Odio esta puta ciudad.

La odio.

Vengo a la comisaría en plena noche, buscando ayuda y ¿qué hacen los malditos polis?

Mirarme las tetas, eso hacen.

Tengo que contenerme para no partirle la jeta a más de uno.

¡Dios!

¿Cómo me puede estar pasando esto a mí, a la “muchacha maravilla”?

Hace apenas seis horas.

Estoy en la cama con Sarah, después de... uh, hacer el amor, dirían los más finolis. (Yo suelo utilizar otra palabra.)

Sarah está inquieta por la carta que hemos recibido de ese tal Hammond.

Jim Hammond, la Antorcha Humana original.

Desde que tuve noticias suyas me he informado sobre él.

Y vaya si he descubierto cosas.

Una puta máquina.

Jim Hammond es una puta máquina. Con forma humana pero una máquina al fin y al cabo y con menos sentimientos que un electrodoméstico, seguro.

Tranquilizo a Sarah explicándole que no tengo intención de unirme a un grupo de pirados liderados por una cafetera humana.

Hammond pretende volver a formar nada menos que a los Vengadores.

Papá los odiaba, pero si había algo que odiaba más que a ese grupo de héroes era a los putos androides, sintozoides o como quiera que se hagan llamar ahora.

No me hubiese perdonado que me uniera a ellos.

Ya me engaño bastante a mí misma diciéndome que no le importaría que me haya convertido en una... superheroína, (que palabra más fea) cuando en realidad le prometí que nunca lo sería.

Trato de hacérselo entender a Sarah, sin decirle esto último –a ella tampoco le entusiasma mi personalidad heroica-

Tampoco le digo que me preocupa más el que Hammond supiese que para contactar con Wonder Woman debía dirigirse a Diana Williams.

Sarah no parece muy convencida, de todos modos.

-Bueno- le digo- me quedaría aquí charlando contigo, pero llego tarde al curro.

Eso empeora las cosas.

-Pero... ¿es que tienes otra vez el turno de noche?

Me visto intentando mantener la calma.

-He sido la última en llegar, nena, me dan los peores turnos, ya sabes. Es lo normal.

Sarah me mira con cara de no tragárselo. La verdad es que me tiene calada, no puedo ocultarle nada...

-Supongo que el que aproveches la oscuridad para jugar a superheroína -otra vez esa palabra- no tiene nada que ver con los turnos que te dan, ¿verdad?.

-Para nada - le respondo- Hoy ni siquiera pensaba salir a volar.

-Ya, por eso te has puesto ese traje.

-Mola, ¿qué no? –digo haciéndome la tonta.- No tengo ropa limpia y con el abrigo encima no parece un disfraz de superhéroe, ¿verdad?

-Mmm –refunfuña Sarah- iba a poner la lavadora esta tarde...

Le he dado en su punto débil. (Es una fanática de la limpieza.)

Es un golpe bajo, lo sé, pero es que no me gusta cuando se pone así.

Me dirijo hacia la puerta:

-Mira, luego hablamos, ¿vale?...ya te dije que llegaba tarde.

Sarah salta de la cama y me para antes de que salga.

-No te vayas enfadada, Diana. Es sólo que... me da miedo, ¿lo entiendes?

Esta es mi Sarah, siempre preocupada por una cosa o por otra.

Es un cielo

-Claro que lo entiendo, cariño. No te preocupes, no va a pasarme nada. Y no estoy enfadada.

Es la verdad.

Atardece.

Se encienden algunas luces.

Por poco tiempo, supongo. Ya mismo es la hora del corte energético.

Odio ese momento, cuando todo se queda a oscuras...

Me acostumbro pronto, pero en el preciso momento en que todo se apaga, buf, no sé, me da escalofríos.

Menuda superheroína estoy hecha.

Nueva York ya no es lo que era. He visto fotos antiguas, cuando toda la ciudad estaba iluminada y eso, pero aún así...

Hago dos carreras aburridas con el taxi.

A la tercera recojo a un capullo que insiste en que lo lleve al aeropuerto Kennedy, aunque le explico que hace años que está cerrado y que allí no hay nada.

Se pone chulo.

O es un imbécil o un psicópata que quiere que vayamos a algún sitio solitario para descuartizarme.

En cualquier caso, se equivoca de mujer.

Lo saco del taxi en la primera esquina en la que puedo parar, que resulta ser en Harlem y lo dejo allí maldiciendo e insultándome. Le va a ser difícil poder volver a casa desde ese barrio.

-¡Boyera! –grita- ¡Maldita boyera, te acordarás de esto!

Definitivamente, un imbécil, pero me pone de mal humor.

Pienso en Sarah.

¿De estos tipos es de quienes debo cuidarme?

Aparco el taxi y decido volar un poco. Eso siempre me anima.

No he dado ni dos vueltas cuando oigo un grito.

¿Cómo es que siempre que salgo a inspeccionar encuentro un delito en marcha?

Puta ciudad...

Localizo el origen del grito. Un callejón.

Siempre es en callejones.

Un tipo está intimidando a lo que yo diría que es una de esas jacas bien vestidas de Manhattan que a veces se dejan caer por los barrios bajos.

El tipo tampoco va mal vestido, pero tiene una navaja.

Antes de que yo pueda hacer nada le da una bofetada a la chica, que vuelve a gritar.

-Oh, por favor, oh, socorro...

Hay algo raro en su voz, pero no me paro a pensar el qué.

Caigo sobre el tipo y lo desarmo.

Le pego un par de puñetazos. No demasiado fuerte, pero lo bastante para desfogarme un poco.

Supongo que no está bien descargar tensiones de esta manera, pero... ¡qué diablos!

Entonces la tipa me sorprende. Se pone a golpearme en la espalda y a decirme que pare, que lo voy a matar.

-¡Es mi marido! –me grita-

-¿Y? Eso no le da derecho a pegarte...

-¡No lo entiendes! Es sólo un juego...

Está al borde de la histeria. Llora, pero empiezo a entender que es por preocupación hacia su amorcito.

Debo de poner cara de gilipollas, porque la individua sigue gritando...

- Nos divertimos así. ¡Es un juego! ¡Sólo un juego! ¿Comprendes?

El tipo, desde el suelo, masculla:

-Zorra estúpida, te voy a...

No sé si se dirige a su mujer o a mí. Supongo que a mí. Le doy un puntapié, esta vez con todas mis fuerzas, en todo el careto.

Creo que le he partido la mandíbula.

Me da igual.

Me alejo de allí, con la chica gritándome que me va a denunciar, que yo no sé quien es su padre o no sé qué...

-¡Estás acabada, furcia!

Me vuelvo y le levanto el dedo anular.

-Que te den...

Puta ciudad, puta gente...

¿Qué diablos les pasa?

Vuelvo al taxi y trato de tranquilizarme dando vueltas por las avenidas principales a toda leche.

Paso de dos o tres panolis que me hacen señas para que me pare y los recoja.

-Que les den, que les den a todos.

¿Por qué habré venido a esta puta ciudad?

No estoy de humor para aguantar a nadie.

Sarah.

Si no hubiese venido a Nueva York nunca la hubiera conocido.

De pronto giro bruscamente el taxi (un par de capullos me pitan... ¡que les den!))

Me dirijo a casa.

Sólo quiero estar con Sarah. Acurrucarme con ella en la cama, calentita, y que la ciudad se vaya al infierno ahí fuera.

Antes de acabar de girar la llave en la cerradura ya sé que algo va mal.

-Sarah, nena...

La habitación está revuelta, todo tirado por el suelo.

Inequívocos signos de lucha...

-Sarah, Sarah...

Ni rastro de ella.

Trato de hablar con los vecinos, averiguar si alguno ha visto u oído algo, pero nadie me abre la puerta.

Puta ciudad.

Nadie ayuda a nadie.

Vuelvo a salir y trazo círculos tratando de encontrarla. Primero por el barrio, luego por toda la ciudad.

Nada.

No sé cuanto tiempo pasa, acabo exhausta.

Entonces paso cerca de una comisaría.

¿Porqué no? –me digo- después de todo es su trabajo.

Es esta comisaría, la comisaría donde unos polis se ríen de mí y me miran las tetas.

Me interrogan una vez más sin muchas ganas.

-Entonces has dicho que te llamas...

-Diana, me llamo Diana. Mi chica ha desaparecido, ¿van a ayudarme o qué?

-Bueno, tenemos que esperar 48 horas para poner una orden de búsqueda. Además... ¿Estás segura de que tu... amiga... no se ha largado por su cuenta?

-Ya le he dicho que el piso estaba todo revuelto.

-Pero puede haberlo hecho ella, ¿no?

¿Sarah? ¿Desordenar toda la casa? Está claro que este tipo no la conoce.

Aquí no voy a solucionar nada. No sé ni por qué he venido.

Le doy las gracias y me largo

Fuera ha empezado a nevar.

Puto tiempo...

Hace sólo un momento estaba despejado...

Todo lo despejado que puede estar el polucionado aire de Nueva York.

Respiro hondo.

¿Qué coño voy a hacer?

-¡Wonder Woman, ey, Wonder Woman...!

Me vuelvo. Es ese periodista del NYC News que escribe artículos babosos sobre mí.

Amazona, me llama en ellos. ¡Será capullo!

-Eres Wonder Woman, ¿verdad?

Lo miro sin comprender muy bien que quiere. Lo último que necesito es otro idiota más dándome la brasa.

-Nos conocimos hace un par de meses, ¿te acuerdas?

-Claro- le digo- Tom...

-Nick, Nick O’Dogherty. No he podido evitar oírte en la comisaría. Esos tipos son idiotas, pero, perdona que te pregunte, ¿para qué los necesitas?

-Has dicho que estabas ahí dentro, ¿no, Nick?

-Ajá –creo que Nicky hace un gran esfuerzo para mirarme directamente a los ojos y no un poco mas abajo. Algo es algo.

-Pues entonces sabrás que tengo un problema, ¿no?

-Ya, sí... pero pensaba que vosotros, los supertipos, teníais vuestros propios medios para solucionar este tipo de situaciones.

-¿Sí? ¿Y que te hace pensar eso? Mírame, soy una taxista, por el amor de Dios. Puede que otros se lo monten mejor, pero yo...

De pronto caigo en la cuenta.

Claro, eso es.

¿Por qué no lo he pensado antes?

Estoy tan agradecida que le planto un beso a O’Dogherty en todos los morros.

Pone cara de idiota mientras yo busco el móvil y el número de teléfono en el abrigo.

Suerte que se me ocurrió apuntarlo, aunque no sé muy bien porqué.

La verdad es que no me hace gracia.

No me hace ninguna gracia, pero es una posibilidad, puede que la única y yo haría cualquier cosa por Sarah.

Marco el número.

Hago esa llamada.

WONDERLAND

Hola a todos. Aquí estamos, con el “flamante” -como se suele decir- número 01 de Wonder Woman, recuerda, la nueva superheroína de... ¡Marvel! (no te dejes engañar por imitaciones)

Mucha gente dio su opinión tras leer el especial donde se presentaba el personaje. ¡Gracias a todos por los comentarios! (la verdad es que animan)

Pero vamos con ellos:

Xum escribía haciendo una crítica de esas que por sí solas hace que merezca la pena escribir un fan-fic, aunque, claro, después de leer su tronchante NOSFERATA, entiendo mejor que el especial le hiciera gracia.

Muy acertadas todas sus observaciones, aunque, eso sí, tengo que decir que los parecidos entre Nick O’Dogherty, que como veis vuelve a aparecer en este número y Spider Jerusalem es puramente casual, porque no he leído Transmetropolitan, aunque ahora me llama la atención. A ver si la consigo y puedo opinar.

También escribía Roberto Cruz, que aparte de decir que le gustaban los dibus del especial, mandaba una imagen de lo más divertida, que adjunto y que demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol.

¿Qué os parece esta “Wonder Woman”?

Jose Cano también hacía algunos comentarios interesantes, aunque no me quedaba muy claro si le había gustado o no. Como al preguntarle sobre Zin Zity (ey, no os lo perdáis) decía que le había gustado más Wonder Woman, pues supongo que es que sí.

Ellos, y varios comentarios en los foros, hacían alusión a la escena de la mamad..., digo, felación, (como dijo alguien, ja, ja) y el beso lésbico, que parecen ser las dos escenas más polémicas del especial.

Tengo que aclarar que Carlos me advirtió, al hacer el boceto para la portada del nº2 de Vengadores 2055 que aunque él hubiese puesto a Anne (RedRaven) en bolas, en la imagen no se podía ver nada, por el tema de Marvel, así que cuando pensé la escena del callejón para el Wonder Woman especial la puse silueteada para que no pareciera tan explícito, aunque creo no ha engañado a nadie.

Bueno, como dijo Carlos... ¡le puede estar subiendo la cremallera!

No, en serio, son sólo un par de detalles, no tienen más importancia.

En este número, ¡nada de guarradas, je je!

Espero que os haya gustado. (no dejéis de darme opiniones, del tipo que sean, se admiten todas)

En el próximo, tenemos a un flamígero invitado especial, pero... ¿hace referencia a él el título de la saga? Ah, ya se verá.