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Predator: El Prisionero de la Bastilla

PREDATOR #2
El Prisionero de la Bastilla II
Guión: X-Cout

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Portada: Dubois admirando un disco de aspecto misterioso mientras un predator en modo oculto le observa.

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Resumen de lo ocurrido: Dubois, un medico encarcelado en la Bastilla está a punto de verse involucrado en la toma de la Bastilla de manera forzosa. Uno de sus compañeros de celda parece ser un Indigena incapaz de hablarle. Aunque empieza a reaccionar y a comportarse como un animal tras los primeros sonidos de trifurca.

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Otro ruido me hizo girar bruscamente la cabeza para ver que sucedía, sin duda alguien se acercaba corriendo por el pasillo. Las pisadas se hicieron más pronunciadas y todo apuntaba a que se tratase de la guardia que había decidido atrincherarse en esta parte del calabozo. Dos guardias se dirigieron hacia la celda de Derric. Uno de ellos sacó unas llaves, abrieron el calabozo y lo sacaron a golpes. Derric no podía más que gemir de dolor y retorcerse por la brutal paliza que le estaban dando. Parecía que viendo que no ganarían esta batalla podrían por lo menos regocijarse en acabar con unos pobres presos desarmados. Derric, aun magullado y sin aliento, hizo frente a uno de ellos y lo tiró al suelo. El otro, no dudó en descargar su fusil contra él. El cuerpo ahora inerte de Derric descansaba sobre la fría piedra del pasillo tiñéndola poco a poco de rojo sangre.

- ¡Asesinos! ¡Era mi amigo!

- Cálmate escoria. Ahora vamos a por ti y veras como no cantas tanto.

Un golpe rompió la conversación al tiempo que intentaba no mirar hacia el fondo del calabozo para no delatar a mi otro compañero. Otro golpe en la puerta de metal delató por fin al prisionero desconocido. Fue entonces cuando los dos guardias sonrieron y se acercaron a mi celda.

- ¿así que no estas solo?

- . (rechinando los dientes)

- Vamos a ver. sería mas divertido sacar a tu amigo primero, para que veas como nos divertimos con él ¿no? Dijo uno mirando al otro guardia y guiñándole un ojo.

- Me parece una buena idea. Dijo el otro.

- ¡Sois unos mal nacidos! ¡Dejadle en paz! No es más que un desgraciado mudo que no puede haceros daño. Por el amor de dios no os hemos hecho nada.

- ¡Jajajajaja! Tranquilízate pronto te llegará tu turno.

Dicho esto se acercó a la celda he introdujo la llave en la cerradura de la puerta. Solo se escuchaba el sonido de la llave al girar, era lo único que separaba a ese pobre infeliz de su muerte. La llave completa su ciclo y la puerta cede lentamente. De pronto un rebufo de aire sale de la celda y acto seguido como si de un basilisco se tratara el prisionero desconocido abre la puerta de una embestida y arrolla al primer guardia lanzándolo contra el muro. El segundo apunta y dispara. Esa fue su ultima oportunidad porque pese a acertar en el blanco la bala rebotó contra una chapa metálica. Acto seguido el segundo guardia era empalado con su propia bayoneta ante mi asombro. Delante de mi se postraba un ser gigantesco en apariencia humano pero de carácter y fuerza animal. Iba semidesnudo con un pantalón rasgado y una malla metálica que el cubría el pecho. Su cabeza estaba cubierta por una mascara de hierro que me impedía verle la cara. Esas mascaras eran usadas para que los carceleros no pudiesen reconocer a los presos. Vi también que la mascara tenia una cerradura para poder quitarla. Debía de llevar mucho mas tiempo que yo encerrado, pues sus garras y uñas habían crecido como las de una bestia. Su cuerpo presentaba diversas manchas de color verdoso, a la par que su piel áspera y gruesa mostraba que aquella persona no era de los alrededores. Había oído hablar de los indios traídos de las Américas; eso encajaría con lo de que no supiese nuestro idioma y de que se comportase como un salvaje, pero no lo de la mascara. Mientras pensaba esto la puerta se abrió y pude salir de mi celda. Era libre. Desde hacia años no había salido de ese lugar y ahora era libre. Que agradable sensación.

- Oh, gracias amigo mío, no sabes lo mucho que te lo.

¡BANG!

Una bala impactó en la pared al tiempo que una de sus manos me cogía y me cargaba sobre sus hombros. Más guardias. El lugar estaba infestado de ellos y no tenían muy buenas intenciones. Mi corpulento amigo se detuvo frente a una esquina y me dejo caer al suelo.

- ¡eh! ¡Que eso duele!

No creo que le importase mucho. El caso es que la sala por la que teníamos que cruzar para huir también estaba llena de soldados y los que nos pisaban los talones no tardarían en aparecer y darnos caza. Entonces, no se como, saltó por encima de ellos como si de un león se tratase y empezó a deshacerse de todos. Uno a uno no eran rivales contra esa furia. Bayonetas, espadas, pistolas, fusiles, eran inútiles. Se movía como un fantasma entre las balas y manejaba las armas blancas como una de sus propias extremidades del cuerpo. Era algo sobrehumano e imbatible. Acabo con todos y me miro como expresando el deseo de seguirle. Charcos de sangre, desmembramientos y algunos aun gemían de dolor, no, definitivamente no era un hombre corriente. ¿Y ahora tenia que seguirle? Diablos, no había nada mejor que hacer. Llegando al patio, nuestra posible libertad, decidió bifurcarse hacia otra de las entradas que daban a las mazmorras subterráneas.

- ¿Estas loco? ¿Ya estamos fuera y quieres volver? Nos estamos buscando la ruina ¿sabes?

- Grrrr.

- Esta bien. pero luego no digas que no te lo advertí.

Aunque hubiese querido irme solo sabia que sin su fuerza no saldría vivo de allí. Los guardias ya no eran el peor problema. Ahora para hacer exactos estábamos entre el fuego cruzado de la masa armada y los soldados que defendían sus posiciones. Un buen sitio para verlo todo; pero también el sitio idóneo para resultar herido o muerto. Mi amigo forzaba unos barrotes para entrar mientras yo miraba por el entreabierto de la puerta del patio. Los soldados montaban sus barricadas y se colocaban en posición de fuego. La puesta principal estaba siendo asediada a golpe de ariete y no tardarían en entrar.

- ¡Eh! ¿Y si aprovechamos y nos mezclamos con la masa cuando entren? Podríamos salir.

Los barrotes cedieron y solo obtuve por respuesta un empujón que me incitaba a que entrase. El pasillo se veía largo y se perdía en la oscuridad. Entramos. Yo no paraba de mirar hacia todas direcciones. La verdad es que no resulta muy cómodo volverse a meter en la boca del lobo después de 2 años encerrado. Aquello era de locos. ¿Qué buscaría mi extraño amigo? y aun peor ¿para que me necesitaba? Eran unas de las muchas preguntas que rondaban mi cabeza mientras andábamos entre penumbras. El pasillo se ensanchaba poco a poco hasta llegar a un pórtico. Había un cartel en la puerta. "Armería".

- ¿La armería? Buena la has hecho, salimos de la sartén para caer en el cazo. ¿No te das cuenta que este es el primer sitio donde van a venir?

En efecto, tanto los soldados como los revolucionarios no tardarían en pasar por aquí y liquidarnos; unos por considerarnos intrusos y los otros por la confusión. Sabía empuñar un fusil, pero también sabia que por muy bien que lo empuñase no duraríamos mucho aquí abajo aunque nuestra munición fuese casi ilimitada. Atrapados de nuevo. Él ahora señalaba un dispensario de fusiles. Tapiado y cerrado con un candado, no se que tendría de especial pero parecía ser importante para él. Estaba tapiado con madera gruesa y barras de acero. No podríamos abrirlo a menos que lo volásemos con una explosión. ¿Pero con que? Que estupido; estaba rodeado de barriles de pólvora, de hecho, el lugar entero era un polvorín, debíamos tener cuidado con lo que hacíamos si no queríamos volar por los aires. Me dispuse pues, a explosionar un cuerno de recarga sobre el dispensario. La explosión hizo trizas la cavidad y los trozos de madera y metal estaban esparcidos por toda la sala. El humo se disipaba y yo tenia la impresión de haber destruido también el contenido del dispensario. Hubo suerte, se apreciaban estantes de piedra empotrados en la pared donde normalmente se depositaban fusiles y pistolas. No habían tales objetos en su interior. En su lugar había una mascara con aspecto tribal y piezas de una armadura. Rodilleras, muñequeras, espinilleras y una coraza que solo cubría los hombros. Extraños utensilios para un aborigen pensé. Mi extraño amigo se colocó todas sus pertenencias. Una vez con ellas puestas de una de sus muñequeras salieron unas cuchillas con las que rompió la cerradura de su mascara de hierro. La mascara de hierro que ocultaba su rostro cayó al suelo dejando por fin ver su cara. Dios quiso que esa imagen no se borrara jamás de mi memoria. Era un monstruo, peor que cualquiera que me hubiese rondado en la peor de mis pesadillas. Colmillos retráctiles, ojos de gato y carente de pelo. De su cabeza huesuda brotaban unos tentáculos a modo de cabellos que estaban adornados con anillos metálicos de color cobrizo. Solo duró un instante pues se colocó su mascara original y ya no pude verle más su rostro.

- ¿Que eres?

- /.< :/</ ..\:< :>:

De su casco salían ahora algo parecido a palabras, como un idioma extraño e impronunciable por un humano. Pero que no se por qué, no me alteraron. Ya no estaba seguro de lo que veía o de lo que oía y entonces me limité a hacer lo que cualquier persona que cree que esta soñando haría intentar tocarlo. Le extendí mi mano y vi como las cuchillas se escondían de nuevo en su muñequera. No me devolvió el saludo, pero me dio algo. Era como un disco. La extremidad estaba afilada a modo de cuchilla y tenia unas ranuras para poder blandirla con una mano. Toqué la cuchilla para comprobar su filo. No parecía muy afilada. Hecho esto empezó a andar hacia la salida y yo detrás de él.

- ¿Como saldremos?

Siguió caminado sin responder a mi pregunta. Ya no tenia muchas esperanzas de salir de allí con vida. Volvíamos a estar en la salida del patio frente a la muchedumbre enfurecida y los guardias y soldados parapetados en sus barricadas. La puerta cruje. La puerta se rompe, se astilla, y finalmente, cede. Hombres, niños y mujeres entran a trabes de la grieta empuñando pistolas y fusiles. La primera línea de valientes no tarda en ser abatida por la primera descarga. La segunda carga contra las barricadas y se adentra en ellas al cuerpo a cuerpo. La bestia que estaba a mi lado desaparece y se esfuma como la niebla en el aire. Gritos, lloros, lamentos y alaridos es lo único que se escucha mientras se ven cuerpos ensangrentados tendidos por el suelo. Ahora era el momento de huir. Emprendí mi huida hacia la puerta a paso veloz mientras esquivaba las balas y a todos aquellos que se me cruzaban por delante. Me detuve justo en la gran brecha del portón donde un guardia me dio el alto mientras me apuntaba con su fusil. Se disponía a disparar cuando una mano invisible lo levanto de la cabeza y mientras el cuerpo se convulsionaba para poder escapar otra mano se hundió en su espalda. El cuerpo ya sin vida del guardia se postraba flotando frente a mi, hasta que cayó y dejo su cabeza y su medula espinal sangrante aun levitando. Fue entonces cuando aquel monstruo se materializó delante de mi y metió ese despojo de hueso y carne en una red. Aquella imagen era vomitiva incluso para un medico. El monstruo la contemplaba con esmero como si se tratara de un trofeo de caza. Tanto empeño ponía en su empresa que no percibió un cañón rebelde apuntando justo en su trayectoria. Se disponían a detonarlo cuando no pudiendo avisarle lancé instintivamente el disco que aquella criatura me havia dado. Cualquier objeto común hubiese llegado con mucha dificultad al sitio donde se emplazaba el cañón pues este se encontraba a mucha distancia. Pero para mi asombro el disco voló como una bala hacia el como si supiese exactamente lo que tenia que hacer. Corto hierro, hueso, carne y finalmente se clavó en una roca. Un torso de un cañonero caía seccionado por mi culpa a la vez que se desmontaba el cañón que amenazaba al vida de mi compañero. El monstruo se volvió y me miro fijamente. Empecé a correr de nuevo hacia el puente que separaba la Bastilla de la ciudad. Terror, horror, miedo, son palabras que no comprendes hasta que no ves los horrores de una batalla. Aquella bestia parecía no tenerlos. Conseguí llegar a un callejón alejado de lugar de la batalla. Aun podía oler los cuerpos quemados y ver la sangre que cubría mi rostro y mis ropas. Giré mi cabeza para proseguir mi camino y allí estaba él de nuevo. ¿Un fantasma? No, los fantasmas no sangran; y él sin embargo si lo hacia. Presentaba varios cortes e impactos de bala y de las heridas brotaba una sangre de color verdoso. Sostenía en su mano una calavera que me entregaba junto con el disco. Por un momento entendí lo que quería decirme, me estaba entregando lo que para él era mi trofeo. Me lo entregó en un zurrón y los dos proseguimos nuestro camino hacia el bosque. La ciudad de Paris ya no era un lugar seguro.

Fin del segundo numero

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DEPREDADORES

Esta miniserie ya va tomando riendas, espero que os guste. Intentaré ser mas fiel a las fechas para la proxima vez. Palabra de X-Cout.

Si quieres nominarme manda un mensa al 7777 (chipazard@homail.com) con la palabra "Thewood". ¡Esta semana sorteamos un maravilloso kit para descubrir el sexo de los caracoles, no te lo pierdas!

 
 
   
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