EL CIELO EN LLAMAS #6
Desequilibrio
Guión:
Tomás Sendarrubias
Dentro de tres días. En algún lugar.
David despierta aturdido, y cuando abre los ojos sólo ve oscuridad. Le duele la cabeza y le cuesta pensar, como si tuviera el cráneo lleno de algodón. Sin embargo, sabe que está bien, es una consecuencia de su poder, como si estuviera en una continua revisión médica. Su cuerpo ajusta automáticamente su presión arterial, los niveles de sodio o potasio en sangre, y lo hace de forma consciente. Casi puede notar como las plaquetas sueldan a toda velocidad la herida que tiene en el cuello.
Por eso le es tan violento encontrarse con elementos ajenos a su cuerpo. No puede moverse, pero los nota a la perfección, tubos que se introducen en su bulbo raquídeo y en sus brazos y piernas a través de los codos y las rodillas. El más grueso, el que se hunde en su cuello, segrega algún tipo de sustancia no orgánica que es lo que le mantiene inmóvil. Nota como su amígdala empieza a producir vasopresina, lo que le llevará a un estado de estrés y miedo, y lo bloquea, produciendo oxitocina para mantenerse despierto y centrado. Bloquea la emisión de noradrenalina, un ataque de pánico no le serviría de nada. Con un pequeño esfuerzo consciente, incrementa el número de conos y bastoncillos en sus ojos, y su visión, poco a poco se va aclarando. Está encerrado en un lugar parecido a un ataúd, al menos tiene el tamaño aproximado de lo que sería un arcón funerario, aunque el frontal es de cristal, grueso y de cierto tono verdoso, completamente opaco.
Trata de hablar, de realizar algún ruido, pero le es imposible. Las cuerdas vocales están ahí, pero no puede hablar.
Y en ese momento, el cristal comienza a volverse translúcido, y una luz muy suave se filtra en el contenedor. De inmediato, Dave reduce el número de fotoreceptores en sus ojos para no quedar cegado por la luz, y en unos segundos, puede ver su entorno y el rostro de su captor.
Es entonces cuando lo entiende todo.
-Lo siento-musitan desde fuera, y Dave se da cuenta de que hay altavoces que comunican su cámara con el exterior.
Entonces, comienza el dolor. Y no puede hacer nada por evitarlo.
Hoy. Concordia.
El aire de la sala de entrenamientos parece crepitar mientras dos docenas de esferas de metal de cerca de un kilo de peso, giran a toda velocidad alrededor de Tony, como si fueran planetas hiperveloces alrededor de un sol. En el otro extremo de la sala, completamente diáfana y blindada, Peter observa atento, tratando de seguir con la mirada las esferas metálicas que Anthony mueve utilizando su telequinesis. Una de ellas se separa del grupo de forma repentina, y vuela a toda velocidad hacia Peter, que se aparta de su trayectoria con un recorte hacia la izquierda, dejando que el proyectil pase a menos de un palmo de él, golpeando con fuerza la pared que tenía tras él. De inmediato su mirada vuelve a Tony, que sonríe envuelto en esferas de metal. La velocidad inducida por la telequinesis junto a la inercia adquirida por las esferas... Si le hubiera alcanzado, probablemente le hubiera roto algún hueso. Como poco.
"¿Quieres jugar duro, eh?", piensa con fuerza, sabiendo que Anthony le escuchará.
"Siempre", responde la voz de su compañero, resonando en su cabeza mientras una nueva bola sale disparada del grupo, volando baja, haciendo que Peter salte, encogiendo las piernas contra su pecho y girando sobre sí mismo antes de caer.
-Bonito salto-interviene Naomi, a través del intercomunicador de la sala, y Peter se gira un segundo, haciendo un gesto de saludo hacia el puesto de control, situado tras un cristal prácticamente indestructible. Naomi hace un gesto señalando a Peter, que casi se sonroja. Para el ejercicio, se ha puesto sólo unos pantalones vaqueros recortados a la altura de las rodillas, y una pátina de sudor cubre sus músculos, haciéndolos destacar. Está a punto de decir algo cuando una bola vuela hacia su rostro a una velocidad pasmosa, haciendo que Naomi de un respingo en la sala. Peter se aparta hacia la derecha, extendiendo la mano y girando sobre sí mismo cuando nota el impacto de la bola metálica en su palma, saltando de nuevo para ofrecer la menor resistencia a la inercia que empujaba la esfera. Se apoya en una mano, gira y vuelve a tomar una posición de defensa, con la bola metálica en la mano.
-Tío... podrías haberme hecho daño-dice Peter en voz alta esta vez-. Estaba distraído.
-Entonces...-responde Tony-. Es tu problema.
Dos esferas se apartan simultáneamente de las órbitas que trazaban alrededor de Anthony, obligando a Peter a saltar hacia un lado, pues habían volado a dos alturas diferentes. Las esferas chocan contra la pared, cayendo al suelo.
-Muy listo, sí señor-sonríe Peter, y al instante, se agacha y recoge las dos bolas, lanzándolas junto a la que tenía en la mano contra Tony, con toda su fuerza, la suficiente para atravesar un muro de hormigón.
Las tres esferas se detienen en el aire, a dos metros de Tony, borrándole a Peter la sonrisa de la cara. Ahora es Anthony el que sonríe.
-Sabía lo que ibas a hacer-dice, mientras las esferas flotan hacia la compleja estructura orbital, incorporándose a ella-. Sabía a donde apuntabas... y si quieres diversión, has dado con el hombre adecuado.
Tony hace un gesto, y un sonido parecido a un crujido retumba en la sala cuando dos decenas de esferas de metal salen disparadas, de forma simultánea y a toda velocidad hacia Peter. Pero este no hace ni un solo movimiento, ve como las esferas se acercan, pero ninguna va dirigida directamente contra él. Todas golpean la pared que hay detrás, aunque algunas pasan tan cerca que casi puede sentir la fricción sobre la piel.
-Siempre has sido y serás un chulo...-masculla Peter, mirando las bolas que ruedan por el suelo a su alrededor, poniendo los brazos en jarras.
-Dijo el hombre que entrena medio desnudo-ríe Tony, haciendo sonrojar a Peter, bajo la mirada sonriente de Naomi.
-Creo que he tenido suficiente por hoy-dice Peter, dirigiéndose a un rincón de la sala y cogiendo una toalla que había dejado en el suelo, secándose el sudor del rostro-. Me voy a duchar.
-Ya sabes que si quieres compañía...
-Sí, sí, claro, claro...-ríe Peter, negando con la cabeza-. Creo que hoy voy a pasar.
-No sabes lo que te pierdes.
-Sobreviviré. ¿Tú no deberías cambiarte también y subir a la sala de reuniones? El Secretario de Estado del Vaticano debe estar a punto de llegar. Y tenemos pendiente la segunda fase de las reuniones con el gobierno
-Danny está llevando perfectamente el tema de China-asiente Tony, encogiéndose de hombros mientras echa un trago de agua de una botella que tiene al lado-. Y David y Nicole se harán cargo de todo lo que tenga que ver con la Iglesia. No hago falta ahí arriba.
-¿Sigues dejando que parezca que todo lo que hacemos funciona sin ti para que nos demos nuestros propios golpes como si fuéramos adolescentes, Anthony?-pregunta Peter, y Tony alza el rostro de pronto, como si hubiera recibido una bofetada.
-Eso no...-comienza a decir, y Peter niega con la cabeza.
-Tú verás, tío-responde Peter, encogiéndose de hombros mientras se dirige a la puerta-. Pero creo que te estás excediendo con tanto paternalismo. Estuvimos a punto de meternos en un lio serio con lo del Miserere, y un día de estos, para cuando quieras meterte, será demasiado tarde y alguno estaremos muerto de verdad.
Peter sale, cruzándose con Naomi, que le mira con una sonrisa, antes de volverse hacia Tony con gesto serio.
-Se están enfadando-dice la chica, y Tony asiente. Las bolas metálicas se alzan en el aire, y con un gesto de su mano, forman una esfera perfecta en un rincón de la sala de entrenamientos.
-Si participo en lo que ocurre, trato de controlarlo todo-responde él, encogiéndose de hombros-. Y si me mantengo al margen, os estoy abandonando. No sé muy bien como actuar.
-Quizá participando pero dejando de lado la manía de controlarlo todo-dice ella, y Tony tuerce los labios en una sonrisa ácida.
-Supongo que el leopardo nunca pierde sus manchas.
-Ya no somos un grupo de amigos a los que hay que organizar, Tony-sonríe ella-. Somos... joder, un puñetero país. Supongo que en algún momento habrá que establecer algo parecido a un gobierno. Nicole está deseando que lo sometamos todo a votación.
-La democracia no deja de ser el mínimo común denominador de una sociedad-gruñe Tony.
-Si dices eso por ahí fuera, no serás muy popular-responde Naomi, seria, y él asiente.
-Lo sé. Procura que esto quede entre tú y yo-sonríe él, y Naomi asiente-. ¿Venías a entrenarte?
-¿Si te digo que sí me tirarás bolas de hierro? No, estaba buscándote. Anoche... volví a soñar.
-¿El mismo sueño?
-Sí, exactamente igual. Se ha repetido al menos tres o cuatro veces a la semana desde que... bueno, desde que morí y Dave me trajo de vuelta.
-¿Puedo...?-pregunta Tony, y Naomi asiente.
Anthony se acerca a ella, tomándole de las manos, y ella cierra los ojos. Nota el pequeño empujón de Tony intentando entrar en su cabeza, y lucha consigo misma para no resistirse. Tiene una leve sensación de presión entre los ojos, pero de pronto, la sensación desaparece, siendo sustituida por lo que parece ser el eco de un calor que se extiende por toda su consciencia...
Tony se encuentra en una gran ciudad, rodeado de edificios de acero y cristal. No hay nada a su alrededor que le permita identificar el sitio, como si pudiera ocurrir en cualquier sitio. Él está en un parque ante un gran rascacielos, sin identificación ninguna. Los álamos y los sauces que le rodean están muertos, secos y ennegrecidos. El aire está desvaído, como si en lugar de estar en el mundo real, estuviera dentro de una acuarela. Hay un ruido lejano como de... campanas, que le resulta familiar, y al mismo tiempo estridente, que hace que le rechinen los dientes. Se apoya en el árbol que tiene más cerca de él, y nota como el tronco exuda una resina oscura, pegajosa. El cielo parpadea sobre él, y alza la mirada. No hay nubes, pero el sol es poco más que una sombra pálida. Algo ruge en el linde del parque, y Tony se gira hacia el lugar del que viene el sonido. Trata de sondear en busca de mentes, pero no es su sueño, allí no tiene telepatía ni telequinesis. Allí es un humano más. Es como un crujir de hojas, amplificado por cien. Molesto sin ser atronador, pero profundamente inquietante. Tony siente un escalofrío, y la profunda sensación de que algo va intensamente mal.
Algo va a aparecer entre los árboles, algo terrible.
Y es todo...
El sueño cesa. Naomi abre los ojos, y Tony se da cuenta de que está sudando, un sudor frío que le cubre todo el cuerpo. Ella está pálida, haber revivido la pesadilla de forma consciente no la ha hecho menos incómoda.
-¿Qué...?-masculla él, y ella se encoge de hombros.
-Es siempre así. Hay algo entre los árboles, algo malo...
-Hay algo malo en todas partes, Naomi-responde Tony-. Como si todo el mundo se hubiera desplazado hacia la oscuridad. Pero lo peor es la sensación, la idea de acecho, de ser víctima de algo que está cazando. Y saber que todo...
-Es culpa nuestra-concluye ella, y Tony, casi sin aliento, asiente.
Mañana. Concordia.
-Lo único que puedo decir es que físicamente estás bien-dice Dave, mientras Naomi se incorpora de la camilla en la que estaba tumbada-. ¿Robert?
-Tengo todos los datos grabados-responde Robert, sentado ante un gran panel táctil donde aparecen varias proyecciones de la muchacha. Escáner, electrocardiograma, electroencefalograma, radiografías, resonancias... Todas las pruebas que Naomi había pasado en los últimos días, repetidas una y otra vez, comparando los resultados de los diferentes días.
-Bien, sigo viva-dice Naomi, y David asiente.
-Viva y sana.
-Entonces... ¿podríamos dejar ya las pruebas médicas? Estoy un poco cansada, empiezo a sentirme como un ratón de laboratorio.
-No son cosa mía-responde David, encogiéndose de hombros y señalando con la cabeza a Robert.
-Tenemos que entender bien todo lo que ha pasado contigo, Naomi-dice Robert, pasando la mano por la pantalla haciendo que desaparecieran las imágenes, ya archivadas para ser revisadas con posterioridad y analizadas por los programas que Robert había creado para ello-. Estuviste muerta y volviste. Sobre la última persona que hizo eso, se organizó una religión que lleva dos mil años funcionando bastante bien.
-No digas eso delante del nuncio del Vaticano-sonríe Dave-. La reunión de ayer ya fue bastante tensa sin ideas herejes de por medio.
-¿Por?-pregunta Robert, y David vuelve a encogerse de hombros.
-Creo que habían entendido mal la propuesta que se hizo. Lo de que todas las religiones tendrían una representación equitativa en Concordia y demás. Pero bueno, terminaremos llegando a buen puerto.
-Siempre optimista-ríe Naomi, y David sonríe.
-¿Te parece que programemos otra fase de pruebas en... tres días?-interviene Robert, y Naomi pone los ojos en blanco.
-Supongo que estabas distraído cuando dije lo de que estaba cansada de pruebas...
-Te escuché, pero estoy seguro de que entiendes que esto es más grande que nosotros... lo más grande que hemos hecho desde el Destello...
-Sí que te hace ilusión, sí-gruñe ella-. Pruebas en tres días, tomo nota. No quiero que el mundo luego me venga con quejas.
-Muchas gracias-dice Robert, y Naomi asiente.
-Nosotros nos vamos-dice David, mirando el reloj-. Rain y yo íbamos a comprar cómics a San Diego con Tony.
-Y yo me apunté-añade Naomi-. ¿Te vienes?
-Tengo que ver con Manny la aplicación de los cortafuegos y el blindaje informático-responde Robert, negando con la cabeza-. Decide a Tony que me suba lo mío.
-Perfecto-sonríe David, y Naomi y él salen de la enfermería.
En cuanto están fuera, y con apenas un pensamiento consciente, Robert sella la estancia y vuelve a activar el panel, que se ilumina con las pruebas médicas de Naomi. Pasa la mano sobre la pantalla, y su mano arrastra las imágenes, que parecen alzarse. Robert hace gesto de lanzarlas, y las imágenes vuelan a su alrededor, convertidas en hologramas.
La diferencia entre la vida y la muerte está allí, en aquellos datos, en aquellas imágenes.
-Puede hacerse-murmura-. Tiene que poder hacerse...
Mañana, Alpes Suizos.
Una nube de nieve en polvo se alza cuando Manny gira la tabla bajo sus pies, deteniéndose en un repecho de la ladera y girándose para ver a Jamie, que enseguida le alcanza, deslizándose sobre su propia tabla de snowboard. Los dos van vestidos con ropa apropiada para la nieve, chaquetas cortavientos de colores brillantes y gafas de sol que evitan que la luz les ciegue. Al alcanzar a Manny, James asiente con la cabeza, y sin decir nada, se inclina hacia delante, lanzándose de nuevo ladera abajo, en dirección a una pequeña cornisa. Manny sonríe mientras Jamie se prepara para saltar. Flexiona las rodillas, se inclina hacia delante, y se adentra en la cornisa cubierta de nieve por el centro. Incluso antes de que haya saltado, Manny puede adelantar el resultado del salto. La velocidad, la inclinación, la textura de la nieve, las ráfagas de viento, la composición de la tabla... Son variables mensurables, y por lo tanto, él puede trabajar con ellas. Sonríe al ver a James tomar tierra varios metros más abajo, girando la tabla para utilizar la nieve como freno. Una vez detenido, el chico grita, haciendo un gesto de triunfo que arranca una nueva sonrisa de Manny. Sin más, el hispano desciende hasta donde está su compañero, bordeando la cornisa y zigzagueando entre los grandes abetos de la ladera, hasta llegar junto a James.
-Buen salto-dice, y James se quita las gafas, mirando hacia la cornisa, y asiente.
-No ha estado mal. ¿Tú no te animas?
-Estoy cansado-afirma Manny-. Creo que hace meses que no salgo de Concordia, y me estoy quedando sin fuelle.
-Está bien que hoy hayas decidido salir.
-Necesitaba un descanso, creo que un día más sin pisar el suelo y me hubiera vuelto loco. De todas formas, Robert está de guardia en la Cuna, y si pasase cualquier cosa, Lewis puede llevaros arriba en segundos.
-¿Sabes que te pareces demasiado a Tony?-sonríe James-. Siempre preparado para lo peor y sin desconectar del todo en ningún momento. No os deberíamos dejar hablar entre vosotros.
-¿Eso es una idea de Nicole?
James enarca las cejas, y clava los ojos en Manny, con gesto interrogante. Este se quita la capucha y las gafas de sol, clavando por un momento sus ojos azules en James, pero luego se encoge de hombros.
-No era un ataque, espero que no haya sonado así.
-Un poco.
-Ya. Bueno.
-Ella... bueno, no lleva demasiado bien las figuras autoritarias ni el sentirse fuera de lo que esté pasando.
-Ey, es tu chica. Tú la conoces mejor que nadie. Me alegra que los estés llevando bien y que seas capaz de compaginar tu relación con tus misiones, y tus habilidades...
-Sé que tú y yo no hemos hablado demasiado-dice James, metiendo sus manos enguantadas en los bolsillos del cortavientos-. Pero siento lo de Adrienne. Si necesitas algo...
-No importa-le interrumpe Manny, con un gesto-. Tuve que priorizar, y elegí Concordia y todo lo que la estación conlleva. Y realmente, me alegro de que David o tú seáis capaces de verdad de llevar las dos cosas.
-Ni Dave ni yo nos pasamos veinticuatro horas diarias conectados al mundo, Manny-responde James-. Supongo que Concordia es... bueno, un trabajo más.
-Que curioso que precisamente tú digas eso.
James está a punto de preguntarle a Manny sobre lo que quiere decir con eso, pero este se inclina hacia delante, saltando de nuevo a la pista. James le sigue, y ambos se detienen unos diez minutos después, cerca de un remonte.
-¿Qué...?-comienza a decir James, y Manny señala sobre ellos, el cable del telesilla. Hay varios postes metálicos a la vista.
-El Destello nos cambió a todos. Nos quitó la humanidad y nos hizo... bueno, ser lo que seamos ahora. Llámalo metahumanos, posthumanos o lo que consideres adecuado. Y todo el mundo mira a Tony como si fuera el más peligroso de todos nosotros. En la propia Concordia parece que todo el mundo está convencido de que si alguien va a destruirnos a todos, va a ser él, pero sólo porque su poder es el que más nos incomoda. Parece que su telepatía, al taladrar lo que consideramos más íntimo para nosotros, nuestros pensamientos, es lo más amenazante que se nos ocurre.
-Manny... ¿a dónde quieres ir a parar?
-A que estamos todos equivocados, James. De todos nosotros, la verdadera bomba viviente eres tú. Controlas el magnetismo, una de las fuerzas fundamentales del universo. Y según avanzamos en el estudio de lo que somos... nada señala que con el tiempo no llegues a influir sobre las otras cuatro. Tony puede leer mentes o levantar objetos... Ralph es veloz, Peter fuerte y ágil. Nicole cambia de forma, Robert es bueno con las máquinas, yo establezco modelos y extrapolo situaciones. Naomi tiene un grito bastante dañino, Danny manipula la luz y David... Bueno, los límites del poder de David aún tienen que ser definidos, y podría romper los propios paradigmas de lo que existe. Quizá él fuera el más peligroso de nosotros, al menos a nivel filosófico. Pero tú eres el Portador del Caos-dice Manny, clavando sus ojos azules en James, sin asomo de burla por ningún sitio-. No sabemos qué puedes hacer, James, y lo que decidieras hacer... sería inmediato. ¿Puedes crear agujeros negros? ¿Cambiar la polaridad de la Tierra? ¿Arrancar todos los edificios de una ciudad, o el Golden Gate y utilizarlo como medio de transporte? ¿Anular el campo magnético y hacer que todos nos vaporicemos por una llamarada solar? ¿O reforzarlo tanto que ninguna longitud de onda pueda atravesarlo?
-No soy ningún heraldo del Apocalipsis, Manny-responde Jamie, pasándose las manos por el pelo, un tanto incómodo.
-No-dice Manny-. Pero yo en tu lugar estaría acojonado. Por eso me sorprende tanto que puedas prestar atención a Nicole, a cualquier cosa que no sea estar pendiente de lo que puedes hacer.
-¿Sabes?-masculla James-. Al principio todo esto me daba pánico. Todo lo que has dicho, me ha pasado por la cabeza. Y precisamente por eso volví con Nicole. Me di cuenta de... de la responsabilidad que era manejar estos poderes, y de que no iba a poder hacerlo solo. Ella es mi apoyo, Manny. Además, cada vez que pienso en lo de Robert y Rebecca me... bueno, me siento más afortunado de que ella esté a mi lado, de poder compartir este peso con ella.
-No llegué a conocerla-dice Manny, buscando entre sus bolsillos y sacando un cigarrillo, que enciende antes de darle una calada-. A Rebecca, me refiero. Y por ahí arriba no se habla mucho de ella.
-¿Y no has buscado en ninguna base de datos? Me defraudas-sonríe James, y Manny se encoge de hombros-. Ella hacía feliz a Robert, ¿sabes? Se conocieron en un bar, fue... bueno, amor a primera vista supongo. Tony estaba allí, siempre nos ha contado que Robert hizo lo que nunca había hecho: se fue derecho a donde estaba ella, le dijo algo y ella se rió. Ella estaba con sus amigas, Bob con Tony y otros amigos. Los dos se pasaron horas hablando, y volvieron a quedar. Al día siguiente, al otro, al otro... Faltaban dos meses para su boda cuando Becca murió.
-Un accidente-comenta Manny, y James asiente.
-Aquello fue una pesadilla. Robert... no era el mismo. Dejo de ser él-James se detiene, tomando aliento, como si le costase seguir hablando del tema-. No fue... Manny, ¿qué pasa?
James se detiene en su historia al ver que Manuel mira a su alrededor, con los ojos abiertos de par en par y murmurando de pronto para sí.
-Manny...
-James... necesito volver a Concordia.
-¿Qué pasa? ¿Ocurre algo?
-Sí. No. No lo sé. Y eso no es bueno. Es como si el mundo estuviera queriendo decir algo, pero no lo entiendo, no soy capaz de interpretarlo.
-¿Qué? Yo tampoco soy capaz de interpretarte...
-El propio mundo habla, Jamie. El viento, la lluvia, las formas de la nieve, la geometría del mundo. No estoy hablando de astrología, de cartas de tarot o de leer las manos. Es otra cosa. Es mi habilidad entender estas modificaciones, tío. Datos analizables y convertibles en información.
-¿Y qué lees ahora?
-Que algo está a punto de romperse. Algo se desequilibra...
Jamie asiente, obviamente preocupado, y señala hacia el lugar donde han dejado en transbordador. Las palabras de Manny parecen haberle clavado una aguja en el estómago, y siente el vello erizado.
Los demás se asustan, Manny no. Él calcula, analiza, teoriza...
Y si James conoce algo a Manny, sabe que en ese momento está asustado.
Dentro de dos días, Sierra Leona.
-Son niños-gruñe Danny, y a su lado, Lewis asiente, recorriendo con los ojos las dos docenas de críos de entre seis y catorce años que les rodean, armados con lo que parece ser armamento desechado del ejército ruso, rifles kalashnikov comprados a precio de saldo en el mercado negro que los señores de la guerra africanos compraban para armar a sus ejércitos. Si Danny y Lewis no estuvieran allí, siguiendo las instrucciones de Manny, probablemente aquellos niños estuvieran masacrando a la gente que vivía en la aldea "rebelde" que los dos tenían detrás, un conjunto de casas y chabolas de ladrillo y adobe, muchas de ellas con lo techos de paja, organizadas alrededor de un pozo y un pequeño corral donde se guardaba el escaso rebaño del que la aldea vivía. Siguiendo las instrucciones de Danny, todos los habitantes del poblado, que se habían negado a administrar sus escasos recursos a los hombres de N´gukuNamabi, al que llamaban el Rey Cocodrilo, uno de los mas poderosos señores de la guerra que promovían el conflicto en África Oriental, se habían reunido en la pequeña iglesia, que los misioneros habían construido una década atrás. Danny y Lewis estaban preparados para hacer frente a los mercenarios que el Rey Cocodrilo pudiera mandar contra ellos... pero pese a que Manny les había avisado de la presencia de esos escuadrones infantiles, ninguno de los dos se habían planteado tener que enfrentarse a los petitlions del Rey Cocodrilo. Niños que habían sido apartados de sus padres y que no conocían otro mundo que no fuera el de la guerra, sin baremo ético ni moral alguna. Tony había hablado de ellos como "los monstruos más terribles".
-Estaba invitado a una comida en Milán sobre desarrollo sostenible-masculla Danny-. Debería estar allí.
-¿Y perderte esto?-gruñe Lewis-. Para ser el jefe oficial, eliges muy mal tus misiones.
-¿El jefe oficial?
Los petitlions murmuran entre ellos, tensos. Si esperaban respuesta o resistencia, no era desde luego la de dos hombres blancos vestidos con lo que parecía ser ropa de safari, y que hablaban entre ellos con más tranquilidad de la que ninguno de los críos había visto nunca en su presencia. S´hari, el líder, el mayor de ellos, que con catorce años llevaba al menos cien muertos en las cicatrices de sus brazos, tenía una imagen clara de ellos. Eran leones entre hienas.
Lewis sonrió y alzó las manos hacia los niños, indicando que no iban a hacerles daño. Utilizando el implante que Robert había creado para ese tipo de circunstancias, ambos habían descargado directamente en su memoria los conocimientos adecuados para hablar francés, y había llegado el momento de tratar de negociar.
-Bajad las armas1-ordena Danny, dando un paso al frente, y escucha como una veintena de armas se preparan para disparar-. Si no hay disparos, nadie saldrá herido. Podemos ayudaros.
-No queremos vuestra ayuda, blancos-gruñe S´hari, escupiendo a un lado-. Quitaos de en medio y no os arrancaremos las manos y os dejaremos tullidos. Los miawana son traidores, luchan contra la revolución y el avance. Se oponen al cambio y a N´gukuNamabi...
-Los miawana son gente pacífica, no se oponen a nada-responde Danny-. Pero si os dan sus alimentos, sus hijos morirán de hambre.
-Sus hijos pueden ser como nosotros-replica S´hari con orgullo-. Somos la elite de los soldados del Rey Cocodrilo, somos los Pequeños Leones...
-No sabes cuantos años de psicólogo te va a suponer superar todo esto, muchacho-masculla Lewis, en inglés, y Danny asiente, con gesto triste.
-Venid con nosotros-dice Danny-. Hay ayuda también para vosotros. Comida, medicinas...
-No-replica S´hari, y clava sus ojos, fríos como el hielo, en dos de los jóvenes, que habían comenzado a cuchichear tras él-. Nos convertiréis en vuestros esclavos. Nos haréis chupar vuestras blancas pollas. Nos mataréis y os reiréis mientras nos desangramos. Eso es lo que el hombre blanco hace a los petitlions.
-¿Eso es lo que el Rey Cocodrilo os ha enseñado?-gruñe Danny.
-Pues entonces, marchaos-interviene Lewis-. Volved con vuestro Rey Cocodrilo. Pero dejad en paz a los miawana.
-No podemos dejar aquí a estos niños, Lewis-gruñe Danny en inglés, y Lewis se encoge de hombros.
-¿Y qué quieres que hagamos, Danny?
-Vendréis con nosotros-ordena Danny, y de sus manos, brotan dos fuentes de luz, que provocan el asombro entre los petitlions-. El Rey Cocodrilo va a caer y...
-¡Brujería!-grita S´hari, y un estallido rompe el tenso silencio cuando dispara hacia Danny. Solo los nervios del joven mercenario evitan que la bala alcance en el pecho de Daniel, que no puede evitar que la bala se aloje en su hombro, arrancándole un grito de dolor. Empujados por el grito de S´hari, el resto de los petitlions disparan en masa, acribillando el lugar donde, hasta centésimas de segundo antes, habían estado los dos blancos... aunque ahora no había nada-. ¡Demonios! ¡Los miawana han pactado con demonios!
La mayoría de los petitlions se llevan las manos a los diversos amuletos para la suerte y contra los espíritus que llevan encima, dos caen de rodillas. Un destello de luz los ciega, se llevan las manos a los ojos, y ven como Danny y Lewis aparecen tras ellos. La luz brota de Danny, que se ha cauterizado la herida con láser. S´hari grita y vuelve a disparar, y Lewis vuelve a teleportarlos a los dos al lugar donde estaban inicialmente, ante la aldea.
-Dejad a los miawana-ordena Lewis, y los petitlionsgritan, amartillando sus armas algunos, otros frotándose los ojos para intentar liberarse de la pantalla blanca creada por la luz de Danny. S´hariparece dispuesto a volver a disparar, pero Danny le apunta con dos dedos, y un rayo de fotones sólidos brota de su mano, impactando en el rifle del muchacho, que mira atónito como el arma cae a varios pasos de él.
-Llévatelo-ordena Danny, y Lewis asiente. Centellea al lado de Danny y desaparece, reapareciendo una décima de segundo junto a S´hari, el tiempo suficiente para sujetarle por los hombros y volver a desaparecer.
-¡Se han llevado a S´hari!-grita uno de los chicos, dejando caer su rifle-. ¡Los demonios se han llevado a S´hari!
La luz chisporrotea alrededor de Danny, geometrías y elipses de luz que aparecen y desaparecen, entrecruzándose. Danny sabe que no solo los petitlions están observándole, también los refugiados miawana, desde su refugio en la iglesia, seguirán el enfrentamiento con los petitlions. Con esos niños. Cierra los ojos un segundo, tratando de tragarse el dolor del impacto de bala, y cuando los abre, muros de luz sólida envuelven a los petitlions. Escucha los gritos de los niños dentro, el terror que causa en ellos aquella jaula de luz.
-Concordia, aquí Daniel-dice, y de inmediato, escucha el leve zumbido de la estática que precede a la voz de Manny.
-Te escucho, Danny-dice Manny desde Concordia, y Danny suspira.
-Tío, voy a necesitar un transbordador, sigue mis coordenadas. Y prepara un grupo numeroso de psicólogos, terapeutas infantiles y todo a lo que puedas echar mano en ese sentido. Y un espacio donde podamos tener a dos docenas de críos con una situación legal dudosa.
-De acuerdo, tío, Ralph se pone en marcha. ¿Necesitáis más refuerzos?
-No-niega Daniel, mirando hacia la caja de luz. Los críos siguen dentro, gritando, completamente atemorizados. "Mierda, son solo críos", se dice a sí mismo, y en ese momento, nota un calambre en el brazo que se extiende hasta su mano. "Críos con armas".
Dentro de dos días, Parque de Moremi, Delta del Okavango.
S´hari grita cuando el suelo vuelve a aparecer bajo sus pies. Y vuelve a gritar cuando un gran león ruge a pocos metros de él. El gran felino le mira, y S´hari se da cuenta de que no está solo. A su lado, el más alto de los dos hombres blancos escruta a su alrededor, y S´hari se da cuenta de que está en medio de una manada de leones. Hay al menos otros dos machos, y unas siete hembras, además de varios cachorros, que les miran curiosos. Los animales rugen, y uno de los machos incluso da dos pasos hacia ellos, pero ninguno se decide a atacar.
-No tienes ni idea de lo difícil que es hacer lo que estoy haciendo, petitlion-dice Lewis entre dientes, tenso como una cuerda de arco. Y realmente, lo que hace le cuesta un gran esfuerzo, crear una singularidad espacial, un punto que no está del todo en Okavango, entre los leones, ni en Sierra Leona, en la aldea de los miawana, prolongar su estancia en el punto cero, el no-espacio que atraviesa cuando utiliza su poder. S´hari le mira, completamente aterrorizado-. Esto son leones, niño. Auténticos leones. Grandslions. ¿Tienes miedo?
S´hari le mira, negándose a responder, y la mano de Lewis se cierra sobre su hombro como una garra.
-Te has comportado como un adulto, has matado como una bestia, no esperes que te trate como a un niño-dice-. ¿Tienes miedo?
S´hari asiente, y Lewis señala hacia los leones que les rodean.
-Podría dejarte aquí, entre la manada. ¿Crees que te reconocerían como uno de los suyos, pequeño león?
-No...
-¿Crees que tu Rey Cocodrilo vendría a salvarte?
-No...
-Lo que sientes ahora es lo que tú has llevado a los corazones de muchas gentes, pequeño león. Es lo que pensabas hacer en miawana. Extender el miedo. Ser una bestia. Pero nosotros podemos ayudarte, leoncillo.
-¡No iré con el hombre blanco! ¡No chuparé vuestras blancas pollas, no...!
-Pequeño león, si algún hombre blanco quisiera obligarte a que le chuparas la polla, terminaría aquí, entre los leones. Los GrandsLions.
S´hari mira a Lewis, con su certeza y su lealtad al Rey Cocodrilo puesta a prueba por el miedo cerval que le producía aquella situación. Un borbotón de sangre resbala desde la nariz de Lewis, y finalmente, con un centelleo, los dos desaparecen, dejando a los leones estupefactos y sin saber muy bien qué es lo que ha ocurrido ni que es lo que han sentido.
Dentro de dos días, Concordia.
-¿Scarlett Johansson?
Ralph mira boquiabierto a la actriz, que vestida con una gabardina gris, parece recorrer el pasillo donde están los dormitorios de los Once. Ella enrojece.
-Soy Nicole...-masculla ella, con tono avergonzado-. Quería darle una sorpresa a Jamie y....
-Déjalo, creo que no quiero saber más-ríe Ralph-. Creo que no quiero saber nada más. Espera... ¿vas desnuda debajo de esa gabardina, verdad?
-Ralph...
-No pasa nada, no pasa nada-dice él, ahogando la risa-. Que os lo paséis muy bien, y... saluda a James de mi parte...
Ralph se aleja de Nicole sonriendo, entrando en la habitación que comparte con su novia, Mónica. Nicole, convertida en Scarlett Johansson, entra en la habitación en la que ella y James duermen. Y el pasillo se queda vacío y silencioso. Sólo entonces, Robert sale de su habitación, y suspirando, se dirige hacia la habitación de David y Rain. Cuando llega ante la puerta, se inclina sobre ella, y posa sus dedos en el cierre. De inmediato, percibe los movimientos de la electricidad, la canción de la información que se desliza por cada una de las conexiones, y las desvía. Con un "click", la puerta se abre.
Según se adentra en la habitación, Robert borra sus propias huellas, los registros de vídeo de seguridad del pasillo, las alarmas interiores de la habitación de David y Rain. Atraviesa un pequeño salón, con un ordenador portátil encima de la mesa, y un libro sobre el sillón. John Steinbeck, Los Hechos del Rey Arturo y sus Nobles Caballeros. Probablemente de la biblioteca de Anthony. Robert abre con cuidado la puerta que da al dormitorio de Dave y su chica. Ha controlado durante días los flujos de electricidad en la habitación, sabe que los dos se acuestan pronto, y esa noche, cumplen con lo previsto. El cabello castaño de Rain está desparramado por la almohada, David parece tener el rostro hundido en la almohada, cerca de ella.
Robert saca dos pistolas de su cinturón, y dispara, en el más absoluto silencio.
Dentro de tres días, Concordia.
-Quiero saber donde están Dave y Bobby ya-gruñe Tony, entrando en la Cuna, donde Manny se encoge de hombros.
-No hay grabaciones de anoche, todos los sistemas de seguridad se colapsaron, pero las alarmas no sonaron-responde Manny. Nicole, James, Ralph, Danny, Naomi, Peter y Lewis entran tras Anthony-. ¿Cómo está Rain?
-Aturdida, no le hemos dicho nada sobre que Dave ha desaparecido, y no quiero tener que decírselo-. Le inyectaron un tranquilizante, potente pero inocuo.
-El proyectil era cerámico, nada que yo pudiera detectar-dice Jamie-. Y no había rastros de cartucho ni de nada parecido.
-Nos han atacado de nuevo aquí arriba-masculla Nicole-. Y se han llevado a dos de los nuestros, no entiendo...-. Nicole ve la mirada que cruzan Manny y Tony, y de pronto, se tensa-. ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué sabéis vosotros que no...?
-Nicole, déjalo ya...-comienza a decir Peter, pero guarda silencio cuando se da cuenta de que los dos vuelven a mirarse-. ¿Qué? ¿Qué pasa?
-Creo que ha sido Robert quien se ha llevado a Dave. El nivel de infiltración tecnológica no deja lugar a muchas dudas...
-Eso no tiene ningún sentido...-masculla Nicole, y de pronto, mira a Naomi. También ella se ha dado cuenta.
-Las pruebas médicas-musita Naomi-. Oh, Dios mío, los sueños...
-Rebecca-suspira Tony, alzando la mirada-. Quiere traer de vuelta a Rebecca.
Dentro de tres días, Cementerio Pastoral de Saint Paul, NY.
Robert observa como la luz verde se extiende desde la cápsula en la que está encerrado David, y fluye a su alrededor, extendiéndose por el suelo como la niebla de una vieja película de terror. Puede escuchar el sonido de unas campanillas, pero suena distante, algo discordante.
Había pensado en ello desde que David había devuelto a la vida a Naomi. No había podido hacerlo con el hombre al que había matado Danny, pero aquello era diferente. Tenía que ser diferente.
Dave, con el poder de curar...
Dave, con el poder de devolver la vida...
Dave, a quien ahora estaba drenando de su propio poder para resucitar a su antiguo amor...
-Rebecca...-suspira Robert, mientras sabe que dentro de la cápsula, David grita-. Perdona, David, perdona, es por Rebecca...
En Concordia, Naomi cae de rodillas, su mente inundada de visiones de oscuridad.
En Concordia, Manny se da cuenta de que la geometría del mundo tiende al desequilibrio, a punto de romperse.
En Nueva York, una mano emerge del suelo del cementerio.
-Rebecca...
1.- En francés, claro.
TRAS EL DESTELLO
Lo dijo Naomi tras volver de la muerte, algo malo iba a ocurrir, y los Once iban a ser los responsables. Aquí lo tenéis, ya ha ocurrido, o al menos, ha empezado. El equilibrio entre la vida y la muerte se altera, y se acerca la Noche Más Oscura para los Once... je, je, je. Y tras este brillante juego de palabras, en números anteriores, el jefe, Cristian Cobo, David Guirado y Fortuny dejaron sus comentarios sobre lo que opinaban de la serie. El jefe sigue esperando que aparezca Krakoa para enfrentarse a los chicos... Y jefe, me temo que los tiros no van a ir por ahí. Aunque igual el día menos pensado te escribo un Annual de Los Once contra Krakoa o algo así, no lo descartes. David, por pedir, pide dos números al mes. Je, je ,je. Macho... Eso sí, si de esta historia sacan un "Héroes"... por un buen sueldo, yo guionizo un capítulo a la semana. Vamos que si lo guionizo. Y a Fortuny, le gusta en general (¡gracias!), aunque se pierde un poco entre los personajes y pide unas fichas de los Once o algo así. Voy a ver si convenzo a algún amiguete para que haga unas ilustraciones del equipo, y les preparo unos textos orientativos, que yo entiendo que pueda resultar un poco confuso.
El mes que viene... los muertos vuelven a caminar... En El Cielo en Llamas.