PORTADA: El Doctor Muerte, sentado en su trono, contempla al lector detenidamente, los dedos de sus manos unidos en forma de triángulo frente a su cara.
Amanece. Es un día más en la vida de Doomstadt, capital de Latveria.
Latveria, una utopía hecha realidad: no hay crímenes en Latveria, ningún
niño llora por el hambre. No hay suicidios en Latveria, ni los ha habido en
casi cien años.
Latveria es una utopía porque su anterior gobernante, Víctor von Muerte,
así se lo ordenó; pero ese hombre hace más de 20 años que no regenta el
trono, desde su desaparición.
El pueblo de Latveria -y el resto del mundo- ignora todo esto, pensando que
el dictador ha ampliado su vida mediante complejas técnicas médicas; o
quizás ha cambiado de cuerpo, utilizando una misteriosa disciplina
extraterrestre. Escasos elementos sospechan la verdad. Y esto es así porque
la figura del Doctor Muerte ha seguido siendo impersonada por otro hombre,
un hombre que abandonó su antigua identidad por ésta, casi olvidando que
tuvo otra vida.
El hombre que ha asumido el trono de Latveria se levanta con las primeras
luces de la mañana, como todos los días. Tras realizar diversos ejercicios
físicos y asearse, varios robots acuden prestos para enfundar su cuerpo con
la armadura que es el sello personal del rey latveriano.
Abandona sus aposentos y recorre los diversos pasillos del anciano
castillo, saludando afablemente a cuanto sirviente humano encuentra en su
camino. Pues este Doctor Muerte, al igual que el original, siente afecto por
las gentes bajo su mandato. Es su protector y guardián, si bien también se
le podría considerar su carcelero.
Con paso decidido entra en la sala del trono. Ocultos para el ojo humano,
decenas de sofisticados escáners y sensores verifican su identidad bajo la
armadura. Así que el que el sistema de seguridad le pida una contraseña es
más bien algo ceremonial:
#Identifíquese#
- Muerte Gobierna -responde él con voz grave. Ni siquiera 20 años han
conseguido mermar la importancia de este ritual.
Tras estas palabras el gran retrato de Muerte que se halla sobre el trono
se desliza hacia arriba, mostrando una gigantesca pantalla ocupada por
completo por una imagen de la máscara de Muerte.
- Saludos, Emperador von Muerte-dice la imagen.
- Saludos, Víctor -responde el monarca.
"Víctor" no es otra cosa que el ordenador principal de Muerte, programado
con los recuerdos almacenados de Víctor von Muerte, de forma que el actual
gobernante puede regir Latveria como el anterior lo hubiese hecho,
consultando con Victor. En realidad el ordenador es el auténtico gobernante
de Latveria, pero así lo escogió el actual Doctor Muerte, temeroso quizás de
que el auténtico regrese algún día y esperando aplacar así su posible
venganza.
- Informe de estado.
- Ningún suceso de especial importancia. Los americanos siguen presionando
para que extraditemos de vuelta a los "supercriminales" que hemos acogido.
El muertebot K-231 se ocupa de las negociaciones y ha tenido especial
cuidado en no reírse demasiado ante tan absurdas peticiones.
- Comprensible. ¿Qué mas?
- Científicos en Gojradia aseveran haber descubierto una vacuna provisional
para la Termita, la decimoquinta mutación del Virus del Legado. Se han
aumentado los fondos para dicha investigación y el viernes el Doctor Muerte
les concederá las Medallas del honor.
- Excelente. Pasaré el resto de la mañana en la cronosfera. Infórmame de
cualquier contratiempo.
- Por supuesto.
El inmenso domo blanco que ocupa gran parte del patio central del castillo
Muerte no recibe el nombre de cronosfera porque permita viajar o ver
distintas etapas del tiempo. Su nombre se debe a que es el único lazo de
Muerte con su anterior vida: los espíritus de sus seres queridos se hallan
confinados (¿atrapados?) allí, un regalo (¿una maldición?) de un antiguo
amigo/enemigo.
- Hijo -saluda el espectro de una joven mujer-, ¿Cómo te encuentras hoy?
- Como siempre, madre -contesta él-. Cada día es para mí igual que el
anterior; una sucesión de eventos sin importancia. Una simple... existencia.
- Sabes que está en tu mano cambiar eso, hijo -replica el espectro de un
hombre fornido-. Abandona esta vida y vuelve a ser...
Muerte ataja la conversación con un ademán de su mano.
- Ya lo hemos discutido. Quien yo fuese antes ya no importa; ahora soy
MUERTE -pronuncia el nombre con exagerado dramatismo-, y Muerte se debe a
Latveria.
- Hijo... -el espíritu sabe que sus esfuerzos son inútiles, pues hace años
que sostienen esta discusión, con idénticos resultados.
- No, padre. En mi anterior encarnación sólo causé dolor a todo aquel que me
rodease. Incluso vuestros espíritus están encadenados a mí por mis errores,
incapaces de trascender al más allá -su voz se quiebra. Se quita la máscara
mientras libra una silenciosa batalla contra las lágrimas-. Pero el Doctor
Muerte cuida a Latveria, y eso lo hace bien. Ese es, pues, mi destino.
La mano de la mujer acaricia la mejilla del hombre, quien siente su
contacto a pesar de ser insustancial.
- ¿Cuándo dejarás de torturar tu pobre alma, hijo? Estamos ligados a ti,
pero todos nosotros te amamos y agradecemos esta oportunidad de seguir a tu
lado.
- Son ya muchos años, madre.
- ¿Qué son los años comparados con la eternidad, viejo amigo? -pregunta el
espíritu de un hombre joven- Tú no vivirás eternamente... por longevo que
seas.
- Ojalá yo mismo estuviese tan seguro -replica Muerte.
El resto de la mañana Muerte conversa con todos los seres queridos que en
algún momento de su vida perdió y que han sido ligados a su alma por oscuras
fuerzas místicas, permitiéndole hablar con ellos como si siguiesen vivos.
Pero nada puede borrar su sentimiento de culpabilidad.
- Emperador Muerte -la voz de Víctor resuena por el comunicador de su
casco-, una emergencia de clase Omega en Scholenstadt requiere vuestra
presencia.
Clase Omega... eso es serio. Muerte se coloca su máscara y se vuelve
rápidamente hacia la entrada de la cronosfera.
- Voy para allá.
Sala del Trono.
Muerte contempla fascinado la enorme criatura de decenas de metros de
altura que se yergue entre los edificios de Scholenstadt, arrasándolo todo a
su paso.
- Asombroso -musita. Y de repente algo llama su atención-. Amplía la imagen
en un 20, no mejor un 40%.
- Me he anticipado a ello -replica Víctor.
Los temores de muerte se confirman... la criatura está compuesta por
decenas, puede que cientos de personas. Bajo su armadura, Muerte contiene un
escalofrío.
- ¿Velocidad de asimilación? -pregunta.
- Inferior a los 3,05 segundos, a juzgar por los análisis. El contacto
transmite un virus que altera la estructura genética de la víctima,
convirtiéndola...
- ...en material base para seguir incrementando su masa -concluye Muerte-.
¿Es irreversible?
- Datos insuficientes.
Muerte contempla la pantalla con aprensión mientras las estadísticas siguen
aumentando: en pocas horas no quedará ni un solo latveriano sin infectar en
Scholenstadt.
- Ya he convocado un grupo de Penitentes para que se ocupen del asunto. Con
el MuerteBot D-635 liderándolos, por supuesto -enuncia Víctor.
Los Penitentes. Una diversa selección de los llamados "supervillanos" y
parias con superpoderes de varias nacionalidades, a los que Muerte ha dado
otra oportunidad... pero todos conocen el precio de fallarle a Muerte.
- No -dice éste.
- ¿No?
- No enviaré ningún robot. El pueblo de Latveria corre peligro... y será su
monarca quien se ocupe de resolverlo. Que los Penitentes se reúnan conmigo
en la torre sur en 5 minutos.
Muerte se aleja a paso rápido, ensimismado en sus pensamientos. Tras
haberlo perdido todo, Latveria es lo único que tiene... y no le fallará.
Solo en la sala del trono, Víctor guarda silencio, mientras evalúa la
situación y llega a sus propias conclusiones. ¿Motivadas por la lógica o por
la personalidad del Doctor Muerte original? Nadie lo sabe, lo que hace más
enigmática su afirmación:
- Buena suerte, alteza.
PRÓXIMO NÚMERO: ¿Podrá Muerte librar a su pueblo de esta amenaza? ¿Es un
accidente o el ataque de un nuevo enemigo? Descúbrelo en 30 días.
CORREO DE DOOMSTADT
Hola y bienvenidos a esta nueva serie que espero que os guste. Podéis escribir a Doctor_Muerte_2055@hotmail.com para dar vuestras opiniones.