Tatooine
Las dos soles gemelos de Tatooine habían convertido al planeta en un
desierto hacía millones de años. Pese a ello el planeta fue colonizado
aunque nunca llegó a ser un gran punto en el universo. La mayor parte de su
vida, Tatooine había sido el lugar donde piratas y contrabandistas buscaban
cobijo cuando sus cabezas tenían precio en los centros más poblados de la
galaxia. Así en Tatooine imperaban las organizaciones criminales en las
ciudades junto a los esclavos y a los ancianos. La gente honrada solía
asentarse cerca de las ciudades pero a la vez lo suficientemente lejos para
no verse contaminadas por la maldad de las gentes. La economía de esta gente
se basaba en las granjas de humedad, estas granjas eran en realidad grandes
extensiones de terreno desértico pobladas por evaporadores de humedad,
máquinas simples que concentraban la humedad del aire para producir agua
tanto para sobrevivir como para vender. Si un hombre tenía la suficiente
tierra y producía la suficiente agua podía cultivar hortalizas bajo tierra.
Pero todas estas cosas habían dejado de interesarle a Luke Skywalker hacía
años. Ahora Luke Skywalker no era un granjero como había esperado su tío
Owen que fuera, tampoco era un piloto de caza como él había pensado aunque
lo había sido hace tiempo; ahora era un Caballero Jedi, el primero de una
nueva orden Jedi que ayudaría a la reciente Nueva República a inscribir su
nombre en las estrellas. Pero para eso necesitaba encontrar alumnos a los
que enseñar. Por ahora había conseguido conocer a tres personas con
capacidad para manipular la Fuerza, la energía cuasi-mística que impregnaba
el Universo. Esos posibles estudiantes eran su propia hermana Leia Organa
Solo, la antigua Mano del Emperador Mara Jade y el piloto del Escuadrón
Pícaro Corran Horn.
No sabía qué hacer, se encontraba en una encrucijada de difícil salida. Por
un parte tenía que hacer que los Jedi volvieran a ser los guardianes de la
paz en la galaxia como fueran hacía ya tantos años pero por otra parte no
tenía ni idea de cómo hacerlo. No tenía los conocimientos necesarios sobre
la Fuerza que tenían Yoda o Obi-Wan, mucho menos idea tenía sobre cómo
entrenar nuevos Jedis. Y lo poco que había conseguido averiguar le decía que
un solo Maestro sólo podía enseñar a un estudiante. Eso le preocupaba, ¿a
cuántos Jedis podría enseñar en su vida?. ¿Tres, cuatro?. De ser así la
Orden Jedi tardaría siglos en renacer y no podía esperar tanto.
Paciencia se dijo así mismo. La paciencia es parte de un Jedi. pero la Nueva
República necesita a los Caballeros Jedi ya, no puede esperar años a
tenerlos, ¿qué se supone que debo hacer?. No puedo ser un Maestro que
quebranta las reglas. Han le había dado una solución a su problema, le había
dicho que se saltara esa norma, al fin y al cabo si todas las normas de los
Jedi fuesen perfectas no habrían desaparecido. Luke no sabía qué hacer. Y
aunque lo supiera todavía faltaba el problema más grave, ¿cómo iba a hacer
para encontrar a los candidatos?. El Universo era demasiado grande para ir
sitio a sitio intentando captar a gente con la habilidad necesaria en la
Fuerza.
Y eso era lo que le había llevado a Tatooine, necesitaba un ambiente
tranquilo donde poder descansar, pensar y fluir con la Fuerza.
- Amo Luke, Erredós dice que varios vehículos se aproximan por el
sudeste -dijo Cetrespeó saliendo de la antigua casa de Obi-Wan Kenobi-.
Luke despejó su mente de pensamientos y dejó que la Fuerza fluyera en él.
Envió su conciencia más allá de su cuerpo y captó a los seres de distintas
razas que iban en los vehículos. No se trataba de mercenarios contratados
para acabar con su vida como había pensado en un principio. era algo peor:
eran esclavistas.
- No te preocupes Trespeó, no vienen a por nosotros. Sólo están de paso.
- Me alegro amo Luke, no quisiera volver a meterme una pelea.
Luke sonrió. En todo el tiempo que llevaban juntos Trespeó nunca había sido
un valiente. Volvió a tocar la mente de los esclavistas, pensaban vender a
niños y mujeres y eso no le gustaba nada a Luke pero tampoco podía hacer
nada. Era de conocimiento general que los esclavos llevaban un chip de
seguimiento implantado en el cuerpo, liberar a los esclavos sólo serviría
para que en unos días sus "dueños" los encontrasen y castigasen.y Luke no
tenía el dinero necesario para comprarlos a todos y liberarlos luego.
Era una lástima pero no podía hacer nada por ellos, los únicos que podían
eran los políticos implantando leyes y haciéndolas cumplir. Por la fuerza
bruta nunca conseguiría nada.
Corellia
- Pues así están las cosas -dijo Gillespee mientras se levantaba-. Lo siento
Mara, así son los negocios.
- No te preocupes.
- Karrde -saludó Gillespee-.
- Creo que estáis cometiendo un error.
- No es decisión mía. Sabes lo que pienso de todo esto pero decidí unirme a
la mayoría como todos.
- Entiendo -dice Karrde-.
Cuando Gillespee sale de la habitación Mara se echa hacía atrás y respira
profundamente.
- Que desastre. Un año hemos durado -dice mientras golpea la mesa furiosa
consigo misma y con el universo-.
- Es un año más del que pensaba que duraríamos. La Alianza de
Contrabandistas no estaba hecha para durar.
- ¿Y por qué entonces hemos invertido tanto tiempo en ella?.
- Porque era un buen sueño pero los beneficios y la desconfianza se han
impuesto.
- La Nueva República no ha puesto todo lo que podía poner de su parte.
- No les culpes. Digamos lo que digamos seguimos siendo contrabandistas, no
podemos esperar que el trabajar para ellos nos de grandes beneficios y por
supuesto los negocios que nos dan esos beneficios están prohibidos. Pero de
todas formas hemos conseguido algo, al menos acudirán a nosotros siempre que
nos veamos implicados en medio de una guerra.
- Qué bien, o sea que sólo serviremos de algo cuando les tengamos que salvar
el culo. Admítelo, esto morirá rápidamente.
- Sí lo hará pero no debemos preocuparnos por ello. Ahora lo más importante
es volver al negocio tan rápido como podamos, he oído informes preocupantes
sobre Durga el Hutt y el Sol Negro.
- ¿Durga es el misterioso nuevo jefe del Sol Negro?.
- Eso piensan mis informadores.
- ¿Quieres que lo investigue?.
Karrde sonrió, Mara siempre estaba dispuesta para las misiones más
peligrosas aunque fueran infiltrarse en ala organización criminal más
poderosa, tan poderosa que ni siquiera los Hutt se atrevían a inmiscuirse
directamente en sus negocios.
- Por ahora no, quiero tener más datos antes de enviar a alguien a la boca
del lobo. Además tienes un compromiso antes, ¿no crees?.
- No tengo nada que ver con él.
- ¿No?. Pues entonces vas a desperdiciar un viaje a Coruscant me temo.
- ¿Me has preparado una encerrona?
- Admítelo, en tu estado pronto necesitarás una vida menos movidita y no la
de una contrabandista.
- Pero.
- Pero nada, allí sabrán cuidar de ti.
- Está bien -dijo a regañadientes Mara-. Pero esta me la pagas Karrde.
Galagea
Galagea era un pequeño planeta minero en los límites que separaban las
regiones del Borde con las del Núcleo Exterior. Esa cercanía al núcleo
galáctico había hecho que pronto fuera colonizado por los vuelos de
expansión de la República siendo en principio un gran planeta para vivir con
sus grandes océanos y su clima paradisíaco.
Su economía se había basado en la extracción de cristales de Darkon, una
variedad de cristal bastante extraña que sólo se daba en ese planeta.
Durante años los colonizadores explotaron el mundo vendiendo los cristales
como joyas preciosas a los mundos del Núcleo. Sin embargo hacía unos cien
años un cambio climático había hecho que el agradable clima del planeta se
tornara en un infierno. Los volcanes entraron en erupción simultáneamente
por todo el planeta, los mares desaparecieron, la temperatura aumentó hasta
los 50 grados; los científicos de la República no pudieron determinar la
causa de tan extraño cambio. La población del planeta intentó huir
rápidamente del planeta abandonando la extrema situación en la que se
encontraban. Sólo unos pocos se quedaron y siguieron extrayendo los
cristales de Darkon en un volumen muy pequeño comparado con el desembolso
que había que hacer para extraerlos.
- Bonito lugar -comentó Han mientras se acercaba al planeta pilotando el
Halcón Milenario-. Bespin, Nklon. dímelo seriamente, ¿te atraen los lugares
inhóspitos?
- Por supuesto -dijo Lando con una amplia sonrisa en la boca-. Nadie estaría
tan loco como para intentar sacar beneficios de tan extraños parajes.
- No me extraña. Admítelo, te han timado por esto, de aquí no podrás sacar
un solo decicrédito de beneficio.
- ¿Quieres apostar algo?. ¿Quizás el Halcón?.
- No, no -se apresuró a decir Han-. Con lo loco que estás quizás logres
sacar beneficio pero dímelo otra vez, ¿cómo se te ocurrió esto?.
- Mirando la holovisión, emitieron un reportaje sobre Galagea y me interesé
por el planeta. Ya sabes a cómo se venden los cristales de Darkon en el
mercado galáctico.
- Sí, le compré a Leia un anillo con uno de esos cristales. Al fin y al cabo
para qué necesitaba los dos riñones -ironizó Han-.
- Exacto, son una ganga. Su precio se debe mayoritariamente a la escasez que
hay de ellos, son muy difíciles de extraer con los rudimentarios medios de
que disponen los galegeanos.
- ¿Rudimentarios?. Con uno sólo de esos cristales podrían comprar las
mejores máquinas.
- Sí pero ahí radica el problema. Los galegeanos no tienen infraestructura
para moldear los cristales ni para comerciar con ellos, así que reciben una
mísera parte de su valor.
- ¿Y tú piensas cambiar eso?.
- Si todo va bien creo tener el suficiente capital como para levantar una
factoría.
- La Nueva República te pagó bien por Nklon, ¿eh?.
- Al fin y al cabo deberían haberme protegido del Imperio. pero sí, me
hicieron de oro y junto a algunas apuestas ahora soy rico.
- ¿Y por qué no te retiras de una vez a vivir en una isla desierta en
Corellia o algún sitio así?.
- ¿Yo?. ¿Retirarme?. Sería una gran pérdida para el universo.
- Seguro. Nos piden identificarnos -dijo Han mientras miraba de reojo la
pantalla-. Control de Galagea, aquí el Halcón Milenario, pedimos permiso
para aterrizar en el planeta.
- ¿No tenemos identificaciones falsas para la nave? -preguntó Lando
sorprendido-.
- Esta zona está totalmente pacificada, no habrá problemas.
- Halcón Milenario, tiene permiso para aterrizar en la pista uno.
- Como si hubiera otra -comentó en bajo Han-. Gracias, Control Galagea.
Sin mucho dificultad Han hizo posarse el Halcón en tierra. Antes de salir a
la superficie se aseguró de tener cargado su desintegrador y de que la
atmósfera era segura.
- Vaya -dijo Han cuando puso un pie en tierra-. ¿Realmente quieres tener que
estar atado a un sitio así?.
- Me lo estoy pensando. realmente creí que exageraban cuando hablaban sobre
los volcanes, las erupciones y el mal clima.
- Bienvenido a Galagea señor Calrissian.
Han y Lando se giraron para ver a su nuevo interlocutor. Se trataba de un
hombre joven, de cejas despobladas y larga coleta que iba acompañado de
varios guardias armados con varios desintegradores muy antiguos.
- ¿Y usted es?
- Gantoris.
- ¡Ah!. Encantado -dijo Lando sin perder el tiempo-. Usted es el gobernador
del planeta, ¿no?.
- Exactamente Calrissian. Y ahora dígamelo de una vez, ¿qué ha venido a
hacer a Galagea?.
- Ya se lo deberían de haber dicho. Tengo la intención de levantar una mina
moderna para poder extraer los cristales de Darkon y conseguir mayores
beneficios.
Gantoris lo miró de arriba a abajo y luego intercambió una mirada con sus
soldados antes de echarse a reír.
- ¿Y cómo piensa hacer eso?. Este planeta tiene continuos terremotos,
erupciones volcánicas y tormentas magnéticas que destrozarían la maquinaria
ultra moderna que usted quiero colarnos sin contar que los costes de
traslado de los minerales o los centros de producción sería astronómicos.
Francamente Calrissian, ha hecho usted el viaje en balde.
Gantoris se dio medio vuelta y comenzó a irse sin embargo Lando no se había
rendido y rápidamente llamó su atención.
- ¿Ni siquiera tiene curiosidad en saber cómo lo haría?.
- ¿Para qué?. Es inviable.
- He hecho trabajos parecidos en Nklon y en Bespin, esto no será más
difícil.
- ¿Nklon?. He oído hablar del planeta, ¿de verdad pudo sacar beneficios de
eso?.
- Amplios beneficios.
- Entonces será mejor que venga a mi casa, Calrissian tenemos mucho de que
hablar -dijo Gantoris mientras reemprendía la marcha-.
- No puedo creer que lo hayas engatusado -dijo Han-.
- Sí.
- ¿Qué pasa?. No pareces muy convencido.
- Hay algo que no me ha contado, algo sobre el planeta o la explotación del
mineral o quizás algo más gordo.
- Prepararé el Halcón para un despegue rápido.
- Sí, hazlo. Quizás deberías haber traído a Chew
- No podía dejar solos a los niños con la seguridad de palacio.
- Esto de ser padre va a acabar contigo y lo peor es que con nosotros
también.
Continuará.
LA TASCA DE MOS EISLEY
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