente. Ben la cogió en brazos, gritó su nombre
pero en sus ojos vio que ya no estaba ahí con él, había muerto. Gritó lleno
de furia al tiempo que escuchaba una risa, la risa del asesino. La furia el
embargaba, sólo quería vengarse porque le habían arrebatado lo único que le
importaba en la galaxia. Ahora todo ya daba igual, en su venganza no habría
límites porque la había sido demasiado profunda.
Fue hacia las llamas dispuesto a acabar con el asesino de su amada. Cogió la
espada láser de su cinturón y la activó mientras descargaba un golpe letal.
Falló el golpe y cayó al suelo. Cuando se recuperó estaba en la misma
pradera pero las llamas habían cesado. Sólo quedaban cenizas y una simple
lápida. Estaba de rodillas y jugueteaba con la ceniza de sus manos. Sabía a
qué había venido, ésta era su despedida.
- No fui tan fuerte como para salvarte. No fui lo bastante fuerte. Pero te
prometo... que no volveré a fallar.
Se levantó y cerró los ojos para contener las lágrimas. Aquella era su
promesa y pensaba cumplirla, haría todo lo que pudiese para no volver a
fallar, nadie volvería a sufrir en su presencia., nada moriría.
Abrió los ojos y descubrió que había vuelto a cambiar de lugar. Ahora se
encontraba en una especie de fábrica. Estaba sudoroso, cansando y herido. No
sentía su brazo izquierda y sus piernas desfallecían. Había en él una cierta
sensación de alivio, había cumplido con su deber, todo estaba ya a salvo y
su próxima muerte no tenía ninguna importancia.
- Te equivocas -dijo su interlocutor en el que Ben reparó por primera vez.
Vestía una amplia túnica negra que ocultaba su rostro y figura-. Con el
tiempo, tú vendrás a mí. Es inevitable.
Ben quiso negárselo, no sabía qué estaba pasando, quería luchar, revolverse,
había cosas por las que seguir adelante y no iba a rendirse tan fácilmente.
Y entonces despertó.
LA TASCA DE MOS EISLEY
Holadola
Nuevo minisaga, digo mini porque se acabará con el siguiente número. En
principio iba a ser sólo un número sencillo pero problemas de espacio hizo
aconsejable partirlo en dos. En cuanto al contenido este es el típico número
donde se toman decisiones que repercuten en el futuro de un modo u otro.
Tendrá más gracia una vez visto el devenir de la serie, hasta entonces
espero que no hayáis acabado demasiado confusos o con ideas bastante claras
sobre lo que va a venir.
Este mes no hay carta alguna así que pasamos directamente a nuestra
despedida.
Nuestra guía de personajes en http://es.geocities.com/cole_reilly/
Y nada más, comentarios, sugerencias, amenazas de muerte y esas cosas a la
dirección de siempre.
Que la Fuerza os acompañe
Ben_reilly@terra.es