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He-Man y los Masters del Universo

HE-MAN Y LOS MASTERS DEL UNIVERSO #1
Tercera Temporada
El destino de Teela

Guión y portada: Andrés Rey
Portada alternativa: Israel Huertas

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-Adam,- dijo Sorceress con un hilillo de voz- estoy muriendo.

El Castillo Grayskull nunca ha sido un lugar ruidoso, pero en ese momento el silencio se hizo aún más notorio. Adam y Man-at-Arms contuvieron la respiración al escuchar a la hechicera, y no se atrevieron a decir una palabra mientras ésta continuaba:

"La magia del castillo me ha mantenido viva durante muchos siglos, pero finalmente mi tiempo se ha terminado. Es momento de que una nueva hechicera tome mi lugar. Y es preciso que lo haga rápido, pues siento que una gran amenaza se cierne sobre Eternia."

-Pero, -replicó Adam- Teela está en una expedición arqueológica en las Arenas del Tiempo. Tardará días en regresar.

-No hay tiempo que perder. Tráeme a mi hija, Duncan...- dijo Sorceress, antes de perder el conocimiento.

Man-at-Arms se acercó a Sorceress con cuidado, comprobando que todavía respiraba, y tras asegurarse, se volvió hacia Adam y con voz de mando, indicó:

-Vamos, Adam. El Wind Raider tiene combustible suficiente para ir y volver de las Arenas del Tiempo si encontramos a Teela pronto. Ya habrá tiempo de explicarle a tus padres por qué no asististe al recibimiento del embajador.

Adam y Man -at -Arms salieron raudos del castillo y, sin intercambiar otra palabra, abordaron su vehículo aéreo poniendo rumbo al enorme desierto del este de Eternia.

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-¿Estás seguro de lo que estás diciendo, TriKlops?

-Seguro, amo- respondió el cíclope cibernético- las defensas de Grayskull están tan débiles que pude introducir una sonda espía hasta la cámara central. Sorceress agoniza, Skeletor.

El huesudo rostro del señor de la guerra asomó un poco por debajo de su capucha. Era lo más cercano a una expresión de interés que el vacío cráneo de Skeletor era capaz de mostrar.

-¿La capitana de la guardia, hija de Sorceress? ¿Esa flacucha entrometida? ¡Ja! ¡Qué ironía! Bueno, creo que es mejor asegurarnos de que no llegue a ponerse ese casco de halcón, ¿no?

-Creo que sí, amo.

Skeletor se puso de pie, y tomando su báculo y su capa, se dirigió a la salida mientras daba sus últimas órdenes.

-¡Prepara los Terrordáctilos! Vamos a cazar un par de pichones al desierto.

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Rocas y más rocas. Eso era todo lo que Teela había visto los últimos días. Melakhta el arqueólogo real estaba muy emocionado con ellas, pero Teela no entendía por qué. Sí, eran rocas grandes, pero no eran más que rocas!

Teela trató de calmarse. "Melakhta está estudiando el pasado de Eternia", se decía a sí misma. "Es importante que lo haga, y es importante que lo mantengas seguro mientras lo hace". Pero su naturaleza aguerrida y aventurera no la dejaba en paz. Sí, estaba realizando una importante labor. Pero eso no disminuía el aburrimiento.

El familiar rugido de un WindRaider sacó a Teela de sus reflexiones. Sus instintos de combatiente inmediatamente la pusieron alerta. Escudriñando el cielo, descubrió con la mirada un pequeño punto verde que empezó a crecer hasta convertirse en la conocida silueta del vehículo aéreo. Y a bordo iban su padre y Adam.

Teela se cubrió los ojos con el brazo para protegerse de la nube de arena generada por el aterrizaje del WindRaider. El casco metálico se posó en tierra pero los motores no se apagaron. Su padre y el príncipe llevaban apuro.

-¿Qué ocurre, padre?- preguntó Teela, sospechando la situación.- ¿Qué clase de fenómeno diabólico ataca Eternos ahora?

-Ninguno, hija- contestó Man-at-Arms, extendiendo una mano acorazada para ayudar a Teela a subir.- Pero es urgente que volvamos contigo. Luego te explicaré por qué.

Teela usó su báculo serpiente como garrocha para dar un acrobático salto y aterrizar sentada entre Adam y su padre, dejando a Man-at-Arms con la mano estirada. No estaba para cortesías.

-¿Importa acaso? ¡Por favor, papá, sácame de aquí!

Con un rugido, el WindRaider se elevó en el aire y en un minuto se perdió de vista.

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Una voz distorsionada tanto por la transmisión electrónica como por el viento se escuchó en la cabina de la nave voladora.

-Aquí palacio, a sus órdenes, General Duncan.

-Envíen inmediatamente una escuadra al sitio de excavación en las Arenas del Tiempo. Diez hombres mínimo.

-Sí, señor.

El desierto era apenas un borrón amarillo por debajo del WindRaider. Teela, superado el alivio inicial por su "rescate" empezó a sentir curiosidad. Si no había ningún ataque, ¿por qué tanta prisa?

-Bueno, padre, ahora sí, dime ¿cuál es el apuro en que yo vuelva a palacio? Ciertamente Adam puede pasar sin mí unos días.

Teela le dirigió una mirada entre regañona y cómplice a Adam, pero cuando vio que éste no respondía a sus puyas, comenzó a inquietarse.

-Me estoy poniendo nerviosa, padre. ¿Pasa algo malo?

-No vamos al palacio, hija.

Las paredes de roca parecían venírseles encima, mientras el WindRaider aceleraba para atravesar el estrecho cañón que separaba las Arenas del Tiempo del Bosque Siempreverde.

-Hija- prosiguió Duncan- hay algo que quizás he debido decirte hace muchos años, pero prometí guardar el secreto. Sin embargo, ahora es preciso que sepas toda la verdad. El destino del planeta entero puede depender de ello.

-Padre, me asustas. ¿De qué se trata?

-Se trata de tu madre, Teela.

Una violenta explosión sacudió el WindRaider, abortando la confesión de Man-at-Arms. El vehículo aéreo se inclinó hacia un lado, sin dar a Adam tiempo de sujetarse.

Skeletor observaba con satisfacción cómo el príncipe heredero del trono de Eternia se precipitaba hacia el olvido, mientras Man-at-Arms intentaba desesperadamente recuperar el control de la aeronave y Teela se preparaba para el impacto. A su lado, el ojo rojo de Tri-Klops aún brillaba, cargando energía para un segundo disparo.

Adam caía vertiginosamente.

Él sabía que era imposible sobrevivir a una caída desde esa altura. Pero conocía a alguien que se dedicaba, precisamente, a hacer cosas imposibles. Llevándose una mano a la espalda, Adam sacó su espada y, sosteniéndola con firmeza hacia el cielo, pronunció la fórmula mágica que le había confiado Sorceress el día que se conocieron.

-¡Por el poder de Grayskull!

Por un momento, pareció que el tiempo se congelaba. Una poderosa ola de energía invadió el cuerpo de Adam. El joven sintió que sus brazos crecían, su esqueleto se estiraba y que de pronto era capaz de cualquier proeza. En medio de un destello de luz que parecía un rayo en un cielo sin nubes, Adam completó la fórmula que ya había pronunciado tantas veces...

-¡... Ya tengo el poder!

He-Man aterrizó, rodilla en tierra, abriendo un cráter en el terreno y levantando una nube casi del mismo tamaño que la que ocasionó el WindRaider al impactar el suelo.

Casi sin pensarlo, se dio la vuelta, sabiendo exactamente lo que buscaba. Aquel rayo era la firma de Tri-Klops. Debí haberlo imaginado, pensó, dondequiera que hay una crisis, Skeletor y sus secuaces aparecen tarde o temprano.

Pronto, sus ojos encontraron lo que buscaban. Una silueta negra se aproximaba con rugido de motores y el chillido de un ave de rapiña. Los vehículos de Montaña Serpiente eran efectivos pero jamás discretos.

El Terrordáctilo estaba demasiado alto para saltar, especialmente sin Battle Cat. Afortunadamente, el propio Tri-Klops le había dado una idea. Sacando la espada y tomándola cuidadosamente por la punta, He-Man calculó la distancia y la arrojó con fuerza hacia donde el artefacto estaría en el momento siguiente. La hoja cortante cercenó el ala del pájaro metálico, haciendo que cayera estrepitosamente, envuelto en llamas y humo. Un momento después, un agudo silbido le indicó a He-Man que su espada regresaba como un bumerán. Clavándose a unos metros de distancia, la Espada de Poder se detuvo. Casi sin esfuerzo, He-Man la arrancó de la roca y salió corriendo a ver cómo estaban Teela y Man-at-Arms.

Teela se tocó la frente, en busca de sangre. Nada. Sólo la pericia de su padre como piloto los había salvado. Ahora necesitaba encontrar la manera de salir del montón de metal retorcido en que se había convertido el WindRaider. Cosa que sería bastante más fácil si el aparato volador no hubiera quedado de cabeza.

De pronto, un chirrido la sacó de sus reflexiones. La máquina se sacudió, y Teela notó cómo se elevaba lentamente del suelo. Pronto pudo ver unos pies familiares. Hubiera reconocido esas botas de piel en cualquier parte.

-¿Piensas quedarte allí abajo?- preguntó He-Man.

Por toda respuesta, Teela soltó su cinturón, cayendo ágilmente al suelo.

-En realidad no está tan incómodo. Podría pasar unas vacaciones ahí- respondió Teela.

-Ayúdame a sacar a tu padre. Creo que está inconsciente.

Teela miró a su padre con preocupación. El asiento del piloto había soportado el grueso del impacto, y era difícil decir dónde terminaban los hierros retorcidos del casco de la nave voladora, y empezaba la armadura de Man-at-Arms.

Teela acercó una mano temblorosa al rostro de su padre adoptivo. Sintiendo su débil aliento, suspiró aliviada.

-Aún respira. Pero tenemos que sacarlo de ahí.

-No puedo darle la vuelta al Windraider sin arriesgarme a hacerle más daño a Duncan. Tendrás que ayudarme, Teela. Toma mi espada y trata de cortar el metal alrededor de tu padre.

Teela tomó la enorme espada por la empuñadura y la sacó de su funda a la espalda de He-man. La pesada hoja salió completamente, y con un sonoro golpe cayó al suelo, llevándose a Teela con ella.

-¡Por los Antiguos! ¿Cómo haces para levantar esa cosa?

Haciendo un supremo esfuerzo, Teela logró ponerse en pie y hacer que la punta de la espada dejara de tocar el suelo. Pero en ese momento, una fuerte detonación resonó a sus espaldas, haciéndola estremecer.

-¡Como siempre, voy a tener que ocuparme del trabajo personalmente!

La voz de Skeletor sonaba cada vez más cerca. Había aterrizado su Terrordáctilo, y se acercaba a pie hacia el sitio del choque. Al maligno hechicero le gustaba ver a sus víctimas a los ojos.

-¡No entiendo de dónde sales siempre, pero ésta será la última vez que te entrometas en mis planes, He-Man!

Haciendo un esfuerzo supremo, Teela levantó la espada hasta el nivel de sus hombros. Sentía que los brazos se le iban a desprender del cuerpo en cualquier momento. Impulsando el arma hacia arriba, la clavó en el metal de la nave. Era increíble la facilidad con que podía cortar la resistente aleación del WindRaider. Ni siquiera parecía tan afilada. Claramente, esa espada guardaba un poder inmenso.

Entonces, Teela comprendió algo. Así como el poder de la espada no tenía nada que ver con su filo, la fuerza de He-Man no tenía nada que ver con sus músculos. Una magia muy poderosa estaba actuando a través de ellos. Y ella seguramente podía llamar ese poder, y usarlo. Concentrándose, sintió cómo la llenaba el poder de la espada. De pronto, ésta ya no era tan pesada ni tan incómoda de usar.

Rápidamente, Teela cortó los pedazos de metal que rodeaban a Duncan, y, cuando éste cayó, lo recibió con un brazo, evitando su caída. ¡De pronto, Teela se sentía tan poderosa como He-Man!

-¡El fenómeno musculoso, la capitana de la guardia, y el general Duncan! ¡Este debe ser mi día de suerte!

Skeletor levantó su Báculo del Caos, y éste empezó a emitir un inquietante brillo verde. El siguiente disparo iba a ser mortal.

-¿Duncan está a salvo, Teela?

-Está bien, pero necesita atención médica, y rápido.

-Bien. Cúbrete.

Dándose la vuelta a la velocidad del rayo, He-man arrojó los restos del WindRaider sobre el Terrordáctilo de Skeletor, que en ese momento soltaba su rayo letal. Una gran explosión verde envolvió el lugar, mezcla de combustible de nave, el rayo abortado y un hechizo de teletransporte lanzado en el último minuto. Cuando se disipó el humo, He-Man ni siquiera se molestó en examinar los restos. Sabía que Skeletor ya no estaba allí.

-¿Me devuelves mi espada, por favor?- preguntó He-Man tímidamente, algo raro en él.

-Claro- respondió Teela con una sonrisa. - Tómala, Adam.

He-Man se quedó petrificado. ¿Cómo se había enterado Teela?

-El poder de la espada me reveló varias cosas.- dijo Teela calmadamente. Su voz revelaba una sabiduría mucho más allá de sus años.- Ahora lo veo todo claro. Excepto cómo vamos a llegar hasta donde mi madre.

Por supuesto, pensó He-Man, la hija de Sorceress tiene que estar sintonizada con el poder de los Antiguos. Hubiera preferido que su amiga se enterara de la verdad en otras circunstancias, pero le aliviaba no haber tenido que decírselo personalmente, o Duncan. Tenía que enterarse por sí misma, no podía ser de otro modo.

Por otro lado, Teela tenía razón. Sin naves, lejos de Battle Cat, y sin un comunicador para pedir ayuda, estaban a días de Grayskull. Por más que He-Man corriera, no había forma de llegar a tiempo.

Claro que podían buscar a alguien que sí tuviera un comunicador...

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Con un último esfuerzo, TriKlops se acercó a la cima del cañón. Esperaba que arriba la señal fuera algo mejor, porque sus intentos de comunicarse con Montaña Serpiente habían sido en vano. O lograba hacer contacto, o tendría que caminar una semana para regresar.

TriKlops puso las manos en el terreno plano, y se impulsó hacia arriba. Cuando su cabeza pasó el borde del cañón, en lugar del horizonte que esperaba, vio dos pares de botas de piel. Eso, y la punta de cierta espada, que le apuntaba al ojo.

-Si no te importa,- dijo He-Man- necesitamos hacer una llamada.

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La atmósfera en la cámara central de Grayskull estaba cargada de tensión y de tristeza. Teela, la hija perdida de Sorceress, estaba por primera vez frente a su madre sabiendo toda la verdad. Y mientras tanto, Sorceress agonizaba.

-Hija...

-Estoy aquí, madre. No te esfuerces. Los Antiguos me lo dijeron todo a través de la espada.

Un suspiro brotó de los labios de Sorceress.

-Entonces sabes qué tienes que hacer...

-Sí, madre. Y también sé que siempre estarás conmigo.

De pronto, una intensa luz envolvió a madre e hija. Por un momento, una fue indistinguible de la otra, hasta que, al disiparse el destello, sólo quedaba una: Teela, con el casco y la armadura de halcón, convertida en la nueva hechicera. No había señales de Sorceress, como si nunca hubiera estado ahí.

Adam esperaba, solo en la cámara de audiencias de Grayskull. Duncan seguía recuperándose en el hospital de Eternos y sólo el elegido por los Antiguos para ser el portador del poder de Grayskull podía presenciar la posesión de la nueva hechicera del castillo.

Sin otra cosa que hacer más que pensar, Adam se sintió realmente solo. No sólo perdía a Sorceress, su mentora desde que adquirió los poderes de He-Man, sino que su fiel compañera de batalla Teela ya nunca más lucharía a su lado. Las cosas estaban cambiando. Se preguntaba qué más cambiaría.

El chillido de un halcón sacó a Adam de sus cavilaciones. Elevando la vista, pudo ver, en medio de la oscuridad de la cámara, el brillante plumaje de Zoar, la forma de halcón de la hechicera. El halcón se posó suavemente sobre el trono dorado en la cúspide de la pirámide que dominaba el salón, y con un destello, plegó sus alas, aumentó de tamaño y adquirió forma humana.

Era la forma de la hechicera, con su casco de halcón y su armadura dorada, pero el rostro había cambiado. Por un momento, Adam pensó que la hechicera había rejuvenecido, pues nunca se había detenido a pensar lo parecidas que eran Teela y su madre. Pero al hablar, Teela, la nueva hechicera del castillo Grayskull, despejó todas sus dudas.

-Adam, necesito que llames a los Amos del Universo. Una gran amenaza, más peligrosa que Skeletor y el rey Hiss, se aproxima a Eternia. Debemos prepararnos.

-¿Teela? ¿Y Sorceress?

-Con los Antiguos, Adam- la voz de Teela aún se oía joven, pero tenía la carga de miles de años de sabiduría encima. - Mi madre me dejó todo su conocimiento, y una advertencia: ahora más que nunca, Eternia necesita a He-Man y los Amos del Universo. Una nueva era se avecina para nuestro planeta. Nuestro deber es asegurarnos que sobreviva.

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Epílogo.

Melakhta estaba fascinado con los antiguos glifos grabados en la roca. Había encontrado lo que al parecer era una cámara secreta dentro de las ruinas, con toneladas de información sobre el pasado remoto de Eternia. Ya no tenía claro cuánto había pasado tratando de descifrar el antiguo lenguaje, sólo los leves ronquidos de su ayudante Stanlan le recordaban el paso del tiempo.

Acercando su lámpara a un rincón, Melakhta encontró una antigua caja metálica tirada en el suelo, casi sepultada en el polvo milenario. Cuidadosamente la levantó y la limpió, levantando una nube de polvo que le hizo enrojecer los ojos. La tapa de la caja estaba decorada con una especie de rostro monstruoso, una cara con seis cuernos.

Lentamente, probó a girar la efigie, que estaba claramente acoplada a la tapa por un eje. Efectivamente, con un sonoro chasquido, la caja se abrió, revelando una máscara que no era otra cosa que una versión a tamaño natural de la cerradura de la caja.

Era una pieza magnífica, y no parecía haberse deteriorado en todo ese tiempo. El material le resultó extraño al arqueólogo, que no pudo determinar si se trataba de un metal o alguna clase de piedra. Y lo más extraño era que estaba tibia. Una misteriosa energía parecía emanar del antiguo artefacto.

Movido por una fuerza irresistible, Melakhta se probó la máscara. Era la clase de cosa que Stanlan haría, y por la que el propio Melakhta lo reprendería, pero sentía como si realmente tuviera que hacerlo. La máscara lo llamaba.

Un estremecimiento recorrió todo el cuerpo del arqueólogo real una vez la máscara estuvo firmemente puesta sobre su cara. De pronto, una voz extraña invadió su mente, habando en un lenguaje antiguo y desconocido. Sintió cómo todo el contenido de su mente era vaciado, absorbido por esta extraña presencia, hasta que de pronto ya no hubo más Melakhta.

-MASCARA HA RENACIDO...

FIN

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