Portada: Una niña está acostada en su cama, mientras mira el cielo estrellado a través de la ventana de su cuarto.
- Papi ¿me contarás un cuento para dormir?
- Claro que sí, pequeña ¿Cuál quieres que te lea?
- Oh, papi. No quiero que me leas. Ya soy mayor y sé leer muy bien. Cuéntame
uno de los tuyos. El de los caballeros del rey, porfa.
-Cielos ¡pero si ya te lo sabes de memoria!-contestó el padre con una amplia
sonrisa- Te lo he contado muchísimas veces.
- No me importa. Es mi preferido. Y además, tú lo cuentas muy bien.
- Bueeeeeno - respondió el padre, halagado por el comentario de la pequeña -
Érase que se era un grupo de caballeros que, bajo el mando de un valiente
capitán, cumplían las órdenes de su rey, de viajar por países muy lejanos...
- ¿Muy, muy lejanos? - inquirió la pequeña, pese a que conocía de sobras la
respuesta.
- ¡Mucho! - Viajaban por tierras que estaban más allá del horizonte del
cielo, llenas de misterio y de peligros. Pero el capitán era muy valiente
y - su firme tono de voz vaciló levemente - sus caballeros siempre salían
bien parados de mil y una aventuras.
- El capitán era muy querido ¿verdad, papi?
- Claro que sí, pequeña. Todos le querían mucho. Especialmente sus mejores
amigos, el brujo blanco y el hechicero rojo... los tres eran grandes
camaradas, aunque los dos magos discutían constantemente para demostrar cual
de sus habilidades mágicas era la mejor. En el fondo, también se estimaban
mucho, aunque no lo demostraran.
- Pero no eran los únicos soldados del rey ¿verdad, papá?
- No, mi amor. Había muchos, y el capitán recordaba siempre sus nombres y
ellos confiaban en él como en un padre y un amigo. Cada uno desempeñaba una
misión: estaba el hábil herrero escocés, a quien nadie superaba en la forja
de las armas y armaduras; la barda de piel oscura, cuya voz alcanzaba a los
más remotos confines del mundo conocido; el joven cosaco, siempre dispuesto
a salir en defensa de sus amigos...
- Pero papi, te has olvidado de mencionar al más importante, al mosquetero.
Ya sabes que es mi preferido.
- ¡Qué impaciente eres! - dijo el padre mientras acariciaba la mejilla de la
niña - Además - dijo para pincharla un poco - el mosquetero no era tan
importante...
- ¡Sí que lo era! - chilló contrariada - ¡Siempre intentas cambiar el cuento
en esta parte! Eso se llama mentir y mami y tú me habéis dicho muchas veces
que hay que decir siempre la verdad.
- ¡Perdona, perdona! A veces me olvido, pequeña mía...
- ¡Eres un tramposo! ¡Si vuelves a hacerlo me enfadaré contigo y no te
querré más! ¡Cuando sea mayor seré mosquetero también!
- No lo haré más - sonrió el padre, mientras volvía la cabeza para que su
hija no lo viera reír- Todos eran muy valientes y se distinguieron en la
lucha contra los enemigos de su rey: las malvadas águilas, el viejo
emperador y sus guerreros, los feroces luchadores con escamas en el pecho...
El hombre miró a su hija. Estaba profundamente dormida. Siempre le
sorprendía esa capacidad que tenía la pequeña para albergar tanta vitalidad
un momento y quedarse sin ella al siguiente. La contempló durante un largo
rato y besándola en la frente, la arropó.
- Que tus sueños sean dulces, mi pequeña Demora - dijo susurrándole al oído
y besándola en la mejilla. Apagó la luz y dejó la puerta entreabierta, como
hacía todas las noches.
EL HOLOPUENTE DE BARTOLO O ¡QUÉ CALOR HACE, MANOLO!
Otro episodio cortito cortito, principalmente para que luego digan que soy
un tochista. Este va dedicado a los friquis... digo, triquis, digooo,
trekkers, que alguno hay en la sala, con el fin de que adivinen quién o
quiénes son los protagonista de la historia. El nombre de la niña es una
buena pista, así que el del padre no presentará muchos problemas.