2055: HULKA #1
La dulce e inocente Alejandra
Guión:
Jose Cano
Portada: Nememo
PORTADA: Ocupando toda la portada aparece una mujer de unos treinta y pocos años, bajita y más bien flacucha. Tiene el pelo castaño y recojido en una coleta, los ojos marrones y lleva gafas. Va vestida con una típica bata blanca de científica. Con una mano se está quitando las gafas mientras mira al lector sonriendo, en la otra lleva una carpeta en cuya portada puede leerse: Proyecto: Propulsor Gamma.
Alejandra Johansson se despertó a las seis en punto de la mañana, como todos
los días. Se levantó de la cama y comenzó a quitarse el pijama y ponerse la
ropa perfectamente doblada que había colocado con precisión la noche
anterior sobre una silla. Mientras ella se cambiaba, el robot arreglaba su
cama. Los robots no son un lujo en el 2055. Simplemente son innaccesibles
hasta para los más ricos. El de Alejandra es del mismo modelo - aunque
programado para otras funciones - que los enviados junto con la exploración
tripulada a Marte hace un par de años. El que ella posea uno como asistente
no es raro. Al fin y al cabo, ayudó a diseñarlos. Alejandra se calienta una
taza de amargo café solo en el microondas (en el 2055 los microondas
calientan instantaneamente) mientras observa las noticias televisión. Hablan
sobre los incidentes con mutantes en Los Ángeles, aparte de los ya casi diarios atentados del Ejercito de
Liberación del Pueblo de Texas. Como siempre, ni una palabra sobre el
proyecto Júpiter o los astronautas en Marte. En el siglo XXI la conquista
del espacio ha dejado de ser noticia.
- ¡Stanley! - llama al robot Stanley, que es más o menos del tamaño de una
mesilla de noche y en lugar de rodar o andar por el suelo flota gracias a un
pequeño campo de fuerza, más util en entornos sin gravedad que en un
apartamento alquilado - pero por tio Sam - en Dallas,
aparece rápidamente en la cocina. Ya ha arreglado la habitación.
- Stanley, traeme las llaves del coche y mi maletín, me marcho al trabajo.
El pequeño robot obedece inmediatamente y en apenas dos minutos ya ha
cumplido la orden. A veces Alejandra se sentía culpable de tener como
asistente tanto dinero en desarrollo tegnológico. Pero al menos ella era la
única del laboratorio que se había conformado con un robot asistente
pequeño. El profesor Lawly tenía como "perro guardían" un robot defensivo de
dos metros de ancho y tres de alto llamado Sultán. Viva la honradez del XXI.
- Muchas gracias, Stanley.
El robot se limitó a hacer parpadear las luces de sus ojos. Alejandra se
acercó a él y lo golpeó en uno de sus hombros, desactivándolo, como quien
apaga la luz antes de salir de casa, y luego, efectivamente, se marchó de
casa.
En el desierto de Texas, cerca de Dallas, se encontraba uno de los
principales centros de investgación de la NASA: El Nido de las Águilas,
antigua base de operaciones de un grupo gubernamental de superhéroes del
siglo pasado. El traslado de la mayor parte del trabajo de investigación
sobre nuevos métodos de propulsión desde Ciudad del Cabo en primer lugar por
la peligrosidad de las muchas pruebas que habían de realizarse, y en segundo
lugar, aunque suene paradójico, para evitar que el Ejército de Liberación
del Pueblo de Texas atacase de algún modo las instalaciones. Los fanáticos
jamás se atreverían a atacar un complejo que de resultar
seriamente dañado podría convetir su dorada República Independiente de
Texas - sigh - en un
desierto radiactivo.
Alejandra se acercaba a su centro de trabajo en uno de los coches último
modelo que el gobierno tenía a bien proporcionarle a los científicos que
cada día se jugaban el físico entre tanto producto radiactivo para conseguir
el nuevo sueño dorado, tras la conquista de Marte, de la agencia espacial:
las lunas de Júpiter. Alejandra, junto con sus compañeros la Dra. Li-Huan y
el Prof. Scott Hammond, había estado repasando las notas sobre un proyecto
del ejército que se remontaba hasta casi un siglo atrás y que en principio
iba a servir para desarrollar misiles: la energía Gamma. Al parecer en lo
experimentos llevados acabo con ésta, algo salió terriblemente mal, y murió
uno de los científicos encargados del proyecto, un tal Banner. Al menos eso
ponía en el informe.
Entre Li y Alejandra, (Hammond fue un añadido inesperado de última hora de
una NASA todavía lo suficientemente machista como para no permitir que dos
mujeres dirigiesen ellas solas ninguna investigación), habían llegado a la
conclusión de que esa energía podía usarse perfectamente para propulsar un
cohete espacial. Y ese, hasta ahora, era el principal proyecto que se
llevaba a cabo en el Nido de las Águilas: el propulsor Gamma.
La Dra. Li-Huan, como su propio nombre indicaba, era de origen japones,
baja, morena, ojos osuros y rasgado. En el momento en que Alejandra entró en
la sala en la que se estaba montando el motor de pruebas, Li se decicaba a
supervisar el correcto montaje de cada una de las piezas del mismo. Un
error, y el Nido de las Águilas se convertiría en un enorme crater
radiactivo. Alejandra la rozo levemente en un hombro al colocarse a su lado.
Li levantó la cabeza y la miró, sonriendo.
- Llegas algo temprano, ¿no?
- ¿Qué yo llego temprano? Hoy no te tocaba entrar hasta tarde y estás aquí
antes que yo. Este es el turno de Scott.
- ¿Quieres qué te diga la verdad? - Alejandra ya sabía lo que su amiga iba a
decirle - No me fio de él. No tiene ni idea. Si lo dejaramos en sus manos
mañana volaríamos todos por los aires en cuanto pusiesen esto en marcha para
la prueba.
- Deberíamos tener más confianza en él
- ¿Ah sí?, y entonces, ¿qué haces aquí?
- Yo tampoco me fio.
Las dos sonrieron un instante, antes de recuperar la compostura, y que Li
ordenase a un operario cambiar de sitio una pieza de tan sólo unos cincuenta
kilos de peso.
- Por cierto... ¿dónde está él?
- Y yo que sé...., a lo mejor durmiendo. Eso demuestra que hemos hecho bien
en venir.
Un cuarto de hora después Alejandra se mueve por otra parte del complejo.
La presencia de Li le ha resultado perfecta para poder enmascarar la
verdadera razón por la que ha ido tan temprano al trabajo. Ahora mismo pasea
por el área en la que tienen su residencia algunos astronautas que están
siendo preparados para el supuestamente arriesgado viaje a Marte - y de
paso, alguno de ellos, sin saberlo, era sometido a experimentos que
calculaban su nivel de tolerancia a la radiación de los cohetes -.
Alejandra llega hasta la puerta de la habitación número cinco, la del
capitán George Weaber. Golpea levemente con lo nudillos y susurra:
- George, estoy aquí.
La puerta se entreabre lo justo para dejar pasar a Alejandra, y un brazo
grande y fuerte sale por el hueco y la arrastra dentro.
Media hora después, Scott Hammond se presenta en la sala de montaje del
motor. Li le dirge una mal disimulada mirada de odio profundo. Él sabía que
sólo estaba allí para que la conciencia de algún misógino alto cargo de la
NASA estuviese tranquila, y por ello en ningún momento trató de ganarse la
simpatía de sus dos compañeras.
Consciente de que no lo iban a dejar hacer nada realmente importante, esa
mañana no había acudido a su turno sabiendo que ellas ya estarían allí antes
de que éste empezase, y se dedicaba a lo que constituía su único merito, la
razón por la cual ellas no habían buscado una excusa para apartarlo más aún
del proyecto: el papeleo. Todos los informes, fichas, estudios, etc...., los
hacía él. Con los datos que ellas recogían y de algún modo ya procesaban,
eso sí. De todos modos, Scott seguía siendo un científico, o al menos así se
consideraba él, y ya sabía lo suficiente sobre el proyecto para considerar
que era capaz de encontrar algún fallo en el diseño del motor experimental.
De hecho, creía saber donde había uno, pero también creía saber que sus
compañeras no lo escucharían. Así que esperaría a que el prototipo se
quedase sin operarios y sin la atenta vigilancia de Li y Alejandra, y
valiéndose de su pase de seguridad
realizaría él mismo los ajustes necesarios. Les salvaría sus orgullosos
culitos y ellas
seguirían creyendo que se iba a llevar el merito por nada. Pero le daba
igual. Lo que le importaba era la pasta, y poca iba a conseguir si todos
terminaban volviéndose verdes por un escape de radiación gamma. Volverse
verdes. Qué tonteria.
Un día después, el supervisor de Ciudad del Cabo ha llegado para la prueba
del motor. Se trata de medir su potencia, comprobar si es seguro en cuanto a
radiación, etc... Para ello la habitación donde se encuentra el prototipo
está perfectamente sellada, y ni un solo detalle ha sido dejado al azar.
Todo el personal que trabaja en el Nido de la Águilas se ha reunido en otra
sala especialmente preparada para aislarlos en caso de accidente,
subterránea. Cuando el prototipoya estaba en construcción a Alejandra se le
ocurrió que podrían haberlo construido abajo, pero se desechó trasladarlo
rapidamente por la pérdida de tiempo que supondría.
Li observa los monitores con cierta satisfacción. Un trabajo bien hecho.
Escucha un ruido a su espalda, la puerta acaba de sellarse, los últimos han
entrado. Busca a Alejandra con un vistazo por la habitación. Antes que con
ella da con Hammond. Tiene una extraña sonrisa bobalicona de satisfacción,
el muy capullo. A ella no puede importarle menos los motivos que tenga para
esbozarla, y lo ignora. Por fin encuentra a su compañera. Está hablando con
uno de los astronautas, Li no recuerda su nombre, pero si sabe que es con el
que Alejandra está liada pero no se lo confiesa. Ya la hará cantar hasta lo
detalles más sórdidos, pero lo primero es lo primero.
- Esto corre prisa, ya ligarás luego. - le dice sin darle opción a réplica
arrastrándola hasta el panel de control.
La prueba comienza con normalidad, los medidores de presión, temperatura y
un largo etc.... muestran cifras que ya se sabí de antemano que iban a
aparecer, de todos modos lo único que importa es la potencia que pueda
demostrar el motor, y la cantidad de radiación que se filtre más allá de la
sala de aislamiento, con un poco de suerte, ninguna. Así que, de momento,
todo va bien.
30 minutos para la transformación de Alejandra:
- Creo que algo va mal. - dice uno de los técnicos sentado junto a Li.
- ¿Qué ocurre? - contesta ella.
- Uno de los módulos traseros. Creo que va a romperse. Demasiado
combustible, cuando comience a calentarse y se dilate el módulo cederá.
- ¿Qué? Lo hemos medido tres veces.
- ¿Cuándo? - pregunta Alejandra, que lo ha oido todo.
- Lo medimos ayer, claro, pero hoy nadie excepto nosotras dos podía entrar,
y ....
Se detiene bruscamente.
- Hammond.
- Joder.
25 minutos para la transformación de Alejandra:
George Weaber sujeta a Hammond por los hombros. Su reacción fue casi
instintiva cuando vió que Alejandra le gritaba y este corría hacia la
puerta.
- Deberías estarme agradecido, si lo que las doctoras dicen es verdad, de
salir la radiación te mataría en unos minutos.
- No lo sabemos todavía, George. - dice Alejandra. Con los nervios se le han
olvidado las precauciones de costumbre. Follar con los que estaban siendo
probados a la resistencia a la radiación estaba probihido. La NASA, que es
así de rara.
- Scott, hijodelagranputa, ¿qué has hecho? - dice Li - ¿Cuánto pusiste de
más?
21 minutos para la transformación de Alejandra.
- ¿Entonces dicen que el aislamiento de la sala de aislamiento es inutil? -
dice el supervisor de Ciudad del Cabo. - ¿Y qué va a pasar?
- Verá, - explica Li - uno de los módulos tiene demasiado combustible
radiactivo, cuando se caliente y dilate, eso será en unos minutos, se
saldrá, y seguramente se producirá una explosión. La radiación afectará a un
area bastante grande de Texas, es posible que la nube tóxica llegase hasta
Dallas.
- Me parece demasiado optimista. ¿Y nosotros?
- Aunque parezca irónico estamos completamente a salvo. Esta sala está mucho
mejor preparada. De hecho, de no haber sido por las prisas, el prototipo se
habría ubicado aquí, y no arriba.
- ¿Pueden detenerlo?
Li y Alejandra se miran.
- Desde aquí no
- ¡¿NO?! ¿No tienen nigún dispositivo de emergencia?
- Si, si que lo hay, pero habría que subir dos niveles.
- ¿Y por qué no lo colocaron aquí?
- No nos fiabamos. Puede que desde tan abajo no funcionase.
El hombre se tapa los ojos con una mano.
- En fin, ya me explicarán luego la verdadera razón.... ¿hay tiempo para
detener esto?
- Unos 10 minutos.
- No sé a que esperan.
17 minutos para la transformación de Alejandra.
Tenía que ir ella, no podía dejar que lo hiciese Li. Y Hammond era tan
imbecil que ni siquiera sabía como debía hacerse. Por eso interrumpió la
discusión sobre quien de los tres debía hacerlo y salió directamente por la
puerta, aunque George tratara de detenerla. El ascensor había sido
irritantemente lento, pero ya estaba allí. Ahora debía darse mucha prisa, o
la temperatura del prototipo habría subido demasiado. Allí estaba, en un
hueco en la pared, el comando de emergencia. No podía entretenerse en
operaciones complicadas, ni ser sutil. Tenía que parar todos los sistemas
del complejo, y los sistemas de emergencia los enecenderían de nuevo en unos
segundos.
15 minutos para la transformación de Alejandra.
Las luces se apagan por un instante, el panel de control se desconecta y
vuelve a conectar en un parpadeo, los corazones de los ocupantes de la sala
se detienen durante los pocos segundos en que el Nido de las Águilas se
mantiene sin electricidad. Cuando todo vuelve a la normalidad, Li y los
técnicos no pierden el tiempo para observar el panel de control y el estado
del motor.
- ¡Mierda! - grita ella
- ¿Qué demonios pasa ahora? - pregunta Hammond.
- No ha servido de mucho. Diseñamos los putos sistemas de manera que si algo
estaba en marcha durante un corte de energía, siguiese funcionando cuando
esta regresase. Alejandra debería haberse acordado, habrá pensado que no
tenía tiempo para iniciar la secuencia de desactivación del motor, y por eso
ha hecho esto.
- Entonces.. ¡está condenada! ¡Y Texas! - exclama George.
- No tanto. Ella sí, me temo. - pausa. - Pero esto, bueno, el segundo de
"frío", habrá dañado en parte todo el combustible del motor. La explosión
será algo menor.
12 minutos para la transformación de Alejandra.
Hace dos minutos que la radiación ha empezado a filtrarse, no tenía sentido
volver a bajar. En lugar de eso, procura iniciar la secuencia de
desactivación del motor. La explosión y el escape ya son inevitables, pero
aún puede hacer que sus efectos sean menores. Aunque empieza a sentirse
mareada.
7 minutos para la transformación de Alejandra.
- ¡Dios!
- ¿Y ahora qué?
- Ha detenido el motor. ¡La radiación debe estar matándole pero ha detenido
el proceso!
- Entonces, ¿ya no ocurrirá nada? ¿Se ha evitado la tragedia?
- Ojalá fuese así. La explosión y el escape son ahora inminentes, pero serán
mucho más leves.
6 minutos para la transformación de Alejandra.
KA-BOOOOOM
5 minutos para la transformación de Alejandra.
- ¡Alejandra! - grita Li. - ¡Mierda, no!
3 minutos para la transformación de Alejandra.
Los escombros la aplastan, están sobre ella, la asfixian. Pero lo ha
conseguido, los demás están a salvo, Dallas no se convertirá en una ciudad
fantasma radiactiva. Sabe que va a morir, aunque le extraña no haber sentido
todavía los efectos de la radiación. Y entonces, lo nota.
Comienza la transformación de Alejandra.
Empezó a sentir el cosquilleo en el estómago hace unos minutos. Ahora lo
nota en los brazos, las piernas y el pecho. Está terriblemente mareada.
Siente como sus extremidades crecen, como la radiación recorre sus venas,
volviéndo cada centímetro de su piel hipersensible durante unos instantes.
Los mareos aumentan. Siente como su pelo se retuerce un segundo sobre si
mismo, como sus vellos se erizan, como sus pechos se vuelven más grandes,
como sus piernas se alargan. Sienta la fuerza que crece en su interior. Cada
vez necesita más aire, más, necesita la luz del Sol, tiene que apartar estas
piedras, esta chatarra que la apriosiona. Debe salir, debe ser libre.
No ha pasado ni una hora cuando Hulka surge de entre los escombros de lo
que una vez fue un complejo de máxima seguridad de la NASA. Si Alejandra
pudiera verse no se reconocería. Está completamente desnuda, su ropa se
destrozó cuando creció hasta casi el doble de su tamaño anterior, se ha
vuelto verde claro hasta el último centímetro de piel, y su pelo ha pasado
de castaño a verde oscuro y se ha rizado. Ahora mide cerca de dos metros y
medio y es evidente su fuerza física notable al observar su musculatura.
Aún ve borroso. No sabe que hace ahí. No sabe quién es. Ha decir verdad,
ahora mismo no sabe nada. Así que hace la única cosa posible en esa
situación: comienza a caminar sin rumbo.
VERDE DE ENVIDIA
Pues este es el primer número de Hulka2055, y para variar un poco, la protagonista no tiene nada que ver con la Hulka o el Hulk "actuales", tan sólo se parece en lo verde y en el baño de radiación gamma, pero eso es imprescindible. Siento decepcionar a los que esperaban a una hija de Jennifer, (¿lo esperaba alguien?). Creo que me ha quedado un poco en plan "novela de ciencia-ficción", pero intentaré darle el tono más superheroico posible a partir del número dos.Tampoco me voy a enrollar, si quieres escribir al correo de esta serie me mandas un mail a tamborhojalata@hotmail.com, y pones en asunto "Hulka2055: Correo" o "Verde de envidia", si no lo pones me remito a anteriores advertencias, haya tú. Nada más.
Saludos.
Jose_C (o El Hombre sin Nick)