2055: IRON MAN #1 DE 6
Espectador
Guión:
Ben Reilly
Portada: Wish
Marte
Hacía años que el planeta Marte estaba colonizado por la especie humana. A
comienzos del siglo XXI un proyecto común entre el gobierno de los Estados
Unidos, la Unión Europea, Japón y Rusia junto con Empresas Stark había
llevado al hombre a Marte. El descenso al planeta rojo había sido el mayor
hito televisivo de la historia de la humanidad y pronto por todo el mundo se
desató una fiebre por el planeta. Poco después se haría público, Marte iba a
ser colonizado, Empresas Stark había construido una cúpula que serviría para
mantener una gran ciudad en su interior gracias en parte a la tecnología
aprendida de todas las razas alienígenas que pasaban por al Tierra por algún
motivo y otro.
Durante tres años cientos de viajes se sucedieron hacia el planeta rojo
hasta que por fin la gran cúpula estuvo preparada para albergar vida dentro.
La primera ciudad marciana recibió el nombre de Nueva Babilonia y tenía
cerca de un cuarto de millón de habitantes. Al principio Nueva Babilonia
necesitó de grandes transportes de mercancías, sobre todo alimentos para
poder subsistir pero luego con los años los cultivos interiores permitieron
que Nueva Babilonia fuese independiente. También contribuyó el hecho del
comienzo de la explotación minera por parte de la empresa Stark-Fujikawa, la
empresa que había surgido de la extraña quiebra de Empresas Stark.
Pero no fue sólo Nueva Babilonia la gran construcción que se llevó a cabo en
Marte. Si mirabas desde la ciudad al cielo podía ver la estación espacial
Nueva Alejandría, el punto de paso entre Marte y la Tierra. En Nueva
Alejandría atracaban las grandes naves de pasajeros que tardaban un mes
desde la Tierra en llegar a Marte. Una vez que los pasajeros llegaban a
Nueva Alejandría se les sometía a un gran control de seguridad por si
llevaban bombas con la intención de destruir la gran cúpula. Cuando estaban
limpios, los viajeros descendían en una lanzadera al planeta donde podían
dedicarse a lo que habían venido. El sistema era muy eficiente pero muy
costoso, el ciudadano medio tendría que ahorrar durante un año para
costearse un pasaje a Marte.
- ¿Qué miras? -preguntó Peter mientras se colocaba su traje de vacío-.
- La Tierra -dijo Chris ensimismado-.
- ¿Eso es la Tierra?
- Espero que sí o estaré haciendo el idiota.
- El idiota ya lo haces, ponte rápido el traje de vacío o te llevarás una
buena bronco.
Chris asintió y comenzó a ponerse su fino traje de vacío que le permitiría
respirar y mantenerse en una temperatura aceptable fuera de la gran cúpula.
Chris Hogan era un minero como mucha de la población de Nueva Babilonia,
había nacido en Marte hacía 19 años aunque sus padres eran naturales de la
Tierra. Cuando era pequeño siempre había soñado con tener un buen trabajo y
reunir lo suficiente para irse en una nave a la Tierra y montar allí un buen
negocio pero pronto descubrió que la vida en Marte era muy dura. Sus padres
habían muerto en una explosión dentro de la gran cúpula provocada según las
autoridades por los sindicalistas mineros que pedían una gran mejora en las
condiciones de vida. Desde aquella Chris había odiado a los mineros pero
cuando llegó a los 14 años tuvo que abandonar el orfanato donde vivía ya que
sus abuelos estaban en la Tierra y no tenían dinero suficiente como para
pagarle el viaje de vuelta. Fuera del orfanato Chris no pudo encontrar
trabajo así que ir directamente a la oficina de Stark-Fujikawa donde pidió
trabajo en la minería.
Una vez convertido en minero descubrió que la fuente de su odio, los
mineros, tenían razón en protestar. El sueldo por llamarlo de alguna manera
consistía en un pequeña cantidad de dinero que daba para malvivir en alguna
cloaca de Marte y si tenías mucha suerte en el casino quizás podrías
permitirte el lujo de comprar un piso en el peor Barrio de Nueva Babilonia y
no hablemos ya de extender el sueldo a la comida, si comías una vez al día
con ese dinero es que tenías algún trapo sucio con algún comerciante
alimenticio. Eso sí, la compañía, siempre pensando en sus pobres
trabajadores explotados, había puesto a disposición de quien quisiera (es
decir de todos) unas casas consistentes en un barracón con capacidad para
cien personas donde metían a quinientas. También la empresa se llenaba de
orgullo diciendo que facilitaba a sus mineros una comida digna, claro que
por comida digna entendían una especie de masa blanca y algo que en algún
tiempo lejano fue agua. En resumen, la vida del minero medio era una mierda
y lo peor es que nadie les escuchaba tan lejos de la Tierra, nadie se
preocupaba por unos mineros de Marte.
- Preparados para salir -dijo el capataz mientras terminaba de ajustarse el casco-.
Chris salió de su ensimismamiento. Cuando el transporte tocó suelo firme con
un pequeño golpe seco, Chris se desabrochó las correas de seguridad y formó
junto a sus compañeros una fila por la que salió a la superficie del planeta
marciano. La superficie era, bueno, era roja sin más descripciones. En aquel
instante se encontraban en una gran depresión donde podían encontrar un gran
agujero donde los mineros trabajaban constantemente colgados de endebles
cables buscando cualquier mineral que ofreciera la corteza marciana. En el
fondo del gran agujero (al que se tardaba una media de diez minutos en
llegar) se encontraban probablemente los mineros más desgraciados que
existían pues tenían que seguir cavando y cavando hacia el núcleo del
planeta y estaban expuestos a cualquier desprendimiento de las partes
superiores. Por el medio del gran agujero (o como acostumbraban a llamarlo
los mineros la Gran Fosa) se encontraban pequeños túneles que profundizaban
en distintas partes del planeta donde se encontraban grandes vetas de
valiosísimos minerales.
Al lado de la Gran Foso se encontraba una minicúpula dentro de la cual
estaba el bar, o la sala de descanso de los mineros donde comían a mitad de
jornada y donde se "divertían". Lo malo del bar es que era un antro y la
suciedad campaba a sus anchas.
- Chris, el arnés, ¿en qué piensas chico? -preguntó Peter bastante enfadado
con su amigo, a veces Chris tendía demasiado a evadirse de la realidad
mediante sueños o recordando partes de su anterior vida sin duda más feliz
que la actual-.
- Estaba pensando en nuestra vida. No hemos sido muy afortunados,
¿verdad? -dijo a través de la radio interna que lo comunicaba con su
compañero. La compañía se había visto obligada a introducir en los trajes
una radio interna para que los trabajadores pudiesen acatar órdenes
rápidamente-.
- ¿Qué quieres que te diga? Yo vine aquí desde Nueva York, esperando
encontrar algo mejor que unas cloacas donde vivir. Me colé en la nave de
transporte pero me encontraron nada más despegar. Como tenía que pagar el
pasaje me obligaron a meterme en la minería con sólo siete años. Desde
entonces he estado trabajando en las minas, he visto a cientos de amigos
morir tanto en la mina como intentando escapar de Marte. ¿Si he sido
afortunado? Estoy vivo, ¿no?, creo que soy afortunado.
- ¿A esto lo llamas vida? Esto no es vida, esto es algo a lo que llaman
vida. Un perro vive mejor que nosotros. ¿Sabes cuantos de nosotros
llegaremos a viejos? Ninguno, si no nos matan las minas lo hará la comida o
la compañía antes de pagarnos una pensión. Y lo peor es que a nadie le
importa, míralos -dice señalando a un par de mineros-. Están concentrados en
su trabajo, como si nada más importase o como si les gustara o estuvieran
contentos con ello, jamás se atreverían a protestar por nada.
- Nos conformamos con lo que tenemos, aunque sea poco.
- Lo que deberíamos hacer es levantarnos y luchar, sé de muchos que tienen
ganas de coger nuestros picos y martillos y lanzarse a la yugular de los
capataces. Podríamos hacer de Marte nuestro hogar, un hogar justo donde
pudiéramos vivir.
- ¿Y qué haríamos con el ejército? Además seguro que recuerdas las
revueltas sindicales donde tus padres murieron ¿verdad? Ellos eran
inocentes, ¿cuántos más habrían de morir por tu estúpida revolución?
- En una revolución siempre mueren inocentes es inevitable. Pero date cuenta
de una cosa Peter, cuanto más tiempo pase, cuanto más odio acumulemos más
sangrienta será la batalla.
- Jamás nos rebelaremos, eso tenlo por seguro.
- Te equivocas. Los hombres hemos amado siempre la libertad desde que la
conocimos y aunque nos hayan impuesto una dictadura siempre hemos sido
capaces de revocarla, de volver a nuestra libertad. Un hombre que ha
conocido la libertad moriría por ella. Y recuérdalo, algún día nos
levantaremos contra Stark-Fujikawa.
- Y moriremos en ello.
- Pero moriremos libres Peter, moriremos libres.
Los dos amigos se callaron, sus puntos de vista sobre el problema eran muy
distintos e irreconciliables. Terminaron de colocarnos los arneses y bajaron
en caída libre hasta su posición de trabajo. Una vez allí extendieron una
pequeña plataforma donde pusieron los pies y empezaron a picar y picar,
buscando los preciados minerales que la compañía exportaría a precios de
escándalo comparados con los salarios de sus propios trabajadores.
Pararon al mediodía para comer un poco de eso que servían, Chris nunca había
querido preguntar qué era por miedo a no comerla nunca más. Se conformaba
porque al menos llenaba el estómago y no estaba viva, o al menos eso
esperaba y creía.
Volvieron al trabajo. Hoy no estaban teniendo mucha suerte, casi todo lo que
habían picado Chris y Peter era roca pura y dura que serviría como mucho
para hacer alguna casa en los suburbios. De pronto la rutina cambió, justo
encima de las cabezas de Chris y Peter explotó uno de los pozos laterales.
Chris y Peter salieron disparados contra el centro de la Gran Fosa y luego
se golpearon con fuerza contra la pared quedando medio aturdidos en el
proceso.
Cuando Chris se despejó miró hacia arriba, un cuerpo colgaba inerte a la
salida del agujero.
- ¡Vamos arriba! -dijo Chris mientras sacudía a Peter para despertarlo del
todo-. Quizás podamos ayudar.
- ¡Espera Peter!.
Pero ya era demasiado tarde. Su idealista e impetuoso compañero ya estaba en
el pozo lateral comprobando el estado del minero que había encontrado.
- ¿Cómo está?
- El casco se le rompió. Vamos adentro, quizás encontremos a alguien
atrapado.
- Perfecto
Se quitaron los arneses de seguridad y descendieron durante cinco minutos
hasta llegar a una gran concentración de rocas y metales rotos donde antes
debería haber estado una de las estancias del pozo.
- ¿Qué provocaría la explosión? -preguntó Peter-.
- Algún escape de gas o así. Un momento, mira esto -dijo mientras cogía un
pequeño trozo de plástico-. Parece...
- Uno de los explosivos que se usan para abrir estos pozos. Pero esta
sección está en la mitad del pozo, ¿qué querrían volar aquí?
- ¿A los mineros? Seguro que descubrieron algún diamante o así y decidieron
volarlos en pedazos para luego apoderarse gratis del diamante.
- Ya empiezas con tus conspiraciones, que nos paguen grandes cantidades por
encontrar diamantes nos justifica que quisieran echar a perder el pozo.
- Si tú lo dices.
De pronto hubo un temblor de tierra.
- ¿Más explosiones? -preguntó Peter-.
- Espero, porque si es un temblor natu...
Antes de que Chris acabara la frase la tierra comenzó a temblar y
desquebrajarse.
- ¡Vamos fuera! -gritó Peter-.
Pero antes de llegar a la salida el suelo bajo sus pies cedió y cayeron
hacia la oscuridad.
Continuará...
HOMBRE DE HOJALATA
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