Portada: Dividida en cuatro partes, dos blancas y dos negras, como escaques de un tablero.
Lo había rastreado durante varias semanas. Esta vez no escaparía. Demasiado
tiempo había pasado desde la última vez en que había tenido a su adversario
al alcance de sus armas. Por fin, había localizado una estación de
seguimiento operativa, con la cual había rastreado a Lokai, pues tal era el
nombre de su adversario, cerca del ecuador. Encontrar un transporte
terrestre funcional había sido misión casi imposible. El abandono de la
civilización era ya patente, y casi había sucumbido en tres ocasiones, a los
ataques de fieras salvajes que, cada vez tenían más lejano el recuerdo de
que debían mantenerse alejadas de las ciudades y, consecuentemente, se
volvían más osadas. El medio negro pagaría también por eso.
El consejero Bele hizo aterrizar su transporte tras unas colinas, fuera de
la vista de la ciudad de la que procedía la señal de Lokai. Con sumo
cuidado, ocultó el vehículo y aprestó sus armas. Normalmente, alguien como
él no utilizaría instrumentos tan bastos, pero los milenios de persecución
lo habían vuelto, muy a su pesar, inseguro. Él, que se mostraba siempre
orgulloso de sus orígenes y posición, no había sido capaz de doblegar a
aquel ser inferior, que había corrido de planeta en planeta, buscando
aliados para su perversa rebelión, forzándole a actuar muchas veces con
violencia, llegando a la comisión de actos de piratería, como cuando, no ha
mucho, había secuestrado a aquella nave de la Federación, la Enterprise,
para llevar por fin a Lokai a la justicia. A eso se veía reducido, a la
condición de bucanero estelar. El medio negro pagaría también por eso.
Esperó a que la estrella rectora de su mundo se ocultara y avanzó, siguiendo
un camino paralelo a la vieja y ya casi borrada ruta de entrada a la ciudad.
No pudo evitar pararse un instante para contemplar la ruina en la que se
había convertido aquella urbe. Siempre había hablado con su esposa de
visitarla, en otro tiempo y otro lugar que cada vez estaban más borrosos en
su memoria. Luego se convirtió en un asentamiento para los otros, los
primeros conflictos... Creía que podría disfrutar de la larga vida de su
raza y de su posición, pero ellos se lo arrebataron... Él siempre se había
preciado de ser abierto y progresista, de manera que apoyó la política de
asentamientos de los medio negros en sus propias ciudades. Una pequeña
concesión en nombre de la concordia, habían sido sus palabras. Aunque
supusiera perder una maravilla como la que había sido aquella hermosa urbe.
Las palabras se le atragantaron. Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo y
borrarlas, pero no podía. El medio negro pagaría también por eso.
El domo de energía que recubría la ciudad por las noches ya no estaba, así
que pudo introducirse en las callejuelas exteriores y avanzar hacia el
centro, al origen de la señal. Sus pasos se hicieron más cautos. Evitó
transitar por las zonas de mayor penumbra, donde acechaban los predadores
nocturnos. Al doblar una esquina, lo vio: allí estaba Lokai. Dormitaba,
apoyado en la pared de un edificio derruido. A su lado reposaban sus escasos
enseres. Por un momento estuvo a punto de gritar, pero sosegó sus nervios y
avanzó un poco más. Pronto todo habría terminado. La muerte de Lokai
marcaría el fin de los medio negros y él quedaría como único habitante de su
mundo natal. Cumpliría la misión encargada diez milenios antes por unos
gobernantes fenecidos largo tiempo ha. Tales eran sus pensamientos cuando
apuntó con una de sus armas a la cabeza de su dormido adversario. Acarició
el disparador y flexionó las piernas para hincar una rodilla en tierra. Al
hacerlo, sus pies resbalaron y derrapó, asumiendo la posición deseada. Sin
embargo, el ruido despertó a Lokai. Disparó, pero su enemigo había logrado
alzar un campo mental que le permitió desviar el tiro. La última cacería
volvía a empezar otra vez, y el medio negro pagaría también por eso.
EL HOLOPUENTE DE BARTOLO O ¡QUÉ CALOR HACE, MANOLO!
Este número tiene una explicación muy especial. Se trata de retomar a los
dos personajes que aparecían en el episodio de la tercera temporada Que este
sea su último campo de batalla, que puede contarse entre los mejores de una
serie que en esta etapa final tuvo bastante altibajos. Se trataba de un
alegato sobre el racismo y el apartheid con bastante mala leche, pero muy
adecuado para unos tiempos en los que la situación de los afroamericanos y,
por extensión, de muchos no blancos, anglosajones y protestantes en
determinados estados de la Unión, no parecía tan distinta de lo que sucedía
en la Sudáfrica de Pieter Botha y compañía en los ochenta. Los habitantes de
Cherón, el planeta donde se desarrolla la persecución, está habitado por
humanoides que son medio blancos y medio negros. Lokai es un medio negro,
porque su mitad diestra lo es; Bele es un medio blanco por idénticas
razones. El segundo pertenece a la élite gobernante de Cherón, en tanto que
el primero es un rebelde que se niega a aceptar la situación discriminadora
e intenta una y otra vez sublevar a sus conciudadanos, huyendo del planeta
para buscar aliados en su causa. Bele recibe la orden de perseguirle y lleva
a cabo esa tarea durante diez mil años. Cuando por fin se encuentra con su
adversario a bordo del Enterprise y consigue desviar la nave hacia su
planeta, perseguidor y perseguido descubren que la guerra civil ha
exterminado a todos sus congéneres, pero deciden continuar con el conflicto.
Como curiosidad, el personaje de Bele estaba interpretado por el actor Frank
Gorshin, recientemente fallecido y mucho más popular por su papel de Edward
Nigma, el Acertijo, en la serie sesentera de Batman. Y ahora, pasemos a las
cartitas, que para eso está esta sección.
Ben Reilly acertó que los protagonistas del episodio anterior eran Hikaru
Sulu, el timonel de la Enterprise y su hija Demora, que al correr del tiempo
ocuparía su puesto en en Star Trek: Generaciones, la séptima película de la
saga en la que se enlazaba la historia entre la vieja y la nueva generación.
Para ti irá la copia de Turist Omer uzay yolu en cuanto mandes tus datos
postales.
José González dice que el relato está bien, pero no aporta nada y que
afortunadamente es corto... y mucho me temo que las cosas seguirán así...
aunque se aceptan ideas para tratar algunos otros temas. También acierta con
la identidad de los protagonistas, que es más de lo que puede decir Mr.
Multiplexor.
Y hasta aquí podemos leer. Nos vemos en el próximo número, que tendrá un
tono un poco más jocoso.