MarvelTopia
Marvel
 
 
PORTADA
En un mundo que es como el nuestro... pero que no es el nuestro. En un mundo sin héroes. Sin poderes. En un mundo completamente real... que está a punto de dejar de serlo.

El Cielo en Llamas

EL CIELO EN LLAMAS #5
Miserere
Guión: Tomás Sendarrubias
Portada: Luis Viéitez.
Color: Vicente de los Santos

-----

Hace unos minutos, Budapest.

Anthony y Jamie se encuentran ante la puerta de una vieja casa de la zona de Pest. El barrio es gris, anodino, hijo de la época del Pacto de Varsovia y la influencia de la Unión Soviética. Mirando con cuidado, aún se pueden ver algunos impactos de bala, restos de la revolución de 1956.

-¿Aquí es?-pregunta James, y Anthony asiente-. ¿Está bien?

-No lo sé-responde Tony-. No percibo la mente de la niña. La he visto en los ojos del tío que se la llevó. Y ha sido asqueroso, no quiero hablar de ello...

"¡Tony!"

La voz de Manny resuena en la cabeza de Anthony con tanta fuerza que tiene la sensación de que Jamie la ha tenido que escuchar también, pero el joven continúa mirando la puerta del edificio de pisos, con el ceño fruncido y los puños cerrados.

"Manny, ¿qué...?"

"¡Esto es serio, tío! Ha habido varias explosiones más. No soy capaz de localizar a Lewis para que vaya a por vosotros, y no puedo acceder a los sistemas de navegación, así que no podéis volver con el transbordador."

"¿Estamos fuera entonces?"

"Ahora del todo. "

"Mierda", gruñe Tony. Cuando habían podido volver a Concordia, no lo habían hecho. Ahora que quería, no podía. "Manny, desde aquí no podemos hacer nada. Estoy en medio de algo, y no puedo centrarme lo suficiente como para escanear telepáticamente toda Concordia. He buscado el rastro de una niña por todo Budapest, está a punto de empezar a sangrarme la nariz."

"Me voy a centrar en reparar los sistemas de navegación. Y si no puedes venir, me da igual, quédate buscando a la cría. Pero mándanos a James. Creo que Concordia se está deshaciendo por las costuras."

"En cuanto recuperes el sistema de navegación o Lewis pueda venir a buscarnos, estaremos los dos en Concordia. Sigue pensando, Manny, estoy con vosotros."

-¿Cómo vamos a entrar? ¿Llamamos a la puerta?-dice James, y Anthony niega con la cabeza.

-Hagamos saber a todos que estamos aquí.

-Bien-sonríe James, y mira la casa. Al instante, los propios cimientos del edificio tiemblan, y las ventanas, de marcos metálicos, se abren hacia fuera, simultáneamente. La puerta del edificio se abre de par en par, mientras los dos se dirigen hacia el interior.

-----

Ahora, Concordia.

-Danny, tío, necesitamos luz-masculla Peter, aferrado al brazo de Daniel, como si temiera que este se perdiera en la oscuridad... en más de un sentido. Sin embargo, de inmediato, un suave resplandor emana de Daniel, iluminando el pasillo en el que se encuentran. Los ojos verdes del muchacho palidecen al ver el cuerpo muerto del hombre que antes había disparado contra Naomi, que yace en el suelo en un gran charco de sangre. Nicole está arrodillada junto a ella, gritando algo ininteligible.

-Mierda-sisea Daniel-. Mierda, mierda, mierda...

-¿Qué pasa aquí?

La voz de Ralph hace que la luz de Daniel se intensifique, y un nuevo rayo de fotones chisporrotea en su mano, dispuesto a disparar de nuevo, aunque de inmediato, Peter le sujeta la muñeca, al ver que quienes aparecen por el pasillo son Ralph y David.

-Son nuestros, Danny, son nuestros... tranquilo...

-¡David!-grita Nicole, en cuanto ve al muchacho pelirrojo saltar de la espalda de Ralph al suelo-. ¡Davis, es Nicole! ¡Está muerta!

-¿Qué?-dice David, corriendo hacia Nicole y Naomi.

-No tiene pulso, su corazón no late... he intentado reanimarla, pero no hacía más que desangrarla más deprisa... no he podido taponar la herida... ¿Puedes hacer algo?

-Nunca he... nunca he intentado algo así Nicole, no...

-¡Hazlo!-grita Danny, acercándose a ellos-. ¡Hazlo ya!

-Vienen-sisea Peter, escuchando el rumor de los pasos en los pasillos cercanos.

-Danny-interviene Ralph-. Tenemos que evitar que esa gente llegue hasta aquí. Tendrás que venir con Peter y conmigo, ¿de acuerdo?

-Ralph, tío... lo he matado...

-No pienses ahora en eso, Danny. Te necesitamos. Ya lo pensaremos después.

-Quizá Dave podrá...

-Quizá-asiente Ralph-. Pero ahora no podemos preocuparnos de eso, ¿vale? Si siguen explotando cosas, morirá más gente. La gente a la que hemos prometido proteger, nuestras familias. ¿Me entiendes, Danny?

-Claro-asiente el chico, incorporándose, flanqueado por Peter y Ralph-. Puedo crear hologramas, podemos intentar engañarles, hacer que se pierdan por los pasillos y dirigirles a un lugar donde no puedan hacer daño a nadie...

-¿Puedes llevarlos a todo hacia el área deportiva?-pregunta Ralph, y Danny asiente.

-Si se creen mis ilusiones... sí.

-Pues vamos a hacerlo. ¿Nicole?

-Id, yo me quedo con David y Naomi-dice la chica, empuñando sus dos pistolas. Ralph asiente, y les dejan solos en el pasillo.

-David...-masculla Nicole, y el chico niega con la cabeza.

-Está muerta-dice él-. No sé sí...

-Inténtalo, por Dios-gruñe ella, y David clava sus ojos azules en el cuerpo muerto de su amiga y compañera, en la herida en la garganta por la que se ha desangrado. Asintiendo, pone una de sus manos en la cabeza de ella, y cierra los ojos un segundo. Cuando los abre son aún más azules, casi blancos. La luz dorada les rodea, y Nicole puede escuchar el sonido de campanillas en la distancia.

David gruñe. Sus ojos parecen oscurecerse, aunque sus iris continúan siendo dos lagos de color azul cielo. La mano que no tiene sobre la cabeza de Naomi se crispa.

-Joder-masculla Nicole, cuando ve, iluminada solo por la luz dorada que emite David, como los tejidos del cuello de Naomi comienzan a vibrar y los bordes de la herida comienzan a estirarse, como si se buscasen el uno al otro, como los dos extremos de un tejido. Pequeñas venas, arterias, tejido muscular, esquirlas de hueso, piel... Todo parece reorganizarse, incluso el rostro pálido de Naomi adquiere cierto color. Y David grita, y en ese momento, todo el cuerpo de Naomi se sacude, y ella abre los ojos, aspirando bruscamente.

David se aparta, apoyándose contra la pared, atónito y con los ojos abiertos como platos, mientras Naomi jadea en el suelo, como si tratara de recuperar el aliento. Y en ese momento, las luces del pasillo se encienden.

-Soy Manny-escuchan decir a través de los altavoces-. He recuperado los sistemas básicos. Podéis hablar conmigo a través de cualquier terminal...

-¡Naomi!-grita Nicole, arrodillándose junto a Naomi, que la mira, aturdida-. ¿Estás bien?

-No-replica ella, tras unos segundos-. Creo que estaba muerta.

-Dios mío...-susurra David, sin poder apartar la vista de Naomi-. Dios mío...

-----

Concordia, Centro de Control.

Cuando Manny escucha la puerta abrirse tras él, se gira de inmediato, empuñando una pistola y apuntando con ella hacia el umbral. Aquella puerta no debería haberse abierto sin que él lo ordenara, así que sólo puede ser una persona... pero necesita poder asegurarse.

-Robert-dice, confirmando su teoría, cuando Bobby entra en la sala de control corriendo-. Sigo ciego, la Cuna aún no funciona... Lewis no está contigo... ¿está herido?

-No he podido activar la Cuna porque he utilizado la mayor parte de los sistemas del Nudo de Control para crear una cámara de éxtasis para Lewis. Nos atacaron en el Nudo, y él resultó herido gravemente, la cámara servirá para darnos tiempo hasta que David pueda ayudarlo. Eran tres tíos, y todos llevaban esto.

Robert se acerca a Manny y sobre uno de los paneles suelta un puñado de lo que parecen minúsculos insectos metálicos, con apariencia de haber sido quemados o cortocircuitados.

-El virus era un activador, un temporizador, por así decirlo-continúa diciendo Robert-. Agentes durmientes, programados para activarse al recibir una señal, probablemente no sean siquiera conscientes de lo que están haciendo. Y los tres que nos atacaron, murieron cuando les saqué esto.

-Estupendo-sisea Manny-. Esta tecnología no debería estar en uso hasta dentro de un par de décadas. Quien sea que nos está atacando, tiene mucho dinero para invertir en I+D, además de gente capaz de desarrollar la programación de la nanotecnología, capaces de hackear nuestros sistemas de seguridad, y de infiltrar entre nosotros sus agentes durmientes. Esto es algo que se lleva moviendo desde el mismo momento en que hicimos la apertura de Concordia.

-Alguien nos cogió mucha manía desde ese mismo momento. ¿Alguna idea?

-¿Ahora mismo y sin mis datos? Se me ocurren dieciséis candidatos potenciales. Cuando pueda acceder a toda la información, podré señalar algo con mayor precisión.

-La Cuna-murmura Robert, y Manny asiente.

-Necesito la Cuna.

-Pues tendrá que esperar-replica Robert-. Tenemos un número indeterminados de agentes infiltrados que ya han detonado el Puente de las Islas de Cultivos, el Nudo de Comunicaciones y al menos dos de los generadores autónomos. Si alguno de ellos da con los sistemas de reciclaje de aire, estamos todos muertos. Y necesitamos a Jamie aquí, no sé cuanto tiempo se mantendrán en órbita las Islas de Cultivos sin la estructura del Puente antes de verse atraídas por la gravedad de la Tierra y caer...

-Por nuestras coordenadas actuales, tendrían muchas posibilidades de estrellarse en alguna parte al sur de Argentina. Pero con Lewis en éxtasis y los sistemas de control inutilizados, no podemos utilizar los transbordadores, así que traer a James no está en nuestras manos.

-Tony sabe lo que está pasando aquí, ¿verdad?-masculla Robert, y tras unos segundos de silencio, Manny asiente-. Mejor así. Pero no nos podemos centrar en traerles hasta que hayamos asegurado Concordia.

-Chicos... soy Nicole... ¿me escucháis?

La voz de Nicole llega desde uno de los altavoces de la sala, y los dos chicos se apresuran a llegar junto a él.

-Nicole, te escuchamos-responde Manny.

-Vale, bien. Estoy con Dave y Naomi en la Zona Residencial. Todo está en orden por aquí... más o menos. No hay heridos ni nada parecido, a seguridad de la Zona no ha caído.

-Bien-responde Manny, lanzando un suspiro-. ¿Qué más?

-Hay como... ciento y pico personas armadas y convertidas en una especie de zombis con mala leche, no tengo ni idea de por qué...

-Robert ya lo ha averiguado, luego te lo contamos. Sigue.

-Uno de ellos disparó a Naomi y... bueno, parece que la mató, pero David la ha resucitado.

-¿Qué?-exclama Robert, pero Manny le hace una señal para que guarde silencio.

-Sigue.

-Tío, ¿no hay nada que te sorprenda?

-Muy pocas cosas-replica Manny.

-Bueno, vale. Danny ha matado a uno de ellos, y Dave ha intentado también resucitarle, pero ha sido imposible. Supongo que será cosa de nuestra genética avanzada o...

-Nicole...

-Danny, Ralph y Peter están llevándose a los rebeldes a la zona deportiva, utilizando los hologramas de Danny.

-Bien, eso es lo que necesitaba saber. Quedaos ahí vosotros, y aseguraos de que no hay más explosiones, y menos cerca de la zona residencial, ¿vale?

Sin esperar respuesta, Manny corta la comunicación con el terminal que Nicole había estado utilizando, y se vuelve hacia Robert, pero este habla antes de que Manny tenga tiempo de decir nada.

-Necesitamos generar un pulso magnético localizado. Eso anulará la infección nanotecnológica, y creo que sin matar a los portadores-dice Robert, y Manny asiente.

-Pero si perdemos el control de un pulso electromagnético, nos arriesgamos a anular todos los sistemas tecnológicos de Concordia. Sistemas de estabilidad, reactores... los generadores de oxígeno.

-Puedo hacer una bomba de pulso magnético con una intensidad concreta-responde Robert-. Si están todos en el mismo sitio...

-La zona deportiva-asiente Manny.

-Lo suficientemente lejos de todo como para tener un margen de seguridad.

-Tienes el material necesario para hacerlo, ¿verdad?

-Sabes que sí-sonríe Robert-. Con toda la nave para mí... será como buscar chocolate y encontrarte en la fábrica de los umpa-lumpas.

-Pues date prisa-dice Manny, serio-. Si hay más explosiones...

-De acuerdo-asiente Robert-. Te quedarás sólo aquí otra vez.

-No me da miedo.

-Manny, si vienen...

-No estoy indefenso, Bobby, tío.

-Vale. Oye... ¿Nicole ha dicho que Dave ha resucitado a Naomi?

-----

Budapest.

James no puede evitar sentir cierta pena al ver al hombre que gimotea a sus pies, pero esa pena está teñida de ira, de odio y de cierto asco. Asco por lo que le ha hecho a la niña, y por lo que tenía pensado hacerle. Y se alegraba de que Tony pareciera haberse olvidado de que podía freír la mente de ese hombre solo con un pensamiento casual, o aplastarle con su telequinesis contra una pared. Sólo parecía querer sacarle los ojos de las cuencas con sus propios dedos.

-¡¡Maldito hijo de puta!!-grita Anthony, y James no tiene más remedio que ponerse de nuevo en medio y sujetarle- ¡Hijo de puta, maldito hijo de puta!

-¡Yo no quería! ¡No quería!-grita el hombre, un ser llamado Anton Natzensko, que había cogido a la pequeña Agnezska de un parque mientras su madre estaba distraída. Que la había cogido y... la imagen del cúter no dejaba de aparecer en la mente de Tony, la imagen de lo que ese hombre pensaba hacer con ese cúter una vez que hubiera terminado de... La niña llora en un rincón de la sala, encogida sobre sí misma. Se escuchan sirenas de policía en el exterior, las voces de los vecinos más allá de la puerta bloqueada magnéticamente por James...

-¡Tony, la niña!-dice Jamie-. ¡La estamos asustando! Para, por favor, para...

-No lo has visto en su mente, Jamie... no lo has visto...

-¡Yo no quería!-grita de nuevo Natzensko-. ¡¡Ella me obligó!! ¡¡Esa puta con sus rizos y sus manitas y sus bragas...!!

La voz de Natzensko desaparece en un grito cuando tres prótesis dentales metálicas, propias de algún dentista de barrio bajo o de economía post-soviética, salen arrancadas de su boca, esparciendo sangre y trozos de encía por el suelo. La niña grita, y finalmente, Anthony se aparta de Jamie y se dirige hacia ella. Poco a poco, como si Tony tuviera sobre ella un efecto calmante, la niña deja de llorar, e incluso se lleva un puño a la boca, y comienza a chuparse el pulgar. Se queda dormida, a pesar de los gritos Natzensko, que trata de contener la hemorragia de su boca con las manos. Anthony coge a la niña en brazos, y se vuelve hacia James, que tiene los puños tan apretados que sus tendones se le marcan casi hasta el cuello.

-Abre la puerta-dice Tony, y Jamie le mira, como si le costara entender lo que está diciendo, como si sus palabras le llegaran de muy lejos-. James, abre la puerta. Vamos a hablar con el mundo.

-----

Concordia, Zona Deportiva.

-¿Estás bien?-pregunta Peter, y Danny asiente, aunque el sudor de su frente y la sangre que brota de su labio, donde se ha mordido, parecen indicar lo contrario. Trastabilla, y de no ser por Ralph, que aparece de inmediato a su lado y le sujeta, se hubiera caído al suelo de bruces.

-Danny, si tienes que descansar o algo...-comienza a decir Ralph, pero Danny se seca el sudor de la frente con el dorso de la mano en un gesto impulsivo, y niega con la cabeza. Los ?zombis? como los había llamado Nicole, caminaban sin detenerse, sin apenas mirar a su alrededor, pero los hologramas creados por Daniel debían ser lo suficientemente convincentes como para que creyeran que se estaban dirigiendo a la zona de control. Y manipular la luz para crear ilusiones tan complejas como aquellas, era mucho más complicado que los simples flashes para deslumbrar... o que el propio rayo de fotones que podía utilizar. Para matar. Danny siente que su corazón de acelera de nuevo, como si quisiera saltar de su pecho, pero respira hondo, tratando de controlarlo.

Uno de los ?zombis? se da cuenta de algo y se aleja del grupo, mirando con el ceño fruncido una falsa pared. Alza la mano, como si fuera a tocarla, y al instante, un borrón pasa a su lado, noqueándole. Ni siquiera cae al suelo, Ralph lo recoge y lo lleva tras otro holograma que Danny se apresura a crear. Peter se pone en guardia, pendiente de si hay más que se hayan dado cuenta de que hay algo alrededor. Con gesto decidido, salta y se agarra al techo, y se desliza como una araña hasta situarse sobre el grupo. Aún le fascina la habilidad con la que Danny retuerce la luz y crea con ellas objetos que parecen completamente reales. Espera que a las ciento cincuenta personas armadas que tiene debajo les parezcan tan interesantes como a él.

Y en ese momento, Danny cae.

Y las ilusiones desaparecen.

-¡Mierda!-exclama Ralph, mientras Peter abre los ojos de par en par. Bajo él, los hombres y mujeres que forman parte de aquella especie de turba se dan cuenta de que no están donde creían, y gritan.

-¡Miserere! ¡Miserere!

Como una única voz, como una única voluntad. Peter se descuelga, cayendo ante ellos y arrancando parte del suelo para desestabilizarles, mientras Ralph aparta a Danny de la vista de los atacantes, que ya estaban apuntando contra el cuerpo desmayado del chico con sus armas.

Peter sabe que él y Ralph juegan en inferioridad de condiciones. No quieren matar a sus enemigos, pero estos no tienen tantas objeciones. Y aunque son jodidamente difíciles de herir (sobre todo él), ni siquiera él está seguro de poder aguantar un tiro a bocajarro entre las cejas. Y eso es lo que está a punto de recibir, evitándolo por escasos centímetros. Escucha a Ralph gritar detrás de él, y se sorprende al verle caer al suelo, con una herida sangrante en el gemelo izquierdo.

-¡Miserere! ¡Miserere!-gritan, y Peter se da cuenta de que para poder alcanzar a Ralph han tenido que disparar no donde Ralph estaban sino donde iba a estar. Peter arranca de las manos de uno de ellos el rifle que empuña y lo parte por la mitad sin demasiado esfuerzo, pero está atrapado en el gentío y no puede evitar que varios de ellos se acerquen al cuerpo tendido de Danny.

-¡Robert, ya!

La voz de Manny resuena en los altavoces de la zona deportiva, a todo volumen, desconcertando a la muchedumbre, que mira a su alrededor, con gesto aturdido. Están en una pista de atletismo, amplia, y los focos de la pista se activan, iluminando toda la extensión. Los ojos de los dominados, de Ralph y de Peter se giran hacia arriba. Es Peter el primero en ver, entre las sombras de las gradas, a Robert, empuñando alguna especie de rifle futurista, con el que apunta hacia la pista, hacia donde Danny, con su último esfuerzo, había enviado a los asaltantes. Desde allí, Peter puede ver el resplandor de los ojos de Robert antes de que la boque del cañón centellee, y al propio aire parezca crujir a su alrededor.

Desde las gradas, Robert reza en silencio al dios que quiera escucharle por haber calibrado bien el arma. Si se ha quedado corto, será inútil. Si se ha excedido... las consecuencias del puso magnético en Concordia podrían ser desastrosas. Desde que se detuvieran los marcapasos de aquellos que los utilizaran, a que se inutilizasen los sistemas del satélite. Podrían estallar en órbita, morir por falta de oxígeno o precipitarse hacia la Tierra como un asteroide devastador, dependiendo de qué sistemas fallaran primero. El haz magnético se expande, y los infectados por la nanotecnología comienzan a gritar, voces rotas por el dolor que hacen que Robert se plantee una nueva duda. ¿Y si ni el pulso magnético consigue anular la invasión nanotecnológica sin matar a sus anfitriones? ¿Y si está realizando una masacre?

Robert siente un escalofrío en la espalda, pero se mantiene firme.

-¡Miserere! ¡Miserere!-gritan.

Y empiezan a caer.

-----

Budapest.

Jamie y Tony salen de la casa, y se encuentran que está cercada por policías y periodistas. Un suspiro de alivio conjunto parece brotar de la multitud al ver que Tony lleva a la pequeña Agnezska en brazos. Hay movimiento a la izquierda, y ven como una mujer fuerza e cordón policial, y la reconocen por las fotografías. La madre de la niña. Jamie avanza hacia las cámaras, pero Tony se queda en segundo plano, dejando a la niña en brazos de su madre, que se desploma con ella en el suelo, abrazándola, besándola y llorando. Tony suspira. Sabe que aún les queda mucho trabajo por delante, las heridas de la mente de Agnezska serán muy difíciles de cerrar. Se ha planteado hacerla olvidar todo lo ocurrido, pero realmente, eso sería negarle a la niña la oportunidad de reponerse realmente de todo. Sería el acto de eutanasia sobre el alma de la niña. Aun así, se aseguraría desde Concordia de que recibía la mejor atención psicológica posible.

-Ahí dentro-dice Jamie, hablando a las cámaras en perfecto húngaro-, se encuentra el hombre que secuestró a Agnezska Prêzy. Está encerrado, a salvo de los vecinos que querían despedazarle. A salvo de nosotros. La policía puede disponer de él cuando quiera. Hemos encontrado a Agnezska Prêzy sana... y relativamente salva. Al menos está viva.

-Es más de lo que otros muchos niños, desaparecidos en circunstancias semejantes, han podido decir-interviene Tony, situándose junto a su amigo, con los brazos cruzados ante el pecho-. Podríamos haber entregado a este hombre a la policía en privado, pero queríamos entregar un mensaje también. No sólo a Hungría, no sólo a Europa. Queríamos que se nos escuchase en todo el mundo.

-A todos aquellos que sois como el hombre que está ahí dentro-dice Jamie-. A todos aquellos que tenéis encerrados a niños. A adolescentes. A todos aquellos que os aprovecháis de ellos, que abusáis de su inocencia. Que se la robáis. A todos aquellos que pensáis en hacerlo, a todos los que guardáis un rincón en vuestra casa en el que pensáis que podréis esconder a ese niño, a esa niña que habéis visto en un parque, en un colegio, en la iglesia, en la calle... Sabéis quienes somos. Somos los Once. Somos Concordia.

-Y vamos a por vosotros-concluye Tony, antes de ser barrido por una oleada de flashes, fotografías y preguntas de los periodistas y la policía, así como por el aplauso espontáneo de la gente que se había reunido a curiosear en el lugar. Tony y Jamie se miran, y este sonríe. Sabe que están haciendo lo correcto.

-----

Horas después, Concordia.

-Estoy muy orgulloso de ti, cielo-dice Jamie, abrazando a Nicole, que sonríe y recuesta la cabeza en el pecho del chico. Lewis se sienta frente a ellos, con una lata de cerveza abierta en la mano, y alzándola a modo de brindis.

-Un gran trabajo-dice, tomando un sorbo de cerveza y dejándola sobre la mesa, estirándose. Aún se siente algo acorchado por el tiempo pasado en la cámara de conservación, hasta que David pudo llegar hasta él y curarle sus heridas.

-Todos hicimos un gran trabajo-afirma Nicole, apartándose de Jamie, y pasando la mirada por Lewis, David, Naomi, Ralph, Peter y Robert-. Y lo hicimos sin la tutela de Anthony...

-Algo de lo que yo estaba seguro-interviene Tony, entrando en ese momento en la sala junto a Manny y Daniel.

-Bueno, ya...-masculla Nicole, pero Manny la interrumpe.

-Los sistemas de Concordia ya están operativos al cien por cien. Por desgracia, hemos tenido quince bajas, aunque todas entre los infectados por la nanotecnología. Cinco de ellos en el puente, tres que murieron cuando Robert trató de sacarles la maquinaria, dos en el Nudo de Comunicaciones, cuatro en la segunda ronda de explosiones, y uno...

-El que yo maté-le interrumpe Danny, con los ojos fijos en sus manos. Pequeños centelleos de luz saltan de un dedo a otro.

-Y podemos darle las gracias a David, Naomi y Lewis probablemente le deban la vida-dice Ralph, y el pelirrojo enrojece desde el cuello a la frente, bajando la mirada.

-Yo seguro-afirma Naomi, pero David niega con la cabeza.

-Sólo hice lo que tenía que hacer...

-Pero Naomi estaba muerta, Dave-dice Nicole-. Del todo.

-¿Recuerdas algo de ese momento?-pregunta Robert, y ella niega con la cabeza.

Pero recuerda algo, Tony frunce el ceño al percibir esa sensación procedente de Naomi. La chica intenta esconderlo... pero recuerda algo.

-Vosotros también habéis montado una buena en Budapest-dice David, tratando de desviar el tema, con los ojos azules clavados en la mesa, algo avergonzado-. Buen cliffhanger, ?Vamos a por vosotros?. Lo veremos en la televisión mucho tiempo.

-Manny, quiero que eso sea prioritario-dice Tony, y Manny asiente-. Listados de niños desaparecidos, cruces con bases de datos de posibles pederastas, de coincidencias entre casos diversos...

-Hecho-asiente Manny-. Pero creo que antes de ponerme con ello, hay algo absolutamente prioritario.

-No sé qué puede ser más importante que...-comienza a decir Ralph, con el ceño fruncido.

-Saber quién nos atacó-afirma Manny, y todos guardan silencio.

-Miserere-dice Robert-. Es lo único que decían.

-Misericordia-interviene Danny, y Tony asiente.

-Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam... -masculla Tony, y todos le miran, pero él señala hacia David.

-Ten piedad de mí, Señor-dice Dave-. Es el principio del Salmo 51, uno de los más conocidos y utilizados del Antiguo Testamento.

-Vale que entienda de biblia y esas cosas un profesor de literatura-dice Lewis, señalando hacia Tony-. Pero tú eres programador, ¿por qué...?

-Irlandés, tío. Padre y madre católicos practicantes. Los dos muy decepcionaos por tener un hijo ateo y viviendo en pecado con su novia neoyorquina-responde Dave, encogiéndose de hombros-. ¿Pedían misericordia?

-O se presentaban-afirma Manny-. Los infectados se encuentran en cuarentena, y gracias a Jamie, además de volver a unir a Concordia el Puente y las Islas de Cultivos, hemos podido extraer sin causarles daño los virus nanotecnológicos. Los bichos estaban preparados para activarse con un mensaje externo, debemos suponer que el virus que descubrimos... ¿esta mañana? Parece que hace días... Bueno, pues eso, una señal externa activó la nanotecnología, que liberó sustancias que modificaron la conducta de los infectados, y reprogramaron su comportamiento. ?Miserere? era la única palabra que aparecía grabada en sus mentes, en sus pensamientos.

-La tecnología que utilizaron es cara, chicos-dice Robert-. Muy cara. Y muy avanzada, al alcance de sólo un puñado de personas en el mundo. Y además, muchos de los infectados estaban en Concordia desde el principio.

-Estaban infectados desde antes de subir-dice Manny-. He investigado sus orígenes, cruzando sus datos, buscando posibles relaciones... y las he encontrado.

-Me alegro de que la Cuna vuelva a funcionar-sonríe Peter, y Manny asiente.

-Todos los infectados tenían en común sus relaciones con grupos de base católicos de todo el mundo. Todos viajaron a Roma en un plazo de entre dos y seis semanas después de nuestra presentación en público. Debemos suponer que el nanovirus se les inoculó entonces.

-En Roma-masculla Naomi, y Manny vuelve a asentir.

-La banca vaticana supone de fondos suficientes como para financiar este tipo de tecnología, aunque Italia no tiene los avances suficientes como para materializarlos...

-El ejército de Estados Unidos sí-afirma Robert.

-La nanotecnología fue desarrollada en algún laboratorio de Estados Unidos, y vendida al Vaticano, donde fue programada e inoculada en los infectados. Y tengo el nombre de la persona que lo hizo.

-¿Qué?-exclama Nicole, soprendida.

-Sólo hay un hombre en el Vaticano con el poder de manejar una situación así, de acceder a fondos como los necesarios para esta compra y de convocar a fieles de todo el mundo para convertirles en cobayas más o menos involuntarias de... bueno, de lo que ha pasado aquí.

-¿Tony?-pregunta Jamie, pero este se esconde de hombros.

-Habéis llevado todo esto muy bien, y yo tengo cosas que hacer aquí, en Concordia. Y supongo que Jamie también, hemos parcheado mucho, pero hay que hacer arreglos de verdad.

-Manny, quiero el nombre de ese hombre, y quiero bajar yo a San Pedro-dice Dave, y alza sus ojos azules, apoyando las dos manos en la mesa.

Manny se encoge de hombros y asiente.

-----

Al día siguiente, en Concordia.

Cuando Tony entra en el dormitorio de Danny, este está despierto, vestido sólo con unos pantalones cortos, fumando y mirando por una de las ventanas. Bajo ellos, se puede ver cómo amanece en el Subcontinente Indio. La cama ni siquiera está desecha.

-¿Y Rachel?-pregunta Tony, y Danny parpadea, como si hubiera estado durmiendo con los ojos abiertos.

-En casa-responde Danny, tirando la colilla a un cenicero y dirigiéndose a su mesilla para encender otro cigarro-. Hoy tenía que presentar un proyecto.

-¿Has hablado con ella de lo que pasó ayer?-pregunta Tony, sentándose en la cama, y Daniel niega con la cabeza.

-No he podido dormir-dice, con un hilo de voz-. Cada vez que cierro los ojos, veo a ese hombre. Y luego, os he visto a vosotros. Tony, si pierdo el control, podría mataros a cualquiera de vosotros. Ese rayo que he lanzado no era como los destellos de luz o los hologramas, era peligroso de verdad. Y yo... he matado a un hombre.

Danny rompe a llorar, pero Tony no baja la mirada. Cree que eso al menos, se lo debe a su amigo. Se incorpora y le abraza.

-Tú...-masculla Danny-. Tú puedes arreglarlo.

-¿Qué?

-Tú puedes hacer que lo olvide, Tony. Hazlo, tío, por favor. Bórralo de mi mente, como si nunca hubiera pasado. Como si no hubiera ocurrido. Que no vuelva a verlo...

-Danny...

-... en mis sueños, ni en mi cabeza. Que no vuelva a ver sus ojos...

-Danny...

-Tú puedes hacerlo, ¿verdad?

-No, Danny. No puedo.

-¡Mentira!-grita Daniel, apartándose de él, y con los dedos chispeando-. La mente es tu puto dominio, Tony. ¡Borra ese maldito recuerdo!

-Danny, si borro cada recuerdo que nos ha dañado... ¿qué quedaría al final de nosotros? ¿Dónde estarían la experiencia y el aprendizaje?

-¡A la mierda todo eso! ¿Y qué vas a hacer entonces por mí, Tony? ¿Qué vas a hacer por mí en tu maldito plan?

-Estar contigo si quieres-responde Anthony, volviéndose a sentar en la cama, y utilizando su telequinesis para alcanzar un mechero a Danny, que lo coge, clavando sus ojos verdes en Tony. Resopla, y se sienta en la cama junto a su amigo. Abre un cajón de la mesilla y saca una pequeña bolsita de tela, y de dentro, una pequeña bola de masa oscura, del color del chocolate negro.

-¿Quieres?-pregunta, amasando entre los dedos una pequeña parte del hachís, que luego devuelve a la bolsa. Suspirando, Tony asiente.

-Pero comamos algo antes.

-No me apetece salir...

-Voy a la cocina y traeré algo, ¿vale?

-Vale.

Tony sale de la habitación, y se dirige hacia la cocina, chasqueando los dedos. Naomi le hubiera sorprendido de no haber percibido antes su presencia como una masa de pensamientos difusos y caóticos.

-Ey-dice Tony, al verla parada en el pasillo, vestida con ropa de deporte. Era obvio que pensaba dirigirse hacia las pistas a correr, pero estaba más pálida que de costumbre.

-Buenos días-dice Naomi-. Te vi entrar en la habitación de Danny... y pensé en esperar a que salieras.

-¿Estás bien?-pregunta él, y ella niega con la cabeza, aunque esboza una sonrisa.

-No-responde-. Pero no te preocupes, que no tendrás que hacer terapia de grupo. Danny mató a un hombre, yo he vuelto a la vida. Creo que él te necesita más que yo.

-Para haber estado muerta, lo llevas bien-dice Anthony, encogiéndose de hombros.

-Fue tan... raro-masculla ella, y Tony sabe que va a hablarle de lo que había percibido en ella la noche anterior, mientras hablaban de lo ocurrido-. Todo era oscuro, Tony, pero la oscuridad se movía, como si fuera algo vivo. Y yo sabía cosas, sabía... sabía lo que Manny y tú estás planeando, Tony.

-No sé...

-Lo he olvidado, pero sé que estáis tramando algo los dos-le interrumpe Naomi-. Y me da igual que me lo borres de la cabeza, porque realmente me harás un favor.

-Que manía os ha dado a todos hoy con que borre recuerdos...

-Pero también me da igual lo que fuera-continúa ella-, porque me fío de vosotros dos, y sea lo que sea que tengáis en la cabeza, será para bien, y ya nos lo contaréis cuando creáis adecuado. Pero Tony, hay algo que sí recuerdo.

-¿Qué es?

-Que la oscuridad estaba desequilibrada. Suena a locura, pero es como si la balanza entre lo vivo y lo muerto se estuviera rompiendo... Y Tony... nosotros vamos a darle el golpe final.

-----

Dos días después, Domus Sancta Marthae, Ciudad del Vaticano.

Monseñor Lorenzo Etcheverry, Cardenal de la Santa Iglesia Católica Romana, firma uno de los documentos de transacción, una transferencia de una buena cantidad de dinero del Banco Vaticano a las cuentas de la Archidiócesis de Nueva York para promover la convocatoria de unas nuevas jornadas de las Juventudes Católicas. El anciano cardenal, de origen vasco, guarda el documento en la carpeta de su escritorio, pronto su ayudante, Borja Viver, vendrá para recoger toda la documentación y ponerla en marcha. Lorenzo mira la pila de papeles que debe revisar y suspira, acercándose con su silla de ruedas hacia la ventana y mirando hacia el exterior, hacia los jardines y hacia la cúpula de San Pedro.

Lorenzo Etcheverry había iniciado su carrera eclesiástica más de sesenta años atrás, y para entonces, ya había perdido el uso de las piernas a causa de la poliomielitis que le había alcanzado en su niñez y que pese a todo el dinero de sus padres en San Sebastián, no habían podido curar antes de que el joven Lorenzo quedase condenado de por vida a una silla de ruedas. Había pasado su juventud en el seminario de San Sebastián, y su temprana madurez actuando como intermediario entre la Santa Sede y el gobierno golpista de General Franco. Finalmente, tras la muerte de este, y tras un breve tiempo como nuncio de la Santa Sede en Madrid, Etcheverry había sido trasladado finalmente al Vaticano, donde había servido como funcionario y embajador, antes de ser asignado, durante los últimos años del Pontificado de Juan Pablo II a la Congregación para la Causa de los Santos, y después, ya con Benedicto XVI, se le había encomendado lo que él consideraba la cumbre de su carrera: la presidencia de la Banca Vaticana.

Llaman a la puerta de su despacho, y el Cardenal Etcheverry suspira, apartándose de la ventana y volviendo a su escritorio, una gran mesa del siglo XVIII que había pertenecido a María Antonieta y que había ocupado uno de las salas de las Tullerías antes de ser arrasado el palacio por la Revolución Francesa.

-Adelante (1)-dice Etcheverry, y la puerta se abre, apareciendo su ayudante, Borja Viver, un joven y prometedor jesuita, vestido con el hábito negro cerrado hasta el cuello, con el cabello negro con algunas canas en las sienes y los afilados rasgos de un perro de presa-. Ah, Borja, llegas pronto, aún no he terminado (2).

-Monseñor, tiene una visita-dice Borja, y Etcheverry enarca las cejas y mira el reloj. La una y media del mediodía. Todo el Vaticano sabe que el Cardenal no acepta visitas personales antes de las tres de la tarde, después de haber comido y haberse tomado un vaso de vino tinto y un café, negro como el alma del diablo.

-Lo siento, Borja, pero no...-comienza a decir Etcheverry, pero para su sorpresa, Borja se aparta de la puerta del despacho, y entra, seguido por dos jóvenes. El primero de ellos, pelirrojo, pequeño, con unos brillantes ojos azules, y vestido con unos amplios vaqueros y una sudadera negra con capucha que esconde la mayor parte de su rostro. El segundo, considerablemente más alto, delgado y con el pelo castaño por los hombros, y una mirada alerta que recorre el despacho, como esperando encontrar algo amenazante en alguna sombra.

No hace falta que Borja Viver se convierta en una mujer que le mira con obvio enfado para que el Cardenal Etcheverry se dé cuenta de que tiene delante a tres de los Once de Concordia. El Cardenal ni siquiera trata de llamar la atención, simplemente se recuesta en su silla de ruedas y les mira con sus ojos, de un gélido color verdoso. Tras evaluar la situación unos segundos, Etcheverry les señala los sillones que tiene frente al escritorio, y los tres se sientan ante el cardenal.

-¿Quieren beber algo, señores?-pregunta Etcheverry, esta vez en inglés-. Mi ayudante debería estar cerca...

-El señor Viver se encuentra bien, Monseñor-dice Nicole-. Simplemente está fuera del Vaticano, buscando un libro que usted le ha encargado.

-Bien, en ese caso, si desean algo deberán servirse ustedes mismos-afirma el Cardenal, encogiéndose de hombros-. Debo admitir que su presencia aquí, señores, no es ni esperada ni deseada.

-Lamentamos romper su rutina, Cardenal-dice el hombre al que Etcheverry identifica como Lewis Marshall, con cierto deje irónico-. Supongo que no nos hemos tomado muy bien que intentara matarnos a todos.

-Monseñor-le corrige Etcheverry, y Lewis enarca las cejas-. El título adecuado es Monseñor.

-Monseñor Etcheverry, sabe por qué estamos aquí-interviene David, y Etcheverry asiente.

-Habéis venido a convertir en pecado mis acciones-gruñe el Cardenal-. Lo que no sé es por qué vosotros tres. Siempre han sido Daniel o Anthony los que hablan por vosotros.

-Pensamos que era mejor si venía alguien que pudiera hablar su lenguaje-responde Dave-. No somos gente de Iglesia, Monseñor Etcheverry, pero yo he sido educado en su fe. Y mis dos compañeros...

-Simplemente venimos a asegurarnos de que David vuelve a Concordia tan sano como llegó a Roma-gruñe Nicole, y el Cardenal sonríe.

-Señorita Mallory, ¿cree que de verdad puedo hacer daño a nadie?

-Ha estado a punto de matar a un par de millares ahí arriba-dice ella, y el Cardenal la mira, con gesto serio, antes de volver a dedicar su mirada a David.

-Señor O´Kelley, si esta reunión tiene algún sentido, por favor, acuda al grano. Tengo una reserva para comer, y mucho trabajo esta tarde.

-Mis padres son católicos irlandeses, Monseñor-comienza a decir David-. Y me han educado para seguir su fe. Me han enseñado que Dios es Amor, que Dios es Paz, fraternidad... Por supuesto que no soy idiota, he oído hablar de las Cruzadas, de actos cometidos por la propia Iglesia que no podían estar más lejos de la propia palabra de Dio; pero no entiendo qué puede llevar a la Iglesia a provocar un ataque terrorista.

-Porque Dios también es Justicia, señor O´Kelley. Y debe ser un pastor severo con su rebaño. Y a veces, aparecen lobos disfrazados de ovejas que tratan de confundir al rebaño. Ustedes son lobos, y ni siquiera se molestan en parecer ovejas. Sus habilidades, esos poderes que demuestran, desafían a todo lo que es humano.

-Nuestros poderes son causa de un accidente, y de la mano del propio hombre-masculla Nicole, pero Etcheverry niega con la cabeza.

-A veces el diablo esconde sus acciones detrás de manos en apariencia inocentes-responde el Cardenal-. Se han alzado sobre nosotros, haciéndonos conscientes de su superioridad, de su inhumanidad. No podemos saber si mañana, el señor Kornfeld decidirá invertir los polos magnéticos de la Tierra y causar un desastre global. El señor Scarlatti puede entrar en nuestras mentes, robándonos nuestra más sagrada intimidad en un lugar en el que sólo deberíamos poder hablar con Dios. Usted-señala hacia Nicole-, nos ha robado la propia confianza. No sabemos si la persona que está a nuestro lado es quién creemos, la persona a la que amamos o en la que confiamos. Y todo esto lo hacen desde su nueva Babilonia, esa fortaleza demoníaca a la que, burlonamente, han llamado Concordia, cuando lo que realmente han construido es un monumento a su propia soberbia, a su orgullo. Concordia-sonríe-. Más bien Superbia.

-Monseñor Etcheverry... ¿habla de miedo? ¿De sentimiento de inferioridad?

-De sentir que el mundo se mueve, señor O´Kelley, y no en la dirección adecuada-replica Monseñor-. Ustedes se han erigido en jueces del mundo, se han exhibido impúdicamente una y otra vez. Nos han demostrado lo por encima de la propia humanidad que se encuentran. ¿Y sabe, señor O´Kelley? Algunos pensamos que ustedes son el Ajenjo del que se habla en el Libro de las Revelaciones (3), los que harán caer las estrellas sobre nosotros.

-¿Nos consideran como... los Cuatro Jinetes?

-Los Cuatro Jinetes, los Siete Sellos, los Siete Ángeles y las Siete Trompetas... señor O´Kelley, son todo símbolos. Algunos decidimos hacerles frente a ustedes... a ese Anticristo que forman, a la Bestia de Once Cabezas que amenaza la Tierra y ha empezado por robarle a sus hijos.

-¿Qué?

-La gente que ha corrido a sus brazos, que ha buscado consuelo en ustedes, señor O Kelley. Hombres, mujeres y niños. ¿Quién se preocupa de sus almas? Han corrido fuera de los brazos de la Iglesia y...

-Y no hay salvación fuera de la sombra de la Cruz, ¿no?-le interrumpe Dave, y Etcheverry asiente.

-Tuvimos la oportunidad, y decidimos hacerlo-continúa el Cardenal-. Pero sobre todo, señor O´Kelley, y por eso espero que aprecie la ironía de su presencia aquí, lo hicimos por usted.

-Monseñor Etcheverry, me temo que no lo entiendo...

-Miedo. Eso es lo que provocan sus compañeros. Miedo, desconfianza, inseguridad. Pero usted, señor O´Kelley... usted es la curación. Usted representa la Esperanza. Como nuestros santos, como nuestros mártires. Usted ha llevado esperanza a quienes no la merecían, ha repartido su don de forma irresponsable...

Dave se incorpora, con brusquedad, y la silla que ocupaba cae al suelo. Lewis hace ademán de incorporarse también, pero Nicole le hace un gesto para que se quede sentado.

-Cardenal, ¿me está diciendo que ha intentado matarnos a todos porque yo no he curado a quienes ustedes han designado?

-Nuestros fieles tienen esperanza en nosotros. Muchos de nuestros seguidores son enfermos que buscan ayuda, reposo y salvación en la fe. Son la expresión viva del milagro en nuestros santuarios, en Lourdes, en Fátima... Y usted... Usted ha reducido nuestro mayor milagro a un... vodevil televisivo, sin fe detrás de él.

-Eso es envidia-masculla Dave, y Etcheverry niega con fuerza.

-Eso sería justicia-responde el Cardenal.

-¿Todo esto no hubiera pasado si yo hubiera sido un buen católico y me hubiera presentado ante ustedes para que dijeran que soy un milagro y dedicara mi don a sanar a quienes ustedes me indicaran?-susurra David, y para su sorpresa y desesperación, el Cardenal asiente-. Entiendo perfectamente que nos odien, Cardenal. Y que les parezca impropia la elección que hemos hecho de como llamarnos. Somos opuestos, Cardenal Etcheverry, nosotros somos Concordia, y esto...-señala a su alrededor, y al propio Cardenal-. Todo esto es... Discordia. ¡Han enviado a su gente a morir!

-¡Mártires!-grita Etcheverry, con los ojos delirantes, y alzando un puño.

-¿Sabían que eran mártires?-pregunta David, y el Cardenal frunce el ceño, dando al chico pelirrojo toda la respuesta que podía esperar-. Creía que en la propia definición de mártir venía el que deben entregar su vida de forma consciente...

-El diablo puede citar las escrituras para sus propios fines...-sisea Etcheverry-. Pero hablar con ustedes de epistemología es... absurdo. ¿Cuándo van a matarme?

-¿Qué?-grita David-. Monseñor Etcheverry, déjeme que le diga algo claramente. Nosotros no matamos.

-¿No?-. Etcheverry sonríe-. Estamos solos, señor O´Kelley, no creo que su compañera tarde mucho en sacar una de sus pistolas y hacerme un regalo de plomo, aquí-dice, señalándose el entrecejo.

-No, Monseñor-dice Nicole, incorporándose y abriendo la puerta del despacho-. Nosotros no matamos.

La silueta de un hombre vestido con ropas negras y tocado con el solio cardenalicio sobresalta a Etcheverry, aunque enseguida reconoce a su colega del Colegio de Cardenales, Monseñor Carlo María Soretti, uno de los miembros más jóvenes del Colegio, con sólo cuarenta y tres años, achaparrado, de amplio rostro y con finas gafas.

-¿Carlo?-pregunta sorprendido Etcheverry, y el cardenal asiente, entrando en el despacho.

-Lorenzo, Su Santidad quiere verte después de la comida-dice el recién llegado, y Etcheverry frunce el ceño.

-¿Qué significa esto?-pregunta Monseñor Etcheverry, y Carlo Soretti se encoge de hombros.

-Su Santidad ha tenido una conversación privada con un amigo de estos señores, un tal Daniel Statham, y hemos acordado la presencia de una nunciatura apostólica en Concordia.

-¿Qué...? No...

-Hemos decidido que diferentes representantes de todas las religiones residan con nosotros permanentemente en Concordia-informa David, suspirando-. Nos convertiremos en un lugar para el debate abierto, sin prejuicios, sin extremismos.

-Carlo, son el Anticristo, no podemos...

-Señores, si me acompañan...-le interrumpe Soretti, y David asiente. Salen del despacho, siguiendo a Soretti, pero antes de cerrar tras él la puerta, David se gira y clava sus ojos azules en Etcheverry.

-¿Sabe? Creo que lo sabía. Que sabían que esto que estaban haciendo estaba mal. Por eso ese nombre, por eso ?el Miserere?. Sabían que estaban haciendo algo mal, y por ello, pedían misericordia. Ojalá Dios pueda perdonarles.

Etcheverry se dispone a contestar, pero se da cuenta, mientras David cierra la puerta de que no tiene nada que decir. Pasa unos segundos en silencio, y luego coge el teléfono y marca un código, para generar una comunicación segura. Una voz de hombre le responde al otro lado.

-Nos han puesto al descubierto-dice Etcheverry-. Nuestra financiación debe terminar... Pero siguen contando con todo nuestro apoyo moral, y con todo aquello en lo que podamos ayudarles.

Etcheverry cuelga.

Y al otro lado de la línea, en una base militar en las Adirondacks, en Estados Unidos, el General Eisenbach, medita en silencio.

-----

1.- Traducido del italiano.

2.- Traducido del castellano.

3.- O sea, el Apocalipsis de San Juan.

-----

TRAS EL DESTELLO

Un número más.

 
 
   
www.marvel.com
(1) All characters and the distinctive likenesses thereof are Trademarks of Marvel Characters, Inc. and are used with permission.
(2) Copyright © 2003 Marvel Characters, Inc. All Rights Reserved.